El pasado 21 de enero se fue de este mundo Teresita de Barbieri, generosa y cálida mujer que se autodefinía como una intelectual orgánica feminista. No olvidamos que esta artífice del feminismo nació un 2 de octubre, vivió tiempos violentos y al mismo tiempo fecundos, un alma socialista del Uruguay radicada en México después del exilio del golpe de Estado en Chile. Académica destacada que se dedicó a investigar sobre la vida cotidiana de las mujeres, el laicismo y los movimientos feministas de América Latina; sin reducir ni trivializar los objetos de estudio, ella siempre buscó contextualizarlos en tiempo y territorio, valorar los paradigmas globales pero también la construcción de teoría desde el Sur, escribió también para La doble Jornada, suplemento que tuvo este diario de1987 a 1998.
Convencida de que el siglo XX fue el siglo de las mujeres, Teresita nos hizo ver que el movimiento feminista no es lineal sino expresión de diversidades múltiples. Refiero aquí algunos apuntes históricos de sus escritos, para abrir el interés por leerla directamente. El siglo de las mujeres comenzó con las reivindicaciones por el sufragio en los países europeos y en Estados Unidos, y cierra un ciclo en 1995 con las resoluciones de la IV Conferencia Internacional de la Mujer, en Pekín. Luchas por la libertad, dignidad e igualdad en derechos de todos los seres humanos con independencia del sexo, edad, raza, etnia, religión, nacionalidad y cualquiera diferencia, opción o preferencia. En pocas palabras: la conquista de la justicia.
La primera ola feminista (1880) buscó la obtención de derechos políticos para la población femenina, así como derechos laborales en los sindicatos. Decayó hacia los años de 1930, después de lograr el reconocimiento ciudadano de las mujeres, mientras se hacían presentes en Europa el fascismo, el nazismo y los presagios de la Segunda Guerra. La segunda ola feminista aparece hacia mediados de los años 60 y adquiere fuerza al concluir el movimiento de 1968, son los tiempos dominados por la guerra fría entre los grandes bloques de los países capitalistas (la OTAN) y la URSS. Se contaba con el paraguas de la Organización de las Naciones Unidas, que en 1948 aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se cobijarán las movilizaciones más diversas por la libertad, la dignidad y la justicia. La masiva presencia de las mujeres en las universidades fue clave para la toma de conciencia en los años 60.
Mujeres impedidas de ejercer cargos de dirección y representación, escasas posibilidades en el mercado laboral, salarios más bajos y empleos de poca jerarquía, violencia sexual en los espacios públicos, uso de la imagen de la mujer como objeto sexual en los medios, dificultades para acceder a métodos anticonceptivos más seguros. A pesar de las feroces dictaduras y guerras internas, en la década de 1970 aparecen grupos feministas a lo largo de toda la región latinoamericana, las mujeres habían adquirido los derechos políticos (entre 1929 y 1962) pero la desigualdad social siguió siendo característica, campean exclusiones por clase y estatus, etnia y raza, sólidamente articuladas con las de género.
Procesos de mejoramiento de las condiciones de higiene y servicios hospitalarios, vacunas y antibióticos llevaron a incrementar las tasas de fecundidad y mortalidad, los niños mueren cada vez menos y la gente vive más años, así que masas de mujeres en edades reproductivas propician tasas de crecimiento poblacional inéditas. La obligatoriedad del trabajo doméstico y del cuidado de las personas menores de edad, enfermas y ancianas del entorno familiar; la dependencia económica, social y afectiva del cónyuge, el padre y parientes masculinos, aterrizó con el lema lo personal es político, frase que expresa la interdependencia entre los ámbitos público y privado.
Entre múltiples cuestiones que no puedo referir en este corto espacio, Teresita se pregunta: las tareas del hogar ¿son trabajo? Y distingue con precisión los contextos específicos en que una misma actividad produce valor económico y en cuáles no lo produce. Ella se dio a la tarea de introducirse en hogares diferentes y reconstruir la vida cotidiana de las amas de casa-esposas de sectores sociales bien delimitados, registrando los tiempos, frecuencia y ayudas con que contaban ( Mujeres y vida cotidiana, SEP-FCE/1984). Un trabajo pionero y antecedente de los actuales estudios sobre uso del tiempo y la economía de cuidados. La categoría de género creada a finales de los años 70, perfiló una perspectiva sobre las determinaciones sociales que pesan sobre los cuerpos sexuados, pero además abrió paradigmas para el estudio de los movimientos de la liberación LGBTTTI y sobre la condición masculina (paternidad, participación en el cuidado, violencia, etcétera).
Es necesario redefinir los retos del feminismo actual ante una crisis mundial de múltiples dimensiones, como es la impresionante concentración de la riqueza en un contexto de corrupción, cambio climático y tecnológico, los cuales se acompañan en México de dimensiones inéditas de violencia, crimen organizado e impunidad, que incrementan los juvenicidios, la violencia de género y especialmente los feminicidios. La agenda feminista debe seguir articulando los cambios estructurales junto con los culturales, y así debe contemplarse desde una plataforma de izquierda en la actual contienda electoral, porque lo que se busca es el cambio verdadero. Tendremos capitalismo y feminismo para rato, la justicia sigue siendo el tema, diría Teresita de Barbieri.
Twitter: @Gabrielarodr108