A
todas luces el Estado ha tomado la violencia como estrategia, la ley
anti-marchas, los tribunales arbitrarios y las acciones de los cuerpos
del orden van en consonancia con el teatral discurso de Peña Nieto:
todo es un plan represivo. Pero todo carece de cualquier consulta
popular, su manufactura corresponde a las élites del poder político y
económico, a quienes Peña hace nuevas concesiones para que lo mantengan
en el poder a cualquier costo.
En este nuevo pacto se estipula
una vuelta a la carga con más reformas de contenido fascista en torno a
la seguridad del Estado, mas no de la sociedad, desentendidos de que en
México reforma es apelativo de despojo. En este punto, despojo de
derechos sociales, políticos y humanos, pese al revestimiento
discursivo que sirve de farsa contextual y artero engaño.
Partiendo del decálogo de Peña Nieto la clase dominante entra en una
fase de violencia sistemática para descarrilar el proceso de lucha
democrática y revolucionaria. Es un plan desmovilizador y paralizante
de la vida social en sus inmediatas aplicaciones por silenciar al
pueblo, concebido en los olimpos y televisado para las mayorías. Las
perspectivas del Estado son simples rectificaciones que vuelven al
mismo procedimiento de coerción sin fijar posiciones claras sobre sus
grandes males. La imposición de la fuerza policiaco-militar es lo que
pretende dicho cierre de filas capitalista, lo que es una de las
características históricas del Estado ante sus recurrentes fracasos
plenamente ajustado al interés de los monopolios y capital financiero.
El moderno Estado mexicano es una organización jerarquizada de las
relaciones generales de dominación en el territorio, basada en
instituciones, constitución, normas, aparatos, dinámicas, burocracias y
modos de ejercer preponderancia la clase capitalista y sus segmentos
afines, forjando un orden y encuadre de una sociedad sometida a
determinadas condiciones. Dichas relaciones así instaladas en el cuerpo
del aparato estatal proyectan la autoridad regulatoria y el control
social indispensables a sus relaciones de poder económicas y políticas,
sobre el eje de administrar la lucha de clases a favor de aquella
constituida en dominante. En apariencia el conjunto de la sociedad crea
el Estado actual, en los hechos es bajo las relaciones económicas del
capital y la hegemonía burguesa en todos los rubros sociales, que se
forman los patrones de la estructura y estatus social, tal situación es
catalogada como el fetichismo del Estado como separación del poder
político respecto del económico.
El moderno Estado mexicano
inscrito en la geometría del poder capitalista, más allá de la
simplificación que alude la separación de la política de lo económico;
asienta la ejecución de la dominación política por los criterios,
principios y racionalidades de las relaciones económicas. Guiándose a
sí mismo por los juicios de la clase burguesa y las condiciones
históricas de cada etapa del capitalismo, se fundamenta en elementos
tales como:
1.- El mantenimiento sociopolítico y cultural
de la relación de explotación entre el trabajo asalariado y el capital
para afirmar la ley del valor y el proceso de acumulación de riqueza.
2.- La salvaguarda del mercado capitalista llevado al grado de
subordinación de las relaciones internacionales que en su aspecto
imperialista neocolonial nos oprimen y quebrantan.
3.- La
organización poblacional y del espacio territorial en base a los
fundamentos del capitalismo socavando toda serie de formas alternativas
y en contradicción con este, destruyendo a nuestros pueblos.
4.- El fomento de las relaciones de dominación burguesas en el tejido
social con sus lógicas y racionalidades para “generalizar” sus
perspectivas.
5.- La proyección al infinito del sistema de
desarrollo del capitalismo, en tanto su papel planificador, como patrón
de la conducta de las clases sociales por encima de sus
contradicciones.
6.- La permanencia de un estatus social
apoyado en fuerzas económicas y coercitivas para dar una supuesta
estabilidad a las clases poderosas, consumando pactos sociales de
subordinación de las clases populares en la correlación favorable a la
explotación y opresión.
Pero las consecuencias de todo
ello deterioraron al Estado llevándole a su crisis estructural y
sistémica. Su propio concepto de Estado de derecho se enfrenta a un
hecho: no existe en tanto tal, siendo un narco-Estado carece de esa
fórmula, siendo en esencia un Estado corporativizado a disposición de
las más grandes influencias financieras la norma es la ruptura de sus
normas para acatar las disposiciones de la plutocracia, pero
principalmente en cuanto categoría socio-burguesa está delimitado a lo
que pudiese cumplir dentro de normas jurídicas de las que viene
desentendiéndose en su proceder.
No existe democracia
“general”, no existe referéndum popular, no hay congruencia en sus
políticas administrativas excepto las del latrocinio, no existe
elección democrática, no existe imparcialidad de los poderes,
prevalecen las irregularidades en sus funciones, sus garantes están
subordinados a la oligarquía predominante, todo es corrupción de sus
instancias públicas, impera el contubernio con los grupos de poder
económico; todos ejes en torno a los que en teoría se constituye el
Estado de derecho. No hay Estado de derecho sino un Estado
deslegitimado por todos sus costados, es un Estado rechazado por las
mayorías. Los políticos y clase dirigente lo llevaron a la
descomposición e identificación con sus características de fondo como
medio del Poder y la dominación sobre nuestros pueblos.
