La Jornada
Carlos Bonfil
Juan Carlos Colombo e Irela de Villers en la cinta de Luis Ayhllón
Un adelanto del infierno. Nocturno, segundo largometraje del mexicano Luis Ayhllón (Dodo,
2014), es una extraña mezcla de géneros cinematográficos, por momentos
divertida, a ratos intensamente estremecedora. Lo que en un primer
tiempo semeja una comedia negra muy efectiva y mordaz, con las frases
punzantes que Oliverio (Juan Carlos Colombo), anciano misántropo y
moribundo, asesta sin piedad a su imperturbable enfermera Ana (Irela de
Villers), de modo paulatino se convierte en un ajuste de cuentas
particularmente violento. En el exterior de la casona donde transcurre
la acción, las escenas de crueldad se multiplican: la nota roja consigna
el misterioso asesinato en serie de varias niñas aquejadas de un cáncer
terminal. La gélida y metódica enfermera refiere estos sucesos al
enfermo, que de algún modo deberá entender esa tragedia ajena como
anticipo de la propia. El relato de revancha criminal se insinúa
insidiosamente, librando poco a poco al espectador algunas claves
interpretativas: una sórdida historia familiar narrada a través de un
libro gráfico escrito por la propia Ana, una sucesión de animaciones
fantasiosas insertadas en el filme como sustento del macabro cuento de
hadas, y un clima de pesadilla que adquiere tonos de comedia negra con
la visita intempestiva de Luis (Ari Brickman), hijo de Oliveiro, que
acompañado de su mujer y un amigo, forman un trío casi infernal de
voraces depredadores. La secuencia y diálogos de esta visita son el
mejor hallazgo humorístico de la cinta: una estrafalaria familia gang, una banda de vividores rodeando, como buitres, la mesa del moribundo patriarca impotente.
Nocturno es un relato feérico con elementos de brutalidad
masculina y escabrosas situaciones de acoso sexual e incesto, con un
ángel exterminador que llega al cuarto del moribundo para administrarle
una lenta eutanasia que lejos de aliviar su sufrimiento
habrá
de exacerbarlo. La danza macabra no abandonará jamás a un Oliverio
renuente a toda forma de expiación moral o de arrepentimiento. El
director Luis Ayhllón consigue crear, con el apoyo de la sugerente pista
sonora de Carlo Ayhllón, un intenso clima claustrofóbico que transforma
los encuentros familiares en auténticos juegos de masacre, donde
Oliverio aparece como bestia acorralada, responsable de los hechos más
infames, destilando siempre su veneno y su cínico empecinamiento en
disfrutar del daño a sus seres cercanos. Es el retrato más redondo de un
impenitente amoral y zafio. Toda esta alegoría del mal sería más
inquietante aun sin la truculencia un tanto gratuita que el realizador
imprime a un desenlace precipitado con elementos de melodrama grotesco.
Las intensas actuaciones de Colombo e Irela de Villers, en los
estelares, la maquiavélica malicia de Brickman en el sorpresivo respiro
humorístico de la cinta y la notable recreación de una atmósfera de
encierro en la antesala doméstica de un infierno, consiguen, sin
embargo, llevar a buen puerto esta arriesgada aventura fílmica.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 17:30 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
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