A Gisela Mota, quien debería estar viva
CRISTAL DE ROCA
Por: Cecilia Lavalle*
No sé de dónde sacamos que los nuevos comienzos en el calendario traen
mejores oportunidades. Pero no está mal. Digo, no es una mala idea. Al
menos nos permite alimentar el optimismo.
Mire, yo pertenezco a la especie de las personas optimistas.
Rotundamente me niego a ser pesimista profesional o víctima perpetua. No
sólo porque de esa especie hay sobrepoblación, sino porque no me da la
gana sumarme al equipo de “todo está perdido”.
No siempre es fácil mantenerse lejos de tal equipo, he de confesar.
Pero, hasta ahora, me defiendo bastante bien de sus llamados.
Permítame contarle que tan pronto como empieza el año cambio de agenda. Y
para mí es todo un ritual. La elijo, la desempaco, la huelo, la hojeo y
leo algunos de los mensajes que contiene. Es como si pudiera husmear o
echar una mirada a lo que me traerá este año.
Llevo un par de años comprando la agenda de Mafalda; esa extraordinaria
niña, creación de Quino, cuyas irreverencias y reflexiones siguen tan
vigentes como en los años setenta.
Leo la que esta edición eligió para empezar el año. Felipe dice: “Lo
lindo de un año nuevo es que viene todo lleno de días sin estrenar; es
como empezar a escribir en un block con todas sus hojas listas y en
blanco ¿no?”. “Sí –contesta Mafalda–, la única pena es que haya tantos
codos rozando el tintero”.
Ese diálogo da justo en el centro de lo que siento y pienso ahora.
Porque una cosa es creer que los comienzos traen nuevas oportunidades, y
otra pensar que las adversidades desaparecieron. Lo primero es
optimismo puro, si usted quiere. Pero lo segundo es ingenuidad absoluta.
Yo soy una optimista. Pero no soy ingenua.
Veo los nubarrones que amenazan tormenta. Veo las tormentas que ya
azotan algunos lugares del mundo. Veo el huracán en el que está sumido
mi país.
Leo que el año comenzó con el asesinato de Gisela Mota, presidenta
municipal de Temixco, Morelos. Una mujer que bien pudo hacer la
diferencia. Una mujer que hoy mismo debía estar viva.
Sé de las cifras de la desigualdad entre mujeres y hombres: menos
salario, menos cargos de poder, más trabajo de cuidado, más violencia,
más mujeres asesinadas o secuestradas.
Sé también que hay más personas en línea de pobreza, menos empleo, menos
oportunidades de desarrollo, más recortes a los presupuestos sociales.
Sé, asimismo, que hay más corrupción, más impunidad, más violencia del crimen organizado, del desorganizado y del institucional.
Sé, en fin, lo que cualquier persona medianamente informada sabe. Así que mucho margen para la ingenuidad no hay.
Pero también sé que hay muchas personas esforzándose por un mejor país.
Conozco a mujeres y hombres que cada día entregan su corazón, sus
saberes y sus habilidades para construir igualdad y paz, lo mismo en las
aulas, que en cargos públicos, que en organizaciones de la sociedad
civil, que en la formación de sus hijas e hijos. Así que margen para el
optimismo hay.
Dice bien Mafalda, hay muchos codos rozando el tintero. Pero también dice bien Felipe: hay muchas hojas en blanco.
A mí cada una de esas hojas me anuncia un nuevo comienzo, y cada
comienzo una oportunidad de hacer de mi país, de mi mundo, uno mejor.
Así que, con mi optimismo a cuestas, así sea a duras penas, le abrazo en el comienzo de este año.
Seguramente, como ahora, lloraremos por la tinta derramada.
Seguramente, como ahora, nos encontraremos esforzándonos por limpiar esa
tinta derramada, por sacar de la mesa los codos que rozan el tintero.
Seguramente, más de una vez, haremos eso y el desánimo, la rabia y la
frustración y la impotencia se nos atoren en la garganta, en el
estómago, en el corazón.
Pero si nos acompañamos, alguien recordará que lo que sigue es una hoja en blanco. Y eso siempre es una nueva oportunidad.
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.
*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Cancún, QR.-
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