2/11/2025

¿Por qué votan a sus verdugos? Una clase sobre intereses

Tomemos nota de una cosa importante. Si no ordenamos la realidad, no se entienden las cosas. Cuando todo está embarullado, enredado, todo es pura confusión.

Juan Carlos Monedero

Hay dos fotos profundamente inquietantes de lo que va de mandato de Trump. Una es la que sale el presidente tomando posesión con, en primera fila, los grandes magnates tecnológicos que, además, le han hecho ganar las elecciones. El mensaje al mundo es claro: los grandes empresarios de internet, los que controlan los satélites, las plataformas, los dueños de la nube, los que desbancan a los bancos centrales con las criptomonedas y se roban el conocimiento del mundo en la inteligencia artificial para ponerlo a su servicio, son los que van a sustituir al Estado. Y no se presentan a las elecciones. Sustituyen a ese ese dirigido, supuestamente, por un gobierno al que votamos en nuestras “democracias”.

La otra foto es ese inmigrante con una franela que dice: “Latinos for Trump”, esposado con las manos a la espalda y escoltado por la policía camino de la deportación, en el mejor de los casos, o de Guantánamo si tiene mala suerte o simplemente tatuajes. ¿De verdad habrán pensado que un millonario iba a ayudarles? Está siendo muy común que las víctimas voten a sus verdugos. Y es verdad que parte de culpa la tiene la izquierda cuando no enamora a sus votantes naturales o cuando desbalancea sus esfuerzos con peleas que quedan muy lejos de las mayorías. Pero no seamos tan paternalistas como para no poder decir que la gente también a veces se embrutece, que se equivoca y termina pegándose un tiro en el pie.

El otro día leía una conversación en las redes en España que vale igual para México (y también para prácticamente cualquier país del mundo donde la extrema derecha está subiendo). Decía la conversación traducida a México:

-Tengo 19 años y soy de Jalisco.

-¿A quién votarías en las próximas elecciones?

- A Claudio X González o a Verástegui.

- ¿Y por qué los votarías?

- Pues porque son el único partido que defiende a México.

• Pero sabes que, por ejemplo, votaron en contra de subir los salarios.

- Da igual, sus motivos tendrían.

-Y están en contra de los inmigrantes y tú eres inmigrante.

-Pero ellos defienden a los inmigrantes como yo que cumplimos la ley. Aquí no puede venir el que le dé la gana.

-Y también ahora han votado en contra de las ayudas a la gente damnificada por las últimas inundaciones, por no hablar de que no creen en el cambio climático.

- Bueno, pero necesitamos a patriotas que defiendan a México.

• Pero estas votando en contra de tus intereses.

- Me da igual, lo primero es México (o España o Argentina o EEUU).

Esto tenemos que explicarlo.

Tú que nos estás viendo ahora mismo, igual que tu pareja, tus padres, tus hijos, tus amigos o tus vecino tenéis cuatro elementos bien diferentes que construyen vuestra conciencia y que son los que motivan lo que hacéis y cómo os comportáis. A menudo estos cuatro elementos están enredados, pero si los ordenamos, nos van a dar mucha luz y nos van a ayudar a entender eso que se dice tantas veces de que si no haces política, te la hacen. O vas a entender por qué te emociona la 4 T o, en el caso de gente que también nos estará escuchando para saber qué pensamos, por qué la odias. Por qué votas a Trump o votas a partidos de izquierdas. O no votas.

Ahí, en quien tú eres, en esa misma persona, tienes cuatro imágenes reflejadas en el espejo. Quizá solo veas tu rostro, pero debajo tienes cuatro máscaras: una son tus intereses, otra tus valores, una tercera tu identidad o tus identidades, y la cuarta pero no menos importante, tus afectos. Vamos, que todos tenemos intereses, tenemos valores, tenemos identidad y tenemos afectos.

Tomemos nota de una cosa importante. Si no ordenamos la realidad, no se entienden las cosas. Cuando todo está embarullado, enredado, todo es pura confusión. Y en tiempos de crisis, como decía Mario Benedetti, no necesitamos dar palos de ciego, sino palos de vidente. Y estamos en una enorme crisis medioambiental, geopolítica, económica, migratoria, tecnologica… No son tiempos de hacer malos diagnósticos.

Todos nosotros, por tanto, tenemos cuatro sombreros con los que vestimos lo que somos. Os invito a pensarlos uno a uno porque es lo que construye nuestro pensamiento y lo que motiva lo que hacemos en nuestra vida cotidiana.

