SinEmbargo
septiembre 25, 2017
12:05 am
La telenovela producida al más puro estilo de Televisa ya tenía nombre: “Frida Sofía”. Foto: Especial
Miguel
Delibes decía que a veces el hombre es una catástrofe para el resto de
los seres vivos. Y en esta desgracia de huracanes y terremotos que, nos
hace crecer como seres humanos, hemos visto a varios depredadores
causantes de una interminable estela de dolor.
No son tiempos de crítica, te repiten los
bots
de Presidencia ante el primer atisbo de evaluación de las razones, más
allá de las naturales, por las que nos encontramos en este lugar. No son
tiempos de buscar culpables, dicen los más espirituales y resignados.
No son tiempos de opiniones contrarias a la ayuda y solidaridad.
De
acuerdo. Es tiempo de abrazarnos y arrimar el hombro, de luchar por
reconstruir nuestro país y de mantenernos en pie, dándonos la mano,
convertidos todos en brigadistas de una u otra manera para salvar vidas,
para salvarnos todos.
Pero también, es tiempo de desvelar los
rostros de esos depredadores que en nombre del progreso nos devuelven
constantemente a la catástrofe. Si no lo hacemos, estaremos condenados a
repetir nuestra historia.
La imagen apocalíptica de los barrios
más dañados de la Ciudad de México, está vinculada a la voracidad
inmobiliaria, a los llamados “desarrolladores”, a los constructores, a
las inmobiliarias y a las autoridades corruptas que les permitieron
edificar sin respetar las normas de zona sísmica. El boom inmobiliario
está asentado en la impunidad.
Las ruinas han desvelado la
inmundicia y mezquindad de arquitectos y compañías constructoras que por
ahorrar y ganar más dinero, decidieron hacer edificios con materiales
de ínfima calidad, con varillas delgadas, sin ganchos de acero, con
estructuras endebles. Eso explica que unos edificios caigan y otros al
lado permanezcan intactos.
¿Dónde están los constructores, los
empresarios “desarrolladores” y las autoridades que les permitieron
hacer esos edificios? Muchos de los caídos tenían apenas unos años, son
casi nuevos. Habrá que buscar responsabilidades penales. Y para ello,
los vecinos tienen que unirse y buscar justicia para recuperar su
patrimonio.
Desde los escombros afloran lo bueno y lo malo. El
puño en alto pidiendo un silencio que trae vida. Las manos que levantan
los escombros de ciudadanos conmovidos por la urgencia del rescate. La
generosidad de quién da lo que tiene. Y también la voracidad y la
codicia de la apropiación indigna de la ayuda destinada a los
damnificados.
“Damnificado” esa palabra que hiere, duele e
indigna. Esa palabra que encierra el dolor de perderlo todo o casi todo.
Esa palabra que significa vulnerabilidad y llanto. Esa palabra que
espera nuestra mano, nuestro abrazo, nuestro mensaje: “no los dejaremos
solos”. Aquí estamos todos juntos, unidos, poniendo en pie a este México
herido. Demostrando que los ciudadanos otra vez, son capaces de rebasar
la inacción del gobierno, la lentitud de su burocracia, la inoperancia
del estado.
Pero así como la generosidad y la solidaridad afloran,
también la codicia y la avaricia han estado presentes. El caso más
llamativo es el de Morelos. El gobernador Graco Ramírez y su esposa
Elena Cepeda, acusados por los pobladores de acaparamiento de ayuda
humanitaria. Los videos, las fotos, no dejan lugar a dudas. Las bodegas
con víveres, esas bodegas que son la vergüenza de Graco, la prueba
contundente de la putrefacción de su gobierno.
Graco en la
corrupción, Graco en la carroña, Graco en el hedor de su propia
descomposición como político, como ser humano. Graco intentando sacar
provecho de la ayuda para politizarla, para entregarla como dádiva
electoral, para saludar con sombrero ajeno. Graco cayendo
inexorablemente al vacío. Su ruindad no tiene límites.
Mientras
Jojulta, Tlaquiltenango y otros lugares están en ruinas, mientras su
gente tienen hambre y sed y tienen necesidad de techo y vestimenta,
Graco se placea asegurando que toda la información contundente difundida
por redes sociales forma parte de una campaña de odio.
Pero un
día significa una eternidad para un damnificado. Un día esperando con
ansia la ayuda, significa angustia y más dolor. La ayuda reconforta a
quien la recibe, aunque Graco pretenda controlarla, manipularla,
acotarla y apoderarse de ella, los ciudadanos tendrán que defenderse,
denunciar y entregar en mano la solidaridad.
Una solidaridad
condicionada por los billonarios de México bajo el argumento de
estimular la donación. Una solidaridad a medias: si tú das, yo doy. Una
solidaridad que también es negocio, que es exención de impuestos para
uno de los hombres más ricos del mundo como Carlos Slim; una solidaridad
interesada, una solidaridad pichicata frente a la solidaridad de
millonarios del extranjero como Mark Zuckerberg o los dueños de Google, o
Lady Gaga y tantos otros que ofrecieron millones de dólares sin pedir
nada a cambio.
A los ciudadanos nadie los estimuló a convertirse
en brigadistas, en rescatistas, en topos. Y superaron con creces la
respuesta institucional de las autoridades. Pero así es la mezquindad y
la perversidad.
Perversidad que afloró en lo mediático bajo el engaño y la utilización del sentimentalismo para ganar
raiting en nombre del pseudoperiodismo de bajos instintos. Y
Televisa no defraudó. Continuó su camino sinuoso rumbo al despeñadero.
Durante
varios días, en directo, de manera permanente hizo un show digno de la
Rosa de Guadalupe. Allí estaba su lectora de noticias, Danielle
Dithurbide, licenciada en Historia por la Universidad Iberoamericana y
cuyos únicos conocimientos sobre periodismo los obtuvo en la Escuela de
Arte en Radio y Televisión (PART). Ella junto a sus compañeros montaron
un auténtico
reality show que ubicó en niveles de récord, el tan caído
rainting de
Televisa.
Allí estaba platicándonos que la niña, cuya identidad se mantenía en
secreto porque así lo había pedido su familia, movía una manita, pedía
agua, susurraba y contaba que a su lado había cinco niños más. Y de
pronto, no sabemos como, la telenovela producida al más puro estilo de
Televisa ya tenía nombre: “Frida Sofía”, un fantasma fabricado para ganar audiencia.
Pero
la mentira dura hasta que la verdad llega. Las madres del colegio
fueron informando a los periodistas que se encontraban lejos de las
ruinas, un espacio solo reservado por la televisora del poder, que no
existía ninguna niña Frida Sofía. La Marina asumiendo para exculpar a la
televisora y su lectora de noticias que se negaba a disculparse porque
solo reprodujo la información entregada por la Marina.
Mentira, la
lectora de noticias no verificó la información, no la contrastó, nunca
supo, no tenía las herramientas para respetar los códigos de veracidad
del periodismo. Danielle Dithurbide lo dijo en el minuto 2.42 de su
conexión en directo: “Tenemos la certeza que la niña con la que ya
tuvieron comunicación real hace unos instantes está debajo de esa mesa
grande y fuerte… tiene entre 12 y 13 años, según lo que nos dice la
maestra (nunca entrevistó al aire a la maestra) es de primer año de
secundaria la niña que desde las 9:30 minutos estamos reportando con
vida y narrando este rescate…y debajo de la mesa está esta pequeñita de
primero de secundaria cuyos papás tengo enfrente, han estado aquí desde
hace muchas horas ya que les avisaron que había probabilidad de que
estuviera con vida…”.
En esta narración la fuente de Danielle no
es la Marina, es supuestamente la maestra. Ella dice claramente que
tiene allí enfrente a los papás de la menor, algo que evidentemente era
mentira. Y Danielle usaba chaleco de la Marina, allí están los videos y
las fotos para demostrarlo. Un hecho constitutivo de delito federal por
usurpación de funciones. Es decir, ellos aseguran que la Marina fue la
fuente, que fueron otros los que mintieron, pero al final disfrazan a su
lectora d noticias como miembro de la Marina. No hay diferencia. El
poder político representado por el oportunista Secretario de Educación
Pública (SEP) Aurelio Nuño y el poder mediático de los bajos instintos
de
Televisa, una empresa implicada siempre en las desgracias de este país, en el uso obsceno de las emociones para ganar audiencia.
Quedaron al descubierto. Pero
Televisa,
ni mucho menos Danielle Dithurbide se disculpan. ¡Faltaba más!. Eso
sería reconocer que mintieron, sería reconocer que asignaron esta
importante cobertura a una “historiadora” lectora de noticias que sabe
poco o casi nada del rigor informativo. Sería reconocer que tienen
ética, que los mueve el profesionalismo. Nada más alejado de la
realidad.
Danielle Dithurbide pasará a la historia como la gran timadora, la fabuladora de un timo llamado Frida Sofia. El ejército de
bots
del gobierno que la defienden en redes para sostenerla en la cobertura
del sismo, dicen que ella no tuvo la culpa, que fue una orden de sus
jefes, que ella solo difundió lo que le decían. Pues bien, regla número
uno del periodismo: verificar las fuentes. Regla número dos: contrastar
la información con otras fuentes. Regla número tres: nunca publiques
rumores. Regla número cuatro: ciñete a los hechos que tú puedas ver. Y
regla número cinco: nunca mientas.
Definitivamente este sismo ha sacado lo mejor de nosotros, pero también, las miserias de otros.
www.websanjuanamartinez.com.mx
Twitter: @SanjuanaMtz
Facebook: Sanjuana Martinez
Es periodista especializada en cobertura de crimen organizado.