Pedro Echeverría V.
1. ¡Cuánto me duele –como a muchos artesanos- que lo que aprendí (en teoría y práctica política) en los años sesenta esté apareciendo como viejo y que no tenga la suficiente inteligencia para captar lo nuevo que hoy plantean los jóvenes anarquistas y libertarios! ¿Cómo combatir el centralismo, el dirigismo, el caudillismo, el verticalismo, el verbalismo, para participar en la construcción de organizaciones descentralizadas, no jerárquicas, muy libertarias, antiautoritarias, con coordinaciones rotativas y que no busquen dirigir ni imponer sus ideas? Mi obligación es revisar mis fuentes teóricas, mis errores, mi vanguardismo, para ser un simple colaborador en la rebeldía mundial. Quizá lo primero sea enterrar a mis muertos, a mis fantasmas, para liberarme de mis cargas sicológicas y emocionales y así emprender libre la búsqueda de los problemas que nos atan a las tradiciones que el capitalismo nos ha metido hasta en la sangre.
2. Esto de “que los muertos entierren a sus muertos para cobrar conciencia de su propio contenido” me parece habérselo leído a Marx en el 18 Brumario… para responder a aquellos burgueses que les gusta venerar a sus héroes y a los personajes que les han prodigado bienestar y privilegios; pero también para aquellos que de manera dogmática construyen dioses, divinidades, sabios, infalibles y caudillos para luego someterse a ellos con enorme docilidad. Por el contrario, los que viven realmente y tienen confianza en las transformaciones que el mundo tiene que registrar, no pueden dejar de cobrar conciencia, de pensar y luchar en todo momento; aunque deben reconocerse pensamientos e ideas avanzadas, éstas les sirven como instrumento de transformación, nunca para someterse a ellas. ¿O acaso, como sucede en las religiones, debemos crear otra modalidad de creencias, otros dioses y santos, para que los fieles nos sigan?
3. Durante décadas he pensado que siendo revolucionarios, incluso estudiosos marxistas y reconociéndonos como ateos, al entregar largas décadas de nuestra vida por un ideal socialista que no se ha transformado en real; al vivir permanentemente esperanzados en que esta sociedad capitalista se derrumbará con la fuerza de todos nosotros los trabajadores para establecer una nueva justa e igualitaria, nos convertimos en algo parecido a los hombres de fe, en seguidores dogmáticos de una forma de religión. Y si además seguimos como dogmas bíblicos escritos “científicos” y a héroes, personajes políticos o filósofos como si fueran santos a adorar, entonces sólo nos falta arrodillarnos a su paso. Yo admiro a miles de pensadores y luchadores sociales que a través de la historia se enfrentaron al sistema dominante: Marx, Bakunin, Flores Magón, Guevara, pero no puedo subordinar mi pensamiento y mis acciones a ellos.
4. Cuando Marx escribió que “la religión es el opio del pueblo” parece haber expresado una idea amplia, general, no concreta contra alguna religión en particular. Habló de la alienación religiosa como un momento en el camino del hombre hacia el logro de su autoconciencia. El problema religioso no puede superarse con consejos y explicaciones filosóficas mientras exista una realidad material de vida que la hace posible. Marx afirma que el hombre se aliena en un plano ideal porque se haya alienado en su existencia real. La sociedad dividida en opresores y oprimidos, la sociedad de clases, en la que unos poseen los medios de producción y los demás se ven obligados a venderles su fuerza de trabajo (aquello que los hace humanos), esta sociedad estructuralmente injusta y explotadora que impide el desarrollo pleno del hombre, es la que lleva al hombre a buscar su realización en un mundo ideal, irreal, imaginario.
5. El sólo hecho de definir la dialéctica como lucha de contrarios que provoca cambios y transformaciones sin fin, que dice que “nunca nos bañamos en el mismo río” y que hasta la misma muerte se transforma en vida, nos indica que no pueden haber pensamientos fijos, estáticos, inmovibles. Al contrario, nuestra vida es un constante hacer y la militancia política es una permanente crítica y autocrítica. Quien no sea capaz de pensar y decidir por cuenta propia acerca de los problemas de las luchas revolucionarias quedará atado a la acción de los caudillos o de los “grandes hombres”. El marxismo, diría alguien que no recuerdo, no es un dogma sino una teoría para la acción. Y Lenin, en alguna parte de sus obras políticas planteó que: “sin teoría revolucionaria tampoco hay movimiento revolucionario”. Esto y más nos obligan a ser permanentemente críticos frente a la historia del pensamiento y el mundo.
6. Aunque en las llamadas “ciencias” sociales no hay verdades sino sólo ideas y tendencias, grandes personalidades de nazismo afirmaron que “las mentiras, de tanto repetirlas, pueden convertirse en verdades”. Parece que mucha gente está desesperada en la búsqueda de la verdad, de la verdad única para que pueda guiar su vida; por eso la burguesía –como la iglesia- busca imponer el pensamiento único. ¿Qué es el pensamiento único sino un dogma del que todo individuo debe creer para unificar su pensamiento alrededor del capitalismo? El pensamiento único, según el teórico Ignacio Ramonet, viene a ser una visión social, una ideología, que se pretende exclusiva, natural e incuestionable. El pensamiento de la izquierda radical representa exactamente lo contrario: está permanentemente cuestionando y reflexionando todo, es dubitativo, escéptico y, sobre todo, crítico; pero obviamente sin dejar de ser alegre y jovial.
7. En la lucha contra el capitalismo -una sociedad mundial que lleva cuatro siglos de vida y aún conserva su enorme fuerza y poder- los revolucionarios no pueden avanzar rodeados de prejuicios y limitaciones. Para no ser simple blanco de la represión y asesinatos, tienen que construir pensamientos y estrategias adecuadas, así como organizaciones horizontales y descentralizadas que permitan mayor unidad y apoyo. Hay que releer a Marx y a Bakunin, a Flores Magón y al Che, pero con otro espíritu, con las ideas de la rebeldía del siglo XXI. Busquemos todas las formas unitarias posibles para destruir el capitalismo y todas sus formas de dominación y prejuicios, pero sin pensar en controlar, dirigir y comenzar un nuevo ciclo de dominación. Los jóvenes de China, Japón, Francia, Italia, España, EEUU, están saliendo a las calles en la lucha por la igualdad, la libertad y la fraternidad, esta sigue siendo la tarea principal.