11/02/2013

Juntas para poner la casa en orden

 

Paulina Nuza, Ernestina Ochoa y Petra Ermillo Martínez (de izquierda a derecha) analizan los temas discutidos en el congreso de mundial de trabajadores y trabajadoras del hogar en Montevideo. Crédito: Victoria Rodríguez/IPS
Paulina Nuza, Ernestina Ochoa y Petra Ermillo Martínez (de izquierda a derecha) analizan los temas discutidos en el congreso de mundial de trabajadores y trabajadoras del hogar en Montevideo. Crédito: Victoria Rodríguez/IPS
MONTEVIDEO, 28 oct 2013 (IPS) - “Nos reunimos para sumar fuerzas y ser escuchadas, pues queremos hablar por nosotras mismas”, explicó la peruana Ernestina Ochoa al finalizar en la capital uruguaya el congreso fundacional de la Federación Mundial de Trabajadoras y Trabajadores Domésticos, al que asistieron líderes sindicales de unos 50 países.

La elección de Uruguay para este encuentro clave, que se desarrolló del sábado 26 al lunes 28, se sustentó en que fue el primer país en ratificar el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que establece para este sector derechos laborales fundamentales que la gran mayoría de las veces no son tenidos en cuenta.
A pesar de este avance, todavía queda mucho por hacer en este y en otros países de América Latina, donde, si bien existen leyes laborales nacionales, aún cuesta lograr que se cumplan. En Asia y Medio Oriente la situación es mucho más crítica.
“Por muchos años solo hablaron por nosotras las organizaciones no gubernamentales, a través de estudios e investigaciones que nos invisibilizaban, pero el trabajo de hormiga lo hemos hecho las empleadas del hogar y nuestros sindicatos”, indicó Ochoa, vicepresidenta de la Federación, como pasó a denominarse desde esta reunión la Red Mundial de Trabajadoras y Trabajadores Domésticos (IDWN, por sus siglas en inglés).
“Ahora hemos dicho: ‘Basta ya, fundemos una federación grande que nos una y nos articule, hagamos cosas en conjunto para organizarnos, defender nuestros derechos, formar sindicatos, mejorar las leyes y también para ayudar a los países en los que no existen normativas al respecto, empoderar a las trabajadoras del hogar, formar líderes y tener voz frente a gobiernos y empleadores’”, agregó en entrevista con IPS.
Mapa de avances para las trabajadoras y los trabajadores domésticos (click para agrandar). Crédito: HRW
Mapa de avances para las trabajadoras y los trabajadores domésticos (click para agrandar). Crédito: HRW
La primera reunión mundial de trabajadoras domésticas se realizó en 2006 en Amsterdam, luego de lo cual se fundó la IDWN, que actualmente reúne a 87 países, con el propósito de luchar para que se adopte el “Convenio sobre trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos (C-189)”.
En ese entonces, contó Ochoa, no sabían cuánto iban a crecer y en qué se iban a convertir. En ese sentido consideró que era necesario crear una federación para lograr independencia, sobre todo para las negociaciones con organismos mundiales.
“Este es un proceso nuevo para muchas que están acá y han venido con esas expectativas de ver qué es esto y qué va a pasar”, señaló.
En muchos países latinoamericanos, como Uruguay, se aprecian avances, pero en la gran mayoría ni siquiera cuentan con leyes, lamentó la dirigente peruana.
El C-189, que entró en vigor en septiembre, “establece los primeros estándares globales para los más de 50 millones de empleados del sector en el mundo, la gran mayoría mujeres y niñas, muchas de ellas inmigrantes”, según el informe “Reivindicar los derechos: Movimientos de los trabajadores del hogar y avances globales en materia de reforma laboral”, presentado en la cita de Montevideo.
“La OIT asegura que casi 30 por ciento de los trabajadores del hogar están totalmente marginados de las leyes laborales nacionales”, agrega el estudio elaborado en conjunto por IDWN, la Confederación Sindical Internacional y la organización no gubernamental Human Rights Watch (HRW).
Según explican sus autores, las empleadas que viven en los domicilios donde laboran, así como las niñas y las inmigrantes, se enfrentan a mayores riesgos de abuso. Si bien el trabajo infantil se redujo en otros sectores, en el caso del servicio doméstico aumentó nueve por ciento solo entre 2008 y 2012.
“Hay países en los que los cambios son lentos, como ocurre en Asia y Medio Oriente”, destacó Nisha Varia, investigadora principal sobre derechos de la mujer de HRW. En el caso de América Latina, “aunque se ven adelantos, creo que el reto es cómo traducir estas leyes en el mejoramiento de la vida de las trabajadoras”, señaló a IPS.
Algunos de los derechos fundamentales establecidos en el C-189 son la aplicación de días de descanso semanal, limitación en la cantidad de horas en la jornada de trabajo, un salario mínimo, remuneración de horas extra y la inclusión en el sistema de seguridad social, entre otros.
Este convenio fue ratificado hasta el momento, además de Uruguay, por Alemania, Bolivia, Guyana, Filipinas, Italia, Mauricio, Nicaragua, Paraguay y Sudáfrica.
El informe también destacó a Filipinas, que ya es parte del Convenio, y a Argentina, Brasil, España, Kenia y Venezuela, que aún no lo han hecho, por haber logrado reformas laborales que amparan al empleo doméstico, muchas de las cuales son las que establece el C-189.

Graciela Espinoza, integrante del Sindicato Único de Trabajadoras Domésticas de Uruguay (STUD), advirtió que “todavía nos queda ordenar la casa”, en referencia a su país, pese a que tiene en vigencia la ley 18.065 de Trabajo Doméstico, ratificó el C-189 y rigen tres convenios colectivos con los empleadores.

“Hay muchas mejoras, pero todavía nos falta que la sociedad, los empresarios y trabajadoras domésticas se involucren”, apuntó Espinoza en conversación con IPS.
“Aún hay compañeras que no se reconocen como trabajadoras y, mientras esto suceda, tenemos que seguir en la lucha. Cuando toda la sociedad nos reconozca como servicio doméstico, ese día será el que podamos decir: ‘Llegamos a una meta, ahora tenemos que avanzar hacia la otra’”, señaló.
La sindicalista precisó que los cambios más significativos se vieron a partir de 2006, cuando se aplicó la ley 18.065, y especialmente en 2008, tras la firma del primer convenio nacional. “Ahí fue la revolución en Uruguay”, sentenció.
Según explicó Espinoza, a partir de ahí empezó a cambiar la situación. En 2004 solo 32 por ciento de las empleadas domésticas estaban registradas en la seguridad social, mientras que ahora ya lo están 66 por ciento y más de la mitad de estas están amparadas por un seguro de riesgo de accidentes laborales.
También su colega Lucía Gándara entiende que, “aún siendo Uruguay el primero que ratificó el C-189, hay derechos que se violan y uno de ellos es el fuero sindical”, que ampara a los dirigentes en sus puestos de trabajo ante abusos patronales por su condición de tales.
“La trabajadora doméstica que integra el secretariado del STUD no puede asistir a una reunión si se hace en su horario de trabajo porque es despedida”, indicó Gándara.
Es que, como dijo Espinoza, “trabajamos aisladas la una de la otra, entonces toda esa situación a nosotras nos juega muy en contra como sindicato, pues, por ejemplo, no podemos hacer una ocupación de reivindicación en una casa de familia”.
“Lo máximo que puedes hacer es explicarle al patrón cual es el derecho de la trabajadora y sus obligaciones, y es lo que estamos haciendo. En esos casos a veces la empleada sigue trabajando y en otras no, porque la echan”, puntualizó.
Por otra parte Paulina Nuza, integrante del Centro de Capacitación para las Trabajadoras del Hogar (CCTH), de Perú, dijo a IPS que “Uruguay es un modelo”.

