(24 de agosto, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- Tenía 19 años cumplidos, cuando un comando armado lo reclutó para “unirse” y resguardar “unos terrenos donde estaban trabajando, pero no sabíamos en qué, mi hijo no quería, pero tampoco se podía negar, aquí eso no se puede hacer, porque no solo matan al que se niega sino también a toda su familia.
A él le
dijeron que solamente serían unos meses, pensamos que después de eso lo
dejarían libre, así que comenzó cuidando el lugar, si alguien
desconocido o sospechoso para esa gente aparecía él les avisaba, pero al
mes le pidieron que usara un arma, que le disparara a quien se asomara y
buscara problemas, lo bueno es que eso no pasó, al tercer mes ya no
regresaba a la casa, tenía que dormir ahí, no le puedo decir qué tipo de
negocio había ahí, no era de drogas eso si no, pero les dejaba mucho
dinero y a mi hijo como lo tenían amenazado, le daban lo que ellos
querían”, narra a Revolución TRESPUNTOCERO, bajo condición de anonimato una madre originaria de la montaña de Guerrero.
Habían
pasado seis meses cuando el joven le confesó a su madre que lo habían
obligado a disparar, “fue en un pleito entre esa gente, que eran
sicarios y otra gente que no había querido vender sus tierras, según
ellos habían ido a denunciar, pero habían sido los mismos policías los
que les dieron el pitazo a los delincuentes, ellos les comunicaron que
la familia se había quejado, finalmente salieron huyendo.
Pero mi
hijo comenzó a tener más miedo, no lo soportó, se fue, pensamos que
había huido, pero se mató, eso nos dijeron, se ahorcó o lo ahorcaron, no
lo sabemos, pero todos en la comunidad callados de todo, ir a la
policía es condenarse a muerte, uno aquí no se puede hacer el héroe,
pero poco a poco vas preguntando y en una comunidad cercana también
otros se ahorcaron, o se cayeron supuestamente a un barranco, otros de
plano amanecen dentro de sus casas con un balazo en su cabeza, jóvenes,
viejos, niños, nos están matando a todos”, afirma con la voz
entrecortada.
Desapariciones
forzadas, ejecuciones extrajudiciales, secuestros, extorsiones, tortura
y hostigamiento de población de escasos recursos, narcotráfico, despojo
y desplazamiento forzado, “estamos presenciando el aniquilamiento
abierto por parte del Estado de uno de los principales pueblos de lucha:
Guerrero”, declara a Revolución TRESPUNTOCERO María Eugenia Martínez, activista y antropóloga social.
En
Guerrero, de acuerdo con las cifras del Secretariado Ejecutivo del
Sistema Nacional de Seguridad Pública (SENSP), se puede observar, que de
2005 a 2015 (bajo el argumento del combate al narcotráfico) hubo un
saldo de 16 mil 359 víctimas. En el 2005 el INEGI registró 589
homicidios en el estado, “sin embargo, para el 2012, año en que la
violencia nos desquició, el INEGI reportó 2,348 homicidios, es decir,
que el número de los homicidios aumentaron en un 398%”, da a conocer el
más reciente informe “Pueblo Indignado Junio 2015-Junio 2016”, realizado
por el Centro de Derechos Humanos de la montaña Tlachinollan.
La
información más reciente del SENSP nos muestra el aumento acelerado de
la violencia en Guerrero; durante el primer semestre de 2016 se
registraron mil 52 homicidios dolosos “colocándonos en el doloroso
primer lugar nacional, después del Estado de México cuya cifra fue de
mil 31. En el 2015 fueron 943 casos en el mismo período, haciendo una
diferencia de 109 asesinatos menos, que en términos comparativos
representa un incremento del 11.5% para el primer semestre del 2016”,
señala el informe.
Es así
como esta escalada de violencia arroja una cifra de 6.5 asesinatos
diarios. Los datos duros de la estadística, dan a conocer que en el mes
de junio pasado se registraron 195 asesinatos en el estado, siendo la
gran mayoría por armas fuego y armas blancas. Acapulco, Chilpancingo e
Iguala las ciudades más violentas e inseguras del estado y del país.
