artículo de Témoris Grecko
"En nuestro país, las
organizaciones sociales, las asociaciones de vecinos, los partidos, y en
general todo tipo de agrupación deberían tener programas serios de
entrenamiento y respuesta de emergencia", indicó.
Por Témoris Grecko
En las potencias imperiales, los hijos esperan las guerras próximas,
con ansias de tener la oportunidad de replicar las gestas heroicas de
sus padres y cubrirse con gloria propia aplastando al enemigo.
En México, la constante son los terremotos, y hace
seis meses los jóvenes pudieron renovar y actualizar las viejas
historias de heroísmo ciudadano del 85, cubriéndose de honor salvando
vidas.
La reacción fue fantástica. Y volvió a dejar claro lo geniales que
somos para improvisar. La pregunta que no nos gusta, sin embargo, es ¿por qué tuvimos que improvisar otra vez?
La respuesta evasiva es: porque el gobierno, en sus distintos
niveles, tuvo 32 años para prepararse y no lo hizo. Correcto. Pero
parcial.
Porque esos 32 años de hacernos patos también valen para los ciudadanos.
Sabíamos que vendrían más terremotos de gran poder destructivo.
Tuvimos suficientes recordatorios. Pero siempre quisimos pensar que
pasaría tanto tiempo antes de otro de los grandes que ojalá ya no nos
tocara a nosotros.
Con uno en la vida es más que suficiente.
Vamos, ni siquiera llamamos las cosas por su nombre: en España, por
ejemplo, los diarios reportan un movimiento telúrico de 3 o 4 grados,
que aquí ni siquiera comentamos, con la palabra terremoto. Pero aquí no
nos gustan esas cuatro sílabas de espanto, y siempre decimos “sismo” o
“temblor”, aunque sean de 8 grados y hayan dejado miles de muertos.
Sí, las autoridades fallaron, y una vez más las
tareas quedaron en los ciudadanos, que no sólo escarbaron y sacaron
gente y montaron albergues y alimentaron, como en 1985; también
aprovecharon la tecnología de hoy para organizar la distribución de
ayuda y montaron sistemas de información confiables como #Verificado19S, entre muchas otras innovaciones.
¿Y qué tal si todo eso hubiera estado listo desde mucho tiempo antes,
en lugar de armarlo a la carrera, descubriendo talentos y capacidades
sobre la marcha, e implementando estructuras de colaboración a partir de
cero?
Si los civiles hubiéramos tenido adiestramiento para que cada uno de
nosotros hubiera sabido qué hacer, a dónde ir, con quién coordinarse,
cómo comunicarse, cómo mandar y recibir órdenes, qué recursos hay y en
dónde… o al menos, cómo organizar un grupo de salvamento, ¿cuántas vidas se hubieran salvado?
¿Cuánto tiempo menos hubieran tenido que pasar los heridos bajo los
escombros? ¿Cuántos niños hubieran dormido comidos y calientes en lugar
de pasar días a la intemperie?
Durante estos 32 años, todo lo que estuvimos haciendo como entrenamiento preventivo fue… correr.
Cada 19 de septiembre, sonó la alarma y todos a los puntos de reunión. Y ya con eso, nos dimos por satisfechos.
México es un país muy expuesto a los desastres naturales.
No sólo por sismo: huracanes y sequías también, y ahora, hasta los
tornados se pasan de Texas a Coahuila. Y estos fenómenos se van a
agudizar por efecto del calentamiento global, que genera climas cada vez
más extremos.
Uno puede denunciar la ocupación ilegal de los territorios
palestinos. Pero si algo no se le puede negar a Israel es que ha logrado
no sólo sobrevivir, sino crecer exitosamente, en un entorno muy, muy
hostil.
Esto lo ha conseguido porque tiene una sociedad preparada para
confrontar lo peor, a partir de un rudo servicio militar que sí es
obligatorio y que involucra tanto a hombres como a mujeres.
En nuestro país, las organizaciones sociales, las
asociaciones de vecinos, los partidos, y en general todo tipo de
agrupación deberían tener programas serios de entrenamiento y respuesta
de emergencia. Más allá del control estatal, para evitar el abuso político.
Todos deberíamos saber qué nos toca hacer y cómo.
Y podríamos reconocer que nuestro servicio militar es una broma inútil.
Reemplacémoslo por un servicio nacional de protección civil para
hombres y mujeres, en el que se nos prepare para enfrentar las tragedias
que sin duda van a venir y nos van a alcanzar.
Nuestro heroísmo se gana recuperando vidas, no quitándolas, porque nuestras batallas no son de conquista, sino de supervivencia.
Seamos capaces de salvar de manera organizada, planificada, eficiente, a nuestros compatriotas, a nuestras familias, a nosotros mismos.
Han pasado seis meses: ¿creen ustedes que ya estamos haciendo algo
para sobrevivir al siguiente regaño de la tierra, del agua, del viento o
del fuego?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario