2/12/2012

La opinión de los lectores


Sara Sefchovich


Es licenciada y maestra en Sociología y doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde hace tres décadas se dedica a la investigación en el Instituto de Investigaciones Sociales de la misma UNAM, en temas de cultura y sociedad.

Es conferencista, traductora y narradora, autora de libros, capítulos de libros y artículos en revistas y periódicos nacionales e internacionales, comentarista en radio y profesora en universidades de México y del extranjero.

Algunos de sus libros son: Ideología y Ficción en Luis Spota; México: país de ideas, país de novelas; La suerte de la consorte (las esposas de los gobernantes de México); País de mentiras (la distancia entre el discurso y la realidad en la cultura mexicana) y las novelas Demasiado amor; La señora de los sueños; Vivir la vida. Su obra ha sido traducida a ocho idiomas y llevada al cine, al teatro y al radio.

Ha obtenido premios de ensayo, novela y periodismo, entre ellos el "Agustín Yáñez-Planeta", el "Plural", la "Leona Gerard Lecturship" y las becas Inba-Fonapas y Guggenheim. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores.
12 de febrero de 2012


La semana pasada publiqué en este espacio un artículo en el que comparaba los sueldos de los militares con los de los profesores e investigadores universitarios y los de ambos con los de los políticos y los jóvenes que aun con estudios o experiencia tienen que aceptar trabajos con salarios ínfimos.

Muchos lectores se interesaron en el tema y me escribieron. Algunos para corregir mis cifras, otros para reclamarme, porque les pareció que la comparación en razón del sueldo no se vale, pues se trata de “dos clases de objetos distintos”; unos más por considerar que no tomé en cuenta lo que realmente significa desempeñar cada una de esas actividades y, por fin, algunos para dar su opinión respecto al peso específico que tienen estas profesiones para México.

De entre quienes corrigieron mis cifras, un correo afirma, respecto a los militares, que “faltó agregar los pagos por antigüedad, pues por cada cinco años en el servicio reciben un bono, por cualquier diplomado que hagan también se les agrega un pago, por sirvientes en sus casas, ayudantes de las esposas, asistentes personales, choferes, comidas fuera y dentro de su casa, festines, pago de uniformes, zapatos, calcetines, camisas y hasta calzones. Si viven fuera de su lugar de origen se les paga renta en su asignación y renta donde viva la esposa o esposas”. Y otro dice, por lo que se refiere a lo que ganan los académicos, que “hacen parecer que México necesita más políticos y militares que investigadores”.

Los que piensan que los dos grupos no son comparables argumentan que “los militares están en mayor peligro de perder la vida que los riesgos a los que puedan estar sujetos los profesores-investigadores”, los cuales, según otro lector, “solamente diagnostican pero nunca ofrecen ninguna solución”. Y también, porque “ser militar implica periodos prolongados fuera del hogar, lejos de la familia y constantes cambios de adscripción de una plaza a otra”, y “estar más expuesto a las presiones, chantajes y represalias de la delincuencia organizada, por lo que supongo que es importante que tengan un sueldo más alto del que en promedio se tendría en muchas otras profesiones, ya que en teoría eso reduciría la incidencia de actos de corrupción o complicidad con delincuentes”. En cambio, los profesores e investigadores, dice un lector, “lo que menos hacen es trabajar, simplemente cobran, o laboran en otras cosas” y otro asegura que “en horas de clase y en días hábiles no los verá en su lugar de trabajo”.

Sobre la importancia de éstos, varios lectores afirmaron que los maestros son más necesarios que los militares, porque “nosotros promovemos la paz y no la guerra y porque el futuro está en la educación”. Es lo mismo que piensa una lectora, para quien “es lamentable que a los maestros y a los policías se les pague tan poco, pues como sociedad les exigimos todo, pero les pagamos como pobres miserables”.

De allí que quienes ponen toda su fe en la educación estén muy enojados por lo que sucede en esta materia: “Cinco años después de ocupar la Presidencia de México, Calderón se entera de que es importante promoverla”. Según ese lector, el “Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social difundió que tomará más de un siglo atender el rezago educativo, pues más de 31 millones de mexicanos son analfabetas o no concluyeron primaria ni secundaria”. Por eso se ríe de que “Calderón pregone con entusiasmo que envió un decreto que establece que la instrucción preparatoria sea obligatoria. ¡Vaya surrealismo: no se ha erradicado analfabetismo y mucha gente carece de estudios elementales y él presume de que deberá cursar educación superior!”

Otro lector que está de acuerdo con esta perspectiva me cuenta que en una entrevista con EL UNIVERSAL en junio de 1922, Pancho Villa dijo que “cuando llegue el día en que un maestro de escuela gane más que un general del Ejército, México estará salvado”. Pero luego agrega: “Por lo que se ve, tendremos que esperar todavía un tiempo para conseguir esa salvación”.

sarasef@prodigy.net.mx

www.sarasefchovich.com

Escritora e investigadora en la UNAM

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