“Las trabajadoras del hogar en Perú no pueden tener un salario o equipararse con otros trabajadores. A pesar de que hay un plan de igualdad de género que dice que para 2017 debemos tener asegurado el 50 por ciento del millón de empleadas del hogar que existen en este país, hasta ahora ni seis por ciento de nosotras lo está”, afirmó.

Por una cultura tecnológica y digital orientada a niñas y mujeres




SEMlac
Adital
Por Mercedes Alonso
mercyhavana@yahoo.es
Santo Domingo


"La división sexual del trabajo se reproduce también en los nuevos ámbitos laborales que se abren con la economía digital", aseguró a SEMlac la directora de División de Asuntos de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Sonia Montaño.

"La segunda brecha digital ubica a las mujeres en posición de clara desventaja frente a los hombres", sostuvo la especialista en declaraciones a esta agencia durante uno de los cortos recesos de la XII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe de la CEPAL, que sesionó en esta capital del 15 al 18 de octubre.

Representantes de los Estados miembros y asociados de la CEPAL se comprometieron en el "Consenso de Santo Domingo" a trabajar para que la sociedad de la información y del conocimiento fomente la autonomía económica de las mujeres y su plena participación, en condiciones de igualdad, en todas las esferas de la sociedad y en todos los procesos de toma de decisiones.

La titular del Ministerio de la Mujer de República Dominicana, Alejandrina Germán, recibió la presidencia pro témpore trianual de la Conferencia Regional Sobre La Mujer de América Latina y el Caribe, cuya XIII edición se celebrará en Uruguay, en 2016.

Germán admitió que "identificar y abordar las oportunidades y desafíos que ofrecen las TIC para el logro de la autonomía de las mujeres, pasa por situar su posicionamiento en el mercado laboral y en el dominio de la ciencia y la tecnología".

El Consenso de Santo Domingo ratificó los compromisos asumidos por los países en diversos acuerdos internacionales, como diseñar acciones para la construcción de una nueva cultura tecnológica, científica y digital orientada a las niñas y las mujeres y potenciar la inclusión de la perspectiva de género como eje transversal de las políticas públicas de desarrollo productivo.

También se convino en "fomentar medidas legislativas y educativas para erradicar y penalizar contenidos sexistas, estereotipados, discriminatorios y racistas en los medios de comunicación, software y juegos electrónicos.

A esto se suma el apoyo dado al uso de las TIC y las redes sociales como recursos para prevenir la violencia contra las mujeres y mejorar la eficiencia y la calidad de los servicios de salud.

Según revela un nuevo estudio de la CEPAL, en países de América Latina y el Caribe las mujeres equiparan a los hombres en acceso a internet, pero están en clara desventaja con respecto a su uso, lo que las limita tanto en su desarrollo personal y laboral, como en el crecimiento con igualdad de los países de la región en el contexto del nuevo paradigma tecnológico.

Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, insistió en que "la igualdad de las mujeres es el otro nombre de la dignidad y la democracia".

"No se trata de incluir a las mujeres en un modelo que las subordina, hay que cambiar los paradigmas de poder", subrayó Bárcena y añadió que "solo será posible la autonomía económica de las mujeres en la medida de que se asegure la redistribución del trabajo total, el remunerado y el no remunerado. Se trata de garantizar políticas para que ellas realmente se apropien de los beneficios de las nuevas tecnologías, especialmente de la información".
Para Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de la entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU-Mujeres), "resulta indispensable el acceso a las TIC de las mujeres, ya que estas estimulan el ingreso, la independencia y la autoestima".

Aunque en todos los países de la región aumentó la proporción de hombres y mujeres que usan internet desde cualquier punto de acceso, solo en Brasil, México y Uruguay la brecha entre ambos sexos se redujo; en el resto, se amplió, indica el estudio "Mujeres en la economía digital: superar el umbral de la desigualdad", presentado en la cita por la CEPAL.
La mitad de las mujeres (50,9%) no tiene vínculo con el mercado laboral: la tasa de actividad económica femenina asciende a 49,8 por ciento (la masculina llega a 78,7), y una de cada 10 mujeres está empleada en el servicio doméstico, entre las labores peor remuneradas y con menor protección social, alerta el documento.

Otros renglones apuntan a la desigualdad, solo revertida en el caso de las asalariadas, cuyas habilidades para el uso de las TIC constituye herramienta poderosa para su inserción laboral.

"Garantizar la autonomía económica de las mujeres, aumentando su participación en el mercado laboral y reconociendo el trabajo no remunerado que ellas realizan, mayoritariamente, es uno de los principales desafíos de los países de la región", plantea la CEPAL.

Si bien en el encuentro se reconoció que la mayoría de los países de América Latina y el Caribe poseen estrategias digitales que han permitido avances importantes en el acceso de toda la población a las TIC, la mayor parte de ellas no incluye acciones específicas para promover la igualdad de género.


Un paso clave en el desarrollo de políticas es la captación de datos para medir avances y retrocesos mediante instrumentos como Isoquito Recargado, presentado en el evento paralelo de esta XII Conferencia y que se dio a conocer por primera vez en la XI Conferencia Regional sobre la Mujer efectuada en 2010, en Brasil.


Ese instrumento, desarrollado por la Articulación Feminista Marcosur, incluye indicadores sobre el bienestar social de las mujeres, la paridad económica y política y el cumplimiento de los compromisos legislativos relativos a la igualdad de género en la región.

La herramienta evalúa el cumplimiento del Consenso de Quito, aprobado en la X Conferencia realizada en 2007, y se nutre de la información proporcionada por los países al Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, que coordina la División de Asuntos de Género de la CEPAL. "Sin datos no se pueden hacer políticas públicas", comentó Montaño.

La realidad de las mujeres rurales e indígenas en el ámbito de las TIC, así como su situación en las empresas, en la ciencia y la generación de estadísticas e indicadores específicos, marca un profundo abismo y una mayor vulnerabilidad.

Así lo refleja la revisión a 20 años de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing de la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer y el debate mundial para la formulación de un nuevo marco internacional de desarrollo posterior a la fecha de conclusión de los Objetivos de Desarrollo del Milenio en 2015.

"Si se quiere resolver el problema de la mujer rural, definitivamente hace falta un abordaje más integral y trabajar el tema de la educación, que no puede ser de cualquier tipo, sino que responda a sus características culturales, a su idioma", declaró a SEMlac Mirna Cunning hyam Kain, presidenta del Centro para la Autonomía y Desarrollo de los Pueblos Indígenas e integrante del Foro Permanente sobre cuestiones indígenas en la ONU.

En su opinión, primero hay que relanzar un programa de alfabetización para las mujeres rurales, para toda la vida, y entonces disminuirá la enorme brecha entre las mujeres indígenas y el resto de la sociedad en el tema de las TIC.

