Por
José Gil Olmos
, (apro).- El domingo 4 de marzo, al celebrar los 89
años del PRI, José Antonio Meade retomó una parte de aquel discurso de
Luis Donaldo Colosio en el cual reconocía que el país tenía hambre y sed
de justicia. Pero a diferencia del sonorense, que se asumió como parte
del priismo, Meade se hizo a un lado y se declaró “ciudadano” ajeno al
partido y a la militancia que lo han impulsado como su candidato
presidencial.
Es claro que Meade no es Colosio, aunque trate de emularlo en el
discurso. Las biografías familiares y políticas de ambos personajes no
se asemejan y tampoco su compromiso político partidista. El sonorense
decía con orgullo que era militante del PRI, Meade lo evade siempre como
si se avergonzara de ello.
“Soy un candidato por México; soy un ciudadano, así me concibo, así
me asumo. Ofrezco lo que soy, un ciudadano con una trayectoria limpia,
una vocación de servicio, con claridad de visión cultural, económica y
social, con un profundo amor a México”, recalcó Meade ante los priistas
el domingo pasado.
En lo que se parecen es en su campaña de proselitismo, pues al igual
que Colosio en 1994, la de Meade ahora no ha logrado “despegar” en dos
meses que lleva reuniéndose con la militancia y con representantes de
distintos sectores sociales en todo el país, generando incertidumbre en
las bases del priismo.
Meade sigue sin resolver, y no podrá hacerlo, el problema de
desmarcarse del PRI, no sabe cómo abordar el tema de la identidad
partidista porque no quiere que lo vean como representante de un partido
identificado con la corrupción, malversaciones, impunidad, traiciones y
vínculos con la delincuencia organizada. Meade vive la contradicción
sin poder solucionarla.
“Hoy somos la opción que ofrece el cambio con responsabilidad. Somos
la opción que mejor conoce lo que se ha hecho, que sabe de los
resultados de sus programas, de sus aciertos y de sus errores”, citó el
candidato del PRI a Colosio obligado por la necesidad de acercarse a una
de las figuras emblemáticas de este partido. Pero apenas y lo hizo
cuando nuevamente se declaró “ciudadano” ante los militantes y
dirigentes del PRI.
La sombra de la derrota e incluso de la tragedia rondan a Meade. El
ataque oficial al panista Ricardo Anaya para hundirlo en el descrédito
no parece haber dado el resultado que esperaban por lo burdo que se ha
visto el uso político de la Procuraduría General de la República (PGR).
La manera tan desvergonzada y vulgar en la que han utilizado los
expedientes judiciales para acusar a Ricardo Anaya de enriquecimiento
inexplicable y de lavado de dinero, solamente ha reforzado más la imagen
de alevosía y la desesperación del PRI y de Enrique Peña Nieto para
posicionar en un mejor lugar en las encuestas a Meade.
El efecto bumerang de esta estrategia está por verse en las próximas
encuestas, pero hasta donde se percibe en el ánimo social y por la
reacción de empresarios y algunos personajes del ámbito intelectual, la
guerra sucia en contra de Anaya no ha dado resultado y, al contrario, la
imagen de Meade sólo se ha manchado.
Por cierto… El artículo 237 de la Ley General de
Instituciones y Procedimientos Electorales indica los plazos de registro
de candidatos y señala que, hasta el domingo 18 de marzo, el PRI y sus
aliados tienen la posibilidad de registrar a José Antonio Meade como
candidato presidencial. Pero si renuncia por alguna razón de gravedad y
está imposibilitado de seguir, el artículo 241 establece puede haber un
nuevo registro hasta 30 días antes del día de la votación.
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