Por Álvaro Delgado
–“Que renuncie”, el clamor
–Obama y Clinton, enemigos de mexicanos
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Todo mundo lo ve: Enrique Peña Nieto es un
bulto en caída libre. Lo era antes de humillarse ante Donald Trump, pero
esta visita vejatoria para los mexicanos, en México y en Estados
Unidos, lo hunde en aguas inmundas.
No sólo en las tribunas serias, sino en la población toda, Peña es
descrito con desprecio. Lo llaman estúpido, indigno, servil, cobarde.
Peor: Traidor. No lo defiende nadie, ni los priistas.
Pero la que está sucia no es sólo la imagen del ciudadano Peña Nieto,
ya indeleble, sino la institución presidencial, la investidura del jefe
del Estado mexicano que él encarna y que tiene por delante todavía dos
años y tres meses de gestión gubernamental –¡un tercio de su mandato!–
ante un panorama sombrío y un ambiente envenenado.
Ahora que se ha materializado el previsible desdén de Hillary
Clinton, la muy probable presidenta de Estados Unidos, urge que el
presidente de la República asuma un acto de grandeza.
Si aún no ha renunciado por completo a su responsabilidad y si algo
le queda de pragmatismo, Peña debe enlistar las prioridades nacionales
para salvar a su gobierno y al país del caos, inclusive para cuidarse
las espaldas ante lo que ya se perfila como su derrota en 2018.
No debe esperar a que se hagan públicas encuestas que lo colocan en
porcentajes de aceptación de 15% para asumir que el país –no él en lo
individual– está en una situación de emergencia que exige la inmediata
toma de decisiones, ya no con visión estratégica ni lógica política
sofisticada, que ya se demostró que no tiene, sino por sentido común,
por el más básico instinto de sobrevivencia.
La presencia de Trump en México a invitación de Peña es el episodio
reciente más ignominioso y bajuno contra los mexicanos, pero la
ofuscación nacional contra el gobierno se manifiesta con el desafío de
los organismos empresariales, el magisterio opuesto a la reforma
educativa, las iglesias movilizadas –la católica como punta de lanza–
contra el matrimonio igualitario, la violencia desbordada, la carestía
por los gasolinazos, la economía que se desploma…
La coyuntura exige de Peña decisiones drásticas no para que conduzca
el proceso sucesorio de su partido –que para los priistas puede ser lo
prioritario, pero para los mexicanos es lo de menos–, sino para asegurar
la vialidad como país en lo que queda de su administración y aun para
que el proceso electoral de 2018 no se desarrolle en condiciones tan
convulsas como en 1994 o peores.
Pero si Peña no quiere, porque es decisión de él por más que Luis
Videgaray sea su principal consejero, entonces desde la sociedad,
incluyendo los partidos políticos, debe exigirse que haya un cambio en
la conducción del país, porque de otro modo literalmente vamos al
despeñadero.
A finales de 2014, tras la desaparición de los 43 normalistas de
Ayotzinapa y la revelación de la Casa Blanca, se decía que peor era
imposible; pero vino la fuga del narcotraficante Joaquín El Chapo
Guzmán. Peor ya no se puede, decían, y se reveló el plagio de su tesis y
ahora la rendición ante Trump, que vino cuando quiso y dijo e hizo lo
que le dio la gana.
Peña ha demostrado que peor no es imposible y que nadie se sorprenda
de otra pifia o una retahíla de ellas en los dos años y tres meses que
aún quedan a su gobierno.
Voces crecientes exigen la renuncia de Peña y muchos marcharán al
Zócalo con esta demanda, el 15 de septiembre, donde encabezará la
ceremonia del Grito de Independencia, que no fue capaz de dar ante Trump
en el propio territorio nacional.
Al emplazamiento de que deje el cargo, fundamentado en el artículo 86
de la Constitución –que establece que “el cargo de presidente de la
República sólo es renunciable por causa grave, que calificará el
Congreso de la Unión, ante el que se presentará la renuncia”–, es
posible que se sumen demandas en su contra por traición a la patria,
previsto en el 108 constitucional.
Peña está en un polvorín y, en lo inmediato, debe tomar medidas para serenar al país. El continuismo es sinónimo de suicidio…
Apuntes
El republicano Trump es detestable, pero se olvida que el actual
presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tienen el récord de
deportaciones de mexicanos en su administración, en la que participó
Hillary Clinton, que fascina a un sector de políticos y opinadores de
México. En siete años, 2.5 millones de mexicanos, casi 400 mil al año,
han sido devueltos a México… Extraño que, por lo menos en Colima,
Aguascalientes y Mexicali haya sido izada la Bandera Nacional “de
cabeza” tras la visita de Trump. En el Ejército, a diferencia de la
tecnocracia y en la política entreguista, está arraigado el espíritu
patrio… Por respeto a nosotros mismos, debemos erradicar el vocablo
“naco” por su clara connotación discriminatoria. Nicolás Alvarado, que
lee, lo sabe: “Naco” está asociado a “indio”. Enseña José Emilio
Pacheco, en Las batallas en el desierto: “Si los indios no fueran al mismo tiempo los pobres nadie usaría esa palabra a modo de insulto”…
Gracias por sus comentarios en Twitter, en @alvaro_delgado y en Facebook/AlvaroDelgado
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