"Sí, creemos que es importante aprovechar la oportunidad que dan las nuevas tecnologías para promover las estrategias de nuestro desarrollo'', concluyó la dirigente indígena

México: Contrastes del Encuentro Feminista


Palabra de Antígona

Sara Lovera


Mexico D.F., 30 oct. 13. AmecoPress.- Cientos de mujeres en Guadalajara, Jalisco. En un hotel de cinco estrellas enorme y con todos los servicios. Empoderadas y campantes, caminaron de un salón a otro durante tres días, discutiendo el futuro de México con las mujeres en el centro. Casi nada indica que se tratara de las antiguas, de las de la tercera ola que comenzaron como contestatarias.

Mujeres indígenas que venden sus productos y duermen en el suelo, venidas de las montañas y zonas de refugio del occidente del país; una orquesta maravillosa de Santa María Tlahuitoltepec con jóvenes de 10 años a 21, orquesta llamada Mujeres del Viento Florido, que estremece nuestros sentidos, ellas si empoderadas por el arte; jóvenes rebeldes y contestatarias, más preocupadas por la consigna que por el feminismo, en fin, una diáspora tan enorme, que en los 80 hubiéramos dicho: no es feminismo, es movimiento amplio de mujeres.

Acudieron mujeres de organizaciones sociales, alumnas de estudios de género, estudiantes de todas las universidades, trabajadoras y dirigentes de los institutos de las mujeres y otras instituciones oficiales y particulares. Mujeres mayores recién llegadas al feminismo.

Lo que más me llamó la atención es que la palabra, feminismo, no ahuyentó a nadie, más bien convocó a cientos de mujeres que por jóvenes, muy jóvenes quieren saber por qué su cuerpo está encapsulado por el poder y mujeres de mediana edad que no se asustan con la denominación de feministas y quieren saber de qué se trata.

Todas confluyen en una cuestión fundamental: reconocer que a pesar de todo, los años, las leyes, los discursos, los miles y miles de debates, talleres y seminarios sobre la condición social de las mujeres, aún se vive discriminación, injusticia y sobre todo violencia, esa que se práctica dentro de la casa y aquella que ejerce el patriarcado, en todos los espacios.

Llama la atención que a estas cientos de mujeres de todo el país, no las limita nada. Dentro de la reunión usan y ejercen su libertad. Bailan, se reúnen en la piscina a discutir su autocuidado, disfrutan y se sorprenden de lo que muchas personas dan por sentado: que las mujeres caminan por un espacio seguro y al éxito. Nada de eso.

También en este encuentro, el Noveno desde que en los años 80 se reunieron en Acapulco, reveló que estamos, otra vez, en dos grandes y abultadas corrientes. Las empoderadas, sus organizaciones no gubernamentales, sus proyectos que ya no tienen necesidad de discutir nada ni de encontrarse y esas miles de mujeres levantadas en pueblos y comunidades; que organizan asociaciones sociales y se preocupan al mismo tiempo por su pueblo, el hambre y todo lo que difunden los hombres, pero empiezan a verse a sí mismas.

En ese comienzo muchas quedarán por el camino, otras no. Vi, ahí a las mujeres del sindicato de costureras que en 1985 sólo buscaban mejorar su trabajo y ahora encabezan una organización o un grupo de conciencia feminista.

Dirían las expertas: es que ya cundió la cultura feminista y es imposible que las mujeres, al menos esas, politizadas, organizadas, rebeldes, no sepan que tienen derechos. A veces no lo saben con certeza, no han leído ni reflexionado, pero tienen la piel sensible y saben que algo anda mal. Ahí, en Guadalajara estuvieron. Son esa masa inmensa que se ha ido multiplicando con los años.

Lo que preocupa, en todo caso, es que de ellas, tan diversas, una nueva fuerza necesita convicciones y un piso básico de conocimientos, inquietudes y claridad. El feminismo atenta contra las instituciones patriarcales; no se refiere sólo a temas o asuntos, sino que propone otro tipo de sociedad, con otras coordenadas y nuevos principios. Donde es verdad que se pelea por el respeto a los Derechos Humanos, pero no se queda ahí, busca las libertades fundamentales y amplias de las mujeres; pone en jaque a la familia tradicional y patriarcal; sospecha que la esclavitud de las mujeres comienza con el matrimonio y ha hecho crítica profunda a lo que se llama amor romántico; pone en crisis la maternidad tradicional que no se reduce al pago de alimentos, y no es sólo autoestima, es recuperación de la libertad.

Bueno todo ese titipuchal de transformaciones traíamos en la bolsa las de los años 70. Lo traen un montón de jóvenes universitarias y contestatarias -por suerte-, pero hay muchas mujeres que se confunden entre sí mismas y como siempre, las penalidades de otras y otros; los pescadores, el abuso de las compañías mineras en campos y desiertos; los presos de todas las luchas, sus esposos, hijos, maridos, pero también integrantes de sus organizaciones, donde ellas son excluidas en la práctica.

Es este el nudo, el principal nudo para construir una fuerza. A nosotras, las de antes, que fuimos descubriendo la subordinación femenina, nuestra fuerza venía de ahí, del cuerpo y la urgencia de nuestra libertad. Venía del significado de un sistema de poderes jerarquizado. Algunas por eso están conformes con avances sustantivos; otras sospechan de sus límites; algunas mas no creen en nada de eso. Y como en una rueca permanente, hay que volver al principio, cuando una escucha, mil veces repetidos, los temas sociales de siempre, la injusticia y el mal gobierno, sin las mujeres en el centro. Y vuelta a empezar. Nadie está en contra de la defensa de todas y de todos, pero la cosa es dónde estamos nosotras, nuestra vida.

El Noveno Encuentro Nacional Feminista ha dejado este hecho al descubierto. Hoy no se habla de nuestro cuerpo sino como protegerlo de la inseguridad social, pero no de la inseguridad de todos los días, de esa que se vive en el noviazgo, en la pareja juvenil; ya no se habla de la carga injusta de los hijos e hijas; ni de la libertad y la autonomía, sino de la pobreza extrema, cierta y lacerante, pero donde las mujeres se quedan hambreadas por dar a sus hijos; no se habla de la emancipación milenaria de la opresión, sino de la injusticia y la violencia que nos oscurece al mundo, pero donde no se ve ahí, en el centro, especialmente a las mujeres; hoy se victimiza demasiado, por cierto, sin duda, de la desigualdad social, pero a un lado está la desigualdad profunda entre hombres y mujeres.

Eso preocupa. Quizá porque ha rebasado la desgracia nacional y ahora lo que urge, más que nuestros derechos, es horadar al sistema. Quizá, pero urge conectar con el sistema patriarcal al feminicidio y no solamente con el mal gobierno. La pobreza al patriarcado y no sólo a lo que conocemos y decimos como sistema; a la subordinación con la corrupción, aún dentro del propio movimiento; al desconocimiento milenario con el tema de la clase, donde las mujeres somos las más pobres, no sólo por la cuestión económica, sino por la exclusión patriarcal.

De eso se trata. Si no son los asuntos de cada una, en su pueblo y su espacio, pudiéramos construir una fuerza, nacida, otra vez, de la rebeldía. 