Empezamos con los intereses, es decir, todo aquello que entendemos que defiende nuestro provecho, nuestra ganancia, nuestra comodidad, nuestro bienestar. Casi siempre son cosas materiales, pero a veces son intereses simbólicos pero que esconden un privilegio que termina siendo también material: ser hombre, blanco, adulto, rico, católico... Todos tenemos intereses y los defendemos y cuando votamos, solemos votar a quienes defienden nuestros intereses. Aunque no siempre y no siempre dándonos cuenta. Como esa gente que ha votado por Trump y la han deportado.

Otro sombrero son los valores, esto es, lo que “valoramos”, lo que consideramos meritorio, lo que respetamos, lo que muestra nuestra medida de lo que es justo e injusto. Lo que entendemos que es deseable o correcto en la sociedad. Los valores son lo que se enseña a los hijos, lo que se presupone a los políticos y también a los sacerdotes o pastores.

También tenemos identidad. La identidad son los rasgos que nos caracterizan, que nos identifican respecto de los demás, pero también lo que nos da un sentido de pertenencia. La identidad es esencial para estar en el mundo. Puedes tener una identidad de clase, que te ha llevado a sentirte una persona de izquierdas y defensora de los trabajadores; puedes tener una identidad como mujer que te lleve a defender el feminismo (o no); como pueblo originario, como miembro del colectivo LGTBi, como católico o como nacional de un país (mexicano, panameño, chileno…) o también internacionalista. La identidad no siempre es un espacio de libertad. Es importante porque nos hace sentirnos menos solos cuando la escogemos, pero también es un problema cuando te la cuelgan los demás y, por ejemplo, te llaman “panchito” en España o en EEUU por ser inmigrante o te tratan mal por ser mujer o por ser una minoría religiosa o sexual (o te llaman palestino en Gaza). Estaría bien poder elegir nuestra identidad, pero no siempre nos dejan. Y los medios de comunicación van a hacer lo imposible para que sientas como tuya una identidad que solo beneficia a los poderosos.

En España hubo durante las Navidades una discusión porque una persona había robado de un gran supermercado una caja de medio kilo de langostinos y la gente normal se había echado encima de él en la calle y lo había retenido hasta que llegó la policía. Pobres deteniendo a pobres. Si eres pobre, lo normal es que estés con Robin Hood y no con el sheriff de Sherwood.

Por último, pero no menos importante, todos tenemos afectos, que son las intuiciones profundas sentimentales de lo que nos motiva, de lo que queremos y nos hace sentirnos reconfortados. Los afectos son el espacio de la amistad, del deseo, de la generosidad, del cariño. Todos, salvo los psicópatas, queremos a alguien de manera desinteresada. Claro que hay afectos enfermizos. Hay gente con celos que matan no solo a la mujer que ya no le quiere, sino también a sus hijos como señal absoluta de odio irracional. Hay también gente que ama a los hijos como prolongación de su propia locura. Hemos visto al hijo de Donald Trump en la toma de posesión de su padre donde no queda claro quién necesita más ayuda.

Uno tiene una ideología cuando reflexiona sobre estas cuatro cosas y toma una decisión coherente. Hay gente para la que sus valores son de izquierda y sacrifica sus intereses consciente. Mientras que hay gente que es humilde y sacrifica sus intereses apoyando a la derecha sin entender las consecuencias de sus decisiones. Porque la persona que apoya a la izquierda sacrificando sus intereses individuales lo hace en nombre de un interés superior, mientras que en el caso contrario se hace por un interés inferior que son los intereses de una minoría.

Hay momentos en donde en una sociedad estalla la generosidad y nuestro afecto alcanza a todo un pueblo o, incluso, a la humanidad. La solidaridad es la ternura de los pueblos, decía el Che Guevara. Es la corriente de afecto que desplegó López Obrador con lo que llamó el humanismo mexicano y que continúa, con su sello particular, Claudia Sheinbaum. En momentos especiales se juntan en todo un pueblo los intereses, los valores, las identidades y los afectos individuales, como cuando Claudia Sheinbaum apela a los mexicanos para no acobardarse frente al matón del norte, cuando se defiende a los compatriotas maltratados, cuando se está comenzando una nueva etapa llena de esperanza.

