7/02/2020

BOA, el “golpe blando” de la derecha contra el presidente López Obrador



Foto: Cuartoscuro

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-Por el hurto de bienes públicos, unos pocos se enriquecieron inesperadamente
-Revocación del mandato para el 2022, los golpistas se preparan para el 2021
-Olvidan que AMLO cosecha apoyos de las redes, la población y los jóvenes
-La traición aspira al apoyo de Washington y los medios de prensa internacionales


Perdono al que roba y al que mata, pero al que traiciona, nunca”: Emiliano Zapata.

Se habían tardado. Pero se juntaron. No son tantos, pero sí tienen mucha lana y aparte van por los apoyos del exterior. Por lo tanto, son un inminente riesgo. Se trata de los golpistas de la derecha, siempre a espaldas a la población, que están dispuestos a todo para regresar al poder.
No lo ocultan. Lo dicen claramente. Primero justifican el tema electoral, luego se lanzan al cuello. Es decir, que a quienes venían alertando sobre la amenaza de “golpe blando” contra el gobierno de la Cuarta Transformación (4T), que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, ahora les queda más claro.
No es raro que la derecha antinacionalista latinoamericana, de México incluida, tenga este tipo de reacción. Porque frente al interés general las comodidades son primero. El impulso de los ricos a la codicia que no tiene fin.
Golpes de Estado para derrocar gobiernos no afines, aquellos que proponen cambios a beneficio de la gente resultan inservibles al interés privado. Por eso los potentados, los beneficiados de siempre del sistema capitalista —cualquier modalidad: manufacturero, industrial, banquero o financiero—, se juntan para conspirar. Siempre lo han hecho como clase social, en Latinoamérica, en el mundo.
En México se trata de la derecha inconforme porque perdió, con todas las de la ley —y, por tanto, la legitimidad—, el poder en las elecciones presidenciales del 2018. Por eso está molesta, al igual que la clase política pripanista acostumbrada a los privilegios.
Porque el nuevo gobierno rompió los hilos que alimentaban el negro proceder de políticos y gobernantes corruptos del pasado reciente, como las maneras “privativas” del desvío de los fondos públicos destinados desde la hacienda pública a las dependencias federales, como a los estados por el Congreso de la Unión.
Otros mecanismos son los fideicomisos, las asignaciones directas —una práctica común al parecer también del actual gobierno— o los desvíos a empresas “fantasma” del interior del país, sin temor a castigo alguno por la colusión del sistema de justicia tolerante siempre a dejar los asuntos impunes.
Corrupción e impunidad, correas de transmisión del viejo régimen que alimentaba y daba continuidad, cohesión entre los poderes político y económico en México. Porque los detentadores del poder se convirtieron cada vez en los operadores de la moda privativa desde lo público.
¡Qué decir de la ola neoliberal! Desde los tiempos de Miguel de la Madrid, pero sobre todo con el llamado “grupo compacto” que encabezó Carlos Salinas de Gortari y operaba antes de ocupar la presidencia, políticas neoliberales que fueron aplicadas a rajatabla desde entonces.
Las privatizaciones de las empresas del Estado —entre otras medidas—, a precio de remate para los amigos del poder de Salinas, convino que los bienes públicos se volvieron privados; fue cuando unos pocos hombres ricos saltaron a las listas de Forbes. La sociedad se polarizó entre la riqueza concentrada y la pobreza y pobreza extrema. Siempre bajo la promesa de ser un país tan moderno como los desarrollados. Ese, el garlito.
Bien. Pues eso no se ha terminado, con todo y el actual presidente haya decretado el fin del modelo neoliberal el pasado 17 de marzo de 2019 (alainet.org: https://www.alainet.org/es/articulo/198808), como tampoco se acaban las prácticas de corrupción e impunidad. Lo viejo se resiste a morir mientras lo nuevo no termina de nacer. Porque se requieren políticas complementarias contundentes que no se tienen.
Ah, pero por eso los que extrañan los altos dividendos, de apropiación de los bienes públicos como los presupuestos de los estados del país, saltan a la vista oponiéndose a los planes de la 4T. Son los que se unen contra los proyectos del actual gobierno.
