LENGUANTES
Por: Cynthia Híjar Juárez*
¡Adiós 2015! Me despido del año haciendo una revisión de mis dolorcitos en el cuello por leer las notas de los periódicos virtuales donde la violencia machista es normalizada, por ver cómo los casos de feminicidio se presentan como muertes espontáneas (“Muere mujer en una discusión”, “Amanece muerta” y el largo etcétera de lamentables encabezados) y por la carga de rabia que me guardo en la mochila cada vez que confronto el acoso callejero, entre otras aventuras a las que me obliga la violencia machista. Recientemente me pasa con mayor frecuencia que, al señalar estas cuestiones en mis espacios cotidianos como la escuela y otros círculos, siento un poco de rechazo y de pronto es como si me echara una culpita a la espalda, y luego otra, y luego otra, hasta que tengo un dolorcito en el cuello que me dura dos días.
Llego así a este cambio de año, regalándome un auto-masaje en el cuello y preguntándome si acaso estaré siendo muy incorrecta al nombrar los tipos y modalidades de la violencia machista, o si debería dejar de ver una intersección entre las violencias de clase, raza y género cada vez que escucho un chiste del que todo el grupo con el que convivo se ríe. Cuando trato de recordar cómo era señalar de un chiste la falta de gracia y contenido violento sin ser “la feminazi” del grupo, me parece que no era tan distinto. Igual no me reía.
(¿Debería?)
Por pura curiosidad de las experiencias ajenas, decidí abrir una pregunta al estilo de los foros de internet en mi perfil de facebook.
La pregunta saltó a mi cabeza sin que yo imaginara las coincidencias que íbamos a tener muchas chicas y yo cuando fuimos describiendo cómo reaccionaba la gente a nuestro alrededor cuando nos asumíamos feministas. Incendios por doquier. Decir que eres feminista en un país donde la violencia hacia las niñas, mujeres y corporalidades fuera de las de la categoría de El Hombre es tan normalizada provoca un montón de incendios, y cuando leí a las compañeras relatando con ironía lo que hace muchos años nos hubiera dado miedo vivir, me descubrí entre un mar de fueguitos de esos que, decía Galeano, arden la vida con tantas ganas, que no se puede mirarlos sin parpadear.
Las chicas que responden a mi pregunta cuentan sobre los incendios que van provocando en sus escuelas, en sus trabajos, en sus familias. Me cuesta trabajo entender cómo es que cuando se está hablando de derechos de las mujeres, de derechos humanos, los grupos o personas puedan reaccionar con indirectas en salones de clase, gritos en los pasillos de la universidad, fiscalización del tono, segregación en los espacios cotidianos o miradas burlonas y reprobatorias en la oficina. Cómo es que los amigos pueden alejarse por eso, y las familias desconcertarse. Sucede, supongo, que es sólo que a algunas personas no les gusta ver el estado de las cosas arder.
La vocación incendiaria es un síntoma de las personas que viven sus emociones, sus alegrías o tristezas sin pretextos, y este sistema se ha encargado de mantenernos anestesiadas casi todo el tiempo. Y de ponernos culpables cuando no estamos anestesiadas. Y de matarnos cuando no estamos en culpa. Quizá sea que desde muy pequeñas nos enseñaron que la anestesia no nos es suficiente nunca, porque sólo así nos olvidaremos de arder.
Al leer las respuestas de tantas mujeres, leo entre líneas cómo los sentimientos de goce y dolor están a flor de piel. Es vida la que siento aquí, conmigo, transformándome, después de pasar por las almas y cuerpos de un montón de mujeres que se saben fuego.
Antes, tal vez, nos asustarían las respuestas ante la declaratoria: soy feminista, pero hoy la sabemos de memoria: ¿Cómo que feminista? Te vas a quedar sola. Malcogida. Yo la verdad prefiero la igualdad. Yo no entiendo por qué te etiquetas. El feminismo es lo opuesto al machismo. Quieres llamar la atención. Estás bien loquita. Todos somos seres humanos. Cuando te cases me cuentas. Paquita la del Barrio. Las feministas son odia-hombres. Las primeras machistas son las mujeres. No aguantas un garrafón. A las mujeres les dan dos vagones en el metro, ¿eso no es sexismo? Es que estás amargada. No has encontrado al que te sepa querer ¿Pues qué te hicieron de chiquita? Feminazi.
¿Qué es lo que hace una feminista, que genera esos incendios a su alrededor? Básicamente, defiende los derechos humanos y visibiliza cómo las niñas y las mujeres enfrentan violencias particulares por su condición de clase, raza y género. Seguro que quienes se asustaron de que en pleno 2015 existan feministas estarán poco alegres de que este año una feminista se les cuele en el salón de clases, en la fiesta del viernes o (peor) en la oficina, y querrán hacerle creer a las chicas que intuyen sus fueguitos, la necesidad forzada de la anestesia, a la cual, probablemente, otras se aferren gritando los clásicos de ayer y hoy: “Yo no estoy oprimida” y “Yo no soy como las demás”. Eso no es asunto de este texto, sino comunicarle a las que arden que estamos aquí, una cadena ancestral de fuego y dignidad, para recibirlas y encontrarlas y discutir y analizarnos juntas.
Y sobre todo, sepan las que sienten la vida arder que eso de ¿Cómo que feminista? Se responde desde tantos estilos, que da gusto leerlas así, al fuego. Desde este ser feminista como que quema, como que quemo, como que ardo la vida. Feminista como cuando necesitas explicarte el mundo desde tu propia persona, como cuando quieres ver justicia, o salir a caminar sin miedo por la noche en tu barrio. Feminista como cuando quieres bailar reggaetón o escuchar a Pink Floyd sin que eso te haga más o menos que las demás personas. Feminista como que quieres decidir cuántas hijas o hijos tener, o si quieres o no tenerlos, o si quieres o no seguir embarazada.
Feminista como que quieres poder emborracharte sin que eso implique que alguien se aprovechara de ti sexualmente, o como que decides no emborracharte nunca. Feminista como que amas hondamente a tu amiga de la infancia, a la de la pubertad y a la de la oficina. Feminista como cuando no crees que ninguna persona con un título universitario pueda tratarte mal si tú no tienes el certificado de la prepa, o como que tienes el derecho, si lo deseas, de tener ese certificado y todos los títulos que quieras. Feminista como que quema, como que quieres vestirte como se te da la gana porque te gustas de cualquier manera.
Como que no quieres competir con las otras chicas por el chico malo del salón, o como que ni te gustan los chicos. Como que te gustan las chicas, o las chicas y los chicos a la vez, o sólo ellos, o sólo ellas, o los que no son ninguno de los dos o sólo una persona en el mundo. Feminista como que tu experiencia en el mundo es válida para explicarte ese mundo a ti misma, como que deseas saber más, pero sabiendo que tu voz vale lo mismo que las demás, aunque de pronto cause incendios.
Feliz año nuevo.
Y gracias por el fuego.
*Cynthia Híjar Juárez es educadora popular feminista. Actualmente realiza estudios sobre creación e investigación dancística en el Centro de Investigación Coreográfica del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Lenguantes es una columna semanal escrita por jóvenes feministas.
Tomar la palabra, ejercitar la lengua, gritar y romper el silencio son actos transgresores ante el obligado silencio público de las mujeres.
Cuatro plumas, voces, lenguas se unen para compartir reflexiones desde su ser joven y feminista. #Lenguantes
@CynthiaHijar
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | México, DF.-
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