Nerea Fernández García
Madrid,
10 diciembre, 15. AmecoPress. La maternidad subrogada es una práctica
prohibida en España, por la Ley 14/2006 de 26 de mayo sobre técnicas de
reproducción asistida, y en la mayoría de países europeos (Alemania,
Francia, Suecia…); mientras que en países como Estados Unidos, México,
Rusia, Ucrania, Georgia y Kazajistán está expresamente regulada en su
ordenamiento jurídico.
La Sentencia de
26 de junio de 2014 del Tirubunal Europeo de Derechos Humanos por la
que se declara la violación del artículo 8 del Convenio Europeo de los
Derechos Humanos (CEDH) sobre el derecho al respeto a la vida privada y
familiar por no reconocer la relación de filiación entre los niños
nacidos mediante vientre de alquiler y los progenitores que han acudido a
este método reproductivo ha supuesto el catalizador hacia la
legalización de la maternidad subrogada en los países firmantes del CEDH
y ya está desprendiendo sus efectos en España, Francia, Alemania,
Irlanda e Italia. De hecho, en nuestro país, Ciudadanos incluye en su
programa electoral para las elecciones generales la regulación de esta
práctica, incluyendo una compensación económica para la gestante.
Se calcula que
el 80% de los españoles y españolas está a favor de su regulación. Y si
bien es cierto, que un pequeño número de mujeres ejercen de vientres de
alquiler por puro altruismo y generosidad, la gran mayoría lo hace como
transacción comercial. Basta profundizar un poco en el tema para
entender que la gestación subrogada es una muestra más del
neoliberalismo brutal que se está instalando en nuestra sociedad. Esta
práctica supone que la madre gestante se reduce a ser una vasija, un
horno en el que se prepara un bebé que luego se quedarán otras personas,
la mujer vende algo tan íntimo como su propio cuerpo, su útero, su
capacidad reproductiva. ¿Dónde está el límite?
El problema es
que pese a ser un tema tan delicado y controvertido no se ha producido
un debate en profundidad al respecto. Como Beatriz Gimeno, activista
LGTB y diputada por Podemos en la Asamblea de Madrid, dice en algunos de
sus artículos, la maternidad subrogada no es una técnica de
reproducción, como la fecundación in vitro, “a no ser que nosotras
seamos vasijas”. “La técnica puede ser la manera en que se produce dicho
embarazo pero nunca éste, ni el parto, ni el nacimiento de un bebé ni
la manera en que este pasa a formar parte de la sociedad en la que
nace”, ha publicado.
Bebés convertidos en un producto comercial
Los defensores y
las defensoras de los vientres de alquiler utilizan los mismos malos
argumentos que los y las que están a favor de la legalización de la
prostitución, el lema “mi cuerpo es mío”, equiparándolo al derecho al
aborto cuando son cuestiones completamente diferentes y enfrentadas. Los
vientres de alquiler suponen que una mujer vende, literalmente, su
cuerpo, que, como en el caso de la prostitución, se puede acceder a su
cuerpo a cambio de una cantidad de dinero; y esto no es, ni por asomo,
una libertad o un derecho como el aborto. Y no solo es que se
mercantilice con el cuerpo de la mujer, también el bebé fruto de ese
proceso se convierte en un producto comercial. De hecho, como explica un
Estudio de Profesionales por la Ética, supone un menoscabo tal para la
dignidad del bebé que “hasta 6 personas pueden ser las que reclamen su
paternidad: la madre genética o biológica (donante de óvulos), la madre
gestante (el vientre de alquiler), la mujer que ha encargado el bebé, el
padre genético (el donante de esperma), el marido o pareja de la madre
gestante ( que tiene la presunción de paternidad), y el hombre que ha
encargado el bebé”. “Todo ello, aparte de ser fuente de más que
probables conflictos jurídicos, impide al niño conocer su origen e
identidad tal y como establecen los artículos 7 y 8 de la Convención
sobre los Derechos del Niño (CDN).”
La gestación
subrogada ha dado lugar a barbaridades como las denominadas granjas de
mujeres. Hace cuatro años, 14 vietnamitas fueron rescatadas del complejo
en el que las retenía una compañía de vientres de alquiler. Las mujeres
habían sido captadas y engañadas con la promesa de que recibirían una
gran cantidad de dinero. La empresa Baby 101 les confiscó el pasaporte
para que accedieran a proseguir con los embarazos para luego entregar a
los niños a las personas que contrataban los servicios de la compañía.
Las mujeres recibían 5.000 dólares por bebé, aunque los clientes pagaban
32.000 más los gastos del embarazo. Y en la India, país en que la
maternidad de alquiler está legalizada, son habituales prácticas
similares a ésta, en las que mujeres gestantes viven todas juntas en
complejos. Incluso se conocen casos de padres y madres contratantes que,
al saber que el feto tenía alguna enfermedad, han exigido el aborto o
no han querido hacerse cargo del bebé al nacer.
