La Jornada
Christian Skoog, representante
en México del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef),
señaló ayer que al menos cuatro millones 100 mil menores están fuera del
sistema escolar en nuestro país. Al presentar el informe Niñas y niños fuera de la escuela,
dijo que 3.8 millones de niños y adolescentes no están matriculados,
otros 260 mil no asisten con regularidad a clases de primaria y 631 mil
se encuentran en riesgo de abandonar las aulas. Por añadidura, sólo 42
por ciento de los menores de tres años asisten a prescolar.
Las razones de esta exclusión injustificable y desalentadora son la
pobreza, la residencia en zonas rurales, la pertenencia a pueblos
indígenas, las discapacidades y el trabajo infantil.
Para ilustrar el problema, cabe citar datos del propio Unicef, según
los cuales 54.3 por ciento de los niños de seis a 11 años se encuentran
en situación de pobreza patrimonial y 25.8 por ciento del total
presentan carencias alimentarias. En las zonas de población
predominantemente indígena sólo seis de cada cuatro escuelas cuentan con
maestros que hablan una lengua indígena, y el sistema de primaria
indígena o bilingüe y bicultural tiene una cobertura de sólo 5.8 por
ciento de las localidades en las que es requerido.
Las cifras referidas debieran servir para reubicar el debate sobre el
problema educativo en su centro real, que es el de la pobreza, la
desigualdad y las deficiencias presupuestales, de infraestructura y de
planificación en el sistema de educación pública del país. Asimismo, la
información aportada por el Unicef tendría que llevar a las autoridades a
percatarse de la improcedencia de una reforma educativa centrada en
aspectos administrativos y laborales y aplicada en forma tal que ha
generado un severo conflicto, así como de un modelo que preconiza la
enseñanza
de calidadcuando el país padece déficit de escuelas y maestros. Adicionalmente, debe considerarse que los drásticos recortes al presupuesto educativo recientemente anunciados generarán, de manera inevitable, un aumento en el número de niños y adolescentes que se encuentran fuera de los planteles.
No debe dejarse de lado que el hecho de que más de 13 por
ciento de la población en edad escolar esté excluido de las aulas
conlleva una grave e inadmisible anomalía en la observancia del derecho a
la educación, consagrado en el artículo tercero constitucional. Pero la
exclusión escolar de hecho que padecen millones de menores en el país
es, además, una negación de perspectivas de futuro
para
ellos y para el país en general. Sería de esperar, en consecuencia, que
las autoridades encargadas de la enseñanza pública se centraran en
resolver las carencias más acuciantes y evidentes de su ramo y
depusieran la beligerancia con la que han venido impulsando
disposiciones secundarias que no alteran ni poco ni mucho el fondo del
problema.
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