Un paso atrás para los derechos de las mujeres


XII Conferencia Regional de la Mujer de América Latina y el Caribe


La XII Conferencia Regional de la Mujer de América Latina y el Caribe convocada por la CEPAL con el tema “Igualdad de género, empoderamiento de las mujeres y tecnologías de la información y las comunicaciones”, recién ha finalizado en República Dominicana con resultados que marcan un franco retroceso en el reconocimiento y defensa de la igualad de las mujeres latinoamericanas. Estos resultados contrastan con los avances alcanzados apenas tres años antes en la XI Conferencia realizada en Brasilia, capital de Brasil.

En efecto, la Conferencia de Brasilia concluyó con la suscripción de una histórica declaración que incluyó en el capítulo sobre derechos sexuales y reproductivos un compromiso de los gobiernos de la región sobre la necesidad de:

“Revisar las leyes que prevén medidas punitivas contra las mujeres que se hayan sometido a abortos, conforme a lo recomendado en la Plataforma de Acción de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, incluidas las nuevas medidas e iniciativas para la aplicación de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, así como en el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo, y en las observaciones del Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas, y garantizar la realización del aborto en condiciones seguras en los casos autorizados por la ley”. La inclusión de este acuerdo generó un intenso de debate y presiones de muchos grupos presentes en la conferencia, pero finalmente fue aprobado.

Cuatro años después, y a pocos días de que el gobierno de Ecuador se negará a incluir la despenalización de los abortos en casos de violación sexual en las reformas al Código Penal, las delegaciones gubernamentales participantes en la XII Conferencia Regional de la Mujer aprobaron una declaración final en la cual se omite cualquier referencia o cualquier compromiso sobre la necesidad de revisión de la legislación que penaliza la interrupción de embarazos, incluyendo los casos en embarazos que pongan en peligro la vida de las mujeres y los embarazos en casos de violación. El texto aprobado fue el siguiente: “Asegurar, en los casos en que el aborto es legal o está despenalizado en la legislación nacional, la existencia de servicios de aborto seguros y de calidad para las mujeres que cursen embarazos no deseados y no aceptados”.

Las razones que provocaron este retroceso en el reconocimiento de la igualdad sustantiva de las mujeres de la región son muchas y variadas.

En primer lugar, los gobiernos cedieron nuevamente a la tradicional oposición de la iglesia católica y de los grupos conservadores, que intensificaron su lobby antes y durante la conferencia para impedir que en Santo Domingo se repitiera el avance logrado cuatro años antes en Brasilia. Estos grupos usaron todos los medios a su alcance para incidir en las delegaciones oficiales, para que se abstuvieran de reconocer la necesidad de cualquier tipo de revisión a las leyes punitivas que se aplican en contra de las mujeres que toman la decisión de interrumpir un embarazo no planificado o no deseado.

En segundo lugar, se debe reconocer que las estrategias de género de algunos gobiernos de la región (como el gobierno de El Salvador y el de Nicaragua), fundamentadas en programas de ayuda social a las mujeres madres, representan un obstáculo para el avance de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Esto debido a que estos programas sociales para las mujeres madres si bien les producen a estos gobiernos altos niveles de aceptación en las encuestas de opinión pública, les impiden al mismo tiempo comprometerse con acciones estratégicas como la despenalización del aborto, en la medida que estos compromisos pueden empañar sus altos niveles de popularidad, a causa de las críticas que inevitablemente surgirán en las filas de sus opositores y/o de sus aliados políticos.

Asimismo, debe mencionarse la responsabilidad que en este retroceso han tenido los movimientos de mujeres de Mesoamérica, Sur América y el Caribe, que no pudieron articular un frente común y efectivo de lucha para defender los mínimos, pero simbólicos avances, logrados en el Consenso de Brasilia en materia de autonomía personal de las mujeres. Muchos de estos movimientos se han abstenido durante y después de la XII Conferencia, de criticar públicamente la postura de los gobiernos que suscribieron la declaración final, para no romper con las alianzas políticas con los partidos políticos en los gobierno “progresistas” y/o para no provocar en sus países la repetición del “efecto Correa”.

Se ha dado pues un verdadero paso atrás para la igualdad de las mujeres latinoamericanas y caribeñas, que no podrá ser compensado con las campañas, proyectos o acciones gubernamentales que seguramente se financiarán en los próximos años para aumentar el acceso de las mujeres a las tecnologías de la información y las comunicaciones. Estas tecnologías ayudarán muy poco a las miles de mujeres pobres que continuarán muriendo en los próximos años por abortos practicados en condiciones inseguras y/o que continuarán siendo encarceladas por interrumpir un embarazo no deseado. La igualdad real y el empoderamiento de las mujeres, pasa por el reconocimiento y tutela del derecho a elegir libremente la maternidad, y mientras esto no sea asumido por los gobiernos y Estados de la región, las promesas y discursos sobre igualdad y sobre derechos, seguirán siendo solo palabras que se lleva el viento.

Julia Evelyn Martínez es economista feminista salvadoreña, profesora de la escuela de economía de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El Salvador.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Yo soy Malala


Malala Yousafzai
Foto
Malala Yousafzai en imagen tomada durante su participación en la cumbre social de Nueva York en septiembre pasadoFoto Reuters

Ha nacido una niña

Cuando nací, los habitantes de nuestra aldea se compadecieron de mi madre y nadie felicitó a mi padre. Llegué al alba, cuando se apaga la última estrella, lo que los pashtunes consideramos un buen augurio. Mi padre no tenía dinero para pagar un hospital o una comadrona, así que una vecina ayudó a mi madre. El primer hijo que mis padres habían tenido nació muerto, pero yo nací llorando y dando patadas. Era una niña en una tierra en la que se disparan rifles al aire para celebrar la llegada de un hijo varón, mientras que a las hijas se las oculta tras una cortina y su función en la vida no es más que preparar la comida y procrear.
Para la mayoría de los pashtunes, cuando nace una niña es un día triste. El primo de mi padre Jehan Sher Khan Yousafzai fue uno de los pocos allegados que vino a celebrar mi nacimiento e incluso hizo un generoso regalo de dinero. No obstante, trajo un gran árbol genealógico de nuestro clan, el Dalokhel Yousafzai, que se remontaba hasta mi tatarabuelo y que sólo mostraba la línea masculina. Mi padre, Ziauddin, es distinto de la mayoría delos hombres pashtunes. Cogió el árbol y trazó una línea que bajaba desde su nombre como una piruleta y en el extremo escribió Malalaa Su primo se rio asombrado.

A mi padre no le importó. Cuenta que, cuando nací, me miró alos ojos y se enamoró. Decía a la gente: Sé que esta niña es distinta. Incluso pidió a los amigos que echaran frutas secas, dulces y monedas en mi cuna, algo que normalmente sólo se hace con los niños varones.

Me pusieron el nombre de Malalai de Maiwand, la mayor heroína de Afganistán. Los pashtunes somos un pueblo orgulloso compuesto de muchas tribus repartidas entre Pakistán yAfganistán. Vivimos como lo hemos hecho durante siglos, de acuerdo con el código pas/Jtunu/ali, que nos obliga a ser hospitalarios con todo el mundo y cuyo valor más importante es el nung u honor. Lo peor que le puede ocurrir a un pashtún es quedar en ridiculo. La vergüenza es algo terrible para un hombre pashtún. Tenemos un dicho: Sin honor, el mundo no vale nada. Luchamos y disputamos tanto entre nosotros que la palabra para primo -tarbur- también significa enemigo. Pero siempre nos unimos contra los extraños que intentan conquistar nuestras tierras. Todos los niños pashtunes conocen la historia de cómo Malalai exhortó al ejército afgano a derrotar a las tropas británicas en 1880 en una de las mayores batallas de la Segunda Guerra Anglo-Afgana.

Malalai era hija de un pastor de Maiwand, un pueblo en las polvorientas llanuras al oeste de Kandahar. Cuando era muy joven, tanto su padre como el hombre con el que estaba prometida se encontraban con los miles de afganos que estaban luchando contra la ocupación británica de su país. Malalai fue al campo de batalla con otras mujeres de la aldea para atender a los heridos y darles agua. Vio que sus hombres estaban perdiendo y cuando cayó el que llevabala bandera, ella levantó su velo blanco mientras dirigía a las tropas al campo de batalla.

¡Joven amor! Si no caes en la batalla de Maiwand, entonces, por Dios, alguien te ha destinado a ser un símbolo de la vergüenza.

Malalai murió bajo el fuego, pero sus palabras y su valentía incitaron a los hombres a dar un vuelco a la batalla. Aniquilaron a una brigada entera enemiga: una de las peores derrotas del ejército británico. Los afganos estaban tan orgullosos que el último rey afgano construyó un monumento a la victoria de Maiwand en el centro de Kabul. En el instituto leí algunas historias de Sherlock Holmes y me reí cuando vi que era la misma batalla en la que el doctor Watson había resultado herido, antes de convertirse en compañero del gran detective. Malalai era para los pashtunes nuestra de Arco. En Afganistán muchas escuelas de niñas llevan el nombre de Malalai. Pero a mi abuelo, que era un erudito religioso y clérigo de la aldea, no le gustó que mi padre me llamara así. “Es un nombre triste –dijo. Significa ‘afligida’”.

Cuando era pequeña, mi padre solía cantarme una canción escrita por el famoso poeta Rahmat Shah Sayel de Peshawar. Termina así:
Malala de Maiwana’,

Levántate una vez máspam que lospas/otunes comprendan lo canción del honor
Tús poéticas palabras tranforman mundos enteros,

Te lo pido, levántate de nuevo

Mi padre contaba la historia de Malalai a todos los que venían a casa. A mí me encantaba escucharla, lo mismo que las canciones que me cantaba mi padre, y la forma en que mi nombre flotaba en el viento cuando 1a gente me llamaba. Vivíamos en el lugar más hermoso del mundo. Mi valle, el valle de Swat, es un reino celestial de montañas, cascadas y lagos de agua clara.

Bienvenido al paraíso, dicen las señales cuando se llega al valle. Antaño Swat se llamaba Udclyana, que signifìca jardín. Tenemos campos de flores silvestres, huertos de frutas deliciosas, minas de esmeralda y ríos llenos de truchas. Con frecuencia se dice que Swat es la Suiza de Oriente; incluso tuvimos la primera estación de esquí de Pakistán. Los ricos de Pakistán venían de vacaciones para disfrutar de nuestro aire puro y del paisaje, y de nuestras fiestas sufíes de música y baile. También venían muchos extranjeros y a todos los llamabamos angrezan, ingleses, con independencia de su origen. Incluso vino la reina de Inglaterra y se alojó en el Palacio Blanco, construido con el mismo mármol que el Taj Mahal por nuestro rey, el primer valí de Swat.

También tenemos una historia diferenciada. En la actualidad Swat forma parte de la provincia de Jaiber Pashtunjua o KPK, como la llaman muchos pakistaníes para abreviar, pero antes estaba separada del resto de Pakistán. Aunque nuestros gobernantes juraban lealtad a los británicos, junto con las regiones vecinas de Chitral y Dir éramos un principado independiente. Pero cuando la India obtuvo la independencia en 1947 y se dividió, nosotros nos integramos en el recién creado Pakistán, si bien mantuvimos nuestra autonomía. Utilizábamos la rupia pakistaní, pero el gobierno de Pakistán sólo podía intervenir en cuestiones de política exterior. El vali administraba la justicia, mantenía la paz entre las tribus enfrentadas y recaudaba el ushur –un impuesto de diez por ciento de los ingresos–, con e1 que se construían carreteras, hospitales y colegios.
Sólo estábamos a 160 kilómetros de Islamabad, la capital de Pakistán, en línea recta, pero daba la impresión de que era otro país. Por carretera el viaje duraba como mínimo cinco horas por e1 paso de Malakand, una vasta cuenca entre montañas donde hace mucho nuestros antepasados, dirigidos por el mulá Saidullah (un predica dor al que los británicos llamaban el Faquir Loco), lucharon contra las fuerzas británicas entre los escarpaclos picos. Uno de los británicos era Winston Churchill, que escribió un libro sobre ello y todavía llamamos a uno de los picos el Churchill’s Picket, aunque no fue muy amable al hablar de nuestra gente. En el extremo del paso hay un santuario con una cúpula verde en el que la gente echa monedas en agradecimiento por haber llegado sana y salva.

Yo no conocía a nadie que hubiera estado en Islamabad. Antes de que empezaran los problemas, la mayoría de los habitantes del valle, como mi madre, nunca había salido de Swat.

Vivíamos en Mingora, la población más grande del valle; de hecho, la única ciudad. Solía ser un lugar pequeño, pero habían llegado muchos emigrantes desde las aldeas próximas y la habían convertido en un lugar sucio y abarrotado. Tiene hoteles, universidad, un campo de golf y un mercado donde se pueden comprar nuestros famosos bordados, piedras preciosas y cualquier cosa que se te ocurra.

Lo atraviesa el río Marghazar, cuyas aguas tienen un color marrón Iechoso por las bolsas de plástico y la basura que la gente arroja. No son cristalinas, como las corrientes de las zonas montañosas o como el gran río Swat, que está fuera de 1a ciudad, donde se pescan truchas y adonde íbamos en vacaciones. Nuestra casa estaba en una zona llamada Gulkada, que significa lugar de flores, pero antes se llamaba Butkara, lugar de las estatuas de Buda.

Malala Yousafzai, joven pakistaní que hace poco más de un año recibió un disparó en la cabeza luego de regresar de la escuela, es actualmente una activista se ha dedicado a defender el derecho de las niñas y jóvenes a la educación. En el libro autobiográfico Yo soy Malala, relata las complicaciones que éstas enfrentan en su país debido a las estrictas costumbres del Islam. La biografía saldrá a la venta en noviembre con el sello Alianza Editorial, que autorizó a La Jornada la reproducción de algunos fragmentos del primer capítulo titulado Antes de los talibanes

Indígenas del mundo demandan a Estados inclusión social



XINHUA

Líderes indígenas de todo el mundo demandan una mayor inclusión en temas críticos como salud, educación y desarrollo económico durante la Conferencia Global de Mujeres Indígenas, que se desarrolló en Lima, capital de Perú, durante tres días, expresó el miércoles la coordinadora del Enlace Continental de Mujeres Indígenas, Tarcila Rivera.

Agrupadas en el Foro Internacional de Mujeres Indígenas, alrededor de 200 dirigentes de América Latina, Africa, Asia, Artico, Norteamérica, Pacífico y Rusia, se reunieron en la capital peruana para analizar los retos que enfrentan estos grupos humanos.

"Nos juntamos las mujeres indígenas del mundo para trabajar propuestas consensuadas y presentar a los diferentes organismos internacionales donde se están discutiendo temas relacionados sobre mujeres y donde las mujeres indígenas queremos ser incluidas", subrayó en una entrevista, poco después de concluir el evento.

La Declaración Conjunta subrayó que este grupo humano se encuentra entre las personas más vulnerables de la comunidad internacional, que son víctimas de discriminación por su condición de género y por su origen étnico.

Rivera precisó que la reunión de mujeres indígenas se llevó a cabo en el marco de las conmemoraciones de planes y metas establecidas durante los últimos años por diferentes organismos multilaterales.

"Se cumplen 20 años del Plan de Acción de Beijing y 20 años de Plan de Acción de El Cairo, que tiene que ver con población y salud sexual reproductiva, y adicionalmente se cumplen 15 años de Las Metas del Milenio", explicó.

La reunión, entre otros objetivos tiene como misión determinar cuánto se ha avanzado en los respectivos planes de acción y en las metas del milenio, cuyos índices, generalmente sólo toman en cuenta los estándares urbanos y no rurales.

Según la dirigente indígena, durante las jornadas que se desarrollaron en la capital peruana, las representantes de las siete regiones que asistieron a este encuentro debatieron diferentes aspectos en mesas de trabajo temáticos y, además, se elaboró una nueva agenda post metas del milenio 2015.

"Como mujeres indígenas, estamos pidiendo a los Estados de todo el mundo que adopten e implementen políticas, respetando los derechos de los pueblos indígenas, que está relacionado con los derechos territoriales", sostuvo.

Entre los otros problemas, que enfrentan estas mujeres, se mencionaron la permanentes exclusión social que experimentan, entre las que resaltan las múltiples formas de violencia, que se agrava con la exposición a las agresiones sexuales.

"También demandamos la implementación de políticas orientadas a las mujeres con participación en programas de inclusión social, económica y política", subrayó.

"Esperamos políticas gubernamentales acordes con los tiempos modernos que finalmente nos otorguen una mayor toma de decisión autónomas sobre nuestras existencias, respetando nuestras culturas", formuló.

Al respecto, aseguró que las leyes y normas vigentes, sobre todo en Latinoamérica, han avalado el despojo de sus tierras e, incluso, en zonas donde hay presencia de corporación dedicadas a la explotación de recursos naturales les han desplazado de sus territorios ancestrales y contaminados sus entornos.

"Nosotras las mujeres y los pueblos indígenas, en general, estamos involucradas en la preservación del medio ambiente, en este sentido demandamos el respeto de nuestros territorios y del entorno natural que rodea a nuestras comunidades", subrayó.

Asimismo, las 200 dirigentes femeninas demandaron a los Estados a contar con mayor protagonismo en los diferentes niveles de toma de decisiones gubernamentales y en la fiscalización de los fondos destinados para atender sus necesidades.

En los diferentes foros que se desarrollaron durante los tres días de debates, las participantes también escenificaron rituales espirituales, expresando la riqueza de su cosmovisión ancestral, para agradecer a la Pachamama (Madre tierra) y a las deidades de la naturaleza.

La brecha de género en la era digital



aimdigital.com.ar

Hace pocos días, en la ciudad de Santo Domingo, 200 mujeres de 56 países se congregaron en la duodécima Conferencia Regional Sobre la Mujer en América latina y el Caribe. Esta vez, la preocupación fue la creciente diferencia de género dentro de la conocida brecha digital de nuestro tiempo.

El punto de partida de las reuniones y encuentros, como del documento rector de Santo Domingo, fue un dato simple: las mujeres en condiciones laborales usan los recursos de la red internet en su trabajo 8,5 por ciento menos que los hombres.

Para que esta cifra no se convierta en un artificio estadístico, hay que recordar el peso humano que significa laboral y socialmente en una población de casi 150 millones de mujeres que tiene la región.

Si se considera que casi la mitad de ellas aún no acceden al mercado laboral y que son las peores pagas en los lugares de trabajo, además de ejercer los oficios de menor valor tecnológico (servicios básicos en salud, oficinas, fábricas y educación, amas de casa y prostitución), el resultado es tan simple como el dato disparador de este asunto: 8,5 por ciento de brecha tecnológica entre ambos géneros coloca a casi 70 millones de mujeres adultas en la lamentable posición de tener negado el acceso a un mercado laboral cada vez más determinado por el uso de internet.

Además de que sus ingresos serán menores, esa desigualdad en el conocimiento se reproducirá cada año a escalas mayores, por la sencilla ecuación social de que a menor capacidad de consumo familiar, la posibilidad de capacitación tecnológica se reducirá al mínimo.
Los informes de la XIIª Conferencia Regional sobre la Mujer de América latina y el Caribe fueron reveladores para comprender esta perspectiva de segregación social.

Casi la mitad de las mujeres de la región latinocaribeña, o sea, cerca del 50,9 por ciento de una población total de 300 millones de personas, no tienen ningún vínculo con el mercado laboral. La tasa de actividad económica femenina asciende a 49,8 por ciento, mientras que la masculina asciende al 78,7 por ciento.

Esta condición se agrava en términos cualitativos porque una de cada 10 mujeres está empleada en el servicio doméstico, de las labores peor remuneradas y con menor protección legal.
En cualquier continente se puede verificar que en los últimos 20 años creció en alguna medida el consumo de internet y sus mercancías cotidianas en la población.

Esto se debe a la necesidad empresaria de construir un segmento de consumo nuevo y ampliado para una producción creciente, desde que la red dejó de ser un asunto de militares y científicos.
Así apareció, a comienzos de la década de los ’90, el nuevo mercado mundial de internet. La facturación de las 10 empresas dominantes superó los 86 billones de dólares anuales en 2012. Esa realidad vibrante en los negocios, resulta una grosería en términos de derecho al conocimiento por género.

Una especialista en el tema, Beatriz Busaniche, representante de la Fundación Vía Libre, explicó esta contradicción en términos de la vida cotidiana de las mujeres: “Sólo el 13 por ciento de los contenidos existentes en Wikipedia son escritos por mujeres”.

La razón es simple: “para editar en Wikipedia hay que tener tiempo. Y una mujer que tiene que ocuparse de la casa, de los chicos, de estar linda, inclusive muchas veces ocuparse del hombre también, no tiene ese tiempo. Entonces, mientras en los hogares se sigan reproduciendo esos mismos modelos, la situación no va a cambiar.” (Paula Carri, 13 de marzo 2011)
Casi el 45 por ciento de las mujeres que viven del trabajo en América latina lo hacen en el sector conocido como de servicios (incluido el financiero). En contraste, sólo el 20,5 por ciento de los hombres se emplean en este sector.

En el otro extremo están los casos de la construcción y la agricultura. Uno de cada cuatro hombres trabaja en la agricultura, donde apenas trabajan una de cada diez mujeres ocupadas.
Sin embargo, dos sociedades andinas representan casos críticos. En el Estado Plurinacional de Bolivia, el 31 por ciento de las mujeres son explotadas en trabajos de la agricultura. Junto con Perú, donde alcanza el 24 por ciento, son los países de la región con más elevada ocupación femenina en el campo.

Este alto grado de explotación en la agricultura, es una de las causas principales que explica por qué las mujeres de Perú y Bolivia están más lejos de los hombres en el uso de las herramientas digitales en su vida laboral.

La minería es el otro segmento donde el grado de explotación se relaciona directamente con el analfabetismo digital de las mujeres.

En este punto, también es la sociedad chilena la que presenta el peor balance. Mientras en la mayoría de los países latinocaribeños, es muy baja o nula la explotación femenina en la minería, en Colombia y Chile se registra “la mayor proporción de hombres y mujeres empleadas en el sector minero”, cuenta el documento de la XIIª Conferencia sobre Mujeres. Junto con Perú, estos países tienen la mayor cantidad de explotaciones mineras a cielo abierto: 420
Sorprende que entre los 56 países considerados en el encuentro de la República Dominicana, sólo en tres, Brasil, México y Uruguay, se redujo la brecha digital entre ambos sexos.
Más sorprendente resulta recordar que estos tres países no son, precisamente, las mejores muestras de una economía progresista en la región.

En las economías de los países que más invirtieron y ampliaron presupuestos para gasto social en los pobres, algo debe estar fallando para que la brecha digital entre géneros no se haya reducido en las mismas proporciones que se redujeron la miseria absoluta, la pobreza ampliada y la dependencia política de las metrópolis.

Excepto en Venezuela y Argentina, donde sendos programas de Estado aceleraron y masificaron la alfabetización digital en los últimos ocho años, en el resto el desarrollo fue lento. Aún así, en Venezuela, la brecha no bajó del seis por ciento: el 49 por ciento de los usuarios de internet son mujeres, contra el 55% entre los hombres. En Argentina la brecha es del cinco por ciento, según el informe citado.

La peor evaluación se la llevan dos gobiernos de los países más neoliberales. Chile, uno de los países con mayor acceso a internet en América latina, muestra una brecha del cinco por ciento contra las mujeres. En Perú es peor, porque apenas el 26 por ciento de las mujeres y el 34,1 por ciento de los hombres son usuarios de la red, lo que indica que la brecha es varias veces más grosera.

Esto habilita a desmontar dos mitos al mismo tiempo. Ni Chile, que es la economía más saludada en la región durante los últimos 20 años por los organismos financieros imperiales, a pesar de mostrar el mayor grado de desigualdad social, ni Perú, la economía más ponderada en el último lustro por el alto crecimiento sostenido de su PBI, logran igualar la brecha digital entre géneros, y al contrario, por esa vía reducen derechos sociales en el conjunto de la sociedad.
Hay casos curiosos, como los de Argentina y Venezuela, donde la población femenina empleada en tareas agrícolas o pecuarias no pasan del dos por ciento (1,1 por ciento apenas en la República Bolivariana).

Esto, quizá, ha facilitado reducir en menos tiempo la diferencia en la brecha digital entre géneros. En cualquier país del mundo, el aprendizaje y consumo de conocimientos informáticos es ampliamente menor en las zonas campesinas que en las urbanas.
Según el Consenso de Santo Domingo, nombre del documento votado en la isla caribeña el pasado 18 de octubre, “la desigualdad sólo se revierte en el caso de las mujeres asalariadas, que muestran tasas de uso de internet superiores a las de los hombres.

Este último dato indicaría que contar con habilidades para el uso de las TIC (tecnologías de la información) puede ser una herramienta poderosa para la inserción laboral de muchas mujeres”.
El país del mundo donde las mujeres y los hombres usan en proporciones más equiparables a internet es Finlandia, con una diferencia de apenas el 0,9 por ciento. Este dato está en relación directa con otros sin los cuales no tendría explicación racional.

En ese pequeño país nórdico, la tasa de ocupación laboral femenina, su grado de profesionalización y nivel de salarios, es tan alto como el acceso que le da a internet.
Lamentablemente, los correctos análisis y muestras documentadas de la Conferencia de Santo Domingo no están basados en una crítica social a las causas de tal segregación y el valor económico que tiene para los dueños de la economía global y regional.

Como toda segregación humana, esta tiene el objetivo de servir al poder económico de un pequeño sector privilegiado.

Esa funcionalidad se verifica en el conjunto de la sociedad, sin distingo de género, y entre los propios varones, mediante los conocidos instrumentos de la flexibilización laboral masiva, la precarización del empleo y el salario, y todo el arsenal ideológico que fue bien empaquetado en leyes y discursos aplicados por las políticas neoliberales desde finales de la década de los ’80.
Modesto Emilio Guerrero (*) es analista internacional, periodista y escritor.
Fuente: http://www.aimdigital.com.ar/aim/2013/10/29/la-brecha-de-genero-en-la-era-digital-2/

Cierre de la Conferencia Regional sobre la Mujer organizada por la CEPAL


Al cierre de la Conferencia Regional sobre la Mujer organizada por la CEPAL:

Países de América Latina y el Caribe aprueban Consenso de Santo Domingo para avanzar en la igualdad de género
Delegados reunidos en República Dominicana acordaron diseñar acciones para construir una nueva cultura tecnológica, científica y digital orientada a las niñas y mujeres.


(18 de octubre, 2013) Los representantes de los Estados miembros y asociados de la CEPAL que participaron esta semana en la XII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe se comprometieron a trabajar para que la sociedad de la información y del  conocimiento fomente la autonomía económica de las mujeres y su plena participación, en condiciones de igualdad, en todas las esferas de la sociedad y en todos los procesos de toma de decisiones. 
Este compromiso es parte del Consenso de Santo Domingo aprobado hoy en la clausura de la cita intergubernamental organizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Gobierno de República Dominicana, a la que asistieron autoridades, funcionarios internacionales, especialistas y representantes de la sociedad civil de la región. 
El encuentro se centró en la relación entre la autonomía económica y los derechos de las mujeres, especialmente en el marco de la economía digital. Por ello el Consenso establece una serie de medidas relacionadas con el rol de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) en la igualdad de género y en la autonomía de las mujeres en sus diferentes dimensiones. También aborda los derechos sexuales y reproductivos, la eliminación de la violencia, la participación política y la toma de decisiones, entre otros temas.
Junto con ratificar los compromisos asumidos por los países en diversos acuerdos internacionales, los países acordaron "diseñar acciones para la construcción de una nueva cultura tecnológica, científica y digital orientada a las niñas y las mujeres" y "potenciar la inclusión de la perspectiva de género como eje transversal de las políticas públicas de desarrollo productivo".  
Asimismo convinieron fomentar medidas legislativas y educativas para erradicar y penalizar contenidos sexistas, estereotipados, discriminatorios y racistas en los medios de comunicación, software y juegos electrónicos. A esto se suma el apoyo dado al uso de las TIC y las redes sociales como recursos para prevenir la violencia contra las mujeres y mejorar la eficiencia y la calidad de los servicios de salud.
En el Consenso los delegados acordaron promover el acceso de las mujeres al empleo, redistribuyendo las tareas de cuidado entre el Estado, el mercado y la sociedad y facilitando la capacitación y el uso de la tecnología, el autoempleo y la creación de empresas en el sector científico-tecnológico. También buscan aumentar la proporción de mujeres en áreas en que se encuentran infrarrepresentadas, como los ámbitos académico, científico, tecnológico y de las TIC. 
Los representantes de los países reconocieron la importancia del trabajo doméstico no remunerado, planteando la necesidad de realizar cuentas satélites de trabajo no remunerado en el sistema de cuentas nacionales para mejorar las políticas de igualdad.
En el Consenso el cuidado se reconoce como un derecho de las personas y, por lo tanto, una responsabilidad que debe ser compartida por hombres y mujeres de todos los sectores de la sociedad, las familias, las empresas y el Estado. Esto implica adoptar medidas, políticas y programas de cuidado y de promoción de la corresponsabilidad en la vida familiar, laboral y social que liberen tiempo para que las mujeres puedan incorporarse al empleo, al estudio y a la política, y disfrutar plenamente de su autonomía. 
En otro punto, los países se comprometieron a desarrollar políticas activas referidas al mercado laboral y al empleo productivo que aseguren trabajo decente para todas las mujeres, combatiendo las condiciones de precariedad e informalidad que afectan principalmente a la fuerza laboral femenina y garantizando igual salario por trabajo de igual valor, una tasa de participación igualitaria, la presencia sin discriminación en puestos de poder y decisión y la superación de la segregación ocupacional.
Se acordó, asimismo, tomar medidas que permitan el acceso de las mujeres a servicios financieros formales, como el ahorro, el crédito, los seguros y las transferencias, sin ningún tipo de barrera por discriminación y en condiciones de igualdad.
En el Consenso se reconoce el trabajo realizado por el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL, en cuanto a formación y creación de capacidades, intercambio y difusión de información y experiencias y visibilización de la situación de las mujeres en la región. Los países se comprometieron a apoyar su labor aportando en esta nueva fase con información económica sobre la situación de las mujeres.
De igual forma, los delegados plantearon desarrollar políticas para hacer realidad los compromisos y metas de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información y el Plan de Acción sobre la Sociedad de la Información y del Conocimiento para América Latina y el Caribe (eLAC2015) , cuya Secretaría Técnica también es ejercida por la CEPAL. Los países también consideraron necesario promover la incorporación del tema de
la igualdad de género y autonomía de las mujeres en la nueva agenda para el desarrollo después de 2015. 
Finalmente, en el Consenso se agradece al Gobierno, en especial al Ministerio de la Mujer de República Dominicana, por la eficiente organización de la reunión, y se establece que la XIII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe se celebrará en Uruguay.

