LENGUANTES
Por: Ethel Z. Rueda Hernández*
Enrique Graue, rector de la UNAM y Ana Güezmes García, Representante de ONU Mujeres en México |
El pasado 29 de septiembre, la UNAM hizo oficial, por medio de la firma de un acuerdo,
su adherencia a la plataforma HeForShe (NosotrosporEllas en español),
campaña promocional de ONU Mujeres por la igualdad de género.
Esta alianza, anunciada con bombo y platillo por medio de una campaña publicitaria, tanto en redes sociales como en diversos campus de la universidad, comprende, entre otras acciones, la publicación de un Protocolo para la atención de casos de violencia de género en la UNAM, la instalación de botones de pánico, y una amplia agenda de actividades culturales y de difusión en pro de la igualdad de género.
Este interés de la UNAM por incluir la perspectiva de género como una línea de trabajo general es tan positivo como urgente. En efecto, se trata de una institución que se ha distinguido por la mala atención y pobre respuesta a los casos de violencia de género denunciados en sus espacios.
Casos como el del violador Víctor Hugo Flores Soto, el agresor Mauricio García Becerril, denunciado por intentar grabar los genitales de una estudiante en los baños de la Facultad de Filosofía y Letras, las recientes acusaciones en contra de Sergio Bustamante y la recomendación que en 2013 la CNDH se vio obligada a emitir ante el deplorable seguimiento del incidente de una alumna menor de edad, acosada y agredida por un profesor de una de las preparatorias de la UNAM, recomendación que la UNAM rechazó, son evidencia de lo necesario que es para la Universidad tomar acciones más contundentes en materia de perspectiva de género.
Por otro lado, la manera en que se está proponiendo abordar este problema importa mucho y en esta ocasión me parece muy cuestionable. En primer lugar, de todas las opciones posibles, la UNAM elige adjuntarse a HeforShe, una campaña que ha sido, y con razón, ampliamente criticada.
Una de esas críticas es que está diseñada tomando en cuenta, sobre todo, las necesidades de un grupo específico de mujeres privilegiadas, y que por lo tanto no contempla las necesidades de mujeres que carecen de esos privilegios, dejándolas desprotegidas. Es decir, HeForShe es feminismo blanco, lo cual es muy problemático en el caso de la universidad cuyos estudiantes son en su mayoría personas de color.
Otra crítica, relacionada con la anterior, es la falta de reconocimiento a la diversidad de condiciones que pueden afectar a mujeres de diferentes grupos sociales y que sufren modos de opresión múltiples (o sea que no toma en cuenta la interseccionalidad de la discriminación de género).
También se ha señalado la vaguedad y falta de concreción con respecto a los modos específicos de combatir la disparidad de género que propone HeForShe. Dado que se trata de una campaña orientada a redes sociales, a declaraciones virales y plataformas en línea, parece que las medidas concretas, más allá de los eslóganes y los actos mediáticos, se le escapan.
Por último, la que quizá es la crítica más inmediata, es que HeForShe es una campaña orientada a hombres, que focaliza y les da relevancia a ellos. Aquí no se trata de negar que los estereotipos y roles de género tienen consecuencias negativas para los hombres, sino de reconocer que a pesar de esas consecuencias, el binario de género implica un modelo de opresión que afecta de manera desproporcionada a las mujeres y beneficia a los hombres.
La discriminación y la violencia de género no se ejercen de manera equiparable entre mujeres y hombres. No hay, por cada agravio a una mujer, un correlato equivalente para un hombre. No es una relación simétrica o balanceada.
Y sin embargo así se concibe en la campaña HeForShe, como lo muestra este video, donde se equipara, por ejemplo, el desempeño de la obligación parental de un hombre, con un gesto de cortesía (ceder el asiento en el transporte público) de una mujer. Las implicaciones posibles siendo que, o ella tiene la obligación de ceder el asiento, o él está teniendo un “gesto de amabilidad” al hacerse cargo de su descendencia.
Como si ambos gestos valieran lo mismo. Como si no hubiera una abrumadora cantidad de mujeres que diario se hacen cargo de sus hijos, sin ayuda alguna de sus cónyuges, y viajan en el transporte público sin que nadie sienta la obligación de cederles el asiento.
El segundo motivo por el que me parece preocupante el anuncio de alianza entre ONU Mujeres y la UNAM es la opacidad que la propia universidad ha mostrado en ocasiones anteriores, con respecto a sus programas a favor de equidad de género y la forma en que la violencia al interior de sus instalaciones ha persistido, a pesar de la creación en 2010 de la Comisión Especial de Equidad de Género y de la publicación, en 2013, de los Lineamientos Generales para la Igualdad de Género en la UNAM.
Es a pesar de estos recursos que los casos de violencia y abuso que antes he mencionado han tenido lugar. Así pues, la efectividad de los programas impulsados por la Universidad está en cuestión antes incluso de la firma de este nuevo convenio.
El machismo en la UNAM está institucionalizado. No es obra de unos cuantos individuos trastornados o perversos. No son casos aislados, poco frecuentes. El machismo en la UNAM, y con él la violencia de género, es común y cotidiano, familiar. Afecta todos los niveles académicos, laborales, administrativos. Se expresa de maneras sutiles y normalizadas, en la revictimización de quienes se atreven a denunciar, en la complicidad y el silencio de autoridades, en la trivialización de actitudes como chistes misóginos o insinuaciones sexuales no solicitadas. No es una tarea fácil, ni rápida, el modificar algo tan arraigado que parece natural.
Ante este panorama, no puedo evitar el escepticismo que me provoca esta nueva iniciativa de la UNAM. De entrada me parece mal planteada. Me pregunto ¿Cómo se evitará la ineficacia de programas similares anteriores? ¿Cuáles serán las herramientas para medir el impacto de las nuevas medidas? ¿Se harán públicos los resultados? ¿Se permitirá que las medidas tomadas sean discutidas por la comunidad, en vez de dictaminadas por comisiones?
En suma, ¿podrá la UNAM probar que su interés por la equidad de género va más allá de las relaciones públicas, la corrección política o una atractiva campaña mediática? Está por verse.
*Estudió Filosofía en la UNAM con interés en el pensamiento crítico y las problemáticas de género. @alzilei
Especial ,Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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