Por Jesús Cantú
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Aunque apenas lleva 40 días como
presidente del PRI, Enrique Ochoa carece de una estrategia sólida y
consistente que le permita aplicar y hacer creíble su cacareado combate a
la corrupción, con el fin de contener el desplome en las preferencias
electorales y el hartazgo ciudadano hacia los partidos políticos.
Al día siguiente de su encendido discurso de toma de posesión, ante
las demandas de la oposición para que solicitara la salida anticipada de
varios gobernadores postulados por el priismo que son acusados de
corrupción, tuvo que salir a moderar su postura y aclarar que su partido
acompañaría las peticiones de destitución únicamente cuando las
instancias legalmente facultadas para ello concluyeran su proceso de
fiscalización y las sanciones correspondientes fueran inapelables.
Una semana después trató de encontrar un punto medio y comentó que
los señalados son los primeros que deben pedir el inicio de las
averiguaciones, y si las pruebas lo acreditan “debemos pedir hasta la
destitución del cargo”. Enfatizó que el PRI debe ser el garante de la
honestidad de sus cuadros.
Pero antes de cumplir un mes en el cargo tuvo que enfrentar su
primera prueba práctica: el periódico inglés The Guardian denunció que
Angélica Rivera, esposa del presidente Enrique Peña Nieto, ocupa un
departamento propiedad del Grupo Pierdant y que el fundador de la
compañía, Ricardo Pierdant, además de facilitarle el uso del inmueble
pagaba los impuestos de los dos departamentos en Miami.
El vocero presidencial de inmediato negó la información del diario
británico y lo acusó de hacer “una especulación a todas luces dolosa”.
Sin embargo, ese mismo día empezaron a confirmarse varias de las
aseveraciones del rotativo.
Primero, el periódico Reforma evidenció que en noviembre de 2014
Aurora Pierdant, hermana de Ricardo, obtuvo un contrato de prestación de
servicios por adjudicación directa con la recién creada Comisión
Nacional de Hidrocarburos, por un millón 160 mil pesos.
Y, una semana después –el 16 de agosto–, el propio Peña Nieto
reconoció en una entrevista con Joaquín López Dóriga que en 2014
Pierdant sí pagó el impuesto predial del departamento de su esposa.
Precisó: “Es un amigo que está allá y que efectivamente le hizo un
favor. Una única ocasión de 11 años que tiene la propiedad, en una única
ocasión porque mi esposa estaba aquí y le dijo: ‘¿Oye, puedes cubrir el
impuesto predial? Yo te lo cubro aquí’, como de hecho ocurrió”.
Así nuevamente aparece el intercambio de bienes y servicios, que es
precisamente lo que conforma un eventual conflicto de interés o,
incluso, el soborno. En este caso, el pago de una obligación fiscal, que
se podía haber solventado digitalmente por internet, por un monto
superior al medio millón de pesos; y, en contrapartida, la entrega de un
contrato por más de un millón de pesos a la hermana de quien realizó el
pago,
Al día siguiente de la declaración presidencial, el dirigente
nacional del PRI, en entrevista con Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula,
afirmó que Peña Nieto es “honesto”. Avaló la postura oficial: “A mí la
explicación que se da, de que no es un departamento propiedad de la
primera dama; segundo, no están interconectados; tercero, no lo usa”.
Omite hacer referencia alguna al pago del impuesto predial y al contrato
otorgado por la CNH a la hermana de Ricardo Pierdant.
Y, dos días después, Reforma dio a conocer que la Comisión Nacional
de Justicia Partidaria del PRI inició procesos contra tres gobernadores y
un exmandatario estatal que podrían concluir con su expulsión de este
partido.
Otra vez aparecen las contradicciones y las incoherencias: mientras
en el caso de la familia presidencial basta el dicho de Peña Nieto para
cerrar los ojos ante la realidad y avalar su honestidad, en el caso del
exgobernador y los ejecutivos estatales en funciones basta una denuncia
para iniciarles un proceso, que incluye recabar las pruebas que puedan
aportar las instancias estatales, citarlos a declarar, y,
posteriormente, que los siete miembros de la comisión resuelvan si
existen o no elementos para sancionarlos.
Pero suponiendo que llegaran a suspenderles o cancelarles sus
derechos como militantes priistas, dicha sanción sería mínima para los
presuntos delitos que cometieron y la magnitud de la indignación
ciudadana existente. La ciudadanía no exige que los cesen como
militantes del PRI; lo que pide es que los encarcelen, como a cualquier
delincuente común.
Si el PRI quiere verdaderamente encabezar una lucha contra la
corrupción, lo que tiene que hacer es recurrir a todos sus militantes
que hoy desempeñan funciones de autoridad en las instancias que pueden
sancionar la corrupción de los servidores públicos. Eso involucra a
todos los diputados federales y locales, que desde sus posiciones
vigilan el funcionamiento de los órganos superiores de fiscalización; a
la Procuraduría General de la República (PGR) y las procuradurías
estatales, que pueden integrar las averiguaciones previas para sancionar
los diversos delitos vinculados a la corrupción; a los funcionarios de
los órganos de control interno de los distintos ejecutivos, para que
armen los expedientes que permitan imponer las sanciones económicas y
administrativas que correspondan, y a los funcionarios del Sistema de
Administración Tributaria (SAT) y la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público (SHCP), que pueden dar seguimiento a las declaraciones fiscales y
las operaciones financieras de los funcionarios públicos, entre otros.
Desde el gobierno federal, particularmente a través de la SHCP y el
SAT, bien podrían auditar las declaraciones de impuestos y vigilar las
operaciones financieras personales de los gobernadores, sus familiares y
amigos más cercanos, para verificar que cumplen con todas las normas;
desde la mayoría en la Cámara de Diputados pueden promover una auditoría
al ejercicio de los recursos federales a través de los gobiernos
estatales, particularmente en aquellas entidades que pronto cambiarán de
gobernador y donde se presume el desvío de recursos, y, dado que la
titular de la PGR es militante priista, él podría acelerar la
integración de los expedientes correspondientes a las denuncias que ha
presentado la Auditoría Superior de la Federación.
Para encabezar la lucha anticorrupción Ochoa Reza no puede sentarse a
esperar que las instancias correspondientes cumplan con sus
responsabilidades; debe detonar los procesos y vigilar que los cumplan a
cabalidad y, en su caso, apliquen las sanciones correspondientes,
incluyendo destituciones, inhabilitaciones y cárcel. Pero este proceso
no admite distinciones de ningún tipo, y eso incluye al mismo
presidente, pues la justicia selectiva es tan dañina como la impunidad
absoluta.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario