2/09/2025

Trump y El Álamo: el fin de un mundo basado en reglas

 sinembargo.mx

Juan Carlos Monedero

Estados Unidos tiene el problema de confundir las películas con la realidad. Por culpa de John Wayne se olvidan de que en El Álamo en realidad perdieron, pero piensa: al final podemos destrozar a cualquiera que nos haya hecho morder el polvo. Y vamos a terminar robándote tus tierras. Aún les duele que Pancho Villa entrara en Columbus, territorio americano, así que México debe tener la cabeza fría pero, al tiempo, aplicarse eso que dice “ni olvido ni perdón”.

En España, cuando el grupo terrorista ETA quería tratar con el Gobierno, hacía antes un atentado para negociar, pensaba que mejor, con algunos muertos encima de la mesa. Esta estrategia, propia de terroristas, es la que está usando Donald Trump con los gobiernos del mundo, sean amigos o enemigos. Si le sale bien, le da de comer espectáculo a sus votantes más hooligans. Que lo disfruten, porque lo que van a comer los votantes más humildes de Trump va a ser eso: bandera y espectáculo. Y les auguro malas digestiones, como pasa en Argentina. Y estamos viendo los llantos de mucha gente latina que votó a Trump. Os equivocasteis y no será porque no se advirtió.

Pensando en Canadá o en Panamá, todo lo que está pasando seguramente tendrá efectos también en los votantes de esos países, que se preguntarán: ¿por qué cuando yo pido algo a mi Gobierno me dicen que no se puede, que es imposible, y cuando lo pide Trump empiezan a salir conejos de la chistera?

No nos engañemos: Estados Unidos siempre ha usado las ventajas comerciales utilizando todas las herramientas disponibles para ello, incluida la guerra. Las guerras, perdonen que les estropee la película, en el 90 por ciento se hacen, en última instancia, por dinero, y en el otro 10 por ciento también, aunque no se vea tan claro.

¿Qué tiene que hacer el mundo con el Presidente del pelo de color naranja? Hace 20 años en un rapto de sinceridad lo dijo con claridad el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz -bueno, en realidad el premio del banco de Suecia en homenaje a Alfred Nobel, que el Nobel de economía no existe-. En fin, este economista escribió en un artículo que se llamaba Hagan lo que nosotros hicimos, no lo que decimos:

Como persona que estuvo involucrada íntimamente en el diseño de la política económica estadounidense, siempre me ha llamado la atención la diferencia entre las políticas que este país busca imponer sobre las naciones en desarrollo y aquéllas que se practican en el propio Estados Unidos. Además, Estados Unidos no es el único: la mayoría de los demás países en desarrollo y desarrollados exitosos ponen en marcha políticas "herejes" similares.

Mientras los promotores del libre mercado despotrican contra la política industrial, en los Estados Unidos el Gobierno apoya activamente las nuevas tecnologías y lo ha hecho durante muchos años. La primera línea telegráfica la construyó el Gobierno federal de los Estados Unidos entre Baltimore y Washington en 1842; la Internet, que está cambiando tanto la economía actual, fue desarrollada por el ejército de los Estados Unidos. Gran parte de los avances tecnológicos modernos de Estados Unidos se basan en investigaciones sobre biotecnología o defensa financiadas por el Gobierno.

Por otra parte, muchos aspectos de la política económica estadounidense contribuyen significativamente al éxito del país, pero casi nunca se mencionan en las discusiones sobre estrategias de desarrollo. Durante más de cien años, los Estados Unidos han contado con leyes antimonopólicas severas, que destruyeron monopolios privados en muchas áreas, tales como el petróleo. En algunos mercados emergentes, los monopolios sobre las telecomunicaciones están asfixiando el desarrollo de la Internet, y en consecuencia, el crecimiento económico.

A México, Indonesia, Brasil, India y otros mercados emergentes se les debería estar enviando un mensaje muy distinto: no busquen una mítica economía de libre mercado, que nunca ha existido. No sigan las recomendaciones de los intereses especiales de Estados Unidos, ni en el ámbito corporativo ni en el financiero, porque, aunque predican el libre mercado, en casa dependen del Gobierno para alcanzar sus objetivos. Las economías en desarrollo deberían, más bien, analizar con cuidado no lo que Estados Unidos dice, sino lo que hizo en los años en que surgió como potencia industrial y lo que hace ahora. Hay una notable similitud entre esas políticas y las medidas que adoptaron a lo largo de las dos últimas décadas las economías altamente exitosas del Este de Asia”.

Bueno, pues hoy en los Estados Unidos hay unos cuantos millonarios que se están quedando con todos los grandes contratos del Estado al tiempo que dicen que el Estado no funciona y quieren desmantelarlo. Pero no se engañen: les molesta el Estado social, porque quieren quedarse con todo ese dinero que ya no va a ir al bolsillo de las familias.

Estamos en un mundo que es una caldera en ebullición, y en un momento en donde hace tiempo que hay huelga de guionistas políticos. Las tramas, como en el cine de efectos especiales, nos vuelven locos. Por eso, es tiempo también de tener una lectura coherente del mundo donde coincidan los intereses, los valores, las identidades y los afectos de los países. Por eso, el único faro que vale es la coherencia ideológica que articula todas estas cosas. Es tiempo de volver a interesarnos por la política, porque si no lo hacemos, la política puede estropearnos la vida. Ahí está Trump estornudándole al mundo.

En Estados Unidos, Donald Trump va a usar los aranceles para enriquecer a los que le han hecho Presidente. No nos engañemos: todo lo demás es mentira. Ni el fentanilo ni la imigración les molesta.

No les molesta el fentanilo porque fue la propia administración norteamericana la que lo autorizó. Una persona drogada es una persona que enriquece a las farmacéuticas y no va a hacer ninguna revolución.

Y los migrantes van a seguir llegando a Estados Unidos, un país envejecido, lo que pasa es que van a llegar sin derechos, ya no laborales, sino sin siquiera el derecho a la vida o a la integridad física. El modelo neoliberal lo enmascara, pero no trata en conjunto de manera muy diferente a los trabajadores pobres que como los nazis trataban a los judíos que necesitaban en los campos de concentración. Y los que no necesitan, mala suerte.

El pragmastismo de Trump va a beneficiar a los países que le planten cara. Lo hemos visto con la suspensión de un mes de los aranceles a México, el acuerdo con Petro en Colombia o el reconocimiento de facto de Nicolás Maduro como Presidente de Venezuela. ¡El maldito Nicolás Maduro Presidente de Venezuela! ¿Cómo iba a repetir el Presidente de los Estados Unidos la estupidez de pensar que un Guaidó 2.0 va a solventar ningún problema? Y no se engañen: el asunto de las actas era la búsqueda de una “guerra de actas”, unas reales otras inventadas, para impedir que Maduro pudiera hacer la toma de protesta. Si Edmundo González tuviera 30 mil actas que le dieran ganador, estarían publicadas en la CNN, en Clarín, en El País y en El Universal publicadas.

Ningún Presidente que quiera sobrevivir debe olvidar en qué momento está el mundo y cuáles son los intereses de los Estados Unidos, más allá de todo lo que pueda desbaratar el Presidente del pelo naranja. Con Obama, con Biden y ahora con Trump, estamos en un mundo sin reglas.

Contrasta con lo que se hace el discurso contra China en los documentos militares y diplomáticos estadounidenses: “hay que respetar que vivimos en un mundo con reglas”. El concepto de un "mundo basado en reglas" (rules-based international order) ha sido uno de los pilares fundamentales del sistema internacional creado por el mundo occidental desde el final de la Segunda Guerra Mundial, especialmente a partir de la creación de instituciones como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.

Este sistema se basa en la obligación de respetar mutuamente el derecho internacional, sus mecanismos de arbitraje, la diplomacia, el comercio libre y “justo”, y la resolución pacífica de disputas. Todos ha sido principios que favorecían la hegemonía estadounidense y europea. Y son estos países, precisamente, quienes los han quebrado cuando su respeto les perjudicaba. La hegemonía occidental no va a entregar fácilmente la hegemonía. Si las reglas que ayer me favorecían hoy me perjudican, quedo libre de no aplicarlas, al tiempo que le digo a los demás países que tienen que cumplirlas.

El mundo basado en reglas se invalida con la autorización gringa de que el Gobierno de Noboa entre en la Embajada de México en Quito a secuestrar al exvicepresidente Jorge Glass. Se quiebra cuando se espía a todo el mundo, incluidos los socios, con motivos geopolíticos o de espionaje industrial; se rompe cuando un millonario se compra una red como Twitter y la pone al servicio de otro millonario para que gane las elecciones (porque Trump no hubiera ganado sin Twitter/X); se quiebra cuando se desconoce por Estados Unidos y la Unión Europea el resultado electoral en países que no son sumisos; cuando se permite el genocidio en Palestina y se prohíben incluso las banderas de ese país en suelo norteamericano o europeo; cuando se prohíben medios de comunicación por, dijeron, “propagar fakes” al tiempo que se deja que las redes mientan todos los días e influyan en los resultados electorales (ahora mismo en Ecuador el Gobierno de Noboa siembra cientos de miles de bots con mentiras contra Luisa González y el correísmo); se quiebra cuando se congelan bienes de otros países o se sanciona a personas según el interés de las potencias; cuando se imponen sanciones a países que no obedecen y se impide que se pongan sanciones a Israel.

Con Trump, todo sube un grado más en la escala Richter. Por ejemplo, cuando Estados Unidos se retira de los organismos internacionales como los Acuerdos de París, la UNESCO, los Tratados Nucleares o la Organización Mundial de la Salud y ahora Naciones Unidas, además de establecer unilateralmente sanciones y bloqueos. Y por supuesto, liberar a los golpistas que asaltaron el Capitolio, porque eso es indultar los golpes de Estado como respuesta legítima a los gobiernos de izquierda. O pretender que sus ejércitos no tienen por qué respetar las fronteras de otros países. O suspender el derecho de asilo o hacer deportaciones o llevar a los migrantes a Guantánamo o a que los reciba Bukele.

Además de que decide sobre el presupuesto de los países sin que nadie le vote en esos países. Le ha exigido a la Union Europea que invierta en defensa el cinco por ciento del PIB. Dinero que se quitará de vivienda, ayudas sociales, sanidad, educación. ¿Y a quién se le van a comprar esas armas?

Cuando te enfrentas a un loco que es más fuerte que tú, cabeza fría. Eso vale para el patio del colegio, para el barrio y para las relaciones con Estados Unidos.

Al mismo tiempo, soy poco amigo del mal menor. Decía la pensadora judía Hanna Arendt criticando a las asociaciones de judíos que habían colaborado con los nazis, que en Hungría se salvaron mil 684 judíos, pero sólo gracias al sacrificio de 476 mil víctimas. Hanna Arendt demostró que en aquellas naciones en donde hubo una oposición decidida a la deportación, los nazis carecieron de la convicción necesaria para doblegarla, comportamiento que la llevó a concluir que el ideal de "dureza" de los nazis o la “apariencia monolítica de todo régimen totalitario) no era más que un mito dirigido al autoengaño, que ocultaba el cruel deseo de sumirse en un estado de conformidad a cualquier precio.”, se escribe en el prólogo al libro Eichman en Jerusalem.

Frente al terrorismo de Estado, lo único que funciona es la unión de los que no quieren ser sus víctimas. Se trata de quitarle argumentos a los terroristas. Hace falta mucha inteligencia para pensar bien los argumentos.

Pero también, fuerza para hacerle ver que las causas tienen consecuencias. La Unión Europea, que tiene músculo económico, le ha dicho a Trump: si golpeas, golpeamos.

América Latina debe entender que es tiempo de ir hablando con una sola voz, o, al menos, con una voz compartida en el continente.

Juan Carlos Monedero

Realizó estudios de licenciatura en Economía, Ciencias Políticas y Sociología. Es Doctor en Ciencias Políticas y profesor titular en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Ha dado clases en diferentes universidades de Europa y América Latina y es profesor honorario en las universidades argentinas de Quilmes y Lanús. Ha asesorado a diferentes gobiernos latinoamericanos. Entre otros libros, ha publicado La transición contada a nuestros padres, El gobierno de las palabras, Nuevos disfraces del Leviatán, Dormíamos y despertamos, Curso urgente de política para gente decente (15 ediciones y publicado en cinco países), La izquierda que asaltó el algoritmo, El paciente cero eras tú y Política para tiempos de indiferencia (2024). Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales de CLACSO en 2018. Ha sido ponente central en la conmemoración del Día Internacional de la Democracia en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y en la 28 Sesión Regular del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra. Tiene reconocidos tres sexenios de investigación. Es cofundador de Podemos, colabora en diferentes medios de comunicación y ha presentado durante cinco años el programa En la frontera en Público, donde tiene el blog Comiendo tierra.

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