Por
Jesús Cantú
CIUDAD
DE MÉXICO (Proceso).- El segundo debate entre los seis aspirantes a
gobernar el Estado de México dejó claro que la batalla real es entre el
candidato de la coalición PRI-PVEM-Panal-PES, Alfredo del Mazo Maza, y
la de Morena, Delfina Gómez, y que para ganar necesitan el voto de los
simpatizantes de los otros cuatro contendientes.
El primero que
definió quién era su opositora real fue el candidato tricolor, pues en
su intervención inicial la atacó: “Delfina no está preparada para ser
gobernadora”; luego volvió a la carga al revisar el tema económico,
donde hizo dos referencias. Ella fue la única que mereció un ataque
directo de Del Mazo.
Por su parte, Delfina enfocó sus baterías en
ese candidato evidenciando que el PRI –con casi 90 años de permanencia
en el gobierno del Estado de México– es el enemigo a vencer.
Prácticamente
todas las encuestas de preferencia electoral difundidas hasta hoy
muestran un empate técnico entre esos dos candidatos; pero también
coinciden en cuatro tendencias: la estabilización del porcentaje de
ciudadanos que dicen que votarán por Del Mazo; un ligero incremento en
las preferencias de Delfina; una declinación de la intención de voto por
la candidata panista, Josefina Vázquez Mota, y un ligero incremento en
el porcentaje de simpatías del perredista Juan Zepeda.
Los
estudios también permiten adelantar que el ganador obtendrá poco más de
una tercera parte de los votos emitidos, pero difícilmente llegará a
40%, salvo que en los días previos a la elección se produjese la
declinación de alguno de los candidatos, particularmente de los
abanderados del PAN y el PRD, quienes suman porcentajes de dos dígitos;
la sumatoria de las preferencias por los otros contendientes es de un
solo dígito.
Sin embargo, como ya sucedió en las elecciones
presidenciales de 2000 y 2006, cuando de último momento los electores
cambiaron el sentido de su voto a favor de alguno de los competidores
con probabilidades reales de ganar, puede anticiparse que en la elección
del próximo gobernador del Estado de México se presentará el fenómeno
del voto útil.
La encuesta del periódico Reforma pregunta cuál
sería su segunda opción de voto; en los casos de quienes votarían en
primer lugar por Josefina Vázquez Mota y Juan Zepeda, la que mayor
número de respuestas recibió fue Delfina Gómez. El voto de la panista se
dividiría 19% para la candidata de Morena, 17% para Del Mazo y 13% para
Zepeda, mientras que en el del perredista la distribución sería 24%
para Delfina, 17% para el priista y 15% para Josefina.
Otros
elementos que ayudan a identificar cómo se puede encauzar el voto útil
son el balance de la opinión pública favorable y desfavorable, los
resultados de los careos entre dos candidatos y el partido y candidato
por el que nunca votaría. La morenista es la que en el primer caso tiene
mayor porcentaje de opinión favorable: 27 de quienes la conocen contra
20 del tricolor; pero la diferencia en el saldo es todavía mayor: ella
tiene 12 puntos positivos, él tiene 17 negativos, es decir, más opinión
desfavorable que favorable; incluso si se le agregara la regular, no
lograría transformarla en positiva, pues es únicamente el 15%, con lo
cual el saldo seguiría siendo negativo.
Nunca votarían por Del
Mazo y los partidos de la coalición que lo postulan 42%, contra 12% de
Delfina. Y finalmente, en los careos entre dos candidatos Delfina
alcanza 45% de las preferencias electorales y Del Mazo únicamente 33%.
A
todos estos factores hay que sumar el hartazgo, en general con la clase
política y en particular con el PRI –especialmente en el Estado de
México– donde casi 80% –78 según la encuesta de Reforma– de los
ciudadanos opina que debe haber un cambio de partido en el gobierno. De
esto ya se percató el candidato priista y en el debate advirtió del
riesgo de “convertir el enojo en retroceso”.
Si no hay un
acontecimiento que dé un vuelco total al escenario, si el voto útil es
el factor que define el resultado de la elección, Delfina Gómez tiene
más probabilidades de ganar que Alfredo del Mazo.
Sin embargo, hay
un factor adicional a tomar en cuenta y del cual Proceso se ha ocupado
repetidamente (especialmente en sus ediciones 2109, 2112 y 2114): la
compra y coacción del voto, en particular mediante el reparto de dinero
en efectivo o en tarjetas electrónicas y el condicionamiento de los
programas sociales. El fenómeno sigue muy presente en los procesos
electorales en México, y aunque su presencia todavía es muy amplia, sólo
influye en el resultado electoral cuando la diferencia entre el primero
y el segundo lugares es pequeña.
En una encuesta levantada por la
Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey después de las
elecciones presidenciales de 2012, 14.3% de los entrevistados
respondieron que les habían ofrecido dinero, regalos o servicios a
cambio de votar por determinado candidato, y 5.1% afirmaron que los
habían presionado para votar por un determinado candidato, es decir,
aproximadamente la quinta parte de los votantes fueron víctimas del
fenómeno, aunque no todos de parte de la misma fuerza política.
Las
encuestas más recientes (las de El Universal, Reforma, El Financiero y
Consulta Mitofsky) muestran una diferencia entre el primer lugar y el
segundo que oscila entre 0.8 y 3 puntos porcentuales, por lo cual los
dos aspectos que definirán el resultado de la elección son el voto útil
–alimentado también por el voto de rechazo– y la eficacia de los
operativos de compra y coacción del voto que realizan varias de las
fuerzas políticas, pero entre los que destaca la maquinaria de los
gobiernos federal y estatal.
La moneda está en el aire y eso fue evidente en el debate del pasado martes 9.
Este análisis se publicó en la edición 2115 de la revista Proceso del 14 de mayo de 2017.
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