Nombres y apellidos, los promotores
¿Quiénes están detrás de la publicación —“¿RESCATEMOS A MÉXICO, PROYECTO BOA*”—, con fines desestabilizadores? Primero los inconformes con el actual Presidente de la República, y para ello planean el “golpe suave” o “golpe blando”.
Y lo declaran: “Bloque amplio opositor a la 4T donde participen PAN, PRI, PRD, MC, partidos emergentes como México Libre; gobernadores, alcaldes de las principales ciudades; grupos empresariales locales; medios de comunicación y comunicadores afines; redes sociales orgánicas y organizaciones de la sociedad civil”.
Qué significa el “objetivo”: “Desplazar a Morena de la mayoría de la Cámara de Diputados en 2021”; o “Revocar el mandato presidencial en 2022”?
Cualquier fuerza política establecida o reconocida en el sistema político, incluso alianza o coalición permitidas, puede competir en las elecciones para disputar espacios legislativos o gubernaturas a elección de los votantes. Inclusive la Presidencia. En eso no hay materia alguna. Es posible, legal y legítimo.
Pero para comenzar en 2022 no hay elección presidencial. Por tanto, la mencionada “revocación” no es otra cosa que golpismo. ¿Cómo y por qué proponer “revocación del mandato presidencial en 2022”? Qué argumento, acusación o “traición a la patria”, como lo expone la Constitución. De ahí que el tema desborda hacia “golpe de Estado” en gestación. Porque el “golpe suave” no es otra cosa que eso. Es no riesgoso, peligroso. Es traición a la patria y a los mexicanos. Y El Yunque lo sabe.
Otros argumentos —además de suplir a Morena—, como: la mitigación del impacto económico de la crisis por el Covid-19 por parte del gobierno, solo “regalando grandes cantidades de dinero público a través de los programas sociales”, sin utilidad pública alguna contra la pobreza y solo “con beneficios político-clientelares inmediatos”, son tan endebles que no son argumentos.
Así, aparte de la “estrategia electoral”, basada en dos ejes: “desempleo e inseguridad” (cinismo, porque ambos son lastres de un pasado reciente en descomposición, y desatendidos con políticas fallidas por el PRI y el PAN), se fundamenta en otros temas como:
1.- El “autoritarismo político del gobierno de la 4T” y las campañas de medios de comunicación cuestionando los resultados del gobierno.
2.- El “Cabildeo (¡¡¡Sic y recontra Sic!!!) de BOA en Washington (Casa Blanca y Capitolio) para destacar el daño que está haciendo a las inversiones norteamericanas el gobierno de la 4T. Más que compararlo con Venezuela, BOA debe subrayar la altísima migración masiva de mexicanos hacia Estados Unidos si se profundiza la crisis de desempleo e inseguridad”.
3.- Además, “Replicar esta narrativa en la prensa norteamericana y europea”.
¿Qué es eso si no traición a la patria?
Los promotores saltan a la vista, con nombres y apellidos: “Empresarios y Asociaciones Civiles, “Sociedad Política”, “Medios, Comunicadores, Encuestadores”, “Redes Sociales” y “Área Internacional”. Hasta aquí.
Pero existe un error de cálculo en toda esta estrategia de la derecha y el BOA que no considera, y si lo tiene medido la reacción no le permitirá avanzar. Y se quedarán con las ganas.
Porque los protagonistas de la coalición suponen que se unen todos los iguales contra uno solo; unidos los sectores, los firmantes, que coinciden en sus fines particulares, contra el proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Minimizan los apoyos a Obrador
Pero se equivocan porque atrás del gobernante en cuestión hay millones que lo apoyan, y eso cuenta y cuenta mucho. En el siguiente orden.
Primero, muchos de los que votaron por él en la elección del 1 de julio de 2018 (más de 30 millones y del 50 por ciento del padrón), hartos de las corruptelas de los gobiernos emanados de 70 años del PRI y dos sexenios del PAN.
Segundo, los hoy beneficiados por los programas sociales, que no son pocos, amplias capas de la población más pobre en estados siempre atrasados, por explotados.
Y quizá el más importante.
Tercero: los miles o millones que están atrás de las “benditas” redes sociales, quienes, frente a cualquier intento público por desacreditar al presidente —en sus acciones de gobierno, pero también en sus vacíos, que los tiene—, la argumentación en contra opaca todo, pues no pasa del intento o el desprestigio de los promotores, con todo y el uso de bots.
Cabe aclarar, aparte, que los simpatizantes son todo menos militantes de Morena, el partido que sirvió para encumbrar a su progenitor —un partido invisible por sus filias y fobias internas por los abusos de la dirigencia y las denuncias; politiquería al viejo estilo de una izquierda facciosa instaurada desde las “tribus” en el PRD—, pero no representa los intereses de la población, siquiera de sus militantes, menos promotor de acciones para el bienestar. Ese sí que es un déficit y de cuidado.
Considérese que se trata de amplias capas de la población informada, estudiantes y jóvenes, personas de la clase media de todo el país, de las ciudades y el campo, los marginados; por cierto, usuarios de las redes sociales, ajenos al otrora inevitable yugo de los medios masivos de comunicación tradicionales, ahora en decadencia plena por la credibilidad perdida y su inadaptabilidad al uso generalizado de las TIC.
Por tanto, la orquestación de un “golpe blando” no es tan sencillo para la derecha que ya se pronunció y de todos modos no dejará de intentarlo. En lo sucesivo y por cualquier vía. Hoy se propone actuar, unida como lo ha dicho, para destituir de la presidencia a López Obrador en el 2022, dos años antes de terminar el sexenio. Olvidan que no hay simpatizante que se preste a tal argucia.
Los generales son por leales por tradición al Jefe Supremo de las FAM; aparte el trato al soldado raso como “pueblo uniformado”. Y sin movilización armada el “golpe suave” de su creador el estadounidense Gene Sharp, está destinado al fracaso.
Claro que la amenaza del “golpe suave” a partir de ahora estará latente, porque tiene sus facetas —a decir de Sharp—, todas conspirativas y desestabilizadoras, indirectas, primero no violentas, pero luego no.
Acciones en secuela, trampas todas para figurar oposiciones reales, como los desmanes llevados a las calles por “infiltrados”, catalogados “anarquistas” en movilizaciones sectoriales de legítima defensa, pero financiados para generar caos y aparentar repudio.
La reacción policial es para atizar el fuego, más la participación militar. Pero el caso México no admite dicha participación, más allá del resguardo. Un señuelo desde la vía “pacífica” a otras sofisticadas y violentas.
Obedientes a Washington
Son los procesos desestabilizadores operados contra gobiernos legítimos. Verbigracia Evo Morales, y otros más como Rafael Correa, Manuel Celaya, Tabaré Vázquez, etc., o juicios políticos contra presidentes como Rafael Correa de Ecuador, la expresidenta argentina Cristina Kirshner o los expresidentes del PT en Brasil, Dilma Rousseff y Lula da Silva.
El caso de Evo, con la intervención de los militares —luego de un presunto y nunca probado fraude electoral—, jugaron el rol tal cual ocurrió en el pasado contra los presidentes ecuatorianos Abdalá Bucaram en 1997, Jamil Mahuad en 2000 y Lucio Gutiérrez en 2005, donde los militares irrumpían para luego entregar el poder a otro avalando así la destitución.
En la región, de los años 60 a la fecha, se pasó de los golpes de Estado operados por militares, como todo el periodo de las dictaduras en el Cono Sur —ejemplar el derrocamiento de Salvador Allende en Chile—, a los golpes “constitucionales” con el cambio de presidentes “indeseables” por la vía “electoral”, hasta el golpismo organizado por las derechas locales conocido como “suave” o “blando”.
Acciones de guerra no declarada, todas, perpetradas contra gobiernos incómodos a Washington, catalogados de “izquierda” o simplemente “populistas”, en el sentido de atender las necesidades de la población primero, o nacionales después.
