Andrés Manuel López Obrador es entrevistado en Milenio TV. Foto: Especial |
Varios expresaron sus miedos a una posible presidencia (de AMLO) de
carácter autoritario y de espaldas al Congreso. La acusación fue difusa
pero luego adquirió concreción en el tema de la consulta popular
propuesta como método político por Andrés Manuel.
Carlos Marín sacó a relucir uno de sus recurrentes argumentos: las
“equivocaciones de los pueblos”, tal como la “pavorosa” elección alemana
que llevó a Hitler al poder, sin decir, claro, que los nazis no habían
alcanzado entonces la mayoría absoluta, pero pudieron formar gobierno
ante la absurda división de los demás partidos. AMLO afirmó que los
ciudadanos se equivocan menos que los políticos. El pueblo, dijo, tiene
un instinto certero, es sabio. “Yo discrepo de ti en esto”, le respondió
el candidato al director de Milenio con cierto comedimiento, y agregó: “en democracia es el pueblo el que manda, el que decide”.
Como es entendible, el columnista y director salió en defensa de esa
institución tan despreciada por él mismo, el parlamento. “Hay una
representación en el Congreso”, insistió para ladearse claramente a
favor del método de las decisiones indirectas. “Son dos tipos de
democracia”, agregó como si fuera un paciente profesor, el tres veces
candidato a presidente de la República: “una, representativa, que es la
del Congreso”; y “existe también (debe existir, se corrigió) la
participativa”. Para aclarar mejor su argumento, AMLO agregó: “no es que
la democracia termina y se agota en una elección constitucional”.
Como no era lugar para repetir las conocidas groserías e insultos que
suele escribir el director de Milenio en sus consuetudinarias columnas,
tuvo que entrar al quite Jesús Silva-Herzog, un poco más instruido,
para argumentar a favor del método de tomar las decisiones en el
Congreso: “la consulta popular tiene un mecanismo que es una disyuntiva
entre sí y no”; el Congreso es un espacio donde podemos decir sí a esto,
no a esto otro; la consulta es una manera de plantear la política
binaria”. López Obrador le respondió que lo mejor es el debate y la
información para que se manifiesten quienes están a favor y están en
contra, lo que “no ha existido en el país”.
Ya antes, Andrés Manuel había aclarado que son tres momentos para los
grandes temas: informar y debatir; consulta ciudadana; y modificación
de leyes en el Congreso.
Silva-Herzog fue al contraataque, aunque ya menguado: “sí hay –dijo–
una diferencia muy importante entre plantear una reforma constitucional
en el Congreso, donde está la representación de la diversidad, y
plantear el cambio, echar para atrás reformas estructurales a través de
una consulta popular directa”. ¿Fuera del Congreso no hay diversidad?
¿Lo que se hizo en el Congreso no se puede deshacer en el referéndum
popular? Este suele ser un el método democrático para corregir al
parlamento en las llamadas “democracias avanzadas”. ¿Ni a ese nivel
podemos llegar?
Mientras sus interlocutores cuestionaban la democracia participativa
y, en especial, las consultas populares, quizá López Obrador estaba
recordando que la reforma energética fue impugnada, se colmó el
requisito de firmas que exige la Constitución y se demostró la
trascendencia del decreto legislativo cuya derogación se pretendía. Sin
embargo, la Suprema Corte le salió al país con la increíble versión de
que no puede haber consulta popular cuando su posible resultado genere
un gasto al Estado. Eso no dice la Carta Magna, la cual sólo se refiere a
temas de presupuesto, leyes fiscales y financiamiento como lo que no se
debe votar por parte de la ciudadanía directamente. La mayoría de los
ministros y ministras, con la sola excepción de Cossío, se hincaron
frente al poder presidencial y cancelaron un derecho del pueblo a pesar
de que ya se encuentra en la Constitución. Así opera el sistema.
Quizá también López Obrador y algunos de quienes escuchaban la
entrevista (¿comparecencia?) estaban pensando que la ausencia de un
Estado de derecho es precisamente una de las perversiones
antidemocráticas que es preciso combatir, pero no sólo desde abajo sino
también desde arriba, desde la Presidencia de la República y el
Congreso, para tratar de abrir otros caminos.
Al final, esos periodistas conservadores, enemigos de las consultas
populares, acusaron a AMLO de conservador. Así es México, por el
momento.
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