Carlos Bonfil
Realizado en blanco y negro, con un tono de crónica periodística totalmente neutro y desprovisto de juicios morales, Yo, Olga: historia de una asesina (Já, Olga Hepnarová),
primer largometraje de los directores checos Petr Kasda y Tomás
Weinreb, retoma el caso verídico de Olga Hepnarová, una joven de 22 años
responsable de la embestida voluntaria con un camión que en 1973 dejó
en Praga el saldo de 25 personas lesionadas, ocho de las cuales
fallecieron.
Los cineastas toman como punto de partida del relato los
pronunciamientos que la homicida consigna en su diario personal, entre
los que destaca su abierta declaración de odio a la sociedad:
Soy una mujer solitaria, una mujer destruida por la gente. Tengo como opción suicidarme o matar a otras personas. Elijo arremeter contra quienes me odian. Sería muy fácil dejar este mundo como una víctima suicida anónima. La sociedad es demasiado indiferente, lo cual acepto. Mi veredicto es: Yo, Olga Hepnarová, víctima de la bestialidad de ustedes, los condeno a la muerte.
La cinta refiere los abusos que padece Olga en su corta vida, desde el bullying de
las reclusas en el hospital siquiátrico donde ha sido recluida por
consumo de drogas, hasta el evento traumático, discretamente sugerido
por los cineastas, de la violación a que la somete su padre. A ello se
añade su lesbianismo en una sociedad comunista que no tolera disidencias
políticas ni heterodoxias sexuales.
Basta además observar el círculo familiar de la joven Olga, con
mujeres de rigidez imperturbable y metódicas maneras de silenciar toda
expresión libre, para apreciar el abismo afectivo que existe entre la
protagonista y sus progenitores, representantes conspicuos, a sus ojos,
de una sociedad conformista que la joven decide condenar en bloque, sin
miramientos ni matices.
En las estupendas secuencias del juicio penal, los directores
destacan la total falta de escrúpulos y arrepentimiento de la homicida,
también su soberbia al reclamar para sí la pena de muerte; pero lo más
interesante es la lógica con la que Olga se vuelve cómplice de esa misma
sociedad cuya deshumanización denuncia.
Los realizadores obtienen de la actriz polaca Michalina Olszanska una
caracterización certera, sin los tintes melodramáticos que arrojarían
el retrato de una villana despreciable, y sin una idealización romántica
que volviera atractiva su imagen de oscura antiheroína en rebeldía
contra la sociedad.
Lo que se consigna, de modo muy sobrio, es el dramático
descarrilamiento de una conducta, cuyas motivaciones la sicología sólo
explica a medias. Un acto puro de exasperación social, tan absurdo como
injustificable, que cuatro décadas después, cuando acciones similares se
incorporan a las agendas terroristas, cobra una actualidad perturbadora
.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12:30 y 17:30 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil
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