En realidad no era la intención de Hidalgo arengar con el Grito de Independencia.
¿Qué ocurrió la mañana del 16 de septiembre de 1810? ¿Cómo fue aquella arenga? ¿Qué dijo Hidalgo que consiguió que la multitud se sublevara ese día?
Hay diferentes versiones de lo que ocurrió. Son muchos testimonios
de quienes estuvieron ahí, de quienes escucharon lo que ocurrió y de
quienes han puesto sal y pimienta a un momento excepcional de nuestro
nacionalismo mexicano.
Poco después del 16 de septiembre de 1810 surgieron por todo el país
proclamas, manuscritos y hojas volantes insurgentes en donde cada cual
daba su versión de lo ocurrido, aplaudían o repudiaban…
Para el 24 de septiembre de 1810, el obispo Manuel Abad Quipo dice
de quien había sido su amigo (Hidalgo) hasta ese 16 de septiembre:
“E insultando la religión y a nuestro soberano don Fernando VII,
pintó en su estandarte la imagen de nuestra augusta patrona nuestra
Señora de Guadalupe y le puso la inscripción siguiente: Viva la
Religión. Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII.
Y muera el mal gobierno”.
Esto serviría de prueba en contra de Hidalgo durante su proceso. En
ese juicio el cura de Dolores aceptó lo relativo a la Virgen de
Guadalupe pero no en cuanto a Fernando VII.
De las muchas versiones de lo que ocurrió aquella mañana y de lo que
muchos atribuyen como primer impulso de Hidalgo en su levantamiento hay
dos que deben de tomarse muy en serio por provenir de quienes
participaron en el acto o bien formaron parte de él desde el primer
momento.
Uno de ellos es el relato de Juan Aldama de mayo de 1811 respecto de lo que él vio aquella mañana:
“(…) Se dirigieron para la cárcel, fueron, y el mismo cura hizo
al alcaide de la cárcel que echase los presos a la calle; y todos se
armaron con leños y piedras y dieron principio a la prisión de los
europeos con sus casas, como a la seis de la mañana. Y concluida esta
operación a cosa de las ocho, que los encerraron en la cárcel, entre
ellos al padre sacristán, don N. Bustamante, ya se habrían juntado más
de seiscientos hombres de a pie y a caballo por ser día domingo y haber
ocurrido a misa de los ranchos inmediatos, y el cura que los exhortaba
a que se uniesen con él y le ayudasen a defender el reino, porque
querían entregarlo a los franceses; que ya se había acabado la
opresión; que ya no había más tributos; que los que se alistasen con
caballos y armas les pagaría a peso diario, y los de a pie, a cuatro
reales”.
Esta es la versión más fidedigna [V. Carlos Herrejón
Peredo… et. al.] y contiene cuatro puntos. Primero la exhortación a
unirse con su cura para defender el reino; segundo, la explicación:
Porque los gachupines lo quieren entregar a los franceses; tercero, una
declaración: Se acabó la opresión y se acabaron los tributos; cuarto,
una promesa muy pragmática: se pagará muy bien a quienes se unan a la
causa. Aldama no consigna ningún “¡Viva!”.
Otra versión muy creíble, también, es la de Mariano Abasolo quien no
estuvo en el momento de la arenga porque permaneció en su casa, pero
horas después escuchó a Hidalgo hablar a parroquianos en estos términos:
“(…) El propio cura Hidalgo y Allende mandaron juntar todos los
vecinos principales del propio pueblo, y reunidos, les dijo el cura
esta palabras:
En 1813, Fray Servando Teresa de Mier, ilustre simpatizante del
movimiento independentista propone una versión que le envía un criollo:
Hoy [decía Hidalgo], debía ser mi primer sermón de
desagravios (especie de Cuaresma que se acostumbra en Nueva España
comenzar el día 14 de septiembre); pero será el último que os haga en
mi vida. No hay remedio: está visto que los europeos nos entregan a los
franceses; veis premiados a los que prendieron al Virrey y relevaron al
Arzobispo, porque nos defendían. El Corregidor, porque es criollo, está
preso. ¡Adiós, Religión! Seréis jacobinos, seréis impíos. ¡Adiós
Fernando 7! Seréis de Napoleón.
Ambos textos coinciden en el tema del entreguismo y con los mismos
vivas, aunque la novedad es que estos fueron más de muchedumbre que de
Hidalgo. Sin embargo estos documentos recuperan acontecimientos
posteriores al 16 de septiembre pues ya refieren la destitución del
virrey Iturrigaray y el relevo del arzobispo-virrey Lizana, de lo que
no había noticias aquella mañana.
En adelante hubo versiones diversas, algunas importantes por
provenir de personalidades intelectuales de la época, como fue el caso
del doctor José María Luis Mora quien en 1836 escribió que:
“Se convocó a son de campana a los indios y demás clases del
pueblo a quienes se anunció que la religión corría riesgo por parte del
gobierno y los españoles que conspiraba contra ella, y que era
necesario salvarla a toda costa” Y por supuesto la de Lucas Alamán que se atiene a la versión de Abasolo.
Existen las memorias de dos soldados de la primera insurgencia. Uno
de ellos es Pedro José Sotelo quien estuvo cerca de los hechos
ocurridos esa mañana, pero las escribió muchos años después con lo que
esto significa de ajuste a su propio criterio.
Sotelo era muy joven y trabajaba muy como alfarero con Hidalgo. Fue
de los primeros que se incorporaron a la lucha. Su versión la dictó
cuando tenía 84 años. Dice:
“…Arengó el señor cura por la ventana de su asistencia a los que se
habían reunido, animándolos para comenzar vigorosamente la empresa de
nuestra independencia y levantando la voz con mucho valor, dijo: “¡Viva
nuestra Señora de Guadalupe! ¡Viva la Independencia!”.
En realidad no era la intención de Hidalgo arengar con el Grito de
Independencia, pues el acuerdo de los sublevados no era ese, sino crear
la junta de gobierno. Sin embargo, queda claro que hizo Hidalgo una
primera alocución a quienes vio desde su ventana y luego pasó al atrio
en donde arengó a quienes acudieron al llamado de las campanas para la
misa dominical.
Todas las versiones tienen como eje central el disgusto criollo con
lo que ocurría en España, su relación con Europa: La salida de Fernando
VII y el dilema de seguir siendo súbitos de una corona española que
estaba desterrada de su territorio y con una España invadida por
Francia. El dilema era seguir siendo colonia española una vez
restablecida la monarquía o la independencia.
Ese era el dilema la madrugada del 16 de septiembre de 1810, aunque
se celebra la noche del 15 de septiembre como capricho de Porfirio
Díaz, que cumplía años ese día.
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