La PGR dio a conocer que la Universidad de Innsbruk, en Austria, logró identificar un fragmento óseo recuperado en Cocula, como perteneciente al joven Jhosivani Guerrero de la Cruz, uno de los 43 normalistas desaparecidos.
Joshivani Guerrero de la Cruz es el segundo normalista identificado por
expertos en la Universidad de Innsbruk, a partir de los restos óseos
hallados en Cocula, informó este miércoles 17 de septiembre la
Procuraduría General de la República (PGR).
Él tenía 20 años cuando junto con 42 compañeros más fue raptado por la policía de Iguala, Guerrero, la noche del 26 de septiembre pasado. Ese ataque –en el que también participaron policías de Cocula, una localidad cercana– ocurrió sólo un mes después de que comenzara a estudiar en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, a la que se había inscrito alentado por sus hermanos mayores, todos campesinos, como sus padres.
Jhosivani nació en Omeapa, una comunidad que es buen ejemplo de las profundas desigualdades que padecen en el presente los pueblos rurales de Guerrero, en contraste con las zonas urbanizadas.
“Nosotros somos de Omeapa
–narró en octubre de 2014 la hermana de Jhosivani– que es una comunidad
que está a 15 minutos de la cabecera municipal, Tixtla, y aún así se vive con mucha carencia, con mucha falta de servicios“.
En esa comunidad, Jhosivani sólo pudo estudiar hasta el nivel primaria,
ya que no cuenta con infraestructura educativa para atender a los
adolescentes y jóvenes de la localidad, a quienes sólo quedan dos
opciones: abandonar los estudios y dedicarse únicamente al campo, o
salir de la comunidad para estudiar en otras localidades la secundaria,
la preparatoria y la universidad… si es que sus padres campesinos
pueden costear algo así.
No era el caso de Jhosivani, cuya familia, campesina toda, no podía costearle su estancia fuera de Omeapa.
Sin embargo, Jhosivani “buscaba una oportunidad de sobresalir, aspiraba a tener una profesión”, y por eso,
al terminar la primaria decidió continuar la secundaria aún cuando
tuviera que caminar cuatro kilómetros todos los días hasta la carretera, para poder abordar un transporte que lo llevara a Tixtla, para estudiar. Luego, esos cuatro kilómetros debía andarlos de vuelta a Omeapa, por la tarde, para apoyar en la milpa a su familia.
Así fue como concluyó Jhosivani la secundaria, y así lo hizo también para cursar satisfactoriamente la preparatoria, y fue entonces que este joven campesino se topó de frente con la misma realidad de miles como él: para los jóvenes de las comunidades más pobres de Guerrero la posibilidad de estudiar la universidad es sólo hipotética,
ya que, aún cuando existen instituciones públicas, costear la
asistencia a los centros educativos, los materiales, la vida
universitaria, es prácticamente imposible.
La Escuela
Normal Rural de Ayotzinapa es una opción para jóvenes como Jhosivani,
ya que brinda alojamiento y alimentación a estudiantes pobres, quienes adquieren la formación necesaria para ser profesores en comunidades rurales e indígenas.
Al ingresar a la Normal, recordó la hermana de Jhosivani, él no sólo buscaba superarse personalmente, sino que buscaba “ayudar a la comunidad,
porque a Omeapa mandan maestros que son de lejos, profesores que no le
ponen suficiente interés a la niñez para que pueda tener un
conocimiento más amplio”.
Por eso, Jhosivani no sólo quería tener una licenciatura. Él quería ser maestro.Y quería ser maestro de su pueblo.
El ADN
Aunque la identificación de un fragmento de hueso como perteneciente a Jhosivani Guerrero se basa en resultados que no son cien por ciento concluyentes –ya que el ADN obtenido de la muestra analizada sólo proporcionó “evidencia moderada” para sustentar esta conclusión–, la Universidad
de Innsbruk determinó que la identificación es positiva debido a que
existen 72 posibilidades de que el fragmento de hueso analizado sí
pertenezca a Joshivani, contra una posibilidad de que no lo sea.