“Otro
problema son los secuestros, y éstos les suceden a familias con recursos
económicos y a familias empobrecidas, en el segundo caso se perpetran
para imponer el terror, para provocar un desplazamiento forzado, porque
están ‘obstruyendo’ un territorio donde hay minerales para explotar, es
zona de trasiego de drogas o necesitan las tierras, de cualquier manera
están acechando para apropiarse de los espacios con total impunidad y
protección del Estado”, menciona la especialista.
De acuerdo
con la estadística registrada por el Secretariado Ejecutivo Nacional de
Seguridad Pública, Guerrero ocupa el cuarto lugar de los estados con
mayor incidencia en casos de secuestro. Este delito de alto impacto es
uno de los problemas que más preocupa a las familias guerrerenses,
porque no se ha podido arrancar de raíz debido a la colusión que
persiste entre las fuerzas de seguridad con las bandas del crimen
organizado.
En tanto,
la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción Sobre Seguridad
Pública (ENVIPE) realizada por el INEGI muestra que Guerrero ocupó del
2010 al 2014, las cifras negras más altas del país en cuanto a delitos
que no son denunciados formalmente. Por ejemplo en el 2014 la cifra
negra fue de 95.8%, es decir, que la gran mayoría de personas agraviadas
no se atrevieron a denunciar por temor a represalias o por la
desconfianza que prevalece en el órgano investigador.
“Cómo no
tenerle miedo a las autoridades, si son quienes condenan a muerte a
quien denuncia, es una colusión ya consentida, autoridades y
delincuentes (sean cual sean estos) y en muchas ocasiones mineras
provocan un daño mortal a las poblaciones empobrecidas, que ante esto
son indefensas”, señala Martínez.
Uno de los
casos emblemáticos para Tlachinollan es el homicidio del presidente
Ambrosio Soto Duarte de Ciudad Altamirano, calificándolo como
“ilustrativo y grave”.
“Señor
presidente tengo a bien avisarle que han dado la orden de matarlo en
este tiempo de clausuras (de las escuelas)”. Le advirtieron antes de
asesinarlo. Por lo que optó por armarse y pidió resguardo policial de la
federación. Y aún con dichas
medidas de seguridad, su chofer fue asesinado días antes que iniciaran
las clausuras escolares. “No hay duda que querían matarlo, por eso,
alertó a la población de este riesgo inminente e hizo un llamado a los
ganaderos de la Tierra Caliente para armarse y defenderse por propia
mano”, afirma el informe.
“Ya
desesperados estamos pidiendo a la SEDENA que registre las armas. Nos
vamos a defender no hay de otra. Si el gobierno no actúa y no extermina a
esta delincuencia que tanto daño le ha hecho a mi municipio, va a estar
complicado y nos vamos a tener que armar”, sin embargo ninguna
autoridad prestó una ayuda eficaz.
Por lo que
la postura de Tlachinollan, frente al operativo Tierra Caliente que
relanzaron hace siete meses, el Comisionado Nacional de Seguridad Renato
Sales y el gobernador Héctor Astudillo, al enviar 500 policías
federales a la región, “no ha dado los resultados esperados. El modelo
de seguridad que han implantado en estas regiones, no impacta en la
tranquilidad de la población, es más una salida mediática, aparatosa y
efímera”.
Los
asesinatos perpetrados en el estado, tan sólo durante junio pasado
fueron en el puerto de Acapulco 77, es decir el 37.8% de los 206, siendo
129 casos que sucedieron en otros 27 municipios del estado. En
Chilpancingo se registraron 33; en Iguala 22; Chilapa 15 y Zihuatanejo
9. En San Luis Acatlán y Coyuca de Benítez 5; Copanatoyac 4; Buenavista
de Cuellar, Ajuchitlán del Progreso, Atoyac y Copalillo 3.
El puerto
de Acapulco es el municipio que mantiene el índice más alto de
asesinatos desde hace tres años. En este primer semestre del 2016 se
tiene un promedio diario de 2.6 asesinatos.
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