Eso, y todo lo que representan como gobiernos “progresistas” —sin ser socialismo ni comunismo, solo calificativos—, el pretexto suficiente para el derrocamiento vía motines, acciones violentas de cualquier grado, incluida la detención o destierro de la figura presidencial. Un trance que, en cuestión de horas, impone sustituto —y peleles como Micheletti tras el derrocamiento de Zelaya, por ejemplo—, para un “gobierno civil de transición” en tanto se organizan nuevas elecciones. Y tan tan.
Actividades reaccionarias y golpistas “justificadas” siempre en aras de la “democracia”, ese esquema truculento que a Washington le permite operar el intervencionismo en países ajenos, por diversos medios, como: 1) El financiamiento de las oposiciones en países susceptibles del golpismo; 2) Pago a los generadores de violencia y motines en las calles; 3) Operar los levantamientos armados, sea con paramilitares o comprando exmilitares tratando siempre de generar divisionismo al interior de las fuerzas armadas locales.
El punto 3 es socorrido como argucia —no siempre se da, pero se intenta, por ser creíble a los ojos de la población—, entre otras medidas apoyadas siempre por y entre los principales “aliados internos”: una derecha entreguista y siempre ajena a los fines nacionales, pues los privados “justifican” todo aún a costa de traición.
Postura característica de los grupos del poder económico en México, desde los tiempos de Santa Anna cuando el país perdió más de la mitad de su territorio, aliados de países e intereses extranjeros (España primero, EUA después), presentes ambos.
Ejemplo claro es el “golpismo” avanzado contra Nicolás Maduro, presidente legítimo de Venezuela, quien sólo por el apoyo de la población está recibiendo y soportando un acoso del tamaño del bloqueo contra Cuba; medidas aplicadas en plena pandemia por el Covid-19, como la venta prohibida de los energéticos o el congelamiento de cuentas y pagos pendientes en y desde el exterior.
A ese grado —del ahorcamiento económico— llegan los operadores de los golpes de Estado, con tal de tirar gobiernos indeseables para Washington en la región.
Renegados, los otrora leales al sistema corrupto
Y en México ahora los promotores, agentes de la derecha, pretenden sacar del poder al presidente Andrés Manuel López Obrador. solo que la balanza no les favorece, con todo y el dinero que inviertan. Porque carecen del apoyo masivo, de las amplias mayorías y la voluntad popular.
Se olvida, el BOA, que AMLO consiguió un triunfo avasallador en las urnas el 1 de julio de 2018. Que la derecha, por sus PRIvilegios perdidos, así como militantes del PAN, con tal de sacar al presidente del Palacio le apuestan al olvido de los mexicanos.
Pero no es sencillo, como tampoco tienen las alianzas suficientes, así se junten varias fuerzas políticas que solo unen siglas y planes, pero no apoyos suficientes.
Por tanto, la tarea no está fácil para la derecha. Pero no se darán pronto por vencidos. Así que viene lo peor, lo inesperado todavía. Para el gobierno, para los denostadores, como también para la sociedad en su conjunto que es la protagónica.
En lo sucesivo, el gobierno deberá estar alerta, como para replantear algunos temas, hacer algunos cambios, como la estrategia de comunicación y la atención en todo lo correspondiente a la seguridad nacional.
La comunicación con la sociedad no soporta el golpeteo contra los periodistas —los medios tradicionales son otra cosa, están por el “golpe suave” con el BOA—, y también restan acciones decididas contra todo lo que huela impunidad.
De los actores de la corrupción ni se diga, desde el desvío y apropiación de los fondos públicos a la creación de empresas “fantasma” o sacar el dinero a los “paraísos fiscales”. Sin duda la seguridad pública requiere mayor atención, porque la estrategia seguida hasta ahora no entrega resultados, ni prometidos ni esperados. Esto será un gran déficit del gobierno de la 4T si el problema no se resuelve o simplemente se controla.
Escrito: 22 de junio de 2020.
* NdE: BOA - Bloque Opositor Amplio.


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