De conformidad con la Ley General de Instituciones y Procedimientos
Electorales (LGIPE), en su conjunto los candidatos independientes
recibirán un financiamiento público de 42 millones 963 mil 332 pesos,
monto equivalente al que recibiría un partido político de reciente
creación. Esta cantidad se repartirá entre las tres elecciones que se
celebrarán el 1 de julio (presidente, senadores y diputados); además, se
divide entre el número de candidatos registrados, con lo cual, en el
caso de la Presidencia de la República –que lo máximo que puede haber
son tres–, el monto sería el ya señalado.
Por otra parte, el tope de gastos de campaña de la elección de
presidente es de 429 millones 663 mil 325 pesos; es decir, es el monto
máximo que cada contendiente puede erogar. Y, de acuerdo con las tesis
relevantes y jurisprudencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de
la Federación y el mismo Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, la limitación constitucional de que el dinero público debe
prevalecer sobre el privado no aplica para las candidaturas
independientes.
La Sala Superior del Tribunal aprobó por mayoría de votos
jurisprudencia y la declaró formalmente obligatoria el 1 de junio de
2016, en el sentido de que el limitar el monto total del financiamiento
privado a un máximo de 50% del tope de gastos de campaña, como está
establecido en la legislación de Chihuahua, “resulta una medida
proporcional y equitativa, en tanto que permite que el financiamiento
privado prevalezca sobre el público, el cual suele ser
significativamente inferior al que es otorgado a sus similares que
compiten postulados por un partido político o coalición”.
Así, puede inferirse de los citados precedentes que los candidatos
independientes a la Presidencia de la República en este proceso
electoral podrán recaudar 214 millones 831 mil 662 pesos por concepto de
donativos privados y podrán erogar en sus campañas 219 mil 605 millones
362 pesos, si al primer monto se le agrega el financiamiento que
recibirán de la autoridad electoral.
Margarita Zavala está renunciando a un monto equivalente a 2.2% del
total del dinero que puede gastar. Dado que el límite individual de
aportaciones privadas que podrán recibir los candidatos es de 1.6
millones de pesos, está en posibilidades de compensar el dinero al que
renunció con únicamente tres donantes particulares.
Vale la pena señalar que el PRI recibirá mil 689 millones de pesos de
financiamiento público, de los cuales 547 millones 448 mil serán para
gastos de campaña; el PAN , mil 281 millones, con 413.5 para gastos de
campaña; el PRD, 773 millones, con 248 mil para sus campañas; Morena,
649.2 millones, con 207.5 para las campañas; el Verde, 578.2 millones,
con 184.2 para campañas; Movimiento Ciudadano, 537 millones, con 170.7
para campañas; Nueva Alianza, 419 millones, con 132.2 para campañas;
Encuentro Social, 398 millones, con 125.5 para campañas, y PT, 376
millones, con 118.4 para campañas.
En el caso mexicano los montos de financiamiento público para las
campañas son exagerados, pero para los partidos políticos por lo alto de
los montos, y para las candidaturas independientes, por lo bajo. Esta
evidente desigualdad genera dos problemas muy serios e igualmente
preocupantes: uno, rompe con el principio de equidad en la competencia
establecido en la Constitución y avalado por una tesis del Tribunal
Electoral en 2015; y dos, echa a los candidatos independientes en los
brazos de los donantes particulares: justo lo que el financiamiento
público pretende evitar precisamente para que no se gobierne en
beneficio de unos cuantos millonarios que aportan los fondos más
sustantivos.
Ciertamente, el asunto del dinero y la política es un tema por
resolver en el mundo, no únicamente en México, pues hoy es impensable
hacer campañas electorales exitosas sin invertir cuantiosas cantidades
de recursos. Hay consenso en que las legislaciones deben evitar el
desvío de dinero público para el financiamiento de las campañas, así
como los recursos provenientes del crimen organizado y donativos
privados en montos tales que comprometan el ejercicio de gobierno.
Hay disenso sobre la forma de hacerlo, pues muchos nos inclinamos
porque se destinen recursos públicos en forma clara, transparente,
equitativa y moderada; otros (también numerosos) se pronuncian por
cancelar el financiamiento público y dejarlo todo a los donativos de
particulares aunque con límites estrictos, y todavía hay otros (menos
numerosos), quienes, alineados con la segunda fórmula, no están de
acuerdo en que se establezcan límites a las cooperaciones individuales.
Varios de los ejemplos que refirió la candidata independiente como
condenables tienen que ver justamente con el financiamiento privado a
las campañas electorales, como el de los casinos y las “ligas”, pues en
ambos casos se trataba de proveer fondos para las campañas a cambio de
un trato privilegiado en caso de ganar la elección; otros, con la
malversación de fondos públicos, para el enriquecimiento de políticos y
empresarios, que no necesariamente pasan por el dinero a las campañas,
como el de los fraudes, los departamentos en Estados Unidos, los moches,
las naves industriales y las estafas maestras, entre otros.
Pero ninguno tiene que ver con el financiamiento público que otorgan
las autoridades electorales, que es a lo que Zavala renunció.
Evidentemente las condiciones de la competencia electoral en México,
señaladas a lo largo del artículo, le brindaron una oportunidad
inmejorable para dar un golpe mediático con un costo bajísimo, pero nada
tiene que ver con una cuestión de principios, ni aporta nada para
resolver el problema del dinero y la política.
Este análisis se publicó el 18 de marzo de 2018 en la edición 2159 de la revista Proceso.
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