
De acuerdo con Estadísticas a propósito del Día del Amor y la Amistad del INEGI, en México hay 17 millones 947 mil 304 mujeres de entre 15 y 49 años unidas en una relación con otra persona. La última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021 señala que, al menos 39.9% de las mujeres que tienen o tuvieron una relación de pareja, experimentaron alguna situación de violencia.
A nivel nacional, la violencia que más experimentaron las mujeres por su pareja fue la psicológica (35.4%), seguida de la económica o patrimonial (19.1%), la física (16.8%) y sexual (6.9%). Asimismo, son los estados de Campeche, Guerrero y Tabasco donde hay mayor incremento de violencia en pareja.
Además, el 3.8% de las mujeres de 15 años y más reportaron que su primera relación sexual en pareja fue sin su consentimiento, el cual significa estar de acuerdo activamente en realizar actividades de indole sexual con una persona, sin ello, se trata de una violación o agresión sexual.
Existen mitos del amor romántico como el de «la buena mujer» o «la buena esposa/novia» que son una construcción social que ha reforzado cómo las mujeres deben actuar en una relación. Esta ha sido perpetuada a través de la educación, cultura y medios de comunicación. De esta forma, ellas deben ser «comprensivas, sacrificadas y pacientes» en la relación, anteponiendo el bienestar del otro por encima del suyo.
La violencia de pareja representa una de las formas más extremas de desigualdad de género y se manifiesta por medio de diferentes tipos de agresiones. Con el tiempo, estos comportamientos se intensifican, y la persona afectada puede llegar a normalizarlos.
En muchas relaciones, inicia de forma sutil, con gestos que parecen afectuosos, pero que en realidad son agresivos como apodos que hieren, pellizcos, empujones, o control excesivo disfrazado por preocupación o protección. A medida que la relación avanza, los comportamientos se intensifican y esto puede llevar a normalizar los actos de violencia en la relación.
El ciclo de violencia en pareja
De acuerdo con Leonore E.A. Walker y su libro «El síndrome de la mujer maltratada», en donde trabajó en una casa refugio para mujeres maltratadas, existe un patrón de cuatro fases en el que se desarrolla la violencia en pareja, que además tiene una forma cíclica.
- Fase de acumulación de tensión: existen actitudes de critica constante y comportamiento agresivo en el que se utilizan insultos y menosprecio logrando mantener el control. Del otro lado, hay sentimiento de culpabilidad y búsqueda de soluciones.
- Fase de explosión violenta: se producen malos tratos físicos, agresión sexual, amenazas e incluso peligro de muerte. Entra en una fase de ‘indefensión aprendida’ gracias al tiempo prolongado de maltrato psicológico por la pareja.
- Fase de la luna de miel o conciliación: Hay un intento de reconciliación en el que las actitudes violentas cambian y promete no volver a hacerlo.
- Fase de la escalada de la violencia: una vez conseguida la confianza de la pareja, comenzará de nuevo el ciclo de la violencia. No obstante, en cada vuelta, las agresiones serán más graves e incluso la etapa de conciliación puede desaparecer.
Gracias a este círculo de violencia es que resulta difícil salir de la relación. La víctima cree que todo mejorara, pero el ciclo se repite. Factores como la presión social, el miedo, la dependencia emocional o económica complican la salida de la situación.
Por ello, hay que recordar que el amor no debe confundirse con el maltrato. Es necesario replantear nuestras ideas sobre las relaciones afectivas y promover vínculos basados en el respeto, el bienestar y la libertad, lejos de cualquier forma de violencia.
Para mantenernos seguras, es vital reconocer las señales de violencia en una relación y saber que, aunque en ese momento sientas que no es necesario dar el paso, el riesgo de que la situación empeore es real. Por eso, estas son algunas señales que puedes identificar en una relación violenta:
- Busca el control total sobre lo que haces y pide explicaciones de tus actividades y decisiones.
- Te impide vestirse o actuar como tu quieres y utiliza insultos o descalificaciones hacia tu persona.
- Revisa tu celular, redes sociales y mensajes a escondidas o con tu conocimiento, sin pedirte permiso.
- Te aleja de tus amigos o familiares de forma física, emocional o económica logrando aislarte.
- Tiene cambios drásticos de humor o explosiones de ira repentina creando un ambiente impredecible.
- Te manipula o presiona para que consumas alcohol o drogas, aunque no quieras.
- Te presiona para tener relaciones sexuales aun cuando tu no quieres, o incluso se ha quitado e preservativo sin que se lo pidas.
- Insiste en que tengas una hija o hijo sin considerar tus deseos o te pide que continúes con un embarazo que no deseas.
- Refiere o te amenaza sobre hacerte daño o quitare a tus hijas o hijos, mascotas o seres queridos.
- Te agrede físicamente, sin importar la magnitud de la violencia.
Si identificaste una o varias señales en tu relación o en la de alguna amiga, ¡No estás sola! Hablar con alguien de confianza puede ser el primer paso para entender lo que está sucediendo y tomar decisiones informadas. Existen organizaciones que pueden ofrecer apoyo y orientación, sin juicios ni críticas para encontrar el camino hacia una vida libre de violencia.