Víctor Ugalde
¿Se cancela o se renegocia? Todo es incertidumbre, creada escandalosamente, de forma mediática y tuitera,
por la estrategia que sigue Donald Trump ante la nueva relación que
viven nuestros países, donde se nos trata con desprecio nunca antes
visto, pero sí sentido. Desgraciadamente, hasta el momento, nuestro
gobierno no ha dado respuestas que ofrezcan muestras de firmeza y
dignidad en defensa de lo nuestro.
Lo único claro y cierto es que el gran ganador del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN), en el que nos metió Carlos
Salinas de Gortari, contra nuestra voluntad, ha sido Estados Unidos,
aunque el presidente gringo sostenga lo contrario y quiera obtener todavía más ventajas en contra de los intereses nacionales.
Los malos resultados económicos y culturales saltan a la vista en el
cine. Semana a semana las 6 mil 400 salas que existen en las 173
ciudades de la República se saturan con estrenos estadunidenses, dejando
sin opciones reales al público mexicano. Se educan, lo quieran o no día
a día, informalmente, con lo gringo o sufren múltiples obstáculos y problemas para encontrar otro tipo de cine o de cultura cuando quieren divertirse o informarse.
Los horarios, las pantallas y los cines privilegian los estrenos
estadunidenses y marginan, relegan y perjudican al cine mexicano y del
mundo, con prácticas contrarias a la libre competencia, como el dumping, el desplazamiento por saturación que reduce la oferta y otras inequidades más.
Todo, ante la inacción y el silencio de la Secretaría de Economía, la
Comisión Federal de Competencia Económica y la Procuraduría Federal del
Consumidor, que deberían actuar de oficio, de acuerdo con la
normatividad; sin embargo, copiando al impulsor de la firma del TLCAN
–el ex presidente Salinas–, ni ven ni oyen, y por esto sufrimos un daño
serio en la producción, al contar con una cadena productiva insana que
nos coloca en amenaza seria y en riesgo de extinción.
Las cifras no mienten. En 10 años, los gringos han venido
saturando las pantallas nacionales, al pasar de 36 mil 109 copias al
año, en 2007, con 179 títulos, a 181 mil 51 copias en 2016, con sólo 190
estrenos; es decir, hubo un incremento de 401 por ciento en la década
pasada, mientras sus estrenos sólo crecieron 6 por ciento (ver cuadro).
Esto equivalió a estrenar cada título estadunidense con 953
copias en promedio en 2016, aunque en realidad estrenaron 12 filmes en
más de 3 mil 934 pantallas, es decir, acapararon 61.44 por ciento del
total de los cines, mes a mes, únicamente con un título. Valgan de
ejemplo: Capitán América, que ocupó 5 mil 422 pantallas (84.72 por ciento) y Batman y Superman, con 4 mil 677 (73.07 por ciento).
Si analizamos las 52 cintas que se estrenaron con más de mil 500
copias, ocuparon semanalmente 42.27 por ciento de las posibilidades
existentes.
En contraparte, las cintas mexicanas que se estrenaron el año pasado
lo hicieron con el pobre promedio de 274 copias, y las del resto del
mundo fueron 91 copias por título, por falta de espacios.
La actual política invasiva de pantallas, para desaparecer y
minimizar a la competencia, que utiliza la MPA es un acto comercial que
impide la circulación de las ideas en las salas, lo que reduce la
comunicación del imaginario nacional y mundial con los ciudadanos
mexicanos. Con esto se limita el enriquecimiento de la cultura mundial y
se reduce a una pobre visión unipolar, donde se destaca el desprecio a
la vida, el individualismo, el triunfo sin ética, etcétera.
Hay que tener en cuenta que el cine es parte de las industrias
culturales y que su contacto con el público incide en su forma de pensar
y ver el mundo; por esto la Unesco ha venido impulsando la creación de
políticas públicas para que los estados firmantes, como México,
garanticen la circulación del imaginario mundial; desgraciadamente,
nuestro país nada ha hecho al respecto a 12 años de su firma.
Es tiempo de aprovechar la renegociación del TLCAN para recuperar nuestra soberanía cultural fílmica.
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