Bernardo Barranco V.
Nunca hubo un pontífice latinoamericano, menos jesuita, tampoco ningún Papa llevó el nombre de Francisco. Tampoco se había refutado a un Papa calificándolo de hereje, como ha hecho la derecha católica con Jorge Bergoglio. Hay muchos nunca en los tiempos del pontificado de Francisco, pues ha resultado incómodo ante la curia vaticana y a los sectores conservadores de catolicismo. El Papa argentino ha marcado discontinuidad con muchos privilegios de la burocracia vaticana y ha arriesgado posiciones, como la comunión a los divorciados vueltos a casar.
Recordemos. 13 de marzo de 2013: los cardenales eligieron al arzobispo de Buenos Aires con un claro mandato: reformar el clero romano y la prepotente curia vaticana. Eran protagonistas de guerras de poder y de una profunda crisis de legitimidad al descubrirse no sólo intrigas palaciegas, sino lavado y corrupción financiera. Además, los escándalos de pederastia habían sacudido la legitimidad de la institución como nunca en la historia moderna. Dichos factores, sin duda, influyeron en la decisión de Benedicto XVI de renunciar, terminando éste enfermo y deprimido. Marco Politi escribió que a cinco años del pontificado Francisco ha dado dos pasos adelante y uno hacia atrás, cometiendo errores que han dado armas a sus adversarios que han llegado a considerarlo populista, dominado por una fuerte pasión pastoral provinciana con gestos de gran impacto popular y mediático; sin embargo, le han hecho perder el rumbo doctrinario.
Así, de manera inédita y abierta lo llaman el Papa argentino con un dejo de desprecio para desacreditarlo. Para remarcar una supuesta distancia cultural e ideológica con la cultura europea centralista. También se refieren como el Papa párroco de pueblo, siempre dispuesto a decir lo que sus interlocutores quieren oír. Esto nos advierte el vaticanista Paolo Rodari en un artículo en La Repubblica: son expresiones de los cardenales y obispos de la curia, pero que tienen detrás de ellos a grupos de poder y grupos de presión. En dichos adjetivos hay racismo europeísta subyacente. Los altos prelados también sentencian con presunción: no sólo con homilías y consejos caseros se puede gobernar la Iglesia. Son los sectores conservadores europeos, italianos y estadunidenses que quieren insinuar, con un dejo de desprecio sutil, que descalifican a Bergoglio por no contar con una supuesta altura necesaria para ser pontífice ni mucho menos conducir la Iglesia. En el fondo preservan los intereses y codicias de poder. Quieren que Francisco reine, pero no gobierne la Iglesia.
Francisco, el primer Papa latinoamericano que viene del sur, como Pedro, no la tiene fácil. Bergoglio es un Papa de gestos y simbolismos de simplicidad que ha ganado una inmensa aceptación en la opinión pública internacional. Aunque cuenta con millones de simpatizantes no ha revertido la caída de católicos a escala global y enfrenta una atmósfera hostil en los laberintos del poder dentro y fuera de la Iglesia. Proliferan libros que reprochan a Francisco su crítica a la economía internacional de mercado. Francisco no conoce la economía mundial, increpan, sus famosas tres T (techo, trabajo y tierra) son rémoras socialistas del Papa argentino. No se quiere comprender que Francisco no tiene una lectura occidentalizada ni noratlántica, sino su mirada es desde el sur. A diferencia de Benedicto XVI, Francisco enfrenta una oposición cada vez más mediática y las tensiones se dirimen en el espacio público, causando confusión entre los fieles. De la oposición de los rumores de pasillos se pasó a la presión mediática y a los reproches públicos. El diario italiano Il Corriere della Sera, en un reportaje en 2016, dio porcentajes sobre el alcance del consentimiento-disidencia entre la curia en torno al papa Francisco. Sería 20 por ciento que aprueba el estilo, las propuestas y son sus partidarios del actual Papa; 70 por ciento, denominada la mayoría silenciosa e indiferente, flota y espera simplemente otro Pontífice. Y 10 por ciento, el núcleo duro de los opositores; sin embargo, su tamaño es engañoso porque está constituido por prelados del más alto rango. Por ejemplo, uno de los mayores logros de Francisco, su encíclica verde, sufrió sabotajes y deslealtades. La filtración de un borrador final de su encíclica Laudato si alertó al lobby petrolero; posteriormente la publicación de documentos financieros reservados que desencadenó en el llamado Vatileaks II y rumores sobre un supuesto tumor cerebral de Francisco son rasgos de una lucha sorda y desleal.
Sus opositores, como el veterano periodista italiano Sandro Maggister, reprocha los pobres resultados de Francisco, pero reconoce que ha sido eficaz mediáticamente y ha recuperado, según el vaticanista, una imagen positiva en la opinión pública mundial fuera de la Iglesia católica, no así dentro. Está por aparecer un libro del vaticanista estadunidense Ross Douthat, cuyo título es To Change the Church: Pope Francis and the Future of Catholicism (Para cambiar la Iglesia: el papa Francisco y el futuro del catolicismo), quien describe a Francisco como un Papa reformador sin reformas. Y su anunciada depuración reformista de la Iglesia que jamás se llevará a cabo. Según Douthat, Francisco asume riesgos teológicos al matizar la postura de la Iglesia en materia doctrinal del mundo contemporáneo sobre todo en materia sexual. Reconoce Francisco la existencia del conflicto entre las enseñanzas morales de la Iglesia y el modo de vida real de la cultura contemporánea. Por ello, según Douthat, Francisco no cambia la doctrina como en el tema de los matrimonios, sino crea una distinción entre doctrina y práctica de pastoralidad. Los cambios en la pastoral pueden coexistir sin transformar los dogmas de la Iglesia. Postura que a la larga puede tener costos. Por su parte, Marco Politi, defensor del Papa, asegura: Francisco ha demostrado sobre todo una vitalidad y creatividad increíbles al adueñarse y hacerle entender al mundo temáticas siempre nuevas: pasó de la desigualdad a las nuevas formas de esclavitud, de las nuevas formas de esclavitud al problema ecológico, la relación entre degradación social y degradación natural, de la cuestión ecológica a la cuestión de la relación entre los géneros, del machismo, de los abusos sexuales, o la cuestión de las noticias falsas. Es decir, es un líder que continúa caminando, así como siempre él dijo que la Iglesia debe estar en camino.
La oposición no viene sólo de los conservadores. Defensores de las víctimas de abuso sexual reprochan a Francisco su poca preocupación por la lacerante pederastia clerical. La visita a Chile exaltó los errores del Papa ante una realidad que la Iglesia y el propio Francisco no han querido afrontar a fondo. Muchos claroscuros, controversias, tensiones y redefiniciones. Hay muchos nunca en los tiempos de Francisco en cinco años de pontificado.
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