3/10/2018

Mujeres que hieran a sus agresores deben ser juzgadas con perspectiva de género: SCJN


Juzgadores deben tomar en cuenta contexto de violencia doméstica 


La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) determinó que todos los casos de mujeres que hayan vivido violencia intrafamiliar y que a consecuencia de ello hayan lesionado a su agresor y se encuentren en procesos penales, sean juzgadas con perspectiva de género.
En la sesión del 7 de marzo, la Primera Sala de la SCJN aprobó esta propuesta del Ministro Arturo Zaldívar derivada del amparo en revisión 168/2016, en el cual se determina que las y los juzgadores deben tomar en cuenta el contexto de violencia doméstica en el que vivieron las mujeres que agredieron a quien fuera su victimario y que ahora enfrentan cargos penales por ello.
De acuerdo con la SCJN, en el caso al que se refiere el amparo la mujer señaló varias veces durante su proceso penal que sufría violencia doméstica; no obstante, las autoridades decidieron omitir este contexto al momento de juzgarla.
En su propuesta, el Ministro Arturo Zaldívar ordenó reponer el procedimiento para que se aplique el método de juzgar con perspectiva de género a fin de: revelar el contexto en el que ocurrió la violencia, visibilizar las situaciones de desventaja para ella y garantizar el acceso a la justicia de forma efectiva e igualitaria.
Esto significa que se debe identificar si existieron situaciones de poder por cuestiones de género que demuestren una condición de desventaja que vivía la mujer al momento en que ocurrió la agresión; y nuevamente se cuestionen los hechos y se valoren las pruebas para desechar estereotipos o prejuicios de género.  
Esta determinación detalla que en caso de que el material probatorio no sea suficiente para aclarar la situación de violencia, vulnerabilidad o discriminación por razones de género, se ordenarán las pruebas necesarias para visibilizar dichas situaciones, como peritajes psicológicos y físicos; y peritajes psicosociales que analicen el entorno de la mujer. 

MEDIDAS DE PREVENCIÓN, CLAVE PARA EVITAR DELITOS
La organización Equis Justicia para las Mujeres en su informe “Políticas de drogas, género y encarcelamiento en México”, señala que en las historias de vida de las mujeres privadas de la libertad, destaca que el abuso, la violencia, la violación y “el amor” - entendido como una construcción social que reproduce la desigualdad entre hombres y mujeres - crean las condiciones para que ellas se impliquen en delitos y terminen en prisión.
Un ejemplo de ello es el caso de Reyna Gómez Solórzano, una mujer de 60 años de edad que en 2016 fue condenada a 25 años de prisión en Campeche acusada de haber asesinado a su pareja.
Reyna argumentó que su esposo la sometió durante mucho tiempo a diferentes formas de violencia. El día de los hechos, él la golpeó como en otras ocasiones, pero ella decidió defenderse con un cuchillo. Luego de herirlo, ella llamó a una ambulancia que tardó media hora en llegar. Sin que nadie pudiera contener la hemorragia, él murió.  

Además, según consta en la carpeta de investigación y en la recomendación de la Comisión de Derechos Humanos CDHEQR00/002/2016/1, Reyna fue retenida y “paseada” por las autoridades que la detuvieron durante varias horas, y luego fue presentada al Ministerio Público hasta unos días después. La mujer presentaba diversas lesiones en las manos y había rasgos de violencia.
 
“Esto –dijo su defensa entonces- evitó que se investigara el contexto desde el cual ella había llamado a las autoridades, en el que pidió auxilio y que fuera presentada ante el juez de control que podría haber determinado que se trató de defensa propia”.

Además, durante el juicio, sus vecinos y empleadores rindieron testimonios sobre el ciclo de violencia sistemática al que estaba sometida por su compañero, pero ni el Ministerio Público ni el juez contemplaron este contexto.
Reyna estuvo presa por 8 meses y finalmente quedó en libertad luego del acompañamiento legal que le dieron organizaciones de la sociedad civil. Fue juzgada en Campeche bajo el nuevo sistema penal acusatorio que, entre otros cambios, reduce o limita las medidas de protección para las víctimas de violencia familiar toda vez que éste deja de ser un delito grave y ya no se aplica la prisión preventiva de oficio.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) estima que 43.9 por ciento de las mujeres que han vivido violencia en México ha enfrentado agresiones del esposo o la pareja actual.
En su informe “Órdenes de Protección en México”, el Observatorio Nacional de Feminicidio (ONF) reportó que de 2011 a junio de 2012, al menos 58 mil mujeres de 16 entidades solicitaron ayuda por violencia doméstica pero sólo 7 por ciento (4 mil 060 en total), recibió una orden de protección.
De acuerdo con el ONF, las órdenes de protección son medidas de acción afirmativa dirigidas a establecer una protección específica de las mujeres, ya que consideran que ellas viven en formas históricas de discriminación. La principal característica de esta medida es que requieren de inmediatez e integralidad en la respuesta.
Sin embargo, en la práctica la mayor parte de las órdenes que se han otorgado son de carácter urgente, y consistentes en: vigilancia de Seguridad Pública en el domicilio de la víctima, prohibición al probable responsable de acercarse al domicilio, lugar de trabajo, de estudios, del domicilio de las y los ascendientes y descendientes o cualquier otro que frecuente la víctima, entre otras.
Estas acciones, por sí solas, son insuficientes para garantizar que las mujeres víctimas de violencia recuperen la sensación de seguridad frente a sus agresores, dice el informe.

CIMACFoto: César Martínez López
Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 

La Ciudad se pinta de morado en el Día Internacional de la Mujer


Feministas exigen seguridad, una vida libre de violencias


“Vengo en primer lugar por el llamado que desde toda la historia hacen las mujeres, que aunque ya hayan muerto su voz ha trascendido. Esa voz yo la siento este día unida a la del presente. Tenemos ese llamado a tomar el lugar que nos corresponde en la historia, en la familia y en la sociedad porque México es hoy un mar de violencias contra nosotras”.
Así lo dijo Marta, una mujer de 56 años de edad, cuando se le preguntó por qué vino a marchar al Centro de la ciudad capital. Ella es defensora de la tierra en el Estado de México, y vino con otras mujeres de su comunidad para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, como se hizo ayer en todo el mundo.
A Gloria, otra mujer de 30 años, la invitó su amiga Rosa, que trabaja en el hogar y marchó por sus derechos laborales. Diana, de 22 años, se preparó con sus amigas de la universidad. Laura, de 54, convocó a sus compañeras en las oficinas del gobierno capitalino. María trajo a sus vecinas, con quienes resuelve los problemas de la colonia. Fernanda vino con compañeras del colectivo en el que participa, y Rosario vino sola después del trabajo.
Así fue como llegaron mujeres de diferentes edades, ocupaciones y opiniones a esta gran marcha: un lienzo iridiscente sobre el que se pintó una amplia diversidad femenina.
A todas estas mujeres, más de 2 mil en total, las congregó aquí al menos cuatro cosas en las que coinciden: conmemorar a quienes lucharon antes que ellas, exigir la garantía de todos sus derechos, sacar del silencio las violencias que viven todos los días, y construir lazos entre ellas.
“Esto es una lucha muy larga e histórica, pero no era tan visible. Ahora se hace visible porque la violencia es exacerbada. Es increíble que en un país que se dice democrático y que pertenece a organismos internacionales haya 7 feminicidios al día, sería el colmo que no se saliéramos”, dijo Guadalupe, quien ya se jubiló de su trabajo.
Sahíra, estudiante de historia, coincide: “creo que esta lucha es de todas las mujeres. Vivimos en un sistema patriarcal y capitalista donde es muy clara la explotación de las amas de casa y de las trabajadoras con salarios con los que no pueden ni siquiera vivir. Esta marcha es para hacer ruido en la calle y hacer ver que hay que cambiar este sistema.  Este trabajo empezó hace varios siglos con diferentes mujeres. Ahora en los estados, en la periferia es donde más se tiene que hacer ruido.”
Ingrid y María, estudiantes jóvenes, consideran que “la conciencia que hay ahora sobre la violencia se debe a la sororidad como mujeres, ya que no sólo aprendimos a no quedarnos calladas, aprendimos a apoyarnos.
“Es una unión que se ha dado entre las mujeres que antes no habíamos podido conseguir, en este momento estamos reconstruyendo esas relaciones entre nosotras. Ya podemos ver un poco más hacia dónde es el camino”, comentaron.
María, ama de casa, también coincidió en este punto. “Nosotras hablamos de esto en el mercado, o en las juntas en las escuelas. Somos nosotras quienes nos estamos tendiendo la mano, y quienes ya no nos queremos quedar calladas.
LAS NUEVAS, LAS DE SIEMPRE
La marcha salió puntual del Ángel de la Independencia y con un conglomerado amplio. Al frente, como icono de lo que es este país en materia de violencia contra las mujeres, madres e hijas de víctimas de feminicidio marcharon en fila.
En medio estaba Norma Andrade, madre de Lilia Alejandra García, asesinada en 2001 en Ciudad Juárez, Chihuahua; Norma se volvió la activista de otras madres y sus pies andan en marcha infinita. A su lado caminó Consuelo Salas, madre de Victoria Pamela que fue asesinada apenas el año pasado; ella marcha ahora donde apenas nace el río.
Más tarde la vanguardia la ocupó el contingente de feministas jóvenes, dispuestas a no cederla a ninguno de los hombres. Sus paliacates en la cara, cuerpos pintados, bailes, y ropas negras llenaron de otros tonos la protesta.
Las consignas de cada contingente fueron espejos de la diversidad: “Hija, escucha, tu madre está en la lucha”, la consigna de las víctimas; “que tiemblen, que tiemblen los machistas que América Latina será toda feminista”, la consigna que siempre es vigente; “anticonceptivos para no abortar, aborto seguro para no morir”, la consigna necesaria; “verga violadora, a la licuadora” la consigna de autodefensa; y hubo otras de grupos más específicos: “pucha con pucha, lesbianas en la lucha”.
Ahí también estuvieron las cartulinas con plumón morado: “ya no tenemos miedo”, “tu aliado es el opresor de otras”, “nuestro cuerpo no es para tu consumo”, o “es mi derecho tener un parto respetado”, por decir algunos.
GOLPE DE REALIDAD
Esta marcha no fue tan robusta como la de España. Tampoco fue la de la mayoría de las mujeres, ni estuvieron ahí todas. México es distinto: en paralelo al gran Paro de mujeres en la ciudad, cientos estuvieron en Chiapas en el Encuentro de Mujeres que Luchan, que organizaron las mujeres zapatistas; y al mismo tiempo, las mujeres en los estados también salieron a las calles y organizaron otros encuentros.
México también es particular con más de la mitad de su población femenina en condición de pobreza extrema, o en condición de explotación en sus trabajos; más las que viven situaciones de violencia doméstica. Miles de mujeres que, aunque quisieran, no habrían podido participar en esta marcha o que ni siquiera se enteraron.
A las mujeres de México, la realidad las confronta en la cara: en pleno Zócalo, una mujer y su hijo adulto increpaban a las manifestantes por su protesta. “Lesbiana, “eres una lesbiana” “deberías estar luchando por algo que sí valga la pena” “eres una pinche naca”, les gritaba en la cara de las jóvenes la señora y su hijo.
Además, una periodista que estuvo en la marcha relató que tuvo que insistir a su jefatura de información para que se le permitiera cubrir este evento. Esto implicó más trabajo para el día siguiente.
En los contingentes mixtos, un hombre que se asumió “feminista” con pancarta y todo, comentaba a sus compañeras en tono de burla que no era gay, que no se confundieran.
Algunas mujeres que iban detrás en los contingentes de sindicatos se negaron a dar entrevistas y pedían que éstas se hicieran a los dirigentes de su gremio que sostenían la pancarta. Y al cierre de la marcha, en pleno mitin, otro contingente encabezado principalmente por hombres gritó consignas y anuló con su voz las palabras de las jóvenes que leían poesía.
Con esto a cuestas, las feministas llevan más de 18 años marchando en esta ciudad. La pancarta arriba, los gritos fuertes, los tambores certeros, y el señalamiento expreso. “Ni un paso atrás”, es la consigna que más se grita en una marcha donde año tras año las protagonistas cambian pero la exigencia general es la misma: “vamos todas juntas por nuestra libertad”.  

