Por Pablo Gómez
(apro).- No hay duda que la izquierda es la mayoría electoral en el
Estado de México. Tiene, no obstante, tres candidatos (Morena, PRD, PT) y
un solo adversario: el viejo sistema político, anterior incluso a la
formación del PRI, el llamado Grupo Atlacomulco.
No habrá, sin
embargo, unidad formal, según se desprende de las declaraciones del
candidato del PRD, Juan Zepeda, quien respondió claramente que no al
presidente de Morena, el cual había puesto un ultimátum para que aquél
definiera su postura con la suficiente anticipación al día de la jornada
electoral.
Los candidatos, todos, han hecho sus campañas. El
resultado preliminar consiste en que la pelea por la gubernatura está
entre dos de ellos: Delfina Gómez y Alfredo del Mazo. La situación es la
misma que al principio del periodo electoral, es decir, la izquierda es
amplia mayoría, pero las decisiones de sus núcleos de dirección podrían
mediatizarla, lo que llevaría al circunstancial triunfo de una minoría
que sostiene al sistema PRI, con sus características de conservadurismo,
corrupción, fraude, compra del voto, compadrazgo, influyentismo,
venalidad e ilegitimidad política.
Hay una inmensa mayoría en ese
estado que está harta del PRI, empeñado en hacer otra vez una elección
de Estado con la coacción y la compra masiva de votos.
Por ello,
la solución a este problema ya no se encuentra en los núcleos de
dirección de los tres partidos, sino en el pueblo de izquierda, en los
críticos del priismo que no son derechistas, en la gente que quiere un
cambio sin demora. La dimensión popular es la que debe encarar y superar
la división.
La candidatura que se ha perfilado claramente es la
de Delfina Gómez, a pesar de la unidad del PRI y PAN para combatirla,
primero, con los más deleznables argumentos referidos a su origen social
y a su profesión; después, con denuncias de pretendidos hechos que
nunca fueron motivo de queja en Texcoco durante la presidencia municipal
de la misma Delfina Gómez.
Lo que está en juego en el Estado de
México no es sólo definir la persona que va a asumir la gubernatura de
la entidad, sino el partido que se va a hacer cargo de la administración
pública. Más allá de las promesas nunca antes oídas que hace el
candidato del PRI en materia social, todo mundo sabe que de llegar Del
Mazo a la gubernatura seguiría el más consistente y persistente sistema
de corrupción política que ha conocido el país en toda su historia.
Frente a esto, la candidatura de Delfina Gómez supone un cambio de
método de administración con un marcado sello de ruptura con la familia
de Atlacomulco.
El sentido de la política social de la que habla
la candidata de Morena otorga un alcance universal a los programas más
importantes, como el de pensiones mínimas y el de salario estudiantil,
los cuales, al no ser focalizados ni, por tanto, condicionados,
difuminan el clientelismo, se inscriben en el ámbito de la lucha
política y dejan atrás el mecanismo de voto cautivo.
Se trata también de acabar con diezmos y moches,
que son la característica de toda obra pública y toda compra
gubernamental. No sólo se ahorrarían las empresas un dinero, que muchas
veces lo recargan en los precios y tarifas, sino principalmente se
eliminaría el carácter patrimonial del gasto público en manos de
políticos inescrupulosos y francamente ladrones. El aparato estatal
mexiquense en su conjunto está corrompido, por lo que la deshonestidad
es también una cuestión de finanzas públicas. El cambio planteado no es
menor.
El hartazgo de la corrupción y la simulación en el Estado
de México ha llegado a su máximo histórico. Sería algo indigno que la
izquierda, que compone la mayoría electoral, no le fuera fiel a su
propia entidad, a su propio pueblo. Si las dirigencias no quieren o no
pueden admitir esta situación, por los motivos que sean, y que a estas
alturas importan muy poco, el pueblo de izquierda, los grupos
progresistas, los hartados, deben votar por Delfina Gómez, dar a su voto
un sentido de cambio político efectivo.
El aspirante del PRD es
bueno, malo o regular, según las diversas opiniones, pero hoy no se
necesita un candidato para defender la votación de un partido, sino un
gobernador, en este caso una gobernadora, con el fin de desechar la
dinastía priista e impedir la continuidad de un régimen de corrupción
pública, conservadurismo social y atraso cultural.
Quien puede ser
esa gobernadora es Delfina Gómez, con el voto de la izquierda y de
otras tendencias ciudadanas progresistas de la entidad. No es hora de
regateos, pruritos y perjuicios, sino de la sencilla pero definitiva
acción de votar con dignidad y responsabilidad democrática.
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