Carlos Bonfil
La película que ahora prepara Giovanni habla de la crisis que experimentan militantes del partido comunista italiano en 1956, año de la invasión a Hungría por el ejército soviético, cuando se ven obligados a elegir entre obedecer la línea ortodoxa de su partido cerrando los ojos frente al atropello, o rebelarse y denunciar el autoritarismo comunista. Este duro dilema político es sólo una variante de la crisis existencial por la que él atraviesa al ser incapaz de salvar su matrimonio y asumir con dignidad su propio proceso de envejecimiento personal y artístico. Hay referencias claras al cine de Fellini, en especial a su obra capital Ocho y medio (1963), y no pocas afinidades con el cine de Paolo Sorrentino ( La gran belleza, 2013) o con el pesado narcisismo en Bardo (2022), de Alejandro González Iñárritu. Para bien y para mal.
Una escena divertida rompe de modo eficaz con la deriva autocomplaciente de este relato de tintes autobiográficos: tres representantes de la plataforma digital Netflix definen y defienden, frente a Giovanni, su concepción de lo que debe ser una película globalizada y exitosa, misma que lo excluye por completo. Consciente de no tener ya asideros firmes con una modernidad apabullante, el director crepuscular se muestra renuente al cambio y en especial a la simple posibilidad de un jubilación decorosa. Su apuesta por una liberación providencial la deposita finalmente en una nueva fe en el terreno de la utopía, abogando por un socialismo libre de dogmas, una creación artística ajena al cálculo mercantil, y una vejez reconciliada con su entorno familiar. Con altibajos muy pronunciados en su narración disparatada y caótica, la cinta deja en su propio título, Lo mejor está por venir, la promesa de una propuesta fílmica más redonda y satisfactoria.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional a las 13 y 18 horas.
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