Feministas exigen seguridad, una vida libre de violencias
“Vengo
en primer lugar por el llamado que desde toda la historia hacen las
mujeres, que aunque ya hayan muerto su voz ha trascendido. Esa voz yo la
siento este día unida a la del presente. Tenemos ese llamado a tomar el
lugar que nos corresponde en la historia, en la familia y en la
sociedad porque México es hoy un mar de violencias contra nosotras”.
Así lo dijo Marta, una mujer de 56 años de edad, cuando se le
preguntó por qué vino a marchar al Centro de la ciudad capital. Ella es
defensora de la tierra en el Estado de México, y vino con otras mujeres
de su comunidad para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, como
se hizo ayer en todo el mundo.
A Gloria, otra mujer de 30 años, la invitó su amiga Rosa, que trabaja
en el hogar y marchó por sus derechos laborales. Diana, de 22 años, se
preparó con sus amigas de la universidad. Laura, de 54, convocó a sus
compañeras en las oficinas del gobierno capitalino. María trajo a sus
vecinas, con quienes resuelve los problemas de la colonia. Fernanda vino
con compañeras del colectivo en el que participa, y Rosario vino sola
después del trabajo.
Así fue como llegaron mujeres de diferentes edades, ocupaciones y
opiniones a esta gran marcha: un lienzo iridiscente sobre el que se
pintó una amplia diversidad femenina.
A todas estas mujeres, más de 2 mil en total, las congregó aquí al
menos cuatro cosas en las que coinciden: conmemorar a quienes lucharon
antes que ellas, exigir la garantía de todos sus derechos, sacar del
silencio las violencias que viven todos los días, y construir lazos
entre ellas.
“Esto es una lucha muy larga e histórica, pero no era tan visible.
Ahora se hace visible porque la violencia es exacerbada. Es increíble
que en un país que se dice democrático y que pertenece a organismos
internacionales haya 7 feminicidios al día, sería el colmo que no se
saliéramos”, dijo Guadalupe, quien ya se jubiló de su trabajo.
Sahíra, estudiante de historia, coincide: “creo que esta lucha es de
todas las mujeres. Vivimos en un sistema patriarcal y capitalista donde
es muy clara la explotación de las amas de casa y de las trabajadoras
con salarios con los que no pueden ni siquiera vivir. Esta marcha es
para hacer ruido en la calle y hacer ver que hay que cambiar este
sistema. Este trabajo empezó hace varios siglos con diferentes mujeres.
Ahora en los estados, en la periferia es donde más se tiene que hacer
ruido.”
Ingrid y María, estudiantes jóvenes, consideran que “la conciencia
que hay ahora sobre la violencia se debe a la sororidad como mujeres, ya
que no sólo aprendimos a no quedarnos calladas, aprendimos a apoyarnos.
“Es una unión que se ha dado entre las mujeres que antes no habíamos
podido conseguir, en este momento estamos reconstruyendo esas relaciones
entre nosotras. Ya podemos ver un poco más hacia dónde es el camino”,
comentaron.
María, ama de casa, también coincidió en este punto. “Nosotras
hablamos de esto en el mercado, o en las juntas en las escuelas. Somos
nosotras quienes nos estamos tendiendo la mano, y quienes ya no nos
queremos quedar calladas.
LAS NUEVAS, LAS DE SIEMPRE
La marcha salió puntual del Ángel de la Independencia y con un
conglomerado amplio. Al frente, como icono de lo que es este país en
materia de violencia contra las mujeres, madres e hijas de víctimas de
feminicidio marcharon en fila.
En medio estaba Norma Andrade, madre de Lilia Alejandra García,
asesinada en 2001 en Ciudad Juárez, Chihuahua; Norma se volvió la
activista de otras madres y sus pies andan en marcha infinita. A su lado
caminó Consuelo Salas, madre de Victoria Pamela que fue asesinada
apenas el año pasado; ella marcha ahora donde apenas nace el río.
Más tarde la vanguardia la ocupó el contingente de feministas
jóvenes, dispuestas a no cederla a ninguno de los hombres. Sus
paliacates en la cara, cuerpos pintados, bailes, y ropas negras llenaron
de otros tonos la protesta.
Las consignas de cada contingente fueron espejos de la diversidad:
“Hija, escucha, tu madre está en la lucha”, la consigna de las víctimas;
“que tiemblen, que tiemblen los machistas que América Latina será toda
feminista”, la consigna que siempre es vigente; “anticonceptivos para no
abortar, aborto seguro para no morir”, la consigna necesaria; “verga
violadora, a la licuadora” la consigna de autodefensa; y hubo otras de
grupos más específicos: “pucha con pucha, lesbianas en la lucha”.
Ahí también estuvieron las cartulinas con plumón morado: “ya no
tenemos miedo”, “tu aliado es el opresor de otras”, “nuestro cuerpo no
es para tu consumo”, o “es mi derecho tener un parto respetado”, por
decir algunos.
GOLPE DE REALIDAD
Esta marcha no fue tan robusta como la de España. Tampoco fue la de
la mayoría de las mujeres, ni estuvieron ahí todas. México es distinto:
en paralelo al gran Paro de mujeres en la ciudad, cientos estuvieron en
Chiapas en el Encuentro de Mujeres que Luchan, que organizaron las
mujeres zapatistas; y al mismo tiempo, las mujeres en los estados
también salieron a las calles y organizaron otros encuentros.
México también es particular con más de la mitad de su población
femenina en condición de pobreza extrema, o en condición de explotación
en sus trabajos; más las que viven situaciones de violencia doméstica.
Miles de mujeres que, aunque quisieran, no habrían podido participar en
esta marcha o que ni siquiera se enteraron.
A las mujeres de México, la realidad las confronta en la cara: en
pleno Zócalo, una mujer y su hijo adulto increpaban a las manifestantes
por su protesta. “Lesbiana, “eres una lesbiana” “deberías estar luchando
por algo que sí valga la pena” “eres una pinche naca”, les gritaba en
la cara de las jóvenes la señora y su hijo.
Además, una periodista que estuvo en la marcha relató que tuvo que
insistir a su jefatura de información para que se le permitiera cubrir
este evento. Esto implicó más trabajo para el día siguiente.
En los contingentes mixtos, un hombre que se asumió “feminista” con
pancarta y todo, comentaba a sus compañeras en tono de burla que no era
gay, que no se confundieran.
Algunas mujeres que iban detrás en los contingentes de sindicatos se
negaron a dar entrevistas y pedían que éstas se hicieran a los
dirigentes de su gremio que sostenían la pancarta. Y al cierre de la
marcha, en pleno mitin, otro contingente encabezado principalmente por
hombres gritó consignas y anuló con su voz las palabras de las jóvenes
que leían poesía.
Con esto a cuestas, las feministas llevan más de 18 años marchando en
esta ciudad. La pancarta arriba, los gritos fuertes, los tambores
certeros, y el señalamiento expreso. “Ni un paso atrás”, es la consigna
que más se grita en una marcha donde año tras año las protagonistas
cambian pero la exigencia general es la misma: “vamos todas juntas por
nuestra libertad”.
CIMACFoto: Aline Espinosa Gutierrez
Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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