CIMACFoto: Aline Espinosa Gutierrez
Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias | Ciudad de México.-

Violadas, desaparecidas y asesinadas, así la realidad de las mujeres en México


En México ser mujer es un riesgo. Puedes ser explotada, violentada, desaparecida y asesinada.
Ocho mil 495 mujeres han desaparecido en México en 9 años, principalmente en el Estado de México y Tamaulipas. De ellas, 625 fueron encontradas sin vida, el resto continúan desaparecidas o fueron halladas en condiciones de toda índole.
Red TDT
En ese mismo lapso solo se han registrado 50 denuncias por desaparición forzada de mujeres.
Las cifras provienen del informe "Derechos y violencias: la experiencia de ser mujer", realizado por la Red TDT, el cual documentó además que, entre 2008 y 2017, 4 mil 230 mujeres fueron víctimas de trata, de las cuales 466 eran menores de edad, con base en información obtenida a través de solicitudes de información.
Red TDT.
En dicho periodo sólo se han iniciado 3 mil 312 investigaciones por ese delito, por las cuales hay 484 sentencias condenatorias, es decir el 86% de los casos ha quedado impune.
La PGR es la instancia que ha abierto el 33.2% de las indagatorias, seguida por Puebla, Baja California, Ciudad de México y Estado de México. Sin embargo, en el mismo lapso, sólo se han iniciado mil 156 procesos penales.
En el periodo de enero de 2008 a octubre de 2017, el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) reportaba 8 mil 495 mujeres desaparecidas en todo el país. En el año 2016 se registró poco menos del 20% de estas, mientras que hasta octubre del 2017 la cifra es mayor a la correspondiente al mismo periodo del año anterior, por lo que se prevé que el número de desaparecidas durante 2017 sea mayor al año previo.
Las entidades en donde se han registrado mayor número de desapariciones de mujeres son el Estado de México con 2 mil 024, Tamaulipas con mil 245, Puebla con 855, Nuevo León con 657 y Sinaloa con 365.
Red TDT.
Al menos, 625 mujeres fueron encontradas sin vida posterior a la denuncia de su desaparición, lo cual representa apenas el 1% de las desaparecidas. En el 73.2% de los casos, las mujeres son localizadas con vida. Sin embargo, el 25.6%, es decir, 15 mil 466 continúan sin ser encontradas, refiere el informe, por lo que la cifra es 82% superior a la reportada en el RNPED.
El reporte anual del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Trafficking In Person 2017, ubica a México en el nivel 2 respecto a la trata de personas. En él se encuentran los países cuyos gobiernos, a pesar de realizar esfuerzos para la eliminación de ese delito, aún no alcanza los estándares mínimos de cumplimiento de la Ley de Protección a Víctimas de Trata de personas de aquel país.
El mismo reporte apunta que el 79% de las víctimas de trata eran mujeres, niñas y niños. En la Región de América del Norte, en donde se incluye a México, el 55% de los casos reportados correspondían a explotación sexual, mientras que el 39% eran debido a explotación laboral, restando un 6% por otras formas de explotación.

Algunas aproximaciones indican que en el país existen entre 50 mil y 500 mil víctimas de trata de personas (CNDH, 2013).

La prostitución forzada, específicamente, es el destino para un gran porcentaje de las mujeres víctimas de trata de personas. En la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2013 del Inegi, 70 mil 897 mujeres manifestaron haber sido obligadas a sostener relaciones sexuales.
Estimaciones de la Procuraduría General de la República (PGR) refieren que en el país operan 47 grupos de la delincuencia organizada que se dedican a la trata de personas; este delito es el tercer negocio ilícito más lucrativo en el mundo, en México sólo se ubica detrás del tráfico de droga y el de armas, con base en datos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

VIOLENTADAS MÁS DE LA MITAD DE LAS MEXICANAS

Red TDT.
La última edición de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), muestran que en 2016 más del 60% de las mujeres ha vivido alguna expresión de violencia, ya sea emocional, patrimonial, física y/o sexual.
De la edición 2006 a la 2011 se aprecia una reducción de 4.2 puntos porcentuales respecto a las mujeres víctimas de violencia, pasando de 67% a 62.8%. Sin embargo, para la 2016 el porcentaje incrementó nuevamente, indicando que el 66.1% ha sufrido al menos un episodio de violencia en sus vidas, siendo la emocional el tipo de violencia más recurrente en casi la mitad de las mujeres (49%), seguida de la violencia sexual, 41.3%; la violencia física, 34% y la patrimonial, económica o discriminación en el trabajo, 29%.
La encuesta también reafirma que el ámbito familiar y de pareja es en donde las mujeres viven con mayor frecuencia episodios de violencia, así lo refirieron el 43.9% de quienes tienen o tuvieron alguna pareja.

El 78.6% de las mujeres que han padecido violencia física y/o sexual por parte de su pareja o última pareja a lo largo de su relación no acudieron a ni una instancia de atención. Fuente: ENDIREH.

En segundo lugar aparece el ámbito comunitario, donde el 38.7% de las mujeres reportaron haber sufrido algún acto de violencia, siendo la violencia sexual la más frecuente.
En el ámbito laboral, el 26.6% que trabajan o han trabajado expresó haber vivido situaciones de violencia; la de tipo sexual fue la más recurrente.
En México únicamente el 10.3% de los delitos son denunciados, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Pública 2017; respecto a los delitos sexuales, de acuerdo a la misma encuesta, la cifra negra sería del 92.9%.
Finalmente, en el ámbito escolar, el 25.3% de las mujeres que asisten o han asistido a la escuela reportó haber padecido actos de violencia, en este caso la violencia física presentó mayor porcentaje.
Aquí puedes consultar o descargar el informe íntegro de la Red TDT, la cual aglutina a 84 organizaciones de 23 entidades:


Falla Estado mexicano para garantizar vida y seguridad de mujeres y niñas

 Presentan informe “Derechos y violencias: la experiencia de ser mujer. Situación nacional 2008-2017”   

Por desplegar a las fuerzas armadas en el combate al crimen organizado y por perpetuar condiciones de pobreza y marginación, el Estado mexicano falló en su obligación de garantizar la vida y la seguridad de las mujeres, especialmente de las más pobres, indígenas, y migrantes.
Así lo evidenció la Red Todos los Derechos para Todas y Todos (Red TDT) -integrada por más de 100 organizaciones de la sociedad civil- al presentar su informe “Derechos y violencias: la experiencia de ser mujer. Situación nacional 2008-2017”.
Este documento –que se elaboró con solicitudes de información y datos que aportaron distintas organizaciones de todo el país- es una radiografía de cómo se ha configurado y diversificado la violencia contra las mujeres en México durante los recientes 9 años.
Las organizaciones que conforman la Red TDT recopilaron cifras sobre diferentes formas de violencia extrema contra las mujeres, como la violencia sexual, la criminalización de quienes abortan, la desaparición de mujeres, la trata de personas con fines de explotación sexual, y el feminicidio.
La Red documentó que en el país, de 2008 a 2017 se incrementó el número de desapariciones de mujeres, de 168 a mil 572.
La Red TDT también identificó en casi todos los casos ausencia de información desagregada por sexo; fallas en la tipificación de los delitos; y falta de independencia por parte de las procuradurías estatales para garantizar el acceso a la justicia. 
También evidenció que en todos los casos existe la participación de agentes del Estado como perpetradores de la violencia, y que prevalecen elementos estructurales como la pobreza, falta de oportunidades, violencia comunitaria y en el hogar, la discriminación,  la corrupción y la impunidad, que contribuyen a perpetuar las violencias.
Todo ello es propicio para que las mujeres en condición de migración, las indígenas, las más pobres, o las defensoras estén en mayor riesgo de ser enganchadas para la trata de personas con fines de explotación sexual, sean criminalizadas porque no pueden llevar a término un embarazo, o sean asesinadas o agredidas sexualmente en completa impunidad, aseguró la Red.

MILITARIZACIÓN, SEMILLERO DE VIOLENCIAS

En estos nueve años, el Estado mexicano implementó la estrategia de seguridad para el combate al narcotráfico. Esta política – que inició con Felipe Calderón Hinojosa y continuó con el actual mandatario Enrique Peña Nieto- generó un contexto de inseguridad, vulnerabilidad y violaciones graves a los Derechos Humanos.
“Dicha estrategia se ha centrado en un combate frontal a los grupos del crimen organizado con fuerzas armadas del Estado, dándoles tareas de seguridad ajenas a sus funciones, cuyos impactos en la sociedad han sido devastadores, afectando diferenciadamente a las mujeres”, aseguró la Red TDT.
Si bien la violencia contra las mujeres es histórica en el país, la implicación de las fuerzas castrenses en tareas de seguridad interior y la diversificación de actividades del crimen organizado son elementos nuevos que complejizan el escenario de la violencia con la participación de más grupos organizados en diferentes delitos.
Este escenario cambió a los actores de la violencia. De acuerdo con datos de informe, la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió 45 recomendaciones a las Fuerzas Armadas sobre casos de ejecuciones extrajudiciales entre diciembre de 2006 y abril de 2017.
La Red urgió al Estado a revisar la estrategia de seguridad nacional contra el narcotráfico, principalmente la militarización de los territorios, y modificar las acciones que incrementan la violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres en estas situaciones, entre ellas el retiro progresivo de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública.

EL ESTADO FALLA

La Red TDT hizo un recuento de cómo a la par del crecimiento de la violencia, el Estado mexicano se ha visto obligado a adoptar una serie de tratados, mandatos internacionales, y decretar todo un marco normativo para transformar la realidad de las mujeres.
Entre ellos destaca la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) por el feminicidio de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua; o la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), y la Alerta de Violencia de Género (AVG) que se desprende de esta legislación.
Sin embargo, observó la Red, el registro de estos 9 años demuestra que las acciones del Estado en esta materia han sido fallidas y están centradas en invisibilizar la violencia contra las mujeres, lejos de atenderla.
Por ello, la Red hizo un nuevo llamado al Estado mexicano para tener diagnósticos certeros, información asequible y completa a nivel federal y también en los estados por las distintas autoridades e instituciones que trabajan por el bienestar de las mujeres.
Asimismo le urgió acatar las recomendaciones de organismos internacionales en el tema; modificar las leyes necesarias para garantizar la independencia de las Procuradurías y Fiscalías estatales; promover la profesionalización e independencia de los servicios periciales; y armonizar las legislaciones nacional y estatales sobre los delitos de violencia sexual y tortura, desaparición cometida por particulares y desaparición forzada, trata de personas y feminicidio.
Imagen retomada de Twitter de la Red TDT
Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 

Declaración Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres



Este 8 de Marzo de 2018, Día Internacional de las Mujeres, nosotras, mujeres de la Marcha Mundial de las Mujeres, mujeres diversas, de todos los pueblos, razas y edades, nos unimos una vez más para reafirmar que seguiremos en Marcha hasta que todas seamos libres de toda la opresión patriarcal capitalista y colonial. Seguimos con el feminismo como nuestra forma de vida y con las calles como nuestro espacio para manifestar nuestras demandas.
Denunciamos y resistimos frente al contexto político mundial, marcado por la creciente crisis económica, social, política, climática e ideológica, en definitiva, denunciamos el estado de guerra total donde nosotras, mujeres, ¡somos las principales afectadas!
Denunciamos los argumentos económicos y nacionalistas como forma de privarnos del ejercicio de derechos y libertades fundamentales y, como consecuencia, el boicot a la autonomía de las mujeres y los pueblos. Rechazamos todas las políticas de los gobiernos de derecha, que, cada vez más radicales, expresan odio, racismo, misoginia, intolerancia y demás formas de discriminación. Nos mantenemos firmes y en lucha contra la criminalización de los movimientos sociales. La lucha por nuestros Derechos y libertades es una forma de expresión justa, por lo tanto: ¡NO SOMOS CRIMINALES! Seguiremos en las calles y en solidaridad con nuestras compañeras asesinadas, perseguidas y privadas de su libertad y acción política.
Denunciamos y enfrentamos el avance de la militarización en todo el mundo como estrategia de control de la vida de los pueblos. La militarización refuerza el neocolonialismo, el neosaqueo y la apropiación del capital sobre los recursos naturales y es un soporte de enriquecimiento para la industria de armamento frente a la crisis. Además del permanente estado de guerra en Medio Oriente y África. Nos preocupan los movimientos de las potencias militarizadas del Norte que indican una amenaza de retorno a la guerra fría y la continua interferencia en los países del sur intentando promover el modelo de democracia neoliberal nórdico como la meta alcanzable.
Denunciamos los acuerdos de libre comercio, que empobrecen cada vez más a los pueblos del sur global. La apropiación, privatización y mercantilización del conocimiento, de la tierra, el agua, la salud, la educación y demás bienes comunes, agudizan las condiciones de explotación en el trabajo de las personas empobrecidas y dejan sin oportunidades a las futuras generaciones, perpetuando el círculo de la pobreza. La industria extractiva y el agronegocio siguen degradando nuestra salud y nuestras condiciones de vida, mientras las élites políticas acumulan una riqueza basada en la corrupción y la impunidad y construyen Estados en función de los intereses de las transnacionales. Reafirmamos que seguiremos sacando nuestros cuerpos a la calle para enfrentar la situación, ya que las instituciones de derecho están cada vez más fragilizadas frente al poder del capital y no funcionan como deberían. Las fuerzas del mercado desnutren el estado social y de derecho.
Denunciamos el asesinato del planeta por la institucionalización de un universalismo occidental y por la búsqueda desenfrenada del lucro. El cártel formado por las corporaciones multinacionales antiéticas está destruyendo la madre tierra que nos mantiene. Los acuerdos climáticos han creado falsas soluciones fundamentadas en un marketing de lenguaje cada vez más vacío, ¡y que perpetúa la violencia contra la naturaleza! Nosotras, mujeres de la Marcha Mundial de las Mujeres, mujeres del campo y de las ciudades, estamos a favor de sostener la vida. Damos nuestras vidas por defender la naturaleza de la cual vivimos, de la que hacemos parte y que nos mantiene allí donde estamos (el agua, la tierra y los bosques en nuestros territorios), pues creemos en modos de vida que interactúen de forma sostenible con los recursos naturales.
Denunciamos un mercado que explota y precariza las condiciones de trabajo de las mujeres con largas jornadas de trabajo, bajos salarios y exposición a riesgos diversos; denunciamos la precarización del trabajo doméstico y de cuidados. Un trabajo que garantiza el sustento de la vida humana, que nutre, harmoniza, enseña, ampara. ¡Un trabajo invisibilizando e infravalorado! Cuestionamos la división sexual del trabajo que sobrevalora el trabajo socialmente concebido para los hombres a partir de la negación del valor del trabajo atribuido a las mujeres. ¿Cómo puede el mundo pretender inferior la realización de las tareas más básicas para la existencia humana, como el acto de cocinar que nos alimenta y el de limpiar el lugar donde vivimos y dormimos? El trabajo ejercido por las mujeres es la base para sostener la vida y por lo tanto, una importante fuente de contribución económica. Exigimos el reconocimiento del valor del trabajo doméstico, pues las contribuciones económicas van más allá de lo que puede ser monetizado.
Denunciamos a la industria de la ayuda internacional y los programas de desarrollo, en particular a los que se centran en las cuestiones de género, como agentes que promueven las agendas neoliberales e imperialistas, perpetuando la discriminación, racialización y explotación de mujeres de los países del sur.
Denunciamos y seguiremos denunciando siempre todas las formas de violencia porque, no olvidamos la violencia machista que enfrentamos cotidianamente en espacios públicos y privados. Gritamos bien alto ¡BASTA! Basta de abusos, violaciones, matrimonios forzados y feminicidios que no suceden únicamente en países de Asia y África, sino que están presentes en las vidas de las mujeres de todas las clases y en todo el mundo. Nuestros cuerpos y nuestras vidas nos pertenecen y ese derecho no es negociable.
Enaltecemos, apoyamos y participamos en iniciativas para acabar con el silencio, como son los recientes movimientos de denuncia y de ocupación del espacio público: Marcha das Mulheres, Time´s up, #metoo, ¡Ni una a menos!, ¡Vivas nos queremos! y la Huelga Internacional de Mujeres, así como en iniciativas que se suman a las luchas permanentes e incontornables que venimos tejiendo contra la opresión del sistema patriarcal, capitalista y colonialista.
Enaltecemos las luchas y resistencias de las mujeres que trabajan a nivel local construyendo nuevas narrativas y reescribiendo la historia de las poblaciones marginalizadas, manifestando la diversidad y multiculturalidad de los pueblos, la solidaridad como estrategia de subversión del sistema actual y como estrategia de humanización, contribuyendo así para la transformación de las sociedades, haciéndolas más justas e iguales.
Es por todo ello y más, que nosotras, mujeres de la Marcha Mundial de las Mujeres, como movimiento de acción permanente, marcharemos este 8 de Marzo.
Estaremos realizando acciones alrededor del mundo durante las 24 horas del día 24 de Abril de 2018 para reafirmar que “Rana Plaza está en todas partes”; estaremos denunciando a la industria textil, a las transnacionales y todo tipo de explotación en el trabajo de las mujeres.
Seguimos rumbo al XI Encuentro Internacional donde del 22 al 28 de Octubre, en el País Vasco, construiremos colectivamente utopías y alternativas, ¡para marchar por un Mundo de justicia, libertad y paz!
¡Seguimos transformando nuestro dolor en fuerza!
¡Seguimos confiando en la Solidaridad y el trabajo colectivo!
Seguimos en Marcha , Mujeres… ¡Siempre!

CC) 2018 Radio Mundo Real

“Violencia contra las mujeres no es un fenómeno monolítico”

La costarricense Monserrat Sagot, precursora del activismo contra la violencia hacia la mujer.
 Crédito: Cortesía de la entrevistada
Fabiana Frayssinet entrevista a MONSERRAT SAGOT, precursora de activismo contra la violencia machista.
Este artículo es parte de la cobertura de IPS sobre el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, que este año tiene como tema: “Ahora es el momento: las activistas rurales y urbanas transforman la vida de las mujeres”.


BUENOS AIRES, 7 mar 2018 (IPS) - La precursora en el activismo contra la violencia hacia las mujeres Montserrat Sagot cree que “siempre es importante” que se levanten voces para visibilizarla, pero subraya que los movimientos latinoamericanos contra el fenómeno son diferentes a la campaña  #MeToo surgida en Estados Unidos.
En una entrevista con IPS, con motivo del Día Internacional de la Mujer, este 8 de marzo,  la directora del Centro de Investigación en Estudios de la Mujer de la Universidad de Costa Rica afirmó que el movimiento centroamericano y latinoamericano contra la violencia machista “siempre ha partido de un análisis político y estructural de la violencia”.
La académica y activista costarricense afirmó  que “siempre es importante que se levanten voces contra este serio y prevaleciente problema”, en referencia a movimientos como  #MeToo (yo también) que nació en octubre de 2017 en Hollywood, la capital de la industria del cine.
Pero la también coordinadora del grupo de trabajo “Feminismos, resistencias y procesos emancipatorios” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) consideró que ese tipo de actividades surgidas en el Norte industrial, “homogenizan a las mujeres y nos hacen aparecer a todas como víctimas de las mismas formas de violencia”.
“Es decir, se omite un análisis de las diferentes formas de violencia que afectan a las mujeres según su condición de clase, de raza, de edad, de condición migratoria”, remarcó desde San José, y se soslayan realidades que “tienen un impacto sobre quiénes serán más afectadas por la violencia y están en mayor riesgo de morir”. 
IPS: ¿Qué movimientos de liderazgo y activismo contra la violencia hacia las mujeres han surgido en América Central, con personalidad propia?
MONSERRAT SAGOT: El movimiento por la no violencia contra las mujeres de Centroamérica es de los más viejos del continente y empieza sus actividades desde inicios de los años 90, con la creación de la Red Feminista Centroamericana contra la violencia. Este movimiento es pionero también en exigir la aprobación de legislación y políticas públicas contra la violencia.
De hecho, en Costa Rica se aprueba la ley contra la violencia doméstica en 1997 y luego desde Centroamérica surge el movimiento para llamar a incorporar el delito de femicidio como un tipo penal aparte del homicidio en los diferentes códigos penales. Algunos de los países de la región como Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Nicaragua ya lo incorporaron desde hace más de una década.
En ese sentido, los movimientos que existen son una continuidad de estas primeras iniciativas y responden a las condiciones de violencia extrema contra las mujeres que se viven en la región y convierten a Centroamérica en una de las regiones más violentas del mundo fuera de las zonas de guerra abierta.
De hecho, El Salvador, Guatemala y Honduras poseen algunas de las tasas de asesinatos de mujeres más altas del mundo.
IPS: ¿Cómo han incidido estos movimientos en la concreción de políticas públicas y los resultados sobre violencia machista?
MS: El movimiento ha sido muy exitoso en exigir la creación de políticas públicas y leyes contra la violencia hacia las mujeres. En casi todos los países se ha aprobado legislación y políticas sobre violencia doméstica e intrafamiliar y se ha incorporado el delito de femicidio o feminicidio en los códigos penales.
Lamentablemente, estas leyes y políticas no parecen haber tenido un impacto en la reducción de la violencia. Si bien existen las leyes y las políticas, esto no es suficiente para modificar una estructura social profundamente desigual y autoritaria en las sociedades centroamericanas que es lo que genera las condiciones de violencia exacerbada.
IPS: ¿En qué se diferencia este activismo feminista regional y sus consignas como con los movimientos surgidos en 2017 en países del Norte? ¿Percibe particularidades con los movimientos latinoamericanos, como Ni una Menos o Ni una Más, nacidos en 2015?
MS: El movimiento por la no violencia contra las mujeres en Centroamérica y América Latina en general siempre ha partido de un análisis político y estructural de la violencia. Es decir, la violencia contra las mujeres ha sido entendida como un componente estructural de un sistema de opresión profundamente imbricado con las condiciones de opresión económica y política.

Es decir, la violencia contra las mujeres ha sido un importante instrumento de muchas feministas de la región para desarrollar un análisis crítico de las interrelaciones entre el patriarcado, el capitalismo y el carácter represivo del Estado.
Me parece que estos planteamientos nos han alejado de visiones más culturalistas y a veces un poco ingenuas o individualistas que han sido desarrolladas por algunos movimientos del Norte. Es decir, que parten de que la violencia contra las mujeres es un problema de falta de educación o sensibilización y que si se educara más a las mujeres y a los hombres, la violencia disminuiría.
IPS: ¿Cuál es su opinión sobre la propalación mundial de campañas como  #MeToo estadounidense, que estalló en las redes tras las denuncias de agresión sexual en la industria del cine de Hollywood?
MS: Como activista en contra de la violencia por décadas, siempre me parece importante que se levanten voces contra este serio y prevalente problema. También me parece muy bien que voces de mujeres importantes se sumen a la lucha. Siempre es ganancia tener más personas involucradas.
Pero este tipo de movimientos, desde mi punto de vista, homogenizan a las mujeres y nos hacen aparecer a todas como víctimas de las mismas formas de violencia. Es decir, se omite un análisis de las diferentes formas de violencia que afectan a las mujeres según su condición de clase, de raza, de edad, de condición migratoria, etc.
Con eso quiero significar que si bien el problema de la violencia contra las mujeres es universal e histórico, no todas estamos expuestas al mismo nivel de riesgo y peligrosidad. En síntesis, ni la violencia contra las mujeres ni el feminicidio son fenómenos monolíticos.
Hay personas y grupos que están desproporcionadamente expuestas a la violencia y a la muerte al estar en relaciones íntimas más peligrosas, así como en posiciones sociales más peligrosas o ambas.
En ese sentido, un movimiento como #MeToo homogeniza y no toma en cuenta los análisis realizados en diversos países que demuestran que factores como el desempleo, la pobreza, la edad, el grupo étnico, el nivel educativo, el aislamiento, el estatus migratorio y la falta de recursos de apoyo, tienen un impacto sobre quiénes serán más afectadas por la violencia y están en mayor riesgo de morir.

