La cantante Amparo Sánchez publica “La niña y el lobo”, una historia de violencia machista y superación
Una
madre adolescente, de sólo 16 años, víctima de la violencia de género y
en un ambiente marcado por las drogas y el miedo. Es el itinerario
argumental de “La niña y el lobo. Vivir para contarlo; una historia de
violencia machista y superación” (ed. Lupercalia), libro de la
cantante, productora, compositora y escritora Amparo Sánchez, que se
presenta (y lo afirma en la misma portada del libro) con un objetivo
nada oculto: “Sólo si puedo ayudar a una mujer en esta situación,
romper mi silencio habrá valido la pena”. A este fin contribuirá la
popularidad de la autora, quien irrumpió con vigor en 1996 en la música
española con el proyecto “Amparanoia”, pionero en la fusión y el
mestizaje. Desde entonces ha lanzado ocho álbumes (en otoño estrenará
el último, “Espíritu del sol).
Ahora
cuenta Amparo Sánchez su experiencia como mujer maltratada en un libro
de 175 páginas, que es asimismo un ejemplo de coraje y superación
personal. Pasa de “cantaora” a “contaora”, ironiza durante la
presentación del libro en Valencia, en un acto organizado por la
Organización Femenina Popular. El texto no es la historia de una
víctima, sino una muestra de valentía y fuerza interior. Pero, ¿por qué
se decide a escribirlo después de tantos años, en 2014? “Me empujó a
contar la historia una buena amiga, que me dijo era necesario perder el
miedo; y el testimonio de mujeres que consiguieron superar la violencia
de género”.
En aquella época, con 16 años, Amparo Sánchez
escribía unos diarios en los que daba cuenta de los hechos. Para
escribir el libro trajo el dietario a la memoria, y poco a poco “me di
cuenta de que estaba viajando en el tiempo; venían a mi los colores,
sonidos y olores de entonces”. Más aún, “pasé por el dolor, viví y reí
escribiendo el libro”, confiesa la autora, que vivenció una especie de
proceso catártico con final feliz: “me limpié por dentro y me di cuenta
de que había perdonado; ya no había rencor, miedo ni vergüenza”. Con el
libro se cierra el círculo pues, recuerda Amparo Sánchez, “lo escribí
como si estuviera redactando mi diario”.
La historia de
violencia machista se despliega en Granada y contarla ha servido, por
ejemplo, para que gente allegada que no la conoció en su día ahora
tenga acceso. Sincerarse no tiene para Amparo Sánchez, de todos modos,
un fin aleccionador, ni se trata de que la lectora extraiga una
moraleja. Porque cada mujer constituye un universo y, por tanto, no hay
patrones comunes. “Es muy difícil dar buenos consejos; lo importante es
saber escuchar y tener claro que en los casos de maltrato se siente
mucha culpabilidad y vergüenza; el maltratador te hace sentir
culpable”. Pero la clave es, destaca la autora, la capacidad de “romper
con el miedo”. A ella le ayudaron dos personas con quienes finalmente
compartió el calvario existencial, su hermana y su mejor amiga. Pero
entonces “yo era más fuerte”. Los apoyos externos sobrevinieron como
“ángeles”, que te ayudan a “darte cuenta de que no te mereces por lo
que estás pasando”.
La compositora rememora la mezcla de
sentimientos, emociones, dependencia y miedo que la poseían con 16
años. “Había un hijo, y una relación de amor; por eso quieres que la
cosa (situación de maltrato) pase…pero no. Es la gente de fuera la que
me dijo que podía denunciar; la que me hizo abrir los ojos”. También
los hechos se aliaron para facilitar la ruptura: el maltratador asistía
a una terapia para superar la adicción a la heroína, y la terapeuta
ayudó a Amparo a romper la relación. No resultó fácil: “yo estaba
enamorada, tampoco sabía que podía denunciar”. Además, el círculo del
maltrato va envolviendo a la víctima hasta que se hunde en la sima. “La
violencia es primero psicológica; te dice que no le gustan tus amigos y
amigas; tampoco le agrada tu familia, y te va aislando de ella; te dice
que no debes trabajar, sino cuidar de tu hijo; ¿dónde vas a estar mejor
que en casa? Y así de gorda…Primero, intenta controlar tus actos, luego
tus pensamientos y, si no te rebelas, sufres la violencia”. Finalmente,
recuerda Amparo Sánchez, “temes por tu vida y por la de tu hijo”.
