Tener opciones de metro, metro bus, cable bus, bicicletas públicas y espacio exclusivo para mujeres, a un precio accesible y en una variedad de horarios, es algo nuevo.
Pero, no todo es color de rosa en el transporte público.
Para empezar, los datos de acoso sexual en la Ciudad de México son aterradores. Diversos estudios confirman que el 95 por ciento de las mujeres han sufrido por comentarios inapropiados, miradas lascivas, hasta contacto físico no consensuado y exhibicionismo en espacios públicos.
Acoso sexual, pecado original
Es tan recurrente esto, que la idea de los vagones exclusivos para mujeres comenzó en la Ciudad de México apenas unos meses después de haberse inaugurado el metro, en 1970, por quejas de las usuarias en las horas pico en los trayectos más concurridos. Y lograron que a las líneas 1 y 3 se les asignaran dos vagones exclusivos para ellas. Esta fue la primera vez en el mundo que se realizó algo así. Y treinta años después, en 2000, la separación se extendió a las otras líneas del metro. En 2005, la ciudad de Tokio siguió este modelo. Y dos años después, en México, se creo el programa Acoso Cero que incluye un tercer vagón del tren para uso de mujeres, niños menores de 12 años y personas con capacidades diferentes.
Pero, ¿han logrado los vagones exclusivos para mujeres frenar el acoso sexual o son un paliativo frente a la violencia estructural?¿El transporte realmente facilita o limita la autonomía de las mujeres? En el sitio Desinformémonos sobre cómo el acoso sexual determina la movilidad de las mujeres en la Ciudad de México se responde parte de estas preguntas.
Parece que estas medidas no atacan la raíz del problema. Muchas mujeres enfrentan acoso en estaciones, transbordos y zonas mixtas. Además, en sistemas con alta demanda, el acceso a estos vagones es limitado o más tardado. Y es que el transporte urbano afecta a las mujeres en diversos sentidos. Desde lo más básico y elemental: ¿Cómo nos vamos a vestir?

Por ejemplo, Edna Sandoval, organizadora de base guatemalteca, viviendo en CDMX, toma tres cosas en cuenta cuando va a usar el transporte público: llevar tenis o zapatos cerrados, usar cangurera cruzada por delante para que no le saquen las cosas y, por último, llevar pantalones o falda larga para evitar acoso. “Ya lo normalicé, aunque no es normal porque yo traigo ese trauma de Guate y no debería ser así”. Edna lo ha sufrido en carne propia. Un día, en hora pico, entró al area mixta y sintió como que la acosaban. “Fueron como cuatro, en menos de cinco minutos. Me tuve que salir de la estación para pasar al área de mujeres. Y es que, cabal en las amontonaderas, aprovechan y meten mano.”
La Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), registró en 2022, mas de 5 mil 562 denuncias por acoso sexual en el transporte público de la Ciudad de México. Se estima que la cifra real es mucho mayor, ya que muchas víctimas no denuncian estos incidentes.

Yo fui testigo cuando una noche, regresando de un concierto con una amiga, logramos tomar el último viaje en metro, pero no logramos llegar al vagón de mujeres. Estábamos literalmente ensardinandas, cuando mi amiga gritó: “Alguien me está metiendo mano”. Risas en el vagón e incluso el agresor tuvo el descaro de decir: “A ver quién es, así lo golpeamos”. Yo no supe qué hacer, por mucho que tenía enfrente los letreros con el número al cual quejarse, ni porque leía: “Viaja Segura, te escuchamos, te creemos, te acompañamos”. Nos bajamos hasta en la estación que nos correspondía. Mi amiga no denunció.
¿Es la segregación por género un paliativo o la respuesta?
Tanto la dramaturga Paula Acevedo, como la coreógrafa Vanessa Rivera, ambas guatemaltecas, usan siempre que pueden el vagón exclusivo para mujeres. Esta última dice: “Honestamente, en comparación con Guate, acá siento menos o casi nulo el tema de acoso”. Para Paula, quien se trasladó a vivir a México desde Guatemala con dos niños pequeños, estos vagones son el resultado de la lucha de las mujeres por reinvindicar sus derechos. “Recuerdo que en el 2018, cuando comencé a usar estos espacios y viajaba con mis hijos pequeños, hasta les cedían los asientos a ellos” y en un par de ocasiones vió meterse a hombres al vagón de mujeres y fue a avisar a los policías, ayudando a poner orden. Considera que hay una dinámica solidaria de ayudarse, ceder lugar y avisar si se sale o entra. “Es una lucha larga, son pasos. Esto es parte de un plan mas grande que comenzó cuando Claudia Sheinbaum (hoy presidenta) fue gobernadora de la ciudad y continua ahora con Clara Brugada.”
Parte de esta política es que el transporte público es gratuito para las y los adultos mayores, como me cuenta la ex magistrada guatemalteca Maria Eugenia Morales, de 77 años. Ella tiene un carnet que da el Insitituto Nacional de las Personas Adultas Mayores que le da movilidad gratuita. “Quisiera esto para Guatemala, sobre todo despues de la última tragedia ocurrida en la calzada de La Paz” comenta la abogada, quien se moviliza de dos a cuatro veces por semana en metro, metrobus y peseros. Una gran diferencia a como lo hacía en Guatemala, donde siempre tuvo vehículo y contaba con seguridad por su trabajo. Desde que se encuentra en el exilio en Mexico, siempre que puede utiliza los espacios exclusivos para mujeres y se siente segura haciéndolo.

En las pantallas del metro me entero de que el gobierno instalará 40 mil nuevas cámaras. El anuncio dice: “¿Sabías qué…? La capital de la transformación será la ciudad más videovigilada de América Latina”. Ojalá que esto se traduzca en mayor libertad de movimiento y más seguridad para todxs.
Autora: Lucía Escobar
Texto publicado originalmente en el medio feminista La Cuerda
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