3/02/2025

La verdad ¿es revolucionaria?

La verdad es revolucionaria, dijo el socialista Ferdinand Lassalle, alguien a quien Marx quería los lunes, los miércoles y los viernes (y el resto de la semana le insultaba). Esa frase la tomó Antonio Gramsci para el periódico que fundó L’Unitá. La verdad es revolucionaria. Que nos entierren o tiren al mar con ese epitafio.



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Decía Giulio Andreotti, un viejo político de la democracia cristiana, que había hermanos del alma, grandes amigos, amigos inseparables, amigos, enemigos, enemigos irreconciliables y compañeros de partido.

No andaba falto de razón, porque, a menudo, chocas más con tus propios compañeros que con los de los demás partidos. Un político de izquierdas choca con uno de derechas en las elecciones y, a no ser que esté en la pelea política cotidiana, pues no hay mayores encontronazos. Es verdad que la derecha, sobre todo últimamente, no dispara con balas de fogueo, y cuando está fuera del Gobierno más tiempo del que cree que se merece, empieza a usar toda la artillería. En alguna campaña reciente en México, aún hay gente de Morena que recuerda la enorme violencia del PRIAN en algunos estados.

Hay un dicho en España que reza: pueblo pequeño, infierno grande, que es una manera de decir que cuando todos nos conocemos no es necesariamente mejor. En los pequeños pueblos, los miembros de un mismo partido compiten por un pequeño cargo, y ahí salen los cuchillos y las carabinas. Dale un carguillo y verás como es Juanillo. Pero según vas subiendo de nivel, también sube la ambición, y el precio que algunos están dispuestos a pagar por llegar a un cargo va subiendo.

Thomas Mann, un hombre que comenzó mirando con cierta cercanía al nazismo y que terminó viendo cómo quemaban sus libros delante de la universidad en Berlín en 1933, escribió en 1947, recién terminada la guerra, el Doktor Faustus. Se trata de una novela que reinterpreta el mito de Fausto (la obra que Goethe convirtió en el Don Quijote o el Pedro Páramo alemán), pero, ahora, en el contexto de la Alemania del siglo XX. La historia sigue la vida de Adrian Leverkühn, un compositor genial, un pianista sublime, pero que quiere más y más y más y que, en su búsqueda de grandeza artística, hace un pacto con el diablo: a cambio de 24 años de creatividad sin igual, renuncia al amor y se condena, como no podía ser de otra manera, a la locura.

Adrian Leverkühn tenía cerca un amigo, Serenus Zeitblom, quien observa cómo la genialidad de Adrian va a la par que su destrucción. De manera que a medida que su arte florece, su vida personal y su salud mental se deterioran. El destino de Leverkühn se convierte en una metáfora del colapso de Alemania bajo el nazismo: una Nación que, cegada por la ambición y el deseo de grandeza, termina destruyéndose a sí misma.

La política está llena de pequeños doctores Fausto capaces de quemar en la hoguera a sus amigos con tal de florecer, como esas palomas que necesitan defecar para alzar algo más su vuelo gallináceo. La política nos sorprende porque es, al mismo tiempo, el lugar de la máxima generosidad y también de la máxima vileza. Estamos en la era de las mentiras, de las fakes que, desgraciadamente, no siempre encuentra un muro en la izquierda.

La derecha lo sabe y por eso una de sus principales tareas es dividir a la izquierda. Es una de sus principales actividades y tienen equipos especiales que se dedican precisamente a dividir a las fuerzas de la izquierda para que no lleguen al Gobierno o para que lo pierdan.

La división en la izquierda es profundamente reaccionaria. Nuestra incapacidad para encontrarnos es un enorme fracaso de un esfuerzo que sabe que, para cambiar las cosas, necesita aunar muchos esfuerzos.

En abril hay elecciones en Ecuador, un país raptado por el empresario Noboa que, desde mucho antes de que pateara el derecho internacional y entrara en la Embajada de México en Quito para raptar a un ciudadano asilado, viene persiguiendo de manera ilegal a la oposición correísta. Una de las formas de esa persecución siempre tiene que ver con la muerte civil. Son los dueños de los grandes medios de comunicación y siembran infundios para que el pueblo deje de confiar en sus líderes. Lo hicieron con Lula y, sin pruebas, le metieron 560 días en la cárcel para dejarle el camino libre a Bolsonaro.

Sin embargo, es bastante probable que Luisa González gane las elecciones en Ecuador porque ha logrado algo que se le resistió a Rafael Correa: ganarse el apoyo de la principal asociación indígena del Ecuador, la CONAIE.

En Argentina están empezando esfuerzos para unificar fuerzas y el Gobernador peronista de la provincia de Buenos Aires, Axel Kizillof, lo ha entendido a la perfección, algo que tampoco se le escapa a la que ha sido la lideresa moral del movimiento, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Milei nunca hubiera llegado al poder si el movimiento de izquierda hubiera estado unido, coordinado, si hubiera escuchado a las bases y, sobre todo, si hubiera hecho políticas que beneficiaran claramente a las mayorías. A los mentirosos como Milei les pone la alfombra la izquierda.

La pelea en Bolivia entre el Presidente Lucho Arce y el primer Presidente indígena de Bolivia, Evo Morales, alimenta el escenario de derrota, igual que de nada sirven buenos datos económicos en Chile si el relato que circula entre el pueblo es que no se ha gobernado para el pueblo y, además, hay severas diferencias entre la izquierda (la prisión del líder del Partido Comunista, Daniel Jadue por querer que el pueblo tuviera medicinas baratas no es asumible).

No quiero hacer un repaso a todos los países, pero esa realidad es también en Europa la que está permitiendo que llegue la extrema derecha. Cinco izquierdas en Francia, otras tantas en Italia, al menos cuatro -si los Verdes alemanes son de izquierdas, que, reconozco, es un suponer arriesgado- en Alemania, o en España un totum revolutum que, no solamente expresa una enorme fragmentación, sino que presenta delante de la opinión pública un odio que no va a ningún. El pueblo está ocupado sobreviviendo laboralmente, peleando con la vivienda, los colegios, la formación, el transporte, el calentamiento global, los jefes, los sindicatos y la última ocurrencia de Trump, Gaza o pensando en las vacaciones como para dedicarle mucho tiempo a las peleas eternas dentro de la izquierda. Claro que tiene que dedicarle un rato. Pero hay que ayudar a que la política merezca la pena.

Decía Fidel Castro en la excelente entrevista que le hizo Ignacio Ramonet, casi al final del libro, que el principal error de Cuba había sido no lavar los trapos sucios al aire. Esa frase, tan repetida, de que los trapos sucios se lavan en casa es mentira, decía. Esa lavandería siempre está cerrada o está muy lejos o no hay agua ni jabón. La verdad es revolucionaria, dijo el socialista Ferdinand Lassalle, alguien a quien Marx quería los lunes, los miércoles y los viernes (y el resto de la semana le insultaba). Esa frase la tomó Antonio Gramsci para el periódico que fundó L’Unitá. La verdad es revolucionaria. Que nos entierren o tiren al mar con ese epitafio.

Un enemigo del pueblo es una obra clásica de teatro del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, escrita en 1882. La historia ocurre en un pequeño pueblo que ha invertido en la construcción de un balneario, que se ha convertido en la fuente de ingresos clave para la comunidad.

El protagonista, el Dr. Thomas Stockmann, que es el médico del balneario, descubre que las aguas están contaminadas con bacterias peligrosas provenientes de un matadero cercano. Por su honestidad como médico y como ciudadano, cree que debe informar al pueblo, y como no parece que le hagan mucho caso, escribe un artículo denunciando el problema. El doctor es decente y el artículo es verdadero. Algo muy lejano de lo que pasa con tanta frecuencia hoy en día donde lo que se publica es información podrida y los que lo hacen son farsantes al servicio del mejor postor.

Obviamente, el asunto generó un problema con las autoridades. El Alcalde Peter Stockmann, hermano del doctor, se opone a la denuncia, argumentando que, si se difunde la noticia, el balneario cerrará y la economía del pueblo colapsará. Además, las reparaciones serían costosas y tardarían años en completarse.

En un primer momento, la prensa y los ciudadanos apoyan al doctor. Sin embargo, cuando el Alcalde y los empresarios locales los amenazan con represalias económicas, los periódicos se niegan a publicar la denuncia y la comunidad, finalmente, se vuelve contra el doctor Stockmann.

En una asamblea pública, Stockmann intenta advertir a los ciudadanos, pero es interrumpido y declarado oficialmente un enemigo del pueblo. Su familia es atacada, pierde su trabajo y es expulsado de la comunidad. A pesar de esto, se mantiene firme en su lucha por la verdad.

¿Es una pelea absurda? ¿No podríamos afirmar que las democracias de que disfrutamos hoy están sostenidas por esas luchas anónimas y heroicas de quien no se ha dejado arrastrar por el poder y la mentira? ¿Quién ha sostenido la 4 T?

La historia de Adrian Leverkühn, el doctor Faustus de Mann, es una poderosa alegoría de la corrupción del alma en la búsqueda del poder. En la política, como en la música de Leverkühn, la ambición puede llevar a individuos o naciones a hacer pactos oscuros, sacrificando valores fundamentales por el éxito momentáneo. Y no os quepa la menor duda de que lo harán enarbolando las banderas de la virtud.

Claro que algunos políticos están dispuestos a comprometer sus principios morales, su ética y hasta la estabilidad de su Nación con tal de alcanzar el poder o mantenerse en él. Pueden aceptar alianzas con grupos radicales, manipular la verdad o destruir a sus oponentes con tal de lograr sus objetivos. Acaba de ser segunda fuerza política en la Alemania la extrema derecha. La que se considera seguidora, con todas las distancias, de lo que fue el III Reich. Su opinión de los inmigrantes no está muy lejos de lo que opinaba el nazismo de los judíos, los gitanos o los izquierdistas. Segunda fuerza en Alemania. La extrema derecha es primera en Italia y primera en España. Muchos votantes de Trump no piensan de los mexicanos nada diferente de sus antepasados que les robaron un tercio del territorio. Alguien le ha vendido su alma al demonio.

La genialidad sin moral puede ser peligrosa, igual que, como decía Bolívar, el genio sin virtud es un azote. De las ideas sembradas por López Obrador, la que más me impacta es la que tiene que ver con el “humanismo mexicano”. Que a mí me hace pensar en la gente decente que en España ha luchado siempre contra los poderosos, igual que los que se enfrentaron a Hitler, a Mussolini, a Suharto en Indonesia o a una indignidad en un pequeño pueblo o ciudad.

Ser un cualquiera es la alternativa al pecado de soberbia, que tanto prolifera en la política. Adrian Leverkühn paga un precio fatal por su pacto con el diablo. Un político, cualquier ser humano, que sacrifica la verdad, la justicia, la compasión, la humanidad por el poder, la fama, el dinero, tarde o temprano, enfrenta las consecuencias. Algo parecido a lo que le pasa a los cobardes.

Cobardes o mentirosos que no saben que la verdad es revolucionaria.

Juan Carlos Monedero

Realizó estudios de licenciatura en Economía, Ciencias Políticas y Sociología. Es Doctor en Ciencias Políticas y profesor titular en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Ha dado clases en diferentes universidades de Europa y América Latina y es profesor honorario en las universidades argentinas de Quilmes y Lanús. Ha asesorado a diferentes gobiernos latinoamericanos. Entre otros libros, ha publicado La transición contada a nuestros padres, El gobierno de las palabras, Nuevos disfraces del Leviatán, Dormíamos y despertamos, Curso urgente de política para gente decente (15 ediciones y publicado en cinco países), La izquierda que asaltó el algoritmo, El paciente cero eras tú y Política para tiempos de indiferencia (2024). Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales de CLACSO en 2018. Ha sido ponente central en la conmemoración del Día Internacional de la Democracia en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y en la 28 Sesión Regular del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra. Tiene reconocidos tres sexenios de investigación. Es cofundador de Podemos, colabora en diferentes medios de comunicación y ha presentado durante cinco años el programa En la frontera en Público, donde tiene el blog Comiendo tierra.

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