León Bendesky
En Acapulco se reiteraron,
durante la Convención Bancaria, varias posturas del gobierno respecto
del sector financiero. El Presidente señaló la relevancia de los bancos
en el desarrollo del país. Reafirmó el compromiso de su gobierno con la
autonomía del Banco de México, con la estabilidad macroeconómica, con
las finanzas del gobierno y la contención de la deuda pública.
Junto con el secretario Urzúa insistió en que el objetivo de
crecimiento productivo de su gobierno –alcanzar una tasa de 4 por ciento
anual– requiere un mayor gasto de inversión pública y privada nacional y
extranjera.
En una entrevista, el secretario puntualizó la centralidad que tiene
el saneamiento de Pemex, sobre todo en el corto plazo, por efecto del
enorme endeudamiento de la empresa, en el proyecto económico del
gobierno.
El asunto general que ahí se planteó tiene que ver con el papel del
crédito para financiar la producción y el consumo, así como al mismo
gobierno. Y en este tema, las posibilidades que hay en el país de
adecuar los procesos del crédito son significativas.
Se trata de los productos disponibles; la oportunidad con la que se
consiguen; el costo de los préstamos, sean éstos directos, como la tasa
de interés, o indirectos, como las comisiones que se cobran por muy
diversos conceptos; los plazos que se fijan y las condiciones
contractuales que se exigen para el pago, incluyendo las garantías del
deudor.
En todo esto hay que tener en cuenta la gran diversidad social y
económica que existe en México y cómo se expresa en necesidades muy
disímiles para los usuarios del crédito. Puede destacarse en especial a
los más pequeños productores, que caen en el terreno de las finanzas
populares.
En una economía mercantil desarrollada el crédito es un componente
esencial que permite adelantar en el tiempo el ejercicio de actos
diversos de inversión y de consumo al contar con fondos para usar hoy y
pagar con recursos que se van generando a plazos.
Esa conjunción temporal es la que puede afinarse mediante las
políticas financieras. Se trata de las prácticas de negocio de los
bancos y también de otros tipos de intermediarios financieros que se
denominan como
no bancarios. Tiene que ver también con las regulaciones y las leyes que inciden en las acciones genéricas de prestar y de cobrar.
El mensaje del Presidente se centró en la necesidad de acrecentar la
competencia en el mercado financiero, en especial entre los bancos, para
financiar la inversión y el consumo. Dijo:
Esto es como la democracia, que no haya monopolios económicos, financieros, ni monopolios de poder.
La competencia se ve, pues, en términos del número de participantes y
la exigencia de ofrecer mejores condiciones a los clientes con la
rebaja de los costos. Añadió que el piso debe ser parejo para los
bancos, sin que haya favoritos y en el marco de un estado de derecho.
El dinero es una mercancía de tipo especial y el producto al que se
refiere el Presidente es dinero empaquetado en forma de crédito.
Los bancos crean dinero cada vez que dan crédito, no dependen
esencialmente de la intermediación del ahorro que se consigue de las
familias y empresas y que se usa para prestar.
El tamaño de los bancos en cuanto a la disponibilidad de recursos que
tienen para prestar es factor clave en la rentabilidad y, así, en la
organización del mercado financiero.
Los bancos se vuelven incluso
demasiado grandes para quebrary cuando hay una crisis el gobierno interviene para rescatarlos. Muchos elementos de la regulación de los mercados financieros tienden a legitimar el tamaño haciéndolo excesivo.
Un hecho observable en México es que los bancos pequeños tienen
muchas limitaciones para expandir su presencia en el conjunto del
financiamiento. Los grandes, en cambio, consolidan su poder en el
mercado.
La intención de alentar la competencia tiene que ver con las pautas
de la regulación que extiendan la actividad de los bancos y de otras
entidades que participan en el financiamiento de la actividad económica.
Eso es lo que se denominó en Acapulco como regulación diferenciada.
En todo caso, la atención sobre los bancos es el objetivo de la
convención, que realizan anualmente, pero este gobierno ha planteado
formas diversas de asignar recursos para compensar la falta de acceso de
muchos productores a los circuitos de crédito.
Sin duda ahí el campo de acción es muy amplio. Pero ni la Secretaría
de Hacienda ni las secretarías de Desarrollo Económico en los estados y
la CDMX pueden pasar por alto que el crédito cuesta, que debe cumplir
con diversos lineamientos legales y que el objetivo del que presta es
cobrar y la obligación de quien toma prestado es pagar. Lo que salga de
ese ámbito debe denominarse como lo que sea su fin real: subsidios,
ayudas o fondos perdidos.
Y eso es otra cosa, que conviene no confundir.
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