"Estados Unidos y México se aman y se odian, pero se necesitan, no había visto una película que hablara del tráfico de armas, sentí que había un hueco ahí", dijo el director.
(Foto: Karina Maciel)
La película 600 millas “habla sobre el tráfico ilegal de armas entre Estados Unidos y México, en el marco de un operativo fallido que pone en marcha la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de Estados Unidos (ATF, por sus siglas en inglés) hace algunos años, el operativo ‘Rápido y furioso’ que permitía que las armas fluyeran de Estados Unidos a México, se rastreaba el número de serie de las armas y se buscaba establecer un vínculo entre los traficantes de armas y los narcotraficantes. Una cosa bastante fallida, fue un desastre, más de dos mil armas se pierden en México y la ATF se echa para atrás y se calla hasta que una de estas armas aparece en un crimen, donde muere un agente fronterizo a manos de criminales mexicanos”, expuso el director del filme, Gabriel Ripstein.
“Eso es lo que hace que el operativo salga a la luz, pero las consecuencias fueron bastante nulas, no pasó mucho después de que se dio a conocer que existía esto”, afirmó en entrevista para Aristegui CNN.
“La película busca una objetividad, quiero poner el tema sobre la mesa sin apuntar un dedo y decir las cosas son así. No quise usar la película como un panfleto o como un documento político”, detalló.
Recordó que “a la cabeza de la ATF estaba Eric Holder, lo corren… en realidad las consecuencias no fueron más que un movimiento interno, la realidad es que las armas quedan en el país y eso es lo que más me perturba. Viví muchos años en Estado Unidos y me tocó ver este apetito tan enorme del pueblo estadounidense por el armamento y el enorme acceso que se tiene, cualquier persona puede entrar a una tienda de armas y con una licencia de conducir puede hacerse de un arsenal”, sostuvo.
Muchas de esas armas,” sobre todo en la franja fronteriza, vienen a México. Me perturbaba esa situación de una oferta desmedida en Estados Unidos, y una demanda mexicana por grupos del crimen organizado que están armados hasta los dientes, con rifles de asalto y balas que vienen de Estados Unidos”, confesó.
El cineasta utilizó ese contexto para “contar la historia de dos hombres muy diferentes uno del otro, uno es un ‘jovencito’ que está incurriendo en este tráfico de armas y el otro es un agente de la ATF que le está siguiendo la pista. De alguna forma obligo a que estos dos personajes interactúen, los obligo a estar encerrados en una camioneta haciendo un recorrido largo y me daba curiosidad qué tipo de relación, por más improbable que fuera, se iba formando entre estos dos.
La película “tiene toques de un ‘road movie’ porque gran parte pasa dentro de esta camioneta que está recorriendo esas 600 millas entre la frontera y Culiacán. Dos hombres que van a terminar necesitándose para salir con vida de un lugar que es peligrosos”.
“El ‘jovencito’ mexicano que lo interpreta, Cristian Ferrer, está muy poco equipado para hacer lo que está haciendo por su juventud, su ingenuidad, está operando este tráfico de armas, desde Culiacán pertenece a una familia que se dedica a esto. El menos indicado para estar traficando y comete error tras error”, señaló Ripstein.
“Este chico está atrayendo al agente de la ATF, que es interpretado por Tim Rot, lo está trayendo a México como una especie de secuestrado, otra vez error tras error de esa juventud, esas ganas de pertenecer y ser respetado dentro de una organización criminal”
Reveló que “la organización criminal que muestro no es el cliché de los narcos ni de los malos que se ven muchas veces en el cine, lo quería hacer muchísimo más real, cotidiano, más gris. Es el último eslabón en esta cadena de criminales”.
Y señaló que “desafortunadamente el crimen es un gran empleador de jóvenes, incluso hay una mitificación de lo que es ser criminal hoy en día… la película retrata ese destino trágico que tiene esa juventud en ciertas zonas del país”.
600 millas es la ópera prima de Gabriel Ripstein y es la seleccionada para competir por el Óscar en la categoría de Mejor película extranjera, el propio cineasta comentó que el filme “busca ser un retrato muy fehaciente, busqué hacer la película más honesta que pude, me refiero a no hacer una versión estilizada de este mundo, exacerbada, exagerada. Al momento que estoy hablando de un tema de esa complejidad, como es el tráfico de armas, quise hacerlo de la manera más responsable, no quise simplificarlo y decir ‘estos son los buenos y estos los malos’, aquí hay una gama de grises que es donde me interesa más moverme”.
Recalcó que “no es que los ‘gringos’ son buenos o los mexicanos malos, no es que el policía es el heroico, noble, inmaculado, y el criminal malo. Al revés, me gusta más ver esta complejidad desde una óptica del lenguaje cinematográfico”.
Ripstein viajó a Arizona para documentarse acerca del tema, ahí entrevistó a vendedores de armas que fueron parte del operativo, también con agentes fronterizos y del ATF, para poder entender, y comentó que “los compradores adquieren las armas, que a su vez entregan a operativos criminales que las cruzan a México, era muy común que entrara cualquier ‘jovencito para hacer un arsenal, el mismo que era una venta sospechosa que se reportaba a la ATF y las instrucciones que daba era ‘deja que la venta suceda, nada más ratrea los números de serie’.
Precisó que en el filme, “el agente de la ATF está justamente haciendo eso, lo vemos ir de tienda en tienda, esas convenciones de armas donde se hacen muchas de las ventas, y él claramente viendo las transacciones que sabe que son ilegales, se limita a tomar los números de serie. La idea es hacer un personaje que no fuera el superhéroe”.
A título personal, Ripstein dijo que le “parece escandaloso el acceso irrestricto al armamento en Estados Unidos”.
También indicó que “el momento político en Estados Unidos es interesante, con un candidato republicano que habla sobre los sucesos trágicos de París, su argumento es que si los parisinos hubieran estado más armados, eso no hubiera sucedido, mi lógica es la contraria”.
El hijo del también cineasta, Arturo Ripstein, aseveró que ese parentesco “ayuda bastante, agradezco mi apellido, agradezco que mi abuelo haya dejado la contabilidad para hacer cine y mi papá también se dio cuenta que quería hacer cine, y por lo tanto yo. Hacer cine es de las mejores cosas de la vida”.
“Cuando decido ser director me dio su bendición y me da consejos muy valiosos... vio la película y me dio un par de anotaciones muy puntuales y muy claras de por qué una escena tenía que quedarse y yo tenía muchas dudas”, relató.
Audio de la entrevista:
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