En su
cima el Estado se asienta y presenta como ente social estructurado,
orgánico y unitario, con expresión política, económica, militar y
jurídica bajo la forma de una junta que detenta el ejercicio del poder
político. El Estado se articula en complejas relaciones sociales que
homologan población, territorio, mercado nacional, estructura jurídica
y soberanía en base a la dominación social moderna. En las condiciones
de la crisis política y del Estado, estos fines se quieren establecer
en el marco de instaurar un protectorado yanqui que ya opera de facto,
desinstalando totalmente al viejo Estado nacional con los pactos
sociales precedentes a que renunció la oligarquía financiera.
La burguesía manda decir con Peña Nieto que los aparatos del Estado
combatirán la infiltración del crimen organizado en las autoridades
municipales, pero ¿qué del resto de autoridades?, ¿cómo estas otras
autoridades infiltradas combatirán la infiltración de las primeras?,
¿por qué razón un presidente de la república siendo corrupto
evidenciado y además delincuente electoral perseguiría a otros
delincuentes políticos?, ¿cómo los narco diputados, narco generales,
narco federales, narco gobernadores, narco jueces, corregirán a los
malos locales? Lo que se desprende es que se dedicarán a ajustes de
cuentas, elevación de la tasa de compra-venta de influencias,
exhibición de pequeñas criaturas y ensañamiento con los de abajo,
provocando la violencia “institucional” depravada, algo más parecido a
un narco Estado de elites. Los señores del poder muestran una
comprensión retorcida de los hechos para catapultar las exigencias del
gran capital.
Mientras nuestra juventud es desaparecida o
encarcelada nos ofrecen una reforma constitucional en manos de los
represores de siempre, que ni tardos ni perezosos discuten la ley
antimarcha. Una reforma aprobada por los mercaderes de la política,
decretada en un bunker con otros personeros responsables de la
situación, extirpando el Zócalo de pueblo.
Son nulas las
capacidades de aprendizaje del Estado más allá de sus prácticas. Si
alguien tenía esperanzas de que alguna reforma desde arriba pudiera
mejorar la suerte de los de abajo, es momento de deslindarse del
espejismo. Es el Estado quien reprime, encarcela, asesina, ultraja,
despoja e incrementa el poder de los monopolios; no puede romper sus
esquemas y cuadraturas de opresión porque son su sustento, es el Estado
quien se hunde en la depravación de su propio juego burgués. Peña Nieto
quiere resucitar el poderío priista sobre las masas populares, más no
es posible, en su lugar crearon un tejido de alianzas compradas que ni
afianzan una legitimación popular ni mucho menos están en condiciones
de ocultar su modalidad oligárquica. El Estado sólo aprende en una
línea: la de sus propósitos como ente socio-político de la dominación
capitalista.
El régimen fantasea, quiere tomar la ofensiva,
se envalentona y en medio de sus persecuciones de pronto se siente
iluminado por las policías únicas, viejo invento de los nazis, ya
probadas en México, derivadas en corrupción y focos de criminalidad,
que responde a un patrón de terrorismo de Estado al igual que la clave
única de identidad apunta principalmente al control social. Así está el
doble discurso, paz en los medios y guerra en las calles, invitaciones
al festín de los monopolios y listas negras contra luchadores y
luchadoras. Operativos distractores que llevan más violencia a los
estados de Guerrero y Michoacán para amedrentar a los movimientos
populares, pantallas y más pantallas.
Pero el pueblo no se
amedrenta, el régimen pierde su tiempo, es el Estado quien con sus
acciones arteras está encarrilando la lucha estudiantil a lucha de las
clases populares, es el Estado quien empuja con sus dictámenes
oligárquicos la lucha pacífica y el proceso a mecanismos firmes que
detendrán sus ofensivas e implantarán una nueva etapa de la lucha
revolucionaria. Sus provocaciones llevarán al movimiento a tomar
conciencia de una mayor organicidad, ejecutar planes contra-represivos,
afrontar la violencia del sistema con movilización, establecer las
pautas de dirección asamblearia, crear órganos rumbo al poder popular y
replantearse una nueva legitimidad social liberadora frente a la
dominación capitalista. De igual forma con su redoblada agresión
económica el Estado y los monopolios agitan una nueva ola de huelgas
obreras que por su parte potenciarán y darán consistencia de clase al
movimiento anticapitalista.
Que la injusticia, las
desapariciones, las torturas se acabarán, sea dicho por el Estado de la
injusticia y la represión; es una suerte de broma macabra, ¿cuántas
veces será necesario pronunciar el nombre de Ayotzinapa para que se
enteren de su sinrazón? El Estado capitalista practica una justicia
burguesa que es injusta para las mayorías, que junto a la desigualdad
social, proviene de las bases del sistema de propiedad privada al cual
representa.
Lo sorprendente es que el personaje al que asoman
los casos de corrupción y enriquecimiento a través del Estado resulte
ser aparente combatiente de este cáncer. Toda esa glorificación de un
Estado en bancarrota no interesa más, ni las promesas de redención
apoyándose en las estructuras responsables de la situación. Tal
escenario despeja el camino del pueblo trabajador contra el Estado
capitalista, Peña Nieto debe salir ya, los componentes del Estado deben
desmantelarse para que el pueblo construya su poder popular y
proletario. Lo principal está en construir las alianzas de clases
populares en la movilización, un pueblo organizado y consciente de su
papel en los cambios revolucionarios, superar la mentalidad de grupos
anteriormente predominante, apostarlo todo a las bases y al trabajo
organizativo serio al margen de relaciones de poder y racionalidades
ventajistas, de ahí hilvanar sus formas de organización que profundicen
la lucha de clases y rescaten al país de la infamia burguesa.
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