Entrevista a Moira Millán: el 8M y los reclamos de las mujeres originarias
Página/12
Moira Millán tiene 47 años. Dentro de su comunidad es una weichafe,
es decir, guerrera. Es mamá de cuatro hijos y vive en la lof Pillán
Mahuiza, en Corcovado, Chubut, un territorio recuperado en 1999. Mucho
antes de la desaparición de Santiago Maldonado se convirtió en vocera de
su pueblo denunciando en radios y TV las tensiones entre el Estado, los
proyectos extractivistas y la cosmovisión mapuche, y también las
violencias contra los pueblos originarios que concibe “como laboratorio
de un plan que luego es aplicado contra todos los disidentes”.
“A
partir de agosto del año pasado, debido a todo lo que nos ha pasado en
Chubut, mi imagen se mediatizó mucho -dice Millán-. Entonces cuando
vengo a Buenos Aires y me subo a un colectivo se distinguen dos bandos:
quienes me saludan, me animan, me dicen que siga luchando, y otra gente
que hace exactamente lo contrario. Es un signo pequeño de un tiempo
bisagra del país, que hoy permanece en una tensa calma”. Esta vez estuvo
en la Ciudad de Buenos Aires de camino a Chiapas, donde fue invitada al
Encuentro de Mujeres que Luchan, convocado por las zapatistas. Un viaje
que la entusiasma porque “siempre quise conocer Chiapas pero no para
hacer el ‘zapatour’, sino para intercambiar sabidurías”. Allí llevó las
experiencias del trabajo que hacen con la organización Marcha de Mujeres
Originarias en Argentina.
La naturaleza para Millán durante estos
días quedó reducida a unos metros cuadrados llenos de masetas, un
pulmón minúsculo en un departamento de Caballito, en medio de lo que
ella llama “una vorágine de cemento que te traga, toma tu tiempo, y de
pronto un día ya no es nada”. Sigue: “Trato de venir a la ciudad en
cuanto puedo. La presencia de los pueblos originarios en Buenos Aires es
muy importante para poder traer otras voces, de la mapu, de la tierra.
¿Pero cómo se hace para pedirle a tanta gente sumergida en esta
metrópoli cien por ciento pavimentada, que no te da tiempo para nada,
que se tome un minuto para pensar cómo quiere vivir?”
-¿Cómo se preparan desde la Marcha de Mujeres Originarias para el 8 de marzo?
-Aquí
en Buenos Aires participarán de la gran marcha nuestras hermanas, que
estuvieron participando de las asambleas previas. Ya que se conmemora el
Día de la Mujer Trabajadora, hacemos énfasis en las condiciones
laborales. Hay una gran cantidad, ni siquiera relevada estadísticamente
por el Estado, solo por las ONG, de mujeres indígenas explotadas, con
trabajo en negro, en condiciones inhumanas, es escalofriante. Gran
cantidad de hermanas nuestras mueren por esto. Hay derechos que no son
siquiera imaginados por el Estado y que serían vitales para nosotros:
por ejemplo, que nuestros días sagrados, cuando hacemos ceremonias, se
reconozcan dentro de las legislaciones laborales. Tampoco reclaman por
este tema los sindicatos. Nadie se hace cargo de la agenda de los
pueblos originarios. Mientras que los días sagrados del cristianismo
están reconocidos en Argentina
-¿Qué pasa con el machismo dentro de las comunidades?
-Son
siglos de colonización durante los cuales ha penetrado a fondo el
patriarcado y la lógica machista. Las mujeres originarias sufrimos por
un lado toda la violencia institucional, y por el otro lado, la
violencia machista doméstica de nuestros maridos. Lamentablemente es
tremendo el nivel de violencia de género hacia el interior de las
comunidades en todos los pueblos. Tal vez se dé en menor medida en la
nación mapuche porque las mujeres hemos tenido históricamente un
protagonismo importante. Hay mujeres machis (mujeres medicina), lonkos
(líderes espirituales), weichafes (guerreras). Aún con esa cosmovisión,
la comunidad mapuche no está exenta de maltrato. Fortalecer la
autoestima de las mujeres indígenas es difícil un país tan eurocéntrico,
donde lo indígena se asocia a lo abyecto y la pobreza, nosotras
entramos en lo más repudiable.
-Dijo que la violencia
institucional contra las comunidades indígenas era un laboratorio para
luego aplicarla contra todos los disidentes, ¿evalúa que eso ya está
pasando? ¿Hasta dónde puede llegar?