El maltratador somete a un fuerte chantaje emocional a la víctima, con
palabras como “te amo”, “te odio”, “nuestro hijo”, “yo me encargo de
todo”. “Llegas al arrepentimiento y entras en una especie de luna de
miel. Pero vuelven después las broncas, las malas contestaciones y los
enfrentamientos. La víctima vuelve a ingresar en el “círculo de los
malos tratos”, progresivo y cada vez mayor, mientras que el forajido
pierde el miedo.
Tal vez la gran cuestión es cómo y de dónde se
obtiene la fuerza interior para fracturar el vínculo y conquistar la
libertad. ¿Hay que tener una naturaleza especial o más bien el arrojo y
la determinación son virtudes aprendidas? “Todos tenemos fuerza
suficiente para romper con el círculo del maltrato y más…Lo que pasa es
que en sociedades como la nuestra no se nos enseña la fuerza y la
grandeza que llevamos dentro”. En las sociedades patriarcales, además,
la violencia de género no es un fenómeno accesorio y que pueda
desvincularse de un contexto. Al contrario, “es la expresión de la
brutal desigualdad entre hombres y mujeres”.
Amparo Sánchez
continúa con el relato biográfico en el Colegio Mayor Rector Peset de
la Universitat de València. Amparo se escapó de Granada (donde había
llegado a los dos años con su familia), y llegó a Madrid, “con mi hijo,
mi guitarra y la ilusión de ser cantante; pensé que mi hijo merecía una
vida mejor, y ése fue un gran elemento de motivación”). Mientras, su
pareja se hallaba en Cádiz desenganchándose de las drogas con la ayuda
de “Proyecto-Hombre” (en ese momento terminó el maltrato físico, dada
la debilidad del violento). La distancia contribuyó a la ruptura.
“También maltrató a mi hijo”, evoca Amparo. Pasados los años y, con el
reposo suficiente para escribir un libro, la autora de “La niña y el
lobo” evoca el tortuoso camino: “yo le quería ayudar; me sentía
culpable de que él estuviera enganchado a las drogas; vives engañada y
dentro de un círculo del que no puedes salir; por mucha ayuda que
recibas, hasta que personalmente no ves la situación, no eres capaz de
romper”.
En la presentación de “La niña y el lobo”, Amparo
Sánchez y Ángela Escribano (experta en políticas de igualdad y
violencia de género) han coincidido en señalar los patrones de amor
romántico y machista como elementos que contribuyen a la violencia de
género. “Hay que romper con ellos pero, para eso, hemos de trabajar
mucho todavía”. Se trata, afirman, de terminar con ideas como que los
celos exacerbados y el sufrimiento desmedido son sinónimos de amor. La
música, el cine, la televisión y las familias, entre otros agentes,
refuerzan estos patrones y marcan los roles de género. Además, de los
maltratadores suele hablarse poco en los medios, si acaso, se les cita
de pasada o aparecen en la pequeña pantalla vecinos sorprendidos, pues
–pensaban- el violento era una “buena persona”. La mayor parte del
espacio mediático se reserva a las víctimas. Agrega, en este punto de
la explicación, una sugerente coda: “ninguno de los grandes periódicos
ni cadenas de televisión me han llamado interesándose por el libro”.
Pero Amparo Sánchez se resiste a caer en el derrotismo. “No hace mucho
tiempo que las mujeres no teníamos derecho al voto ni a que nos
concedieran un préstamo bancario”. Aún así, piensa que resta mucha
tarea por delante: recuperar el lenguaje no sexista, la historia de las
mujeres relevantes que tanto han aportado…Y hablar con las niñas para
que sean conscientes de que las mujeres “no somos enemigas entre
nosotras”, al contrario, “hemos de estar unidas”. Sin incurrir en
ningún tipo de discriminación de género: “siempre me siento rodeada de
hombres en la lucha”, matiza. Se trata, en definitiva, de “en el tiempo
que estemos en este mundo, mejorar el camino en lo que podamos para
quienes vengan después”. En el caso de las mujeres violentadas y
vejadas, “que nunca se sientan solas”. “Muchas de ellas todavía tienen
miedo a denunciar”, reitera.
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