Pero también estamos viendo en tantos sitios que gente cuyos intereses solo los puede defender quien defiende que “primero los pobres”, termina votando a quienes endurecen las condiciones de trabajo, o pagan menores salarios o despiden injustamente o quitan ayudas sociales o encarecen el transporte o permiten que los alquileres sean impagables o quienes vuelven a hacer de la educación y la sanidad un privilegio de ricos. A esa gente humilde trabajadora -que tantas veces se cree que son clase media cuando son trabajadores que no pueden permitirse grandes alegrías (es eso que llamamos “clase media aspiracional”)-, esa gente que necesita que el Estado cubra con recursos públicos la sanidad, las escuelas y las universidades, el transporte, la electricidad y el gas, la investigación tecnológica, la cultura nacional a menudo la bombardean con mentiras y le dicen: tu identidad es el país que representamos los ricos; tus valores son los valores del individualismo y del egoísmo; 2tus intereses ahora no son importantes porque necesitamos que no tengas intereses propios porque ya verás mañana qué bien te va a ir”. Es mentira, pero muchas veces les creen porque controlan los medios de comunicación, las redes, Hollywood y muchos púlpitos. Y repetimos: cuentan con que la izquierda no hace sus deberes.

Durante un par de siglo, la identidad de clase ha sido la más fuerte entre los trabajadores. Porque sentirte trabajador o trabajadora era tener una conciencia para mejorar tus condiciones de vida. En la víspera de la Primera Guerra Mundial, la diputada alemana Rosa Luxemburgo decía en el Parlamento que había que votar en contra de los presupuestos de guerra porque el enemigo de un obrero alemán no era un obrero francés sino los burgueses alemanes. Sin embargo, se aprobaron los presupuestos con el voto de los socialistas y los obreros alemanes fueron a morir por millones junto a los obreros franceses. La identidad nacional solo es útil cuando es el propio pueblo quien la define y la construye.

Durante décadas, el PRI quiso decir que la identidad de México era la de su partido y sus gobiernos. Fue muy inteligente por parte de López Obrador no dejarles la patria, esto es, la definición de la patria, a los que llevaban un siglo saqueando la patria. En España se conoce bien a la extrema derecha que siempre agita la bandera como si fuera suya pero luego son los partidos con más ladrones por corrupción a la patria que dicen amar tanto.

La confrontación con EEUU va a volver a enfrentar a las clases sociales en América Latina. La izquierda va a defender la soberanía nacional frente a los EEUU o los tratados comerciales abusivos con Europa, mientras que vamos a ver a la derecha alinearse con los intereses extranjeros e, incluso, alentando sanciones e invasiones. Creen que así van a conseguir con los marines o el Fondo Monetario Internacional lo que no consiguen en las urnas.

Trump acaba de declarar aranceles sobre determinados productos que golpean las economías de muchos países. Igualmente, ha reiterado la lengua española como un instrumento de comunicación de la Casa Blanca. ¿Qué han dicho las extremas derechas que estaban emocionadas con la victoria de Trump?

Los valores y la identidad confesados de la derecha siempre están por debajo de sus intereses e intentan convencer a sus pueblos de que abracen una identidad nacional y unos valores que solo sirve para los ricos sigan siendo ricos y las mayorías se resignen a su situación.

Corresponde a la izquierda recuperar una idea de nación democrática, que defienda los intereses de la mayoría, que sea responsable con sus vecinos, con el planeta, con las generaciones futuras. Corresponde a la izquierda recuperar los valores de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad/sororidad para todos y cada uno de los seres humanos. Corresponde a la izquierda recordar que es moralmente superior a la derecha porque su escenario de dignidad no es un pequeño grupo ni siquiera un país, sino la humanidad. Dice el diccionario de María Moliner que la persona digna es aquella cuyo comportamiento merece el respeto de los demás y de sí mismo, que no comete ni tolera actos que avergüenzan, que no humilla ni se deja humillar.

Una persona digna es una persona que no se deja engañar ni se equivoca votando a sus verdugos, que no tolera que haya verdugos y que no mira para otro lado cuando los verdugos dejan caer el hacha aunque no sea sobre su cuello.

Juan Carlos Monedero

Realizó estudios de licenciatura en Economía, Ciencias Políticas y Sociología. Es Doctor en Ciencias Políticas y profesor titular en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Ha dado clases en diferentes universidades de Europa y América Latina y es profesor honorario en las universidades argentinas de Quilmes y Lanús. Ha asesorado a diferentes gobiernos latinoamericanos. Entre otros libros, ha publicado La transición contada a nuestros padres, El gobierno de las palabras, Nuevos disfraces del Leviatán, Dormíamos y despertamos, Curso urgente de política para gente decente (15 ediciones y publicado en cinco países), La izquierda que asaltó el algoritmo, El paciente cero eras tú y Política para tiempos de indiferencia (2024). Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales de CLACSO en 2018. Ha sido ponente central en la conmemoración del Día Internacional de la Democracia en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y en la 28 Sesión Regular del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra. Tiene reconocidos tres sexenios de investigación. Es cofundador de Podemos, colabora en diferentes medios de comunicación y ha presentado durante cinco años el programa En la frontera en Público, donde tiene el blog Comiendo tierra.

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