Desplazamiento forzado agudiza crisis de DH en países árabes
Las mujeres que viven en Jordania tienen graves dificultades para
acceder a servicios sociales tan básicos como la salud y para vivir una
vida libre de violencia.
Una extrema vulnerabilidad que empeora en situaciones de conflicto, como
el escenario actual, con una guerra civil en la vecina Siria que ha
obligado a millones de personas a abandonar sus hogares para huir de la
devastación y la violencia, colapsando la capacidad de acogida de los
países colindantes.
Tal es el caso de Jordania, que desde el inicio de la crisis ha recibido
a más de 600 mil personas refugiadas dentro de sus fronteras.
En ese ámbito, Alianza por la Solidaridad brinda asistencia humanitaria
con apoyo psicosocial, legal y atención en salud sexual y reproductiva a
mujeres y niñas.
La coordinadora de estos proyectos, Cristina Muñoz, lleva más de 10 años
dedicada al trabajo internacional humanitario y de cooperación al
desarrollo en varios países donde ha vivido y trabajado: Timor Oriental,
Tíbet, Líbano, Jordania y Palestina.
Es, sobre todo, una defensora de los derechos de las mujeres que sabe
que el patriarcado es universal y ejerce su opresión apropiándose de las
particularidades de cada cultura y religión.
“Para cambiar tenemos que hacer frente al machismo desde el contexto en
el que nos hemos formado y no imponer nuestra visión del mundo ni
enjuiciar a mujeres que viven en otros territorios con otras
peculiaridades, sino solidarizarnos con ellas”, explica en entrevista.
–Gloria López (GL): Cuéntanos un poco del proyecto que realizas en Jordania. ¿Cuándo empezó? ¿Con qué población trabajas?
–Cristina Muñoz (CM): Alianza por la Solidaridad trabaja en Jordania
desde hace 10 años. Proporcionamos acceso a asistencia humanitaria dando
apoyo psicosocial, legal y atención en salud sexual y reproductiva de
mujeres y niñas; ponemos en marcha acciones para la protección y la
prevención de la violencia de género, y participamos en acciones
coordinadas de respuesta humanitaria.
“El proyecto parte de la experiencia que habíamos tenido en Palestina,
donde estuvimos trabajando desde el 94, en contacto con organizaciones
de mujeres. Desde la intervención fuimos aprendiendo mucho, con mujeres
feministas, de izquierdas, que se organizaban y apoyaban mutuamente.
“Y nuestra entrada a Jordania fue a través de una asociación de mujeres
palestinas, trabajando con temas relacionados con la salud de la mujer, y
a partir de 2009 empezamos a apoyarlas en temas relacionados con
violencia de género.
“Se trataba de población jordana y refugiadas palestinas en Jordania
que, aunque tenían cierto reconocimiento en cuanto a su estatus de
ciudadanas, vivían en condiciones de mucha vulnerabilidad por pobreza y
por las situaciones de violencia.
“Era una organización que había sido pionera en el establecimiento de
refugios para mujeres, y esa experiencia nos ayudó a ver cuáles eran los
obstáculos que teníamos que contemplar en el trabajo con mujeres que
sufrían violencia de género. Era una organización con una base social
muy amplia de mujeres comprometidas, muchas militantes de izquierda,
feministas, confrontando mucho al Estado jordano, que nos aportó una
experiencia muy valiosa.
“A partir de ahí iniciamos un programa de cuatro años con fondos de la
cooperación española, que terminó en octubre de 2015, sobre derechos de
las mujeres, específicamente en situación de violencia de género y
atención a la salud sexual y reproductiva, en Jordania, Líbano y
Palestina.
“A mitad de la ejecución de este programa irrumpe la crisis siria, y
tuvimos que adaptar el programa a estas necesidades. Ahora tenemos tres
clínicas que apoyamos con una organización jordana que es el Institute
for Family Health (IFH), y hemos trabajado con Jordanian Women’s Union y
la Arab Women Organization (AWO)”.