Editado por Estrella Gutiérrez

“Mujeres que luchan” inicia mañana en Chiapas


REPORTAJE ESPECIAL
   Encuentro con mujeres zapatistas, 
que llaman al habla y la escucha 



Justo cuando México atraviesa un proceso electoral y las mexicanas exigen el derecho a vivir libres de violencia, un alto al feminicidio, al acoso sexual y la violencia de género; las zapatistas se colocaron en primera fila y lanzaron una provocación al movimiento feminista, llamaron a reencontrarse, una vez más, para hablar, escucharse y organizarse.
A partir del 29 de diciembre del año pasado la invitación al “Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de las Mujeres que Luchan” se esparció por redes digitales y personales y hasta enero de este 2018 ya sumaban 651 personas registradas, mujeres alistándose para emprender un viaje desde sus países, ciudades o pueblos, hasta la zona indígena del sureste de Chiapas que en 1994 hizo temblar al Estado mexicano.
A 24 años del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en el contexto del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y en medio de la irrupción política que causó la primer mujer indígena que buscó la Presidencia de la República, María de Jesús Patricio; las indígenas, mestizas y extranjeras, se darán cita durante tres días en el Caracol de Morelia, ubicado en Chiapas, zona indígena Tzotz Choj.
Del 8 al 10 de marzo las tejedoras de la palabra darán  seguimiento a una lucha que es más vieja que la insurrección de 1994.
A propósito de este encuentro, Cimacnoticias realizó un recuento histórico de la participación de las mujeres en el zapatismo, su búsqueda en el reconocimiento de sus derechos, y su organización. La investigación se hizo a través de la recopilación de documentos del Centro de Documentación “Adelina Zendejas” de CIMAC, publicaciones del suplemento La Doble Jornada y la documentación periodística del libro “Las Alzadas”, coordinado por la periodista Sara Lovera y Nellys Palomo.

“NO CLAUDICAMOS”

El encuentro se da ante la necesidad de tejer lazos en un país donde a diario, 7 mujeres son asesinadas y a cada momento brota a la luz pública un caso de acoso sexual. “Pero como quiera no tenemos miedo, o sí tenemos pero lo controlamos, y no nos rendimos, y no nos vendemos y no claudicamos”, esas son las palabras de las organizadoras.
Las mujeres que forman el Comité Clandestino Revolucionario Indígena de la Comandancia General del EZLN, las concejalas, juntas, promotoras, milicianas, insurgentas y bases de apoyo zapatistas, convocantes a esta reunión de saberes, pidieron a todas las mujeres, feministas, defensoras y ciudadanas, escucharse como forma de sanación y de acción.
Ahora que en México las víctimas y familias de mujeres desaparecidas, víctimas de feminicidio, acoso sexual, hostigamiento laboral, despojo de tierras o violencia del Estado han tomado la iniciativa de denunciar a policías, jueces, comunicadores y funcionarios, la idea es tomar bríos para saberse acompañadas y juntas, auto organizarse.
La cita es singular, será en una zona indígena y selvática, donde el autogobierno se hace cargo de las necesidades básicas como luz y agua y donde los hombres tendrán que hacer lo que socialmente no les ha tocado: cuidar a niñas y niños, preparar alimentos, hacerse cargo de la limpieza y estar en espacios considerados de servidumbre pero que para el zapatismo son base de la organización.

UNA VEZ MÁS NOS ESCUCHAMOS

Antes del levantamiento armado del EZLN la primera rebelión que cimbró a las comunidades chiapanecas y que después haría eco a nivel nacional fue las de las mujeres, la de aquellas que sin saber de Derechos Humanos decidieron que una revolución sin igualdad simplemente no podía ser.
El 8 de marzo de 1993 las indígenas hicieron el primer levantamiento cuando exigieron terminar con las costumbres que no les gustaban como ser violentadas y obligadas a casarse con hombres que no querían, o tener hijos que no podían cuidar. El resultado de esa rebelión que disgustó a algunos e hizo reflexionar a otros, fue la Ley Revolucionaria de las Mujeres.
Allí se mostró que las causas de los pueblos indígenas y de las mujeres no están alejadas y aunque poco se sabe, las mujeres fueron protagonistas invisibles de los acontecimientos que trascendieron las fronteras del país hace 24 años. Líderes como la comandanta Ramona y la mayor Ana María, tuvieron tareas vitales para el movimiento, y sus perfiles fueron inspiración para otras.
A un cuarto de siglo de distancia, el próximo encuentro de mujeres en Chiapas no es el primero que se realiza en nombre de la inclusión y contra la opresión. En los años seguidos al levantamiento armado de 1994, el movimiento de mujeres indígenas vivió un impulso y se realizaron varios foros y eventos involucrando la visión de las zapatistas.

En 1995 se reunieron en el Encuentro Nacional de Mujeres de la Asamblea Nacional Indígena para la Autonomía (ANIPA) para preparar su participación en el Foro Nacional Indígena y en la mesa de Diálogo en el municipio de San Andrés Larráinzar. Allí trabajaron temas de participación política de la mujer, autonomía, derecho a la tierra, salud y derechos reproductivos.
Dos años después, en 1997, en Oaxaca, se formó la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas en el marco del Encuentro Nacional de Mujeres Indígenas. Entre las exigencias estuvieron el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, la salida del Ejército mexicano de las comunidades indígenas, la reforma del artículo cuarto constitucional para hacer explícitos derechos indígenas y paridad política; y la reforma al artículo 27 constitucional para permitir a las mujeres heredar y usufructuar la tierra.
A finales de 2007, conmemorando el 14 aniversario del alzamiento zapatista, se realizó el Tercer Encuentro entre los Pueblos Zapatistas y los Pueblos del Mundo, el cual se centró en las vivencias y los logros de las mujeres zapatistas. Así, se trataron temas de salud, educación, y organización.

MUJERES, BASE DEL ZAPATISMO

El movimiento feminista mexicano y el mundo entero se sorprendieron al ver la participación activa de las mujeres tanto en los rangos militares como en la dirección política de las y los zapatistas que se levantaron en armas el 1 de enero de 1994.
En ese entonces la mayor Ana María, a sus entonces 26 años, al mando de más de mil personas, fue dirigente de la toma de San Cristóbal. Al hablar con cronistas sobre su vida, la mayor contó que como muchas no estudió ni se preparó, por eso se fue a la montaña, donde aprendió a leer, escribir y hablar castellano. En medio de la lucha armada pudo decidir quién sería su compañero de vida.
Por su parte la comandanta Ramona, formó parte del Comité Clandestino Revolucionario Indígena. En idioma tzotzil habló sobre la vida cotidiana de las mujeres en las comunidades, de los días largos, de cómo sufrieron de hambre y malnutrición, cómo se enfermaron, de los puestos de salud que se encontraban demasiado lejos y de los decesos de niñas y niños.
La comandanta recorrió su comunidad llevando su palabra para decir lo que todos sabían pero que poca gente mestiza acepta: el trabajo que implica llevar las artesanías al pueblo y enfrentar discriminación y racismo; el hecho de que los hombres vean mal que sus mujeres tomen la palabra y ocupen puestos, o cómo las niñas desde pequeñas son vendidas a sus futuros esposos.
En la euforia de 1994 la mayor Ana María, al igual que otras mujeres, exigió a los varones zapatistas lo que les correspondía de aquella revolución; el derecho de las mujeres a organizarse y a participar en la milicia, aunque para ellas no sería lo mismo porque tuvieron que demostrar que podían realizar el mismo trabajo que ellos, hasta que se abrieron paso a los más altos mandos.

No sólo las mujeres combatientes se hicieron presentes, como la comandanta Ramona, también estuvieron las adultas mayores, aquellas que permanecieron en los pueblos y que fueron bases fundamentales del EZLN. Ellas se encargaron de la seguridad de las comunidades, monitorearon, diseñaron y cosieron los uniformes de la insurgencia, mantuvieron al ejército alimentado y cuidaron a la niñez mientras las jóvenes y los varones salieron a luchar.
Es por eso que sus demandas tuvieron que ser escuchadas. Junto a la Declaración de la Selva Lacandona, se publicó la Ley Revolucionaria de las Mujeres. Diseñada desde 1993, en ese documento, las indígenas demandan un salario justo, el derecho de tener cargos en la comunidad, el derecho a salud, educación, a una vida sin violencia, y -cosa inédita- el derecho de elegir a su pareja y la cantidad de hijos e hijas que quisieran tener.
Para construir esa ley la comandanta Ramona fue la encargada de recoger las opiniones de las comunidades tzotziles y la comandanta Susana, la palabra de las comunidades tzeltales. De forma aguda las mujeres indígenas problematizaron la relación entre el cambio y dejar atrás las tradiciones o costumbres que las mantenían en los ciclos de marginación y violencia.
En ese entonces las feministas críticas cuestionaron cómo las mujeres podían participar en una lógica de guerra y una institución tan patriarcal como es un ejército. Observaron que las mujeres destacadas del zapatismo se limitaron a leer cartas del Subcomandante Marcos y que los traductores de Ramona, por ejemplo, en vez de traducir se metieron a interpretar.
Con todo, la Ley Revolucionaria de las Mujeres tuvo repercusiones tanto en el movimiento feminista como en el indígena y desencadenó un debate amplio. A pesar de las críticas preponderó la inspiración que las mujeres chiapanecas dieron a otras indígenas y a muchas mujeres que luchan por la igualdad en el país. Aunque aún faltaba esperar que se cumplieran sus demandas.

