La Jornada
Antes de finalizar
2016, y luego de varios encuentros en el Senado, una comisión de
familiares del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México se reunió
con un grupo de senadores que encabezan los trabajos del dictamen de la
Ley General de Desaparición Forzada y Desaparición por Particulares. En
esa ocasión estuvo también presente una comisión integrada por
representantes de distintas instancias del gobierno federal. El mensaje
al Legislativo y al gobierno federal fue entonces claro: las familias
exigieron que el dictamen de la ley estuviera listo en el próximo
periodo de sesiones y que incluyera sus peticiones.
El nuevo periodo legislativo comenzó el primero de febrero de 2017, y
si bien la ley en materia de desaparición forzada y desaparición por
particulares se encuentra en la agenda legislativa, a las familias de
las personas desaparecidas les preocupa que una vez más el dictamen
quede desplazado. Y así, mientras se sigue demorando esta legislación,
las desapariciones en el país continúan, y las cifras aumentan. Hemos
llegado a un número oficial que señala más de 30 mil desaparecidos en
México, aunque a esta cantidad habría que sumarle la de los restos
humanos que han encontrado las familias cuando han tenido que salir a
buscar valientemente a sus seres queridos, frente a los vicios
institucionales y la falta de acción de las autoridades. Habría que
añadir también la cifra de desaparecidos, cuyas familias, por miedo o
por las amenazas que reciben, no se atreven a denunciar.
No hay, pues, respeto a los derechos de las personas desaparecidas ni
a los de sus familias, quienes además se encuentran frecuentemente en
una situación límite, al tener que destinar sus escasos recursos a la
búsqueda de sus seres queridos. Búsqueda que en muchas ocasiones sigue
enfrentando la impunidad y la corrupción de las autoridades, y en otras
las amenazas y el hostigamiento constante de grupos locales o de
miembros del crimen organizado. Sin embargo, y aun con miedo, soportando
la corrupción, miles de familias salen a buscar con vida o en fosas a
sus parientes. Y ello porque las autoridades dicen que no está en su
haber buscar y que sólo investigan; porque se pierde tiempo valioso en
trámites burocráticos, y porque muchas veces las autoridades no muestran
interés alguno por buscar. Y sin embargo la búsqueda es pieza clave y
prioridad para las familias. Y es por eso que en el proceso de la
creación de la ley se propuso una Comisión Nacional de Búsqueda que
permitiera la participación activa de los familiares, con recursos
suficientes. Para éstas la Comisión Nacional de Búsqueda es
irrenunciable, aunque es claro que sin estos componentes esenciales,
legales y administrativos no funcionará.
No hay que olvidar que frente a una situación generalizada de
desaparición forzada de personas en el territorio nacional, la
responsabilidad del Estado hace necesaria la implementación de
mecanismos novedosos de búsqueda, así como la construcción de
instituciones que gocen de capacidades humanas, técnicas y
presupuestarias para cumplir con su mandato de forma eficaz.
Las familias reconocen sin embargo que la ley no solucionará las
desapariciones de un día para otro, pero que sí representa un paso
importante en el reconocimiento de la identidad de las personas
desaparecidas, y en la necesidad de la asignación de recursos materiales
y humanos para la búsqueda. La ley contra la desaparición puede ser
también un componente de prevención frente a las desapariciones; es
decir, una respuesta clara ante la crisis actual de derechos humanos.
En diciembre de 2016 el subsecretario de Derechos Humanos de la
Secretaría de Gobernación reconoció en una audiencia de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, en Panamá, que México tiene un
problema con la desaparición de personas. No basta entonces que las
autoridades reconozcan la gravedad de este tema en el país; deben pasar
de las declaraciones a las acciones, y hacerse responsables. La falta de
actuación y de respuestas mostradas hasta ahora deja a las familias la
responsabilidad de la búsqueda y el compromiso de impulsar una ley que
respete su derecho a participar, y garantice los derechos de los
desaparecidos y de sus familias. De luchar por una ley eficaz que
responda a la realidad que viven miles de ciudadanos.
El gobierno federal y el Senado tienen la oportunidad de sentar un
buen precedente frente a las desapariciones. Con la participación de las
familias, debe discutirse una ley efectiva. Es fundamental que no se
ignore la experiencia de los familiares de los desaparecidos; que no se
ignore su dolor ni el camino que han andado en la búsqueda de sus seres
queridos. Un camino que ciertamente ha dejado un sinfín de experiencias
que deben aprovecharse. El Movimiento por Nuestros Desaparecidos en
México ha dejado muy claro que no va a respaldar una Ley General contra
la Desaparición Forzada y la Desaparición por Particulares que no sea
eficaz. No van a respaldar una ley que genere más burocracia y que les
haga gastar más recursos. El tiempo avanza, la crisis aumenta, y
mientras más se tarden en legislar una ley eficaz, más tiempo se
tardarán en encontrar a las personas desaparecidas, y, por el contrario,
más continuarán las desapariciones en el país y la impunidad que las
rodea. El tiempo se agota y las familias claman, ya no más un periodo
más. Y exigen que a la brevedad se dé la discusión y aprobación de esta
ley.
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