3/29/2019

Sobre consultas y falacias



En la medida de lo posible, quisiera hablar de lógica y no tanto de política, quisiera hablar de maneras de argumentar.
El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se ha estado engolosinando con los métodos basados en consultas públicas pensando que de ese modo se ejerce y garantiza la democracia en México. Sin embargo, la manera concreta en que lo ha hecho contiene graves errores metodológicos y al menos una falacia que es necesario develar.
Es completamente cierto que cualquier decisión democrática, para que lo sea, tiene que ser una decisión mayoritaria. Si una comunidad quiere comportarse de manera democrática, entonces tiene que respetar las decisiones de la mayoría. Pero de ello no se desprende que cualquier decisión mayoritaria que tome, por ese simple hecho ya sea democrática. Razonar de ese modo es cometer una falacia que se llama afirmación del consecuente. Un ejemplo análogo sería razonar: La enfermedad X causa siempre la muerte, por tanto toda muerte es causada por la enfermedad X.
Pero volvamos a nuestro asunto. Ninguna decisión mayoritaria puede ser democrática si implica vulnerar los derechos de algunas personas, aunque sean muy minoría. Uno de los fundamentos históricos de la democracia es que todas las personas somos iguales en derechos y obligaciones, que todos somos iguales ante la ley, y ese es un principio que debe ser respetado en cualquier decisión que se tome. Una mayoría, o incluso la totalidad de una comunidad puede decidir, por ejemplo, linchar a un criminal o violar a una mujer, pero como el carácter propio de esa decisión es ofensivo para la integridad de la víctima, no puede ser considerada una decisión democrática.
Exagero deliberadamente para que se comprenda el punto. En las consultas ordenadas por AMLO, lo que se ha puesto en cuestión son justamente derechos de personas o comunidades, se pone a votación si éstas pueden gozar de sus garantías individuales o comunitarias o si les van a ser sustraídos, si las mujeres pueden gozar de derechos reproductivos o no. El resultado de las votaciones es lo que menos importa. Lo que me interesa resaltar es que este procedimiento implica una potencial violación de garantías individuales. Voy más lejos aun, se tiene la capacidad de decidir impunemente la destrucción ambiental, la devastación, la desertificación y la muerte de miles de individuos no humanos. Así, los derechos humanos y de la naturaleza, como normas universales de convivencia, desaparecen de la escena y se ven sustituidos por decisiones coyunturales de tal o cual grupo de personas.
Esta manera de proceder es lógicamente falaz, éticamente inadmisible y legalmente inválida.
Existe un segundo error metodológico cometido por AMLO, quien no se ha cansado de repetir que el pueblo es el que debe decidir, que el pueblo no es ya más un menor de edad al que se le tiene que estar diciendo lo que tiene que hacer.
Pero surge una duda. Si es en realidad el pueblo quien debe decidir y los gobernantes obedecer esas decisiones populares ¿por qué es AMLO quien tiene que decidir previamente cuáles son los asuntos sobre los cuales tiene que decidir el pueblo, cuáles son los procedimientos que han de usarse, los lugares y fechas en las que esas decisiones han de ser tomadas? ¿No existe aquí, para decir lo menos, una incoherencia lógica descomunal?
Una última consideración: el método de las consultas públicas que AMLO ha usado pretendiendo que es una de sus aportaciones más originales, tiene poco de original: las comunidades indígenas lo han utilizado desde hace siglos y ahora es AMLO quien se lo apropia. En tiempos recientes fue el EZLN primero y después el CGH durante la huelga de 1999-2000 quienes lo emplearon en varias ocasiones, con una diferencia sustancial con las consultas de AMLO. Se llevaron a cabo para decidir asuntos de naturaleza meramente táctica y en todo caso para consultar la ampliación de derechos y libertades, como la consulta hecha en 1998 sobre la ley de derechos y cultura indígenas. Nunca han sido usadas para restringir o cuestionar derechos de nadie.
Todo esto es muy pertinente para reflexionar en las formas de uso del lenguaje y las prácticas que le corresponden en relaciones específicas de ejercicio del poder, o para decirlo con más precisión, para comprender cómo el lenguaje proveniente del sistema de dominación entraña cada vez más una distorsión de la realidad y de ataque a principios de libertad y justicia, y sin embargo se presentan falsamente como ejercicios de democracia directa.
*Investigador en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM

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