A 24 AÑOS DEL LEVANTAMIENTO...

A 24 años, hoy Chiapas continúa siendo el estado más pobre de México, y muchos municipios indígenas carecen de servicios básicos como agua, energía, y salud.
Según el último diagnóstico del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2012, 75 por ciento de la población chiapaneca se encontraba en pobreza y 32 por ciento en situación de pobreza extrema. Niveles iguales a los de 1994, según la investigadora de la Universidad de Harvard, Viridiana Ríos.
Al nivel nacional, Coneval reporta que 45 por ciento de la población se encuentra en situación de pobreza y 10 por ciento en pobreza extrema.
Al hablar de salud en Chiapas, donde la sociedad es diversa, en los municipios mayoritariamente poblados por indígenas, las problemáticas se agudizan. La organización Melel Joxobal constató en 2015 que las complicaciones de embarazo y parto eran la principal causa de muerte en mujeres indígenas.
Ese mismo año la Secretaría de Salud informó que la Razón de Muerte Materna (RMM) en Chiapas era de 68 por cada 100 mil nacidos vivos, en tanto, la medida nacional se ubicaba en 39 decesos, esto significa un 43 por ciento más.
En suma, muchas adolescentes se casan a edades tempranas y tienen poco acceso a información sobre planificación familiar. En los altos de Chiapas, 73 por ciento de las mujeres tuvo su primer hijo entre los 11 y 19 años de edad, según la Encuesta de Salud y Derechos de las Mujeres 2015. Esto les impide una libre decisión sobre sus proyectos de vida, constata Melel Joxobal.
La educación debería de ser una parte fundamental para preparar a las niñas a tomar decisiones autónomas, pero en muchos casos, faltan oportunidades. Aunque el país tiene cifras oficiales de escolaridad y alfabetización del 95 por ciento, el rezago educativo de las y los indígenas es significativo. La mitad no termina la primaria, según el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas, y el monolingüismo les hace más vulnerables a la discriminación.

LA ENSEÑANZA DE MARICHUY

Este encuentro cobra mayor relevancia porque es parte de la estela de esperanza que dejó la candidatura indígena propuesta desde 2017 por el Concejo Indígena de Gobierno (CIG) y el Congreso Nacional Indígena (CNI) para participar en el proceso electoral de 2018 en busca de la Presidencia de la República, misma que no logró los apoyos ciudadanos suficientes para concretarse, a pesar de la organización ciudadana que causó.
La propuesta del CIG-CNI fue que su vocera, María de Jesús Patricio, conocida como Marichuy, llevara la voz de los pueblos indígenas al proceso electoral, que fuera ella, una mujer indígena, quien hablara a la ciudadanía del despojo de las tierras, la explotación, la opresión y discriminación que viven las personas del México de abajo.
La precampaña de una mujer indígena hizo ver que todavía hay un país que desprecia a las personas por su color de piel, su sexo, o su nivel de estudios, pero además que se niega a escuchar lo que tengan que decir. Y aunque los partidos políticos actualmente deben postular a personas indígenas en 13 distritos electorales para competir por una diputación, la realidad es que la discriminación persiste.
Las expectativas puestas en este encuentro son altas. Convergerán mujeres de todas las edades y nacionalidades. Vienen de todos lados del mundo, de Europa y de Latinoamérica. En México, se encuentran alistadas mujeres de 27 entidades.
Todas ellas vertieron 202 propuestas de actividades, saberes y experiencias con el objetivo común de compartirlas a lo largo del encuentro; desde música, danza, teatro, circo, cuentacuentos, presentaciones de libros, dibujo, fotografía, cine y deporte. Es quizás este encuentro una forma de seguir reflexionando y hacer organización para formar esas resistencias de las que habló Marichuy en su paso por los pueblos de México. 
Hasta ahora las organizadoras han informado que se tiene contemplado la impartición de talleres sobre la violencia de género, manifiestos feministas, ciberfeminismo, la valoración y uso de la sangre menstrual,  danzaterapia, género, pintura, grabado, entre otros.
A este amplio número de saberes se suman pláticas del linaje femenino, cuerpo de la mujer, formas de resistencia, defensa de los Derechos Humanos, educación antimachista, experiencias de sobrevivientes a la violencia, lucha de mujeres en Francia e Italia, el feminismo en Cuba, feminismos indígenas y afros… Durante cinco días, las mujeres hablarán y escucharán sus inquietudes, conocimientos y anhelos.
Previo al encuentro, este martes 6 inició la Asamblea del Movimiento en Defensa de la Tierra, el Territorio y por la participación y el reconocimiento de las mujeres en la toma de decisiones, en San Cristóbal de las Casas, en la cual se busca difundir información sobre el contexto de violencia contra las mujeres, violencia feminicida, el riesgo que representan las zonas económica especiales.
Entre otros temas a debatir está el de la Ley de Seguridad Interior, despojo a la tierra y la reflexión de la efeméride del 8 de marzo. La Asamblea concluye este día para que mañana inicie el Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan.

CIMACFoto: Anayeli García Martínez
Por: Anayeli García Martínez, Sonia Gerth y Hazel Zamora Mendieta
Cimacnoticias | Ciudad de México.-

Paro Internacional de Mujeres 2018


OPINIÓN
   Mujeres Cautivas
Por: Teresa C. Ulloa Ziáurriz*


El Paro Internacional de Mujeres del 8 de marzo de este año es una movilización que tendrá lugar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Es convocado por organizaciones feministas y aliadas de la lucha por los derechos de las mujeres en todo el mundo. Se espera la adhesión de más de 70 países y una gran cantidad de actividades locales relacionadas.
La movilización es motivada por la lucha contra la violencia machista, la desigualdad de género y las distintas formas de opresión contra las mujeres. La acción internacional simultánea tiene el objetivo de visibilizar la situación de explotación de las mujeres en el ámbito del trabajo y la reproducción social.

ANTECEDENTES
Un primer antecedente histórico se dice que fue la Huelga de Nueva York, de obreras textileras, quienes luchaban por mejores salarios y menores jornadas. Otro antecedente es el paro nacional convocado por el movimiento de mujeres que tuvo lugar en Islandia, el 24 de octubre en 1975, en el que participaron trabajadoras remuneradas y amas de casa. En un aniversario de esa huelga, el 24 de octubre de 2016, las trabajadoras islandesas dejaron sus puestos de trabajo dos horas y veintidós minutos, antes de su hora de salida, como forma de hacer visible la brecha salarial entre hombres y mujeres.
El 3 de octubre de 2016, se realizó una protesta masiva en Polonia, bautizada como "lunes negro", contra un proyecto de ley que criminalizaba el aborto, incluyendo el aborto espontáneo y la interrupción del embarazo como consecuencia de una violación. La gran repercusión de esta protesta frenó la ley en el parlamento polaco. El 19 octubre del 2016, en Argentina, integrantes del movimiento “Ni Una Menos” y de otras organizaciones feministas convocaron a un paro de una hora y a diversas movilizaciones, tras una semana en la que hubo 7 casos de feminicidio.
En este marco de manifestaciones masivas en distintos países, las activistas polacas comenzaron a conectarse y coordinar acciones con movimientos similares de otros países, sumándose inicialmente Israel, Italia, Corea del Sur, Rusia, Irlanda, Brasil y México, para conformar un grupo impulsor del Primer Paro Internacional de Mujeres.
El Primer Paro Internacional de Mujeres, del 8 de marzo de 2017, tuvo presencia en más de 50 países y 200 ciudades alrededor del mundo. El 25 de noviembre del año pasado tuvieron lugar importantes manifestaciones por el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en varios países, así como una masiva respuesta a la convocatoria de la Women's March 2018 en Estados Unidos. Estas movilizaciones son consideradas por activistas como antecedentes para una segunda convocatoria global al Paro Internacional de Mujeres.

CONVOCATORIA

Bajo lemas como #NosotrasParamos, #WeStrike y “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, los movimientos feministas convocaron a un paro laboral, estudiantil, de cuidados y de consumo. El llamamiento incluye a mujeres asalariadas y no asalariadas, de todas las orientaciones e identidades sexuales.
Una de las principales reivindicaciones es por una sociedad libre de violencia machista, cuya manifestación más visible es la agresión y asesinato de mujeres por el solo hecho de ser mujeres. También se reivindican los derechos laborales de las mujeres, afectados por la precarización, la desigualdad salarial y el acoso sexual en el lugar de trabajo. Asimismo, se denuncian la pobreza, la violencia racial, la persecución a inmigrantes y los recortes de programas sociales y de salud. 

ORGANIZACIÓN

Las movilizaciones previstas para el próximo 8 de marzo se están preparando en más de 70 países por múltiples organizaciones, colectivos y activistas a nivel nacional y local. Mientras que algunos sectores del sindicalismo alegan que una huelga no puede legalmente distinguir entre sexos, el movimiento feminista sostiene que solamente las mujeres deberían parar. Desde esta perspectiva, los hombres deberían acompañar, asumiendo las tareas domésticas y de cuidados que quedarán sin atención, y participar con otro tipo de acciones que contribuyan a visibilizar el protagonismo de las mujeres.

