La Jornada
Ya hemos visto, y lo
seguimos viendo a diario, que el endrogamiento y los mayores préstamos
que el gobierno solicita van a costa de la mayoría de los mexicanos.
También se acelera la baja en la producción del petróleo. El
presupuesto se va encogiendo, mientras unos cuantos altos funcionarios
se enriquecen, los que menos, conservan elevados ingresos.
Se anuncia que la producción de petróleo descenderá más en 2017, incluyendo el crudo extraído.
Todas estas son muestras de que el régimen va hacia abajo. Y faltan
dos años y medio para el fin del sexenio, y dos años para la elección
federal.
Algunos políticos ya actúan en función de esas fechas. En lo que más
deberíamos pensar es en un nuevo régimen, otra vida, un nuevo país,
cuyas bases sean una mayor igualdad, una economía acelerada y no
atascada, y con fundamento en la verdad; basta de ser el país de las
mentiras.
Las
previsionesde producción de México han estado bajando hasta casi 2 por ciento. Como si ese monto fuera lo ideal. No se dice cuánto aumenta la población, porque la producción por habitante no pasaría, ahora o al rato, de cero. Luego empezarán con los números negativos, como ya sucedió, por ejemplo, en Brasil y Argentina, para no salir de Latinoamérica.
Nos vemos obligados a recordar que, entre los primeros años 40 y
1982, la producción nacional fue del orden de 6 por ciento. En este
último año, De la Madrid inicia el viraje a la derecha y los procesos de
privatización y entrega al imperio y a las grandes empresas
transnacionales. Se ha hablado de
30 años. Para ser precisos, son 35 años, desde el principio de la
megaentrega, en 1982, hasta 2017.
Se habla del
descubrimientode seis campos petroleros. Hallazgos no tan recientes, según se desprende de las letras más chiquitas. Lo peor es que todavía no hay existencia real, y ya están viendo a qué transnacional le entregan cada parte. Ya se les olvidó que antes todo esto lo hacía Pemex, y que había trabajo para mexicanos (ahora, en buena medida, incluso el empleo se entrega, sobre todo, a personas procedentes de Colombia y Venezuela, traídos por las transnacionales). Muchas cosas de nuestra vida son muy poco deseables.
Yo vi y viví, por sólo una semana, cuando era diputado, aproximadamente en 1984, una vida muy diferente.
Le llamaban Alemania Oriental y la calificaban de dictadura, o
colonia de la URSS. Pero lo que yo vi primero y, como físico que soy,
fue una gran precisión del sistema. El nombre oficial del país era
República Democrática Alemana. Las carreteras en México a menudo no
tienen ninguna señal sobre la distancia recorrida, y cuando sí la tienen
es una señal cada kilómetro. Allá, aparte de una señal de mayor tamaño
cada kilómetro, tienen una más pequeña cada cien metros, con su
numerito. En las bajadas, además, había indicadores de la inclinación:
15 o 20 grados, por ejemplo.
Al conocer a los habitantes, me encuentro con otras
diferencias con lo nuestro. Las mujeres de la ciudad no tienen pintados
los labios ni ninguna parte de la cara o del cuerpo. En cambio, las
campesinas, a las que uno ve en grupos grandes, tienen todas los labios
pintados de rojo. De las que vi, hablaban muy contentas, muchas al mismo
tiempo. En general, se va notando en ellas una formación menos cultural
que la de las urbanas, lo cual no es extraño.
La diferencia más notable, para mí, fue que allí todos decían la
verdad. Ni siquiera conocían las mentiras en la vida cotidiana. Un
compañero mexicano de nuestro grupo no se dio cuenta de eso. Salió a una
fiesta y cuando le preguntaron a qué hora regresaría él dijo que a las 9
pm. Pero pasó esa hora y no llegaba, así que quienes lo esperaban
creyeron que había habido un incidente que le impedía regresar. Y fueron
a buscarlo. Él se puso furioso, consideró que era una dictadura. Yo le
dije que no estábamos en México, que allí todos decían la verdad,
exacta, y les extrañó que no llegara a las 9 de la noche como había
dicho. De esto de decir todos la verdad, me han dicho que también se da
en otras ciudades del norte de Italia, como Milán y Suiza. Y aclaran que
en Roma es lo contrario, y que en algunos casos es peor que México.
Da la impresión de que todos ya tienen título o carrera o están
trabajando por él. Una mesera de un lugar donde comíamos nos atendió con
un gran platillo que le valió su graduación, como mesera.
En el hotel, junto a un bosque al que se puede salir a pasear, había
una ventana con un multimedidor por afuera, con variables relacionadas
con el clima presente y el próximo para auxiliar a los paseantes.
Había música al gusto del huésped. Una gran cantidad de discos, la
mayoría de música clásica. El baño del cuarto contaba con regadera y una
tina. Ésta tenía un medidor para la temperatura del agua, para que el
huésped eligiera la mejor a su gusto.
Podrán haberlo destruido hasta la base. Se ve que tenían miedo, no de lo que decían, sino del
mal ejemplo. La derecha, el imperio y el dinero ganaron la batalla. Pero ese país no deja de ser, en algunas memorias, un monumento a la cultura y a la ciencia para el pueblo. Ya quisiera yo que tuviéramos algo de esto en nuestro futuro.
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