Antonio Malacara
Ligia
Cámara, pianista, cantante y compositora yucateca, nunca quiso
abandonar su ciudad natal, su querida Mérida, y ahí falleció la tarde
del pasado 14 de octubre, después de serias complicaciones cardiacas y
de escribir una de las más bellas páginas en la historia de la música
popular mexicana, con trazos y trozos de jazz y trova, con una
profunda, zigzagueante voz de mezzosoprano, que invariablemente, ya
alegre, ya melancólica, conmovía a quien tuviera la fortuna de
escucharla.
Querido amigo. Mil disculpas por no haberte escrito antes, pues por excederme en mis actividades musicales mi corazón se aceleró y me recomendaron reposo absoluto y hoy que me siento un poco mejor me decido a escribir la historia del jazz en Yucatán, ya que los amigos me dicen que soy la indicada para hacerlo. Bueno, ahí va.
La maestra escribió entonces un texto de 15 líneas (yo le había pedido una breve historia de dos cuartillas), se fatigó y entre paréntesis anotó:
continuará. Tres días después me mandó una segunda parte; el texto duplicaba la extensión del anterior. Pocas horas después falleció en su casa de la Calle 61.
Estas últimas líneas de la maestra serán publicadas en el libro Atlas físico y conceptual del jazz en México, en el que 32 jazzistas y estudiosos del jazz en México –uno por cada estado– publicarán una breve historia del jazz en su localidad (Estamos viendo quién complementará el texto de Ligia Cámara).
En la segunda parte de su colaboración se puede leer: “Ligia Cámara tuvo una gran oportunidad al inaugurar el Canal 2 de la televisión local, pues el dueño era el señor Andrés García Lavín, gran amante del jazz y admirador de Ligia. Esto fue en marzo de 1963, teniendo Ligia 20 años, y por estudiar en la misma escuela de las hijas de don Andrés le dieron el permiso. El tema del programa, que se llamó Poemas y arpegios, fue San Louis Blues, interpretado por Ligia, y había otros temas interpretados por Alfonso Ontiveros (Guadalupe Trigo), quien cantaba en inglés temas de Leonard Bernstein”.
Su piano era sencillo y elocuente, intenso, vehemente; nunca supo de partituras ni calderones. Ligia portaba sus apuntes en el corazón y las entrañas, en la musicalidad con que nació y vivió durante 70 años. En cierta ocasión me platicaba:
Yo no leo música, y curiosamente, por esa misma libertad, es que me considero jazzista; porque he podido disfrutar de tocar y cantar con muchos músicos notables del jazz, como Tino Contreras, Jonathan Zarzosa, Carlos García, con mi amor Eugenio Toussaint, con el brasileño Joao Henrique y muchos más aquí en mi ciudad y en el Distrito Federal, y con otros que no recuerdo sus nombres. Casi salir de mi ciudad, ellos han venido a mí. Se me quedó pendiente un concierto con Enrique Nery, pues él pensaba que leía música y se asustó cuando le dije que no.
Ligia
Cámara Blum nació el primero de abril de 1943 en Mérida, Yucatán (ella
decía que seguramente era la rencarnación de un negro de Nueva
Orleáns). Empezó a tocar el piano desde los tres años sin maestros ni
métodos de por medio. Años después, su padre, Pedro Cámara Lara, la
metió a estudiar violín y piano, pero la niña se rebeló ante la
imposición y abandonó las clases de la maestra Mechita Heredia.
A principios de los años 70 fue la pianista de Amparo Montes. En 1973 se fue unos meses a Estados Unidos y de regreso a Mérida se integró al trío de jazz del bar La Trova y numerosos y efímeros clanes de jazzistas. Durante 21 años alternó su pasión por el jazz, la trova y el tango con su carrera como educadora en dos o tres jardines de niños.
En su discografía oficial aparecen los títulos Recuerdos de El Granero (1995), Trovadores Yucatecos 9 (1998), Bolerísimo (1999), Mérida de mis amores (2000), Corazón (2003), Canciones de la Alondra (2004) y un disco con Tony Camargo que ella llegó a comentarnos, pero que no encontramos. Además, tenía en su poder una decena de grabaciones con diferentes jazzistas… espero que alguien pueda rescatar al menos una parte para un merecidísimo disco póstumo.
En la radiodifusora Horizonte, del Instituto Mexicano de la Radio, se prepara un programa especial en honor a la maestra, quien alguna vez quiso ser monja. Descanse en paz.
A principios de los años 70 fue la pianista de Amparo Montes. En 1973 se fue unos meses a Estados Unidos y de regreso a Mérida se integró al trío de jazz del bar La Trova y numerosos y efímeros clanes de jazzistas. Durante 21 años alternó su pasión por el jazz, la trova y el tango con su carrera como educadora en dos o tres jardines de niños.
En su discografía oficial aparecen los títulos Recuerdos de El Granero (1995), Trovadores Yucatecos 9 (1998), Bolerísimo (1999), Mérida de mis amores (2000), Corazón (2003), Canciones de la Alondra (2004) y un disco con Tony Camargo que ella llegó a comentarnos, pero que no encontramos. Además, tenía en su poder una decena de grabaciones con diferentes jazzistas… espero que alguien pueda rescatar al menos una parte para un merecidísimo disco póstumo.
En la radiodifusora Horizonte, del Instituto Mexicano de la Radio, se prepara un programa especial en honor a la maestra, quien alguna vez quiso ser monja. Descanse en paz.
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