Además, se
intenta mostrar la maternidad subrogada como una práctica aséptica e
inocua, sin contar con el vínculo que se crea entre la madre y el feto
durante el embarazo y todos los riesgos y consecuencias físicas y
psicológicas que acarrea un embarazo. Los desequilibrios hormonales, los
cambios físicos, la depresión posparto o incluso el microquimerismo
fetal. Este fenómeno supone que durante la gestación, al igual que
células de la madre pasan al feto, también hay células del feto que
pasan al cuerpo de la madre, que a veces desaparecen a los pocos meses,
pero en otras ocasiones permanecen en su cuerpo toda la vida. Aunque aún
queda mucho por investigar, en diversos estudios, se han encontrado en
los tejidos de mujeres que habían estado embarazadas de niños, células
con el cromosoma Y.
Campaña #NoSomosVasijas
En España,
diversas personalidades de la filosofía, el constitucionalismo y el
movimiento feminista, como Amelia Valcárcel, Alicia Miyares y Ana de
Miguel han promovido la campaña “NoSomosVasijas”, para oponerse a la
regulación de la maternidad subrogada. Bajo el lema de que las mujeres
no se pueden comprar o alquilar de manera total o parcial, en su
manifiesto explican las razones por las que están en contra de cualquier
tipo de regulación en torno a la utilización de mujeres como “vientres
de alquiler”:
Porque abogamos
por el derecho a decidir de las mujeres en materia de derechos sexuales
y reproductivos. La maternidad por sustitución niega a las mujeres
gestantes el derecho a decidir durante el proceso de embarazo y en la
posterior toma de decisiones relativas a la crianza, cuidado y educación
del menor o la menor.
Porque elegir
es preferir entre una serie de opciones vitales. La elección va
acompañada, a su vez, de la capacidad de alterar, modificar o variar el
objeto de nuestras preferencias. La maternidad subrogada no sólo impide a
las mujeres la capacidad de elección, sino que además contempla medidas
punitivas si se alteran las condiciones del contrato.
Porque la
llamada “maternidad subrogada” se inscribe en el tipo de prácticas que
implican el control sexual de las mujeres: si en las sociedades
tradicionales, los matrimonios concertados o la compra por dote, son las
típicas formas en que se ejerce el control sexual de las mujeres, en
las sociedades modernas, la prohibición del aborto, la regulación de la
prostitución y la maternidad subrogada son sus más contundentes
expresiones.
Porque alquilar
el vientre de una mujer no se puede catalogar como “técnica de
reproducción humana asistida”. Las mujeres no son máquinas reproductoras
que fabrican hijos en interés de los criadores. Es, por el contrario,
un evidente ejemplo de “violencia obstétrica” extrema.
Porque el
“altruismo y generosidad” de unas pocas, no evita la mercantilización,
el tráfico y las granjas de mujeres comprándose embarazos a la carta. La
recurrencia argumentativa al “altruismo y generosidad” de las mujeres
gestantes, para validar la regularización de los vientres de alquiler,
refuerza la arraigada definición de las mujeres, propia de las creencias
religiosas, como “seres para otros” cuyo horizonte vital es el
“servicio”, dándose a los otros. Lo cierto es que la supuesta
“generosidad”, “altruismo” y “consentimiento” de unas pocas solo sirve
de parapeto argumentativo para esconder el tráfico de úteros y la compra
de bebés estandarizados según precio.
Porque cuando
la maternidad subrogada “altruista” se legaliza se incrementa también la
comercial. Ningún tipo de regulación puede garantizar que no habrá
dinero o sobornos implicados en el proceso. Ninguna legalización puede
controlar la presión ejercida sobre la mujer gestante y la distinta
relación de poder entre compradores y mujeres alquiladas.
Porque no
aceptamos la lógica neoliberal que quiere introducir en el mercado “los
vientres de alquiler”, ya que se sirve de la desigualdad estructural de
las mujeres para convertir esta práctica en nicho de negocio que expone a
las mujeres al tráfico reproductivo.
Porque las
mujeres no se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial. La
llamada “maternidad subrogada” tampoco se puede inscribir, como algunos
pretenden, en el marco de una “economía y consumo colaborativo”: la
pretendida “relación colaborativa” sólo esconde “consumo patriarcal” por
el cual las mujeres se pueden alquilar o comprar de manera total o
parcial.
Porque nos
mostramos radicalmente en contra de la utilización de eufemismos para
dulcificar o idealizar un negocio de compra-venta de bebés mediante
alquiler temporal del vientre de una mujer, viva ésta en la dorada
California o hacinada en un barrio de la India. Así es que nos afirmamos
en llamar a las cosas por su nombre, no se puede ni se debe describir
como “gestación subrogada” un hecho social que cosifica el cuerpo de las
mujeres y mercantiliza el deseo de ser padres-madres. Porque la
perspectiva de los Derechos Humanos supone rechazar la idea de que las
mujeres sean usadas como contenedoras y sus capacidades reproductivas
sean compradas. El derecho a la integridad del cuerpo no puede quedar
sujeto a ningún tipo de contrato.
Foto: Actitudfem.com, #NoSomosVasijas
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