TEMAS QUE DIVIDEN
Aparecieron temas como el “trabajo sexual” y los vientres subrogados, que no tiene el consenso y el de la agenda feminista v.s. la agenda del movimiento trans, que también provoca divisiones entre las feministas.
Bajo el supuesto estandarte del feminismo, reclaman espacio aquellas posiciones o discursos que, cuando se trata de la explotación sexual y reproductiva de las mujeres, califican la misma como un acto de voluntad. El neoliberalismo y las sociedades de mercado han implantado una nueva forma de racionalidad que sublima el individualismo del libre acuerdo donde, deliberadamente, se ignoran los condicionantes sistémicos que determinan esa supuesta libertad.

Ocultan que, para que el consentimiento sea válido ha de ser un acto libre e informado, requiere un yo autónomo no mediado por el abuso de poder, la subordinación y el sometimiento. Por ello, el argumento de la libre elección de las mujeres es una auténtica coartada para el patriarcado. No solo falsea la teoría del consentimiento sino que, en la medida que individualiza la decisión, la despolitiza.
Este año, el Paro Internacional de Mujeres quiere visibilizar la explotación de mujeres y niñas, y para estrechar una solidaridad global más fuerte para exigir poner fin a todas las violencias contra las mujeres, en todas sus formas y modalidades.
El Paro Internacional de Mujeres 2018 es un reconocimiento de que no podemos erradicar la violencia contra las mujeres sin tomar en cuenta la intersección con la pobreza, el racismo, la guerra, el saqueo ambiental, el capitalismo, el imperialismo y el patriarcado. La impunidad vive en el corazón de estas fuerzas entrelazadas.

En México nos levantamos por las desaparecidas, por las víctimas de feminicidio, las víctimas de la delincuencia organizada, las desplazadas, las madres que buscan a sus hijas e hijos, las víctimas y sobrevivientes de trata, de prostitución y otras formas de explotación sexual, las víctimas del trabajo infantil y del turismo sexual y la pornografía infantil, fenómenos que crecen en total impunidad en nuestro país.
*Directora Regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus siglas en inglés).
Twitter: @CATWLACDIR
Facebook: Catwlac Directora

CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Ciudad de México.- 

“¡Las mujeres seguimos en lucha!”


El feminismo en el marco de la defensa de la democracia y contra la ola neoliberal en América Latina

“La construcción del feminismo como una teoría y práctica de la resistencia y de la emancipación, podría ser pensada como un tejido bordado, muy colorido. Cada dibujo bordado representaría la experiencia de las mujeres de opresión y de resistencia. Cada elemento del bordado conecta los modos en que el capitalismo patriarcal y colonial construye su red para expropiar a las mujeres de sus cuerpos, sus territorios, sus memorias y sus sueños”. 

La cita pertenece a Clarisse Paradis, de la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil, y se encuentra en la publicación “Desafíos feministas para enfrentar el conflicto del capital contra la vida” (en adjunto en portugués y español), difundida en enero por la brasileña Sempreviva Organização Feminista (SOF) y la Marcha Mundial de las Mujeres. 

El primer capítulo de la obra, de los dos que tiene, es un texto político sobre la resistencia de las mujeres a la ola conservadora y la contraofensiva neoliberal en la región, producido para un material de la Marcha Mundial de las Mujeres como parte de su contribución para el proceso de la Jornada Continental por la Democracia y contra el Neoliberalismo, que aglutina a los movimientos populares de las Américas. 

El segundo apartado, en tanto, estuvo a cargo de Clarisse Paradis y dos integrantes de la organización ambientalista REDES – Amigos de la Tierra Uruguay, Viviana Barreto y Natalia Carrau. El objetivo de esas tres autoras fue reflexionar sobre las dinámicas actuales del neoliberalismo, y particularmente sobre las resistencias feministas contra las propuestas de tratados de libre comercio e inversiones. 

En general, la publicación busca actualizar la visión de SOF y la Marcha Mundial de las Mujeres sobre el neoliberalismo y dar pistas para la construcción de las luchas feministas en los tiempos que corren. “Compartiendo nuestros debates y reflexiones, queremos contribuir para que el feminismo se fortalezca como uno de los pilares de los procesos actuales de construcción de alianzas en la lucha por la democracia y contra el neoliberalismo”, dicen en su promoción del trabajo. 

Por su parte, REDES – Amigos de la Tierra Uruguay también promocionó el texto este jueves en su página web (www.redes.org.uy), y allí Natalia Carrau explica que se trata de “un intento de actualizar la perspectiva de la economía feminista, con la reflexión sobre los tratados de libre comercio y la avanzada del neoliberalismo”, que al mismo tiempo “busca rescatar el relato y perspectiva sobre la actual coyuntura desde el marco de esa economía feminista”. 

“No es lo mismo”, agrega Natalia, “porque no sólo importa actualizar la perspectiva sobre un tema, sino comenzar a producir en tiempo real una lectura del momento que tenga la posibilidad de identificar cómo, en esa nueva arremetida neoliberal, existe una ofensiva concreta y singular contra el cuerpo -territorio- de las mujeres”. “Al mismo tiempo, ese mismo relato en tiempo real es lo que invita a la organización y movilización feminista a sentirnos parte de una lucha”, cierra Natalia.

Imagen: Natalia Carrau.
(CC) 2018 Radio Mundo Real

Una jornada histórica recupera la radicalidad feminista

Alai 

La jornada del 8M 2018 marca un antes y un después en la trayectoria contemporánea de la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres en buena parte del mundo. La convocatoria a una huelga de mujeres, con un claro mensaje anticapitalista y antipatriarcal, contribuyó a recuperar el sentido histórico y la radicalidad de esta fecha, tras un período en que la banalización mercantil había avanzado ya demasiado y amenazaba con imponerse. La movilización feminista, no obstante su vitalidad, no lograba hacerse oír con la fuerza suficiente como para neutralizar el despliegue de flores, ofertas y frases asociadas con la celebración de un ‘feliz día’. 

La propuesta de una huelga o paro de mujeres aglutinó causas y alcanzó una respuesta inédita en no menos de 70 países. España sin duda tomó la delantera en extensión y masividad: cinco millones de personas participaron en las movilizaciones y centenares de iniciativas, a cual más creativa, se desplegaron en su territorio. A la convocatoria de las organizaciones de mujeres se sumó la CGT, reforzando el tema del trabajo como eje en un país asolado por el neoliberalismo. Las mujeres de los medios, y algunos medios, pusieron también lo suyo para el éxito de la jornada. 

En América Latina destacaron las movilizaciones en Argentina, cuyo potente movimiento de mujeres fue precursor de esta convocatoria en 2017, y en Brasil, donde la activación feminista ha sido crucial e incansable en la resistencia al gobierno golpista de Temer y su agenda ultra neoliberal. En México, sumido en una grave y compleja crisis, las voces se alzaron con igual fuerza contra el feminicidio, la precarización laboral, la represión y las privatizaciones. Mientras tanto, en Venezuela las ‘feministas, chavistas, bolivarianas, revolucionarias… hermanadas en en mismo clamor’, como dice su manifiesto, denunciaron ‘la guerra económica, el bloqueo financiero y la embestida política internacional dirigida desde el imperialismo norteamericano… que ataca fundamentalmente a las mujeres…’, pues supone más esfuerzos y trabajo para reproducir la vida cotidiana. 

Si bien hay factores de la coyuntura que dinamizan o aceleran procesos, no se trata de una expresión espontánea o episódica. El pensamiento y la acción feministas han acumulado en lo que va del siglo experiencias novedosas, búsquedas, tejido organizativo, maneras de interpretar la realidad, resistencias, propuestas integrales para ‘cambiar el mundo’. 

En América Latina el feminismo se ha expandido y consolidado, con matices propios, al calor de intensas décadas en que se han conjugado resistencias al neoliberalismo, búsqueda de alternativas sistémicas, experiencias progresistas. La posibilidad misma de aludir al feminismo en positivo y no como estigma se logra en medio de estos procesos, en los que la presencia de las mujeres crece y se diversifica, lo mismo que sus agendas que desbordan lo sectorial para plantear transformaciones de fondo, que se resumen pero no se agotan en las divisas anticapitalista y antipatriarcal. 

Desde otro espacio y tiempo, el fenómeno mediático desatado con la campaña Me too, la ineludible atención noticiosa de los medios convencionales hacia las protagonistas de los espacios comerciales que comparten, contribuyó a instalar un clima distinto en los medios. Sea por ‘sensibilidad’ o sea por interés, el enfoque predominante fue de denuncia. 

Algunos medios fueron más allá de este desplazamiento de foco de la banalización hacia la denuncia. En unos casos optaron por feminizar portadas, titulares y voces. En otros, por dispensar a las mujeres de su jornada laboral para que se sumen al paro. En algunos las mujeres tomaron posición y se sumaron a las movilizaciones con agenda propia. 

En los más distintos lugares y contextos las razones para adherir al paro fueron múltiples: manifiestos y consignas aluden a discriminaciones y brechas, violencias, reclamo de igualdad y autodeterminación, en términos más amplios cuestionamiento a un sistema injusto, explotador y depredador, pero por sobre todo se expresó la necesidad de colocar el trabajo en el centro. El trabajo en su diversidad de formas, funciones y sentidos, el trabajo como motor del mundo y de la vida; el trabajo como campo de injusticias y desigualdades pero también como eje de las transformaciones para otro orden económico, social y cultural. 