Según
el reporte leído el 16 de septiembre por la titular de la PGR, Arely
Gómez, los datos de ADN obtenidos de la muestra ósea “proporcionan
evidencia moderada de perfil de la víctima de 16-29102014 (clave del
resto óseo analizado) coincidente con la madre de la persona
desaparecida (de nombre) Jhosivani Guerrero de la Cruz“.
Este jueves 17 de septiembre, en entrevista radiofónica en Grupo Fórmula, el vocero de los padres de los normalistas, Felipe de la Cruz, dijo que no creen en la versión dada a conocer por la PGR.
“No, no le creemos porque a nosotros nos explicaron concienzudamente los forenses argentinos la realidad de los códigos y de lo
que dice el informe en Innsbruck, que hay indicios nada más de que
pudiera ser Jhosivani, no hay la seguridad al 100 por ciento de que sea
Jhosivani porque el método utilizado no fue el nuclear, sino fue el mitocondrial”, indicó.
Joshivani es el segundo normalista desaparecido el 26 de septiembre de 2014 que ha sido identificado por la Universidad de Innsbruk, luego de que en diciembre del año pasado sus especialistas lograran vincular genéticamente un fragmento de hueso también recuperado en Cocula con el joven Alexander Mora Venancio.
De hecho, ayer mismo, la PGR
notificó también que Innsbruk realizó un segundo análisis a la muestra
vinculada con Alexander Mora, que ratificó dicha identificación, con un grado de confianza de mil 200 posibilidades contra una.
Tal como informó la procuradora General de la República, el hueso que se atribuye a Josivani (así como aquel que se atribuye a Alexander Mora) fueron recuperados de “una bolsa con fragmentos óseos (hallada) el 29 de octubre de 2014”.
Sin
embargo, desde diciembre de 2014, el Equipo Argentino de Antropología
Forense –que coadyuva en esta investigación– denunció que la procedencia de dicha bolsa no ha sido plenamente aclarada por las autoridades mexicanas, ya que no les dieron oportunidad de atestiguar el levantamiento de dicha evidencia, cuando supuestamente fue hallada en el Río San Juan, en el municipio guerrerense de Cocula.
Por esta denuncia, de hecho, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) solicitó –en julio de 2015–, que se citara a rendir declaración ministerial a los buzos de la Marina que, según la versión oficial, recuperaron esta bolsa del Río San Juan.
“Esta
diligencia –señaló entonces la CNDH– resulta relevante para corroborar
o descartar información sobre el segmento de la ruta de desaparición
(de los 43 normalistas) que tiene que ver con la incineración y la
disipación de los restos de acuerdo a lo sostenido en la versión
oficial (y) también podría contribuir a atender las inquietudes
generadas en el Equipo Argentino de Antropología Forense, sobre la
recuperación de las evidencias”.
La hipótesis de que los restos óseos fueron sembrados en Cocula, además, cobró aliento el pasado 6 de septiembre, cuando el grupo de expertos enviados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) desecharon la posibilidad de que los 43 estudiantes hubiesen sido incinerados en el basurero adyacente al río San Juan, tal como sostiene la “verdad histórica” de los hechos planteada por la Procuraduría General de la República.
Nueva revisión
Según la “verdad histórica” presentada por la PGR, en el basurero de Cocula y en el río San Juan fueron recuperados 63 mil restos óseos carbonizados,
de los cuales pudieron recuperarse 17 que, posiblemente, pudieran
servir para extraer muestras de ADN, que permitieran identificar a
algunos de los normalistas desaparecidos por fuerzas de seguridad
pública en septiembre de 2014.
Los restos atribuidos a Jhosivani y Alexander son parte de ese grupo de 17 muestras.
Sin embargo, la titular de la PGR informó ayer que ha ordenado la conformación de un nuevo grupo de expertos en medicina forense, antropología y genetistas,
al que podrán integrarse el Equipo Argentino de Antropología Forense y
el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la CIDH,
con el objetivo de que “uno a uno” sean revisados nuevamente los 63 mil
restos óseos, “con el objetivo de que científicamente se puedan hallar
nuevos fragmentos viables para la identificación por cualquier método”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario