Parece que el destino del país está indisolublemente ligado con las
aguas negras del imperialismo, como popularmente se le conoce. De ello dejó testimonio el realizador Rubén Gámez, quien en 1965 estrenó la película La fórmula secreta o Coca-Cola en la sangre, un emblemático mediometraje que cimbró por su audacia a mi generación, y que hoy debería ser visto de manera masiva por su evidente actualidad (Alfonso Cuarón presentó de nuevo esta obra maestra en el Festival Internacional de Cine de Morelia en 2017). La Coca-Cola nos colocó de presidente a uno de sus ex gerentes (Vicente Fox), a otro (Enrique Peña-Nieto) lo convirtió en su principal agente publicitario al declarar con entusiasmo que cada día la consumía (https://bit.ly/2NIpaCu), logró que tres conocidos ecólogos lavaran sin recato su imagen, y además extrae cada año 28.8 millones de litros de agua subterránea que embotella gracias a 108 títulos de concesión que explotan 48 acuíferos de 65 municipios (ver libro de Gian Carlo Delgado, 2014, en www.researchgate.net). Por esto último logró, junto con Pepsi Cola, Danone y Nestlé, que los mexicanos nos convirtiéramos en los ¡mayores consumidores per cápita de agua embotellada del mundo! A lo anterior se vino a sumar un hecho poco menos que bochornoso: Femsa (copropietaria de la bebida) tuvo que pagar 8 mil 790 millones de pesos por evasión fiscal, lo que llevó a su propietario a declararse contra el Presidente de la República (https://bit.ly/2CQeY8R).
El hecho más grave, sin embargo, está en relación con la pandemia del
Covid-19, pues la Coca-Cola y sus bebidas azucaradas, junto con muchas
otras, ha sido un ingrediente casi eterno de la epidemia de sobrepeso,
obesidad y diabetes que padecen los mexicanos. El número de muertes por
diabetes en el país alcanzó 105 mil 500 en 2016. Esta condición induce
el desarrollo de enfermedades crónicas cardiovasculares, hígado graso y
cáncer, según El Poder del Consumidor. En el panorama mundial, México
presenta uno de los mayores índices de letalidad de Covid-19 (18 por
ciento), mayor que el de los dos países más infectados, Estados Unidos
(11 por ciento) y Brasil (8 por ciento), y muy por encima del promedio
mundial (5 por ciento). Se está de acuerdo en que esta lamentable
situación es resultado de los pésimos hábitos alimentarios de los
mexicanos.
Frente a este ominoso panorama y con los focos rojos centelleando al
máximo, el gobierno de la 4T ha emprendido una ambiciosa batalla para
revertirlo, encabezada por el propio Presidente. Para ello se ha creado
un programa especial de carácter intersecretarial, en que participan las
secretarías de Medio Ambiente, Salud, Agricultura, Economía, Bienestar y
el Conacyt, que busca instaurar sistemas alimentarios sanos desde la
producción hasta el consumo. Sus primeras tareas han sido implementar
una contracampaña de información que oriente a los consumidores, la
modificación del etiquetado que, a pesar de la enorme resistencia del
sector empresarial, entrará en vigor el próximo octubre, y la
eliminación gradual del glifosato y otros 40 plaguicidas junto con la
prohibición de los alimentos transgénicos (maíz, soya y algodón).
El mayor reto es el diseñar y poner en práctica una política
alimentaria que logre liberar toda la cadena de alimentos hoy en buena
parte dominada por grandes compañías, intermediarios y acaparadores de
todo tipo. Lo anterior significa la producción, circulación,
transformación y consumo de alimentos sanos. En la esfera de la
producción se busca transformar los actuales sistemas agroindustriales
en agroecológicos, es decir, agricultura, ganadería y pesca
ecológicamente adecuados. Para ello se trabaja ya en una estrategia
nacional con apoyo de la FAO, que deberá implementarse en los próximos
meses. Los alimentos, además, deben circular por medio de mercados
justos, orgánicos, solidarios y de corta distancia, multiplicando los
tianguis y las ferias de semillas y productos diversos. Finalmente, se
deben de crear miles de cooperativas que conecten la producción
agroecológica con los amplios sectores de consumidores de las ciudades:
edificios, barrios, escuelas, sindicatos, universidades, fábricas,
hospitales, etcétera. Sólo así el gobierno de la 4T logrará purificar la
sangre de los mexicanos hoy todavía contaminada por refrescos,
plaguicidas, hormonas, antibióticos y otros tóxicos, luego de tres
décadas de gobiernos neoliberales. Dejo para una próxima entrega la
dimensión metafórica del título: la mente contaminada de las élites
(económicas, empresariales, intelectuales, científicas, etcétera) por la
ideología cocacolera.
*Titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales
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