Desde esta perspectiva, queda en evidencia el sentido pro sistema de discursos y posturas que proponen ‘incluir’ mujeres sin alterar condiciones estructurales, incluso como garantía de continuidad o blindaje del sistema -en el sentido, por ejemplo, de lo que postula el FMI-. 

Una celebración que crece en alcance y complejidad, que no deja de estar en disputa, pero ahora con una clara hegemonía del feminismo anticapitalista y antipatriarcal. 



Magdalena León es economista ecuatoriana, integrante de la Red de Mujeres Transformando la Economía, REMTE. 

El “Me Too” latinoamericano no siempre se traduce “Yo también”


Este artículo es parte de la cobertura de IPS sobre el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, que este año tiene como tema: “Ahora es el momento: las activistas rurales y urbanas transforman la vida de las mujeres”.


Una niña y un niño con sendos carteles, uno de los cuales reza: “si me quieres, no me lastimes, no me violes, no me mates, quiéreme”, durante una de las manifestaciones en Buenos Aires bajo la consigna “Ni una Menos”, que se suceden desde 2015 contra la violencia de género. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

BUENOS AIRES, 4 mar 2018 (IPS) - Desde el argentino “Ni una Menos” al colombiano “No es hora de callar”, el activismo contra la violencia machista creció desde 2015 en América Latina, con campañas que tienen voces y peculiaridades socioculturales diferentes al movimiento “MeToo” surgido más tarde, en 2017, en Estados Unidos.

Multitudinarias marchas en 80 ciudades argentinas contra los femicios en junio de 2015, con el lema Ni una Menos, generaron un movimiento que un año después se replicó en Perú, mientras en Colombia las mujeres reavivaron con la llegada de la paz otro con la consigna “No es hora de callar”, y en México una Campaña Nacional contra el Feminicidio se movilizó con consignas como “Ni una Más” o “Ni una muerta más”.
“Es como si se fuera dando paso a una nueva expresión de un sujeto colectivo feminista diverso, como si hubiera una verdadera primavera feminista que desafía las bases de un patriarcado fuerte, violento y poderoso. Las luchas son cada vez más cuestionadoras de las relaciones de poder en todos los ámbitos”: Carmen Beramendi.

La movilización global de las mujeres contra la violencia de género llevó de hecho, a ONU Mujeres a decidir focalizar este año al Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, en el tema “Ahora es el momento: las activistas rurales y urbanas transforman la vida de las mujeres”, como una forma de fortificar movimientos que están modificando la percepción de la ciudadanía sobre el problema. 

En el caso latinoamericano, Monserrat Sagot, directora del costarricense Centro de Investigación en Estudios de la Mujer, recordó a IPS desde San José que los antecedentes más antiguos del movimiento son los de la Red Feminista Centroamericana contra la Violencia, que en los años 90 fue pionera en exigir leyes y políticas públicas contra la violencia.

En Costa Rica, recordó, se aprobó en 1997 la ley contra la violencia doméstica y luego desde América Central surgió hace más de una década una exitosa campaña para tipificar el feminicidio o femicidio en las legislaciones internas y así penalizar en forma específica el asesinato de las mujeres por su condición de género.

“Los movimientos que existen son una continuidad de estas tres primeras iniciativas y responden a condiciones de violencia extrema contra las mujeres en la región. Centroamérica en una de las regiones más violentas del mundo fuera de las zonas de guerra abierta”, señaló la también especialista en temas de género del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), con su sede central en Buenos Aires.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) sitúa en al menos 12 los feminicidos diarios en la región, donde se ubican 14 de los 25 países del mundo con mayor tasa de homicidios machistas.

Según Sagot el activismo feminista centroamericano y latinoamericano siempre partió de un análisis político y estructural de la violencia, entendida como un componente de un sistema “profundamente imbricado con las condiciones de opresión económica y política”.

Eso, aseguró, lo diferencia de movimientos nacidos en el Norte industrial, como “Me Too (Yo También)”, que estalló mundialmente en octubre de 2017 en las redes sociales, al hilo de denuncias de agresión y acoso sexual en Hollywood.

“Como activista en contra de la violencia por décadas, siempre me parece importante que se levanten voces contra este serio y prevalente problema, que voces de mujeres famosas se sumen a la lucha”, planteó Sagot.

“Pero este tipo de movimientos, desde mi punto de vista, homogeniza a las mujeres y nos hacen aparecer a todas como víctimas de las mismas formas de violencia. Se omiten análisis de las diferentes formas de violencia que afectan a las mujeres según su condición de clase, raza, edad y condición migratoria entre otras”, cuestionó.

Una manifestación en Chiapas, México, donde conviven las dos consignas con que se convocan las manifestaciones contra la violencia machista en ese país: “Ni una Más” y “No más Muertas”. Crédito: GlobaCitizen

En Colombia, donde en 2016 se firmó la paz, tras un conflicto armado de 52 años, Adriana Arroyo, directora del Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano, destacó la Ruta Pacífica de las Mujeres (1996) y el “No es hora de callar” (2009), entre los movimientos surgidos como respuesta a la violencia que afectaba en particular a las mujeres.

“Las particularidades de Colombia están en el trasfondo del conflicto armado y las violencias sexuales de todo tipo que han sufrido las mujeres y las niñas y sobre el que apenas comienzan a visibilizarse las afectaciones”, analizó para IPS desde la ciudad colombiana de Medellín.

A su juicio, los casos emblemáticos de feminicidios en la región “generan mucha incidencia mediática pero no necesariamente transformaciones concretas en las prácticas cotidianas y los micro machismos o en reflexiones más amplias sobre las situaciones de vida de mujeres y niñas”.

“Creo que #MeToo es una valiosa oportunidad para denunciar y visibilizar las distintas violencias que viven las mujeres, especialmente en los espacios laborales, pero es importante que no se lleve a extremos viciosos y que se generen otras acciones de orden pedagógico y de movilización social que lleve a entender la violencia patriarcal, sus causas, efectos y las trasformaciones necesarias”, agregó.

Carmen Beramendi, directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Uruguay y senadora suplente de Casa Grande, parte del gobernante Frente Amplio, resaltó a IPS que movimientos como la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual, fueron los que hace 20 años llevaron ese tema al debate público del país.

Esa red fue la primera en promover campañas públicas con deportistas, artistas y referentes culturales. “Hoy se han ido articulando con otras luchas que le han dado una impronta distinta, sumando a mujeres más jóvenes que se sienten convocadas a salir a la calle, que se expresan en torno a la consigna Ni una Menos, contra el acoso callejero, contra la trata”, señaló desde Montevideo.

Manifestantes con cruces negras, simbolizando las víctimas de feminicidio en Perú y otros países latinoamericanos, pasan por una calle del centro de Lima, durante la multitudinaria marcha celebrada en agosto de 2016 bajo la consigna “Ni Una Menos”. Crédito: Noemí Melgarejo/IPS

“Es como si se fuera dando paso a una nueva expresión de un sujeto colectivo feminista diversos, como si hubiera una verdadera primavera feminista que desafía las bases de un patriarcado fuerte, violento y poderoso. Las luchas son cada vez más cuestionadoras de las relaciones de poder en todos los ámbitos”, analizó.

Beramendi consideró que “más que establecer diferencias” con movimientos del Norte, “hay cuestiones que nos unen a las luchadoras de distintas partes del mundo”.

Pero subrayó que la región cuenta con instrumentos únicos como la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer adoptada por la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos, en 1994, en la ciudad brasileña de Belém do Pará.

Para ella, campañas como #MeToo “contribuyen a sacar de la esfera privada formas de opresión que han vivido mujeres que tienen un nivel de visibilidad alto y que tienen acceso a los medios de comunicación masivos. Creo que es parte de la disputa simbólica”.

La activista uruguaya desestimó las críticas a movimientos como #MeToo por escoger como ámbito de acción concursos de belleza o premiación de artistas.

“También es válido que pensemos lo que significa que haya cada vez más lugares donde las mujeres que tienen un micrófono expresen que han sufrido acoso y violencia. No quiero caer en una visión maniquea del mundo. Los cambios siempre tienen algo de ruptura y continuidades, en el afuera y adentro de nosotras mismas. No son una línea ascendente y en los avances hay contradicciones”, sintetizó.

La argentina Karina Bidaseca, coordinadora del Programa Sur Sur de Clacso, destacó a IPS que movimientos como Ni una Menos o Ni Una Más, “han logrado traspasar las fronteras, ser la expresión de una voz colectiva y enfrentar el poder patriarcal que estructura nuestra sociedades”.

A su juicio, los activismos feministas del Norte no representan a la región.

Los movimientos argentino o mexicano, o el del “feminismo paritario” en Perú, el “feminismo comunitario” en Bolivia o la Marcha del Buen Vivir de las mujeres mapuches, en Chile y Argentina, “emergen en contextos singulares y expresan esos mismos contextos históricos, políticos y sociales”, aseguró.

Editado por Estrella Gutiérrez