–GL: ¿Cómo funciona el proyecto?
–CM: Estas clínicas son espacios seguros donde las mujeres que van a
hacerse revisiones sienten que pueden contar lo que les pasa, y
encontrar ayuda y proyección. Hay personal especializado que puede
identificar si esa mujer que llega a hacerse una ecografía, está
sufriendo violencia.
“Además de las mujeres que llegan a la clínica, nosotras vamos a las
casas y a las organizaciones de mujeres de base –que se juntan por
ejemplo para bordar, o para conseguir algún recurso económico extra– a
buscarlas”.
UNA DE CADA 3 REFUGIADAS SUFRE VIOLENCIA
Desde que comenzó la guerra en Siria, según ha constatado la Alianza por
la Solidaridad en un reciente estudio, una de cada tres refugiadas en
Jordania y Líbano ha sufrido violencia de género.
–GL: ¿De qué modo los contextos de violencia y crisis humanitaria recrudecen la violencia hacia las mujeres?
–CM: Son contextos en los que están pasando tantas cosas que la
violencia de género se silencia y se normaliza. Son mujeres que se
encuentran en situación de pobreza, que han perdido a su familia en
muchos casos, que tienen que sacar a los hijos adelante, han perdido su
casa, y, con todo eso, a veces minimizan la violencia de género que
sufren.
“Por un lado está la violencia sexual que se usa como arma de guerra, el
cuerpo de las mujeres es un campo de batalla. Hay otro tipo de
situación que tiene que ver con cómo un entorno súper adverso, en un
sistema patriarcal como el que vivimos todas, hace que aumente la
violencia de género. También aumenta el matrimonio temprano e infantil.
“El desplazamiento y el conflicto han aumentado el número de matrimonios
precoces o forzados, hasta el punto de que casi la mitad de refugiadas
se ha casado antes de cumplir los 18 años. En Jordania, en una de cada
tres bodas la novia es menor de edad, un número que no deja de aumentar
en familias que se han quedado sin recursos para sobrevivir y ven en
estos enlaces una salida para sus hijas”.
–GL: ¿Podrías darnos algún dato?
–CM: En Jordania estamos ya en 40 por ciento de casos de matrimonio
infantil, es decir, en los que la novia es menor de edad. En Jordania el
matrimonio de niñas menores de 18 años es legal si se da una
autorización de dos jueces religiosos. Pero se están haciendo sin
autorización, o consiguiendo las autorizaciones por dinero.
“A esto se suma que muchas personas que llegan de la guerra de Siria no
tienen ningún tipo de documentos civiles. Entonces, ¿cómo pruebas que la
novia tiene una edad u otra? Y las familias, que ven en el matrimonio
de sus hijas una manera de garantizar su futuro, lo permiten y no hay
manera de probar que la novia tiene 15 años o menos.
“Además, otra cosa que se está dando es que la diferencia de edad es
enorme, es decir, no es que novio y novia sean menores, que ya sería
cuestionable, sino que hablamos de niñas de 12, 13, 14 años, que son
casadas con novios de 40, 50, 60 años, que en muchos casos ya están
casados y que por muy poco dinero pueden tener una mujer joven y tener
más hijos.
“La vulnerabilidad de las familias sirias es tremenda y eso facilita que
se realicen esas ‘transacciones económicas’. Y esto también está
afectando a las primeras mujeres jordanas, que se ven afectadas por esta
situación, sienten a las jóvenes como una amenaza y en muchos casos las
maltratan.
“El matrimonio infantil existía, pero ha aumentado exponencialmente. Es
un caldo de cultivo, una violencia contra las mujeres que claramente se
ha visto afectada por la guerra y los desplazamientos”.
–GL: ¿Se normaliza esa violencia como parte de la situación en la que se vive?
