CRISTAL DE ROCA
Cecilia Lavalle*
Ahí
estaba yo, sentada, escuchando con cara de terapeuta, una serie de
mentiras que suenan más poderosas cuando las emite un señor de saco y
corbata que se presenta como defensor de los derechos de las mujeres.
“Las mujeres son honestas por naturaleza”. “Las mujeres deben gobernar
porque son mejores administradoras que los hombres”. “Las mujeres son
madres, por eso pueden guiar mejor este país”.
Pocas veces he escuchado tantos clichés, hilados uno tras otro, sin que
quien los pronuncie haga una pausa para acomodar las neuronas.
Un cliché, dice mi diccionario, es una voz tomada del francés, que
significa “plancha que se utiliza para reproducir múltiples copias de un
texto o imágenes grabados en ella”. Sinónimos: estereotipo y lugar
común.
Y veamos: afirmar que las mujeres son más honestas y mejores
administradoras que los hombres “por naturaleza”, es un cliché y es una
mentira.
Por naturaleza, las mujeres tenemos un aparato reproductor diseñado para
ciertas cosas y los hombres tienen un aparato reproductor diseñado para
otras. Ahí reside la diferencia básica natural entre mujeres y hombres.
Todo lo demás es aprendido. Por tanto, hay mujeres y hombres que han
aprendido honestidad, buena administración, respeto, etcétera, y, del
mismo modo, hay mujeres y hombres que han aprendido lo contrario.
Cierto es que social y culturalmente a las mujeres se nos ha formado
para administrar los recursos que hay para el hogar. Pero afirmar que
tooodas lo hacemos bien, que toooodas somos honestas, y que gobernar
únicamente implica administrar bien, es un cliché y una mentira
monumental.
“Las mujeres son madres, por eso pueden guiar mejor este país”. Este
cliché no necesita mucha argumentación. Ni todas las mujeres son madres,
ni todas las madres son buenas madres.
Y, por si hiciera falta aclarar, me parece que hay un abismo entre ser
madre y guiar un país. Una mujer puede ser una gran estadista sin ser
madre. Y una madre puede ser una extraordinaria madre sin tener idea de
cómo gobernar.
Clichés aparte y mentiras de lado, me parece que es un error pensar en
términos de blanco y negro: “Todas las mujeres son…”, “todos los hombres
son…”. Somos tan diferentes todas las personas, que es un sinsentido
pensarnos como idénticas o idénticos.
Creo, también, que se comete un grave error y una gran injusticia al
pensar en las mujeres como las salvadoras de la patria. Porque las
mujeres también tenemos derecho al mal. Somos humanas, con todo lo que
eso significa.
Las mujeres debemos formar la mitad del gobierno, para empezar porque es
nuestro derecho; y, para terminar, porque en una democracia la
pluralidad es un principio que permite potencialmente un mejor
gobierno.
Ahí donde hay más voces hay menos posibilidades de equivocarse, que
cuando se oye una sola voz o un solo tipo de voz. Y habrá mujeres que al
gobernar sean buenas, buenísimas, regulares, malas y malísimas. Igual
que los hombres.
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.
*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
Imagen retomada del sitio europarl.europa.eu
Cimacnoticias | México, DF.-
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