Lydia Cacho
No hay un deporte, además del rugby, donde se concentra de forma tan puntual la masculinidad dura y pura como en el futbol americano. Escribo esta columna mientras en Nueva Orleáns se diputan la gloria del XLVII Super Tazón los Ravens de Baltimore y los 49ers de San Francisco. Pero no hablaré de lo que sucede en el partido, sino de lo que sucedió tras bambalinas gracias a un escándalo sobre si hay o no jugadores homosexuales entre los grandes de la NFL.
Todo comenzó con Chris Culliver, el cornerback de los San Francisco 49ers. Este joven de 25 años originario de Filadelfia cayó en las manos de una de las personalidades de radio estadounienses más viperinas, el famoso Howard Stern. El melenudo le preguntó a Culliver si hay jugadores gays en su equipo. El moreno respondió sin chistar “No, no tenemos personas gays en el equipo, y si hay pues que se levanten y se vayan. No puedo estar con esos caramelos. Nel, no puedo estar en el vestidor, mano... Nel.” La respuesta no se hizo esperar, después de todo es un escándalo que un jugador de San Francisco, el estado emblemático de los derechos LGBBTTI* en el país vecino, demuestre con tanta pasión su homofobia. El departamento de relaciones públicas de los 49ers publicó una sentidísima disculpa a nombre de Culliver, que en pocas palabras expresaba que el jugador no quiso decir lo que dijo.
Por si fuera poco luego el tacle defensivo Isaac Sopoaga, de 32, y el linebacker Ahmad Brooks, de 29 años, ambos de los 49ers (aparentemente después de haber sido acosados por fans antigays) negaron públicamente haber consentido para aparecer en un video de servicio público para prevenir el bullying deportivo contra los homosexuales. Este video existe (se puede ver en YouTube: “It gets better Issac Sopoaga” o http://youtu.be/h86A3N78uHs). Es evidente que en el interior de la NFL hay una divergencia entre homófobos y progresistas, y no es cosa menor, porque reconocer esto abiertamente puede transformar la forma en que se vive no ser heterosexual en el futbol y en los deportes en general.
Y habría que preguntarle cómo se vive escondido a Kwame Harris, el famoso liniero de los 49s salido de Stanford que luego fuera a los Oakland Raiders, de donde salió hace unos años. Los jugadores y algunos comentaristas de ESPN quedaron impresionados al enterarse de que Harris es gay, luego de que fue arrestado por una pelea con Dimitri G, su ex pareja con quien vivió varios años. El silencio lo rodeó, nadie más se atrevió a preguntar por su depresión luego de tantos años de ocultar su identidad sexual para poder jugar un deporte en el que sólo se vale ser “hombre de verdad”. Lo cierto es que, sin quererlo, el joven Culliver desató el principio de un debate fundamental en el interior de la NFL. Porque sus líderes pueden negar la diversidad, como en su momento los militares, pero eventualmente habrán de aprender a vivir en el mundo real, donde el reconocimiento y respeto a la diversidad fortalece a los individuos y les hace mejores personas.
El futbol americano es un deporte admirado por millones de hombres de todas las edades que en muchos casos idolatran, admiran y siguen el ejemplo de fortaleza y profesionalismo de sus jugadores. En muchos sentidos esos jugadores forman opinión, dan ejemplo y son parte, lo quieran o no, del fortalecimiento o renovación de ciertos valores culturales.
En cuanto termine el partido los directivos de los 49s han dicho que mandarán a Culliver a un curso de sensibilización contra la homofobia. Por lo pronto, el ala conservadora y antigay ganó la batalla al organizar la celebración gospel de este Super Tazón con una miríada de cantantes activamente anti-LGBTTI. No importa si lo niegan, el deporte es un paradigma de masculinidad (en este caso) y ya es hora de que la masculinidad se entienda de una forma integral. No es posible que estos grandes deportistas vivan sometidos ante el miedo al hostigamiento por parte de sus compañeros, de periodistas y de algunos miembros de la NFL.
Eso lo entendieron varias deportistas famosas. Qué sería el tenis profesional sin la valentía de Martina Navratilova, quien dinamitó el clóset como luego lo hizo Amelie Mauresmo en el Abierto de Australia. La WNBA y el basquetbol femenil no son lo mismo desde que Sheryl Swoops, la Michael Jordan femenina, diera el ejemplo a jóvenes lesbianas con un: ser campeona es ser auténtica.
* Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Transgénero e Intersexuales
@lydiacachosi
Periodista
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