–CM: La violencia en la casa, en el espacio público, en todas partes, es
muy grande. Y efectivamente está normalizada; la mayoría de las mujeres
ven normales situaciones que son violentas. Tampoco saben a dónde
acudir, cómo pedir ayuda, cómo hablar de ello, dónde encontrar consuelo.
–GL: En tu intervención en las jornadas que organizó la Plataforma
Sombra CEDAW sobre mujeres refugiadas, hablabas de la existencia de un
cierto cinismo en la comunidad humanitaria que no ofrece ayuda a las
mujeres en situación de violencia de género, algo que están asumiendo
las organizaciones de mujeres.
–CM: Desde una perspectiva humanitaria en situaciones tan críticas, la
prioridad es salvar vidas humanas y los temas relacionados con la
violencia de género se suelen olvidar, no se tienen en cuenta. Se
priorizan casos extremos, donde la vida corre peligro…
“Entonces, a lo que sucedería en condiciones normales, que es la
culpabilización de la mujer, donde incluso las leyes las castigan por
los llamados crímenes de honor, hay que sumar las consecuencias de un
contexto de conflicto.
“Las mujeres en general lo van a tapar, a no ser que sea una situación
muy extrema, o que den con una clínica como las que apoyamos en las que
encuentran a mujeres muy empoderadas, que les explican que determinadas
cosas son violencia, les ofrecen apoyo. Y además para salir del círculo
de violencia no basta sólo la denuncia, que además cuesta mucho, sino
que sería necesario un apoyo institucional, judicial, económico, social…
todo lo contrario a lo que sucede”.
–GL: Antes hablabas de los crímenes de honor. Recientemente circulaba la
noticia de que al menos en Jordania se está produciendo un debate sobre
este tema.
–CM: El debate sobre los crímenes de honor en Jordania se ha dado desde
hace años, y ha sido gracias a las organizaciones de mujeres. Lo que
sucede es que Jordania tiene una peculiaridad y es una monarquía que
para algunos temas es muy progresista y da un cierto impulso
institucional.
“Y como decía, el movimiento de mujeres que siempre ha sido muy activo
con tres cuestiones: una, que las jordanas puedan dar la nacionalidad a
sus hijos, los crímenes de honor, y la despenalización en el Código
Penal de cuando una mujer es víctima que casi se convierte en culpable”.
NINGUNA RELIGIÓN HA TRATADO BIEN A LAS MUJERES
–GL: ¿De qué manera influyen elementos como la religión o la cultura en
la violencia hacia las mujeres en Jordania, en Siria? A veces desde
occidente hay una visión que quizás no es del todo adecuada, se vincula
la violencia al Islam, y es bueno contar con la experiencia de gente que
está en el terreno. Además, imagino que son elementos que has tenido
que aprender a incorporar. ¿Cuál es tu experiencia?
–CM: Mi experiencia personal a veces no es fácil. Estoy casada con un
palestino y en muchas ocasiones me preguntan o me cuestionan. Creo que
existe una islamofobia en Europa y que a veces vemos la paja en el ojo
ajeno y no la viga en el propio. Es evidente que hay una serie de leyes
más opresivas en estos países, pero analizar las realidades culturales
desde tu perspectiva conduce a errores.
“Recuerdo una vez, cuando vivía en Oriente Medio, una mujer de una de
las zonas más conflictivas de Cisjordania, estaba preocupada porque a su
hijo le habían dado una beca para estudiar en Europa, en un país muy
pacífico, porque temía que se metiera en drogas, que perdiera sus
valores… Ella, que vivía bajo una ocupación militar, en una calle donde
caían bombas, donde salías de casa y encontrabas a un soldado con una
metralleta, tenía miedo de que su hijo viniera a Europa…
“A veces incluso las feministas, al hablar del mundo árabe tenemos un
cacao importante. Ni el feminismo es uno, ni los derechos de las mujeres
son los de una. Yo también pertenezco a un grupo opresor, mujer
caucásica que oprimo a una musulmana.
