Jenaro Villamil
El titular del Ejecutivo, Enrique Peña Nieto.
Foto: Eduardo Miranda
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Ahora, en plena crisis de credibilidad del gobierno federal, hay un
mejor complot que el inventado por Bernal. Este nuevo complot tiene como
objetivo derrumbar a las instituciones mexicanas, vulnerar al Ejército y
su prestigio nacional, utilizar a las víctimas de las masacres de
Tlatlaya, Iguala y Ayotzinapa –más las que se acumulen– en un juego de
poder comandado por el multimillonario norteamericano George Soros y
“fuerzas oscuras” internacionales, radicadas en Estados Unidos.
Por más delirante que parezca, el nuevo “complot mongol”
contra Peña Nieto no lo encabeza ni el populismo de Andrés Manuel López
Obrador, que adquirió estatura internacional gracias a los discursos del
hijo predilecto de Atlacomulco en Palacio Nacional y ante la sede de la
Organización de las Naciones Unidas.
No es el populismo del dos
veces candidato presidencial, exjefe de Gobierno capitalino y líder del
nuevo partido Morena, el auténtico “peligro” para México, sino una
conjura que se armó en las oficinas del excéntrico multimillonario
George Soros, quien seguramente dio la orden hasta la Escuela Normal
Rural “Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, Guerrero, para mandar al matadero a
decenas de jóvenes estudiantes y crearle un problema de Estado al pobre
Peña Nieto, con tal de quedarse con nuestro petróleo.
Según las
versiones que comienzan a correr entre el club del nado sincronizado que
cobra en Los Pinos y publica en columnas y blogs de autoconsumo de la
clase política, la matanza de Tlatlaya y la desaparición forzada de 43
normalistas en Iguala son un montaje y una conjura para debilitar al
Estado mexicano a través de organismos no gubernamentales, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, el Centro ProDH, y el gran paraguas
financiero de George Soros, a través de su “brazo desestabilizador”: la
fundación Open Society.
Así lo redactó Ricardo Alemán, columnista de El Universal, quien
no necesita documentar ni sustentar ninguna de sus sentencias porque
todo es una revelación divina, como le sucedió a Moisés cuando le dieron
las diez tablas de la ley hace ya varios cientos de años:
“Hoy
es posible probar que detrás del montaje de Tlatlaya están las mismas
organizaciones no gubernamentales que tripulan el caso de Los 43 de
Iguala. Y si lo dudan basta echar una mirada al informe parcial, nada
serio, tramposo y hasta chabacano que el 2 de julio de 2015 emitió el
CentroProDH; organización propiedad de Emilio Álvarez Icaza, que engañó
con el cuento de que los efectivos militares habían recibido la orden de
exterminar de noche a los integrantes del crimen organizado.
“El
Centro ProDH es el mismo que tripula y mantiene secuestrados a los
padres de Los 43 de Iguala; el mismo que controla la información sobre
el caso de los normalistas, el mismo que ‘pastorea’ a los dizque
expertos de la CIDH y el mismo que recibe jugosos dividendos de
organizaciones extranjeras interesadas en desestabilizar gobiernos
democráticos, como la Open Society Foundations, del magnate interesado
en el petróleo mexicano, George Soros.
“El Centro ProDH es el
brazo operativo de Emilio Álvarez Icaza, a quien Soros impulsó en la
CIDH. Y el Centro ProDH es la organización que cooptó, financió e
instruyó a las tres mujeres que sobrevivieron al enfrentamiento entre
militares y narcotraficantes en Tlatlaya –que casualmente no fueron
asesinadas–, pero que de manera repentina acusaron a los militares de
haber ejecutado a los integrantes de una banda del crimen organizado a
la que pertenecían”.
Bajo la lógica de este redactor de complots,
seguramente la periodista Carmen Aristegui –quien anunció que llevará
su litigio contra MVS y el Estado mexicano a la CIDH–, forma parte del
complot de George Soros. La misma revista Proceso que entrevistó a Emilio Álvarez Icaza, los miles que han marchado demandando justicia en el caso Ayotzinapa, los reporteros de Squire y
de AP que revelaron detalles de la matanza de Tlatlaya y hasta quienes
se han reunido con los integrantes de la CIDH forman parte de la nómina
de George Soros.
Es más, hasta el mismo Joaquín El Chapo Guzmán
se escapó del penal del Altiplano por órdenes de Soros y de Emilio
Álvarez Icaza y, en el colmo del delirio, los cinco jóvenes ejecutados
en la colonia Narvarte de la Ciudad de México seguramente fueron
asesinados por sicarios de la CIDH para “manchar” la trayectoria de este
gran amigo de los opinólogos pagados por el erario de Veracruz, Javier
Duarte.
Los delirios serían un caso excepcional si no
estuviéramos ante una intensa campaña de medios de la Secretaría de la
Defensa Nacional, y de su titular Salvador Cienfuegos, para negar
cualquier responsabilidad “por comisión u omisión” en estos casos y,
sobre todo, para advertir que las Fuerzas Armadas mexicanas no tienen
por qué rendir cuentas ante ningún grupo de expertos ni ante ninguna
instancia internacional.
La “entrevista” de Cienfuegos en el
Canal 2 de Televisa, más la reacción visceral de funcionarios,
columnistas y hasta defensores oficiales de derechos humanos al informe
de la CIDH sobre la situación de graves violaciones a garantías
individuales en México, apuntan a que un espíritu peor que el del Complot Mongol comienza
a permear en el gobierno federal: es el Gustavo Díaz Ordaz que se
siente felizmente incomprendido por haber caído en la trampa de su
propia paranoia.
Twitter: @JenaroVillamil
Comentarios: www.homozapping.com.mx
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