Ver también: 

(17 de octubre, 2013) En América Latina y el Caribe existen más de 670 pueblos indígenas reconocidos por los Estados de la región a los que pertenecen al menos 23,5 millones de mujeres, quienes se encuentran afectadas por profundas desigualdades étnicas y de género, según un nuevo estudio de la CEPAL.

El documento Mujeres indígenas en América Latina. Dinámicas demográficas y sociales en el marco de los derechos humanos fue presentado durante la XII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, que se desarrolla hasta el 18 de octubre en Santo Domingo, República Dominicana.

El reporte analiza la situación de las mujeres indígenas en nueve países: Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay.

Según información de los últimos censos de la década de 2010, la mayor población de mujeres indígenas se concentra en  México con más de 8.680.000 personas, seguido por Perú (más de 3.250.000) y Colombia (superior a 689.000).

En relación al total de mujeres del país, en Perú las mujeres indígenas representan 23,8%, por encima de México (15,3%), Panamá (12,1%), Nicaragua (8,8%) y Ecuador (7,1%). 

El reporte señala que las mujeres indígenas tienen la potencialidad para ser generadoras de bienestar y desarrollo sostenible de sus pueblos, pero sufren discriminaciones de carácter económico, étnico, de clase y de género que se manifiestan en múltiples vulnerabilidades.

Por ello la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) hace un llamado a los países de la región para que pongan en práctica políticas que mitiguen la situación de desigualdad que viven las mujeres de este grupo, basándose en los estándares de derechos humanos y en los principios acordados en las recientes conferencias multilaterales sobre los pueblos indígenas.

El organismo considera que la garantía del ejercicio de los derechos individuales y colectivos de las mujeres indígenas es indispensable para avanzar en la conquista de la igualdad en la región.

Según el reporte, el fenómeno de la migración tiene muchas veces consecuencias negativas en las condiciones de vida de las mujeres indígenas, ya que ellas terminan viviendo en sitios más pobres, precarios y sin seguridad. Los países con mayor movilidad interna son Panamá (7% de mujeres indígenas migrantes en los 5 años previos al censo), Uruguay (6%), Costa Rica (4,6%) y Ecuador (4%).

Si bien ha habido progresos en materia de educación -más de 90% de los niños y niñas indígenas de 6 a 11 años van a la escuela en la mayoría de los países de la región- los avances son insuficientes, según el informe.
Por ejemplo, menos de 15% de las jóvenes indígenas de 20 a 29 años lograron terminar el nivel escolar secundario en siete de los nueve países analizados. También se evidencia la pérdida del idioma original como resultado del proceso de escolarización.

La publicación señala además que la maternidad adolescente (de 15 a 19 años) sigue siendo mayor entre las jóvenes indígenas de todos los países analizados, con un rango que va entre casi 12% en Uruguay a 31% en Panamá.

Entretanto la tasa de participación económica de las mujeres indígenas está muy por debajo de la de los hombres e incluso de la de las mujeres no indígenas, según la publicación.

Por ejemplo, en Panamá la tasa de participación económica es de 19,3% entre las mujeres indígenas y de 44,4% entre las no indígenas. En Colombia los porcentajes son de 20,9% contra 36,1% y en Costa Rica de 27,4% versus 36,3%.
El informe fue elaborado por la CEPAL en el marco del Observatorio de Igualdad de género de América Latina y el Caribe, con la colaboración del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer (ONU-Mujeres), la Fundación Ford y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).

Ver también:



La Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe es un órgano subsidiario de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que congrega a las autoridades de alto nivel encargadas de los temas relativos a la situación de las mujeres y las políticas dirigidas a velar por la equidad de género en los países de la región.
Los 33 países de América Latina y el Caribe son miembros de la CEPAL, junto con algunas naciones de América del Norte, Europa y Asia que mantienen vínculos históricos, económicos y culturales con la región. En total, los Estados miembros son 44, y 12 los miembros asociados, condición jurídica acordada para algunos territorios no independientes del Caribe.

Los Estados miembros de la CEPAL
:

  • Alemania
  • Antigua y Barbuda
  • Argentina
  • Bahamas
  • Barbados
  • Belice
  • Bolivia (Est. Plur. de)
  • Brasil
  • Canadá
  • Chile
  • Colombia
  • Costa Rica
  • Cuba
  • Dominica
  • Ecuador
  • El Salvador
  • España
  • Estados Unidos de América
  • Francia
  • Granada
  • Guatemala
  • Guyana
  • Haití
  • Honduras
  • Italia
  • Jamaica
  • Japón
  • México
  • Nicaragua
  • Países Bajos
  • Panamá
  • Paraguay
  • Perú
  • Portugal
  • Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte
  • República de Corea
  • República Dominicana
  • Saint Kitts y Nevis
  • San Vicente y Las Granadinas
  • Santa Lucía
  • Suriname
  • Trinidad y Tabago
  • Uruguay
  • Venezuela (Rep. Bol. de)
Los países miembros asociados de la CEPAL:
  • Anguila
  • Aruba
  • Bermudas
  • Curaçao
  • Guadalupe
  • Islas Caimán
  • Islas Turcos y Caicos
  • Islas Vírgenes Británicas
  • Islas Vírgenes de los Estados Unidos