“Claro que no me gusta que las mujeres lleven velo, pero no es un tema
simple. En el hecho de que lo lleven pueden estar influyendo muchísimos
factores y además deja que esa mujer árabe, de ese contexto, sea la que
diga qué es lo que a ella le oprime y no mires a todo hombre árabe como
un potencial maltratador.
“Ninguna de las religiones que conozco nos ha hecho muchos favores a las
mujeres. Es un discurso que tendría que verse desde una perspectiva
mucho más amplia de la que normalmente vemos en los medios. A veces las
personas que tenemos un punto de vista diferente no nos atrevemos a
opinar por no ser tachadas de estar posicionadas con algo que discrimina
a las mujeres.
“Claro que cuestiono el patriarcado y la violencia hacia las mujeres, en
todas partes, también aquí, y creo que donde tengo que cuestionarlo y
combatirlo fundamentalmente es en mi contexto. Tendré que hablar y
cuestionar mucho más los tacones, que el velo que lleva la compañera
jordana o siria, que además es el menor de sus problemas. Y no voy a
articular yo su discurso”.
EUROPA: CRISIS DE SOLIDARIDAD
–GL: ¿Qué piensas de cómo está afrontando Europa la llamada crisis de
los refugiados y refugiadas? ¿Estás tratando de realizar alguna acción
aquí para denunciar y tener incidencia política?
–CM: Es la constatación por escrito de las políticas que Europa viene
realizando desde hace tiempo, también por parte de Estados Unidos y
Australia.
“Nosotros ya estábamos externalizando nuestras fronteras y condicionando
la ayuda y cooperación con esos países a que nos hagan de tampón con
los flujos migratorios. Es una traición a lo que consideramos nuestros
valores y hemos perdido una legitimidad tremenda.
“En Líbano, donde una de cada cuatro personas son refugiadas, hablar de
crisis de refugiados es de risa. Estamos hablando de países mucho más
pobres, con menos recursos, con una serie de problemas estructurales
tremendos.
“Jordania acoge a 629 mil personas refugiadas registradas, si bien se
estima que pueden ser más de un millón, con una población local de 6.3
millones; en Líbano superan los 1.1 millones para un total de 4.4
millones de habitantes; y en Turquía son más de 2 millones. Estas cifras
que contrastan con los que han llegado a Europa (las últimas cifras
oficiales hablan de 160 mil en marzo pasado).
“Aquí lo que tenemos no es una crisis migratoria, sino una crisis de
solidaridad. Nosotras estamos buscando evidencias que contrasten ese
discurso oficial y mostramos la decepción que nos ha supuesto el
acuerdo.
“Hemos colaborado en la denuncia al Tratado, con otras organizaciones,
para intentar ver cómo desmontarlo. Y luego, tratar de cambiar la
narrativa, buscar evidencias de que el hecho de que vengan inmigrantes o
personas refugiadas a nuestro país es positivo para nosotros.
“También ha llegado en un momento complicado para Europa, con una crisis
económica y política y no se ha sabido dar una respuesta contra la
guerra de Siria, como se hizo con la guerra de Irak. Claro que
tendríamos que tener algo que decir con respecto a la guerra.
“Hay que desmontar ese discurso de que no hay recursos aquí y de que los
refugiados vienen con violencia, o a quitarnos el trabajo… Ellas y
ellos vienen por necesidad, porque su vida corre peligro, no porque
quieran dejar sus casas, tierras, familias, no quieren venir a Europa…
“Las consecuencias de la guerra en Siria son enormes, aunque parara
mañana. Y en ningún momento, durante cinco años, 11 millones de personas
han sido consultadas ni tenidas en cuenta, para que digan qué
consideran importante, qué pueden aportar. Y el desplazamiento de
personas no tiene marcha atrás. O pensamos en mecanismos alternativos a
poner policías en las fronteras, no va a haber suficientes policías”.
Por: Gloria López
Cimacnoticias/AmecoPress | Madrid, Esp.-
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