-El Gobierno lejos de
reflexionar va a recrudecer la violencia. Ya ha mostrado su arrogancia y
necedad. Veo también lo que está pasando a nivel continental y
Argentina no puede ser una excepción de la geopolítica global. Puede ser
mucho peor. Me preocupa la cantidad impresionante de soldados israelíes
en la Patagonia. Me preocupa que ante el levantamiento de diversos
sectores sociales que se ven perjudicados la respuesta ya no sean sólo
balas de las fuerzas represivas locales, sino que justifiquen
intervenciones. La Patagonia es la región más rica del país, y los
mapuches somos la población más pobre. Esta asimetría económica y social
no es casual, y se debe sostener contra viento y marea a favor de las
transnacionales. Por eso buscan demonizarnos, mostrarnos como
terroristas. La ministra Bullrich me indilga a mí el rol de vocera de
una supuesta célula terrorista. Están más cerca de ser parte de una
relatoría psiquiátrica que de ser funcionarios a la altura de las
necesidades de los pueblos. Me entristece que el proceso del pueblo
argentino para organizarse y unirse contra eso sea tan lento.
¿Dice que hay soldados israelíes en la Patagonia?
-Van
como turistas pero a lugares donde no va nadie. Al corazón de la zona
de la meseta, por ejemplo. Hacen expediciones, trekking, rápel. Hace
pocos días, un matrimonio mapuche que venía de la costa a visitarme pasó
por Trevelin. Fueron a parar a un hostel y les dijeron que ésa era una
cadena que sólo trabaja con soldados israelíes. Ya empiezan a aparecer
sectores de la cámara de comercio y prestadores turístico que se
benefician. ¿Por qué tienen que alojarse en lugares particulares? ¿Qué
es lo que no podemos ver?
-En este paso fugaz por la ciudad participó del acto por los tres meses del asesinato de Rafael Nahuel. ¿Qué impresión le dejó?
-Me
confirmó la idea de que el pueblo argentino es racista hasta para eso.
La convocatoria ese día fue muy escasa. El pueblo no salió con la misma
contundencia con que lo hizo por Santiago Maldonado porque la vida de
los pueblos originarios está más que devaluada ante la mirada social.
Hoy no solamente quienes tienen el poder o cumplen funciones públicas se
vuelven antimapuches o racistas, sino que lamentablemente hay un sector
de la oposición que también lo hace. Se podría trazar otra grieta:
entre supremacistas blancos, que no quieren perder privilegios, y los
plurinacionalistas. Hay gente dentro de lo que se llama campo popular
que se pone la camiseta patriotera y homogeneizante de este país y ve
con malos ojos la libre determinación de los pueblos. Nosotros decimos
que éste es un territorio plurinacional, y eso debe ser abordado desde
una perspectiva que contemple la reciprocidad entre los pueblos.
-Y más allá de ese acto, ¿de qué modo la recibió esta vez la ciudad?
-Antes
venía a Buenos Aires y en general había una devolución simpática cuando
me veían vestida como mapuche. Debido a todo lo que nos ha pasado en
Chubut, mi imagen se mediatizó. Entonces cuando vengo acá y me subo a un
colectivo se distinguen dos bandos: quienes me saludan, me animan, me
dicen que siga luchando, y otros que hacen exactamente lo contrario. Es
un signo pequeño de un tiempo bisagra del país, que hoy permanece en una
tensa calma. Hay diferentes manifestaciones frente a la política de
ajuste. Se viene alimentando algo que puede desembocar en un estallido, y
esa es una fuerza que espero sea encausada por alguna perspectiva de
solución, de alternativa. Argentina ya tuvo un 2001, ya se derramó
sangre. Seguimos teniendo los mismos personajes reciclados detentando el
poder con absoluto desprecio por la vida.
-¿Qué opina del intento de arancelar la salud pública para los extranjeros?
-
El exabrupto racista de Jujuy, que ha estallado innumerablemente en
otras regiones del país, diría que es un escenario ficticio para seguir
descalificándonos. Hay una dirigencia política hábil a la hora de
canalizar el racismo de una porción de la sociedad: remarcan con trazos
gruesos los rasgos sociales que han estado enquistados siempre con
política, presupuesto y con una estrategia lamentablemente eficaz para
la penetración de estigmas. Este gobierno en particular es profundamente
racista y cruel. El maestro Osvaldo Bayer habla de la crueldad
argentina, y yo creo que ellos realmente hoy están encarnando esos
siglos de crueldad argentina. La dicotomía civilización versus barbarie
se ha perpetuado, tal vez con otras categorías pero que encierran la
misma simbología de ir relegándonos y discriminándonos. Lo que nos cabe a
las naciones originarias es generar consenso, generar ideas superadoras
que eleven la condición de la humanidad que hoy está tan degradada.
Desde la organización Marcha de Mujeres Originarias estamos planteando
una gran campaña para que el Encuentro de Mujeres -que este año será en
Chubut- pueda recoger la bandera de la plurinacionalidad y piense en
nosotras, las mujeres de todos los colores y de todos los sonidos, de
todas las pertenencias. Lamentablemente cuando en una reunión en Lago
Puelo planteamos esta idea de que se lo renombre como “Encuentro
Plurinacional de Mujeres”, tuvimos abucheos de compañeras militantes de
izquierda. Hablamos de plurinacionalidad y de cohabitar. No es un
separatismo. Decimos que el pueblo argentino debe reconocernos en
nuestra verdadera identidad y consensuar cómo queremos habitar el mundo y
construir el espacio de relación en los territorios.
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