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Pedro Miguel
La Jornada
Abel, Abelardo, Adán
Abraján, Alexander, Antonio, Benjamín, Bernardo, Carlos Iván, Carlos
Lorenzo, César Manuel, Christian Alfonso, Christian Tomás, Cutberto,
Dorian, Emiliano Alen, Everardo, Felipe, Giovanni, Israel Caballero,
Israel Jacinto, Jesús Jovany, Jonás, Jorge Álvarez, Jorge Aníbal, Jorge
Antonio, Jorge Luis, José Ángel Campos, José Ángel Navarrete, José
Eduardo, José Luis, Jhosivani, Julio César, Leonel, Luis Ángel Abarca,
Luis Ángel Francisco, Magdaleno Rubén, Marcial, Marco Antonio, Martín
Getsemany, Mauricio, Miguel Ángel Hernández, Miguel Ángel Mendoza y
Saúl:
Están por cumplirse dos años sin ustedes. Bueno, no: en estos 24
meses ustedes han estado más presentes de lo que habían estado nunca.
Nos hemos aprendido sus nombres y sus caras, nos hemos enterado de sus
edades, sus lugares de origen, sus gustos y los nombres de sus padres.
Sus papás, sus mamás y demás familiares, sus compañeros y sus amigos,
han despertado cada mañana pensando en ustedes y se han ido a dormir
–cuando pueden dormir– con la angustia de un día más acumulado sin saber
qué les hicieron, dónde los tienen y por qué nos ocultan ambas cosas.
Millones en México y en el mundo hemos compartido y acompañado esa
angustia. Y ustedes han estado al frente de miles de manifestaciones y
protestas en cientos de ciudades de muchos países y le han dado una voz
definida a los infinitos murmullos que han dejado tras de sí las decenas
de miles de desapariciones perpetradas antes y después de la de ustedes
en el territorio mexicano.
Tenemos claro que el 26 de septiembre de 2014 ustedes salieron de
Ayotzinapa con rumbo a Chilpancingo, que en el camino cambiaron de idea y
se dirigieron a Iguala, que allí tomaron unos autobuses y que
después se desencadenó una agresión oficial y brutal en contra de
ustedes, de sus compañeros y de personas que ni siquiera los conocían.
Sabemos que las fuerzas gubernamentales mataron a Julio César Mondragón y
a Julio César Ramírez, a Daniel y a David, también alumnos de la Normal
Rural Raúl Isidro Burgos; a David Josué, un joven futbolista; a Víctor
Manuel, chofer de autobús, y a Blanca, que viajaba en un taxi. Sabemos
que los agresores hirieron de gravedad a Aldo y a Édgar. Sabemos que
muchos fueron maltratados por las corporaciones policiales y por
personal del Ejército y sabemos que ustedes fueron capturados y que
desde entonces no aparecen.
Sabemos también que por medio del centro de comunicaciones que
enlazaba a las policías municipal, estatal y federal, a los mandos
castrenses y al Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional, las más
altas instancias del gobierno de Guerrero y del gobierno federal
estuvieron al tanto, con detalle, de todo lo que ocurrió en Iguala esa
noche y la madrugada siguiente. Más aún: conocieron cada uno de sus
movimientos desde que ustedes salieron de Tixtla. Sabemos que, a pesar
de ello, ninguna autoridad civil ni militar del país hizo nada por
impedir la agresión.
Sabemos que en estos dos años el gobierno federal ha torcido las
investigaciones, ha fabricado culpables, ha ocultado algunas evidencias e
inventado otras y ha urdido episodios que jamás ocurrieron; que ha
pretendido engañar al Equipo Argentino de Antropología Forense y a
personal de la ONU y que se ha negado a permitir la comparecencia de
altos mandos policiales y militares ante la justicia e incluso ante
instancias de coadyuvancia internacionales como el Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes. Sabemos que de los
celulares de ustedes se hicieron llamadas con fechas muy posteriores al
27 de septiembre y que ninguna instancia oficial ha querido investigar
ese dato.
Sabemos que el gobierno tiene los instrumentos, los recursos y
la plena capacidad para conocer el paradero de ustedes. Lo conoce. Pero
seguimos sin saber a ciencia cierta por qué perpetró o ayudó en esa
barbarie, o por qué se quedó cruzado de brazos y por qué sigue negándose
a informar dónde están ustedes y a decir la verdad sobre las razones
que motivaron la agresión.
¿Fue una acción de terrorismo de Estado dirigida a escarmentar al
conjunto de las normales rurales y de los movimientos populares? ¿Fue
una acción orientada a encubrir intereses delictivos que habrían podido
quedar casualmente al descubierto con la presencia de ustedes en Iguala?
¿Se trató de un ajuste de cuentas dentro del grupo en el poder para
favorecer a algunos funcionarios y perjudicar a otros? ¿Fue un paso de
una política deliberada de desestabilización en la zona en beneficio de
grupos empresariales y/o criminales? ¿Fue una combinación de dos o más
de esas razones?
En estos dos años el gobierno no ha podido evitar que salgan a
relucir algunos rasgos de su insensibilidad, su torpeza, su crueldad y
su podredumbre, pero es evidente que aún tiene mucho que ocultar, y que
por eso se ha negado a decir dónde están ustedes. Se ha empecinado en
ello, aun a costa de perder la credibilidad que le quedaba, asistir al
derrumbe de la imagen internacional que tanto dinero y esfuerzos le
había costado construir y convertirse en objeto del odio y el desprecio
de millones de personas en el país y en el planeta.
Muy honda ha de ser la sentina de oscuridad y de inmundicia desde la
que se urdió la agresión contra ustedes como para que este régimen siga
decidido a ocultarla al precio que sea. Es estremecedor pensar que los
personeros del peñato inventan episodios horribles, como la pira del
basurero de Cocula, con tal de mantener en secreto realidades que deben
ser mucho más aterradoras; que asuma públicamente una supuesta
incapacidad para impedir 43 desapariciones forzadas a fin de encubrir lo
que verdaderamente es capaz de hacer y ha hecho.
Pero el apabullante manto de sombras que este cúmulo de poderes
antropófagos ha lanzado sobre ustedes, muchachos normalistas cargados de
sueños, activistas y por ende generosos, terminará por desgarrarse. En
estos más de 700 días, ustedes, y sus familias, en primer lugar, han
estado trabajando para ello y han logrado congregar en la tarea a
incontables personas de buena voluntad que no van a resignarse. Más
temprano que tarde sabremos dónde están y por qué se los llevaron y los
culpables de su ausencia pagarán sus delitos.
Abel, Abelardo, Adán Abraján, Alexander, Antonio, Benjamín, Bernardo,
Carlos Iván, Carlos Lorenzo, César Manuel, Christian Alfonso, Christian
Tomás, Cutberto, Dorian, Emiliano Alen, Everardo, Felipe, Giovanni,
Israel Caballero, Israel Jacinto, Jesús Jovany, Jonás, Jorge Álvarez,
Jorge Aníbal, Jorge Antonio, Jorge Luis, José Ángel Campos, José Ángel
Navarrete, José Eduardo, José Luis, Jhosivani, Julio César, Leonel, Luis
Ángel Abarca, Luis Ángel Francisco, Magdaleno Rubén, Marcial, Marco
Antonio, Martín Getsemany, Mauricio, Miguel Ángel Hernández, Miguel
Ángel Mendoza y Saúl: los extrañamos. Los queremos mucho.
Twitter: @navegaciones
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