Las
teorías que relacionan la opresión y la desigualdad de la mujer se han
desarrollado en su mayor parte dentro de la tradición liberal de la
filosofía política. Las demandas se han formulado por lo general con
base en argumentos morales que se vinculan con la justicia y los
derechos naturales, desentendiéndose de las condiciones económicas que
vuelven insignificantes esas demandas de justicia en el contexto del
capitalismo. Las feministas “socialistas”, aunque reconociendo la
importancia de la lucha de clases, han mostrado que teóricamente se
hallan confundidas por su fracaso en combinar realmente la teoría
socialista con la feminista.
Hemos
visto la manera como ha cambiado el papel de las mujeres en la sociedad
con el paso del tiempo y también la enorme diversidad de
comportamientos, atributos y actitudes diferentes que han sido
asignados tanto a los hombres como a las mujeres en culturas
diferentes. Así, pues, lo que es “natural” es que en una cultura dada
en un momento en particular se diga que tal o cual arreglo es natural
para justificar cierto conjunto de ordenamientos sociales. Ese conjunto
de ordenamientos sociales está determinado en gran medida por las
condiciones materiales prevalecientes: el nivel de la técnica, la
escasez o abundancia de alimento, trabajos, etc., la forma en que se
producen los bienes y la forma jurídica de la propiedad.
Es
innegable que el papel de las mujeres en la sociedad ha cambiado con el
tiempo, pero igualmente innegable es el hecho de que de tales cambios
no ha resultado la igualdad real para ellas, lo cual hace destacar
nítidamente los límites de lo que puede alcanzarse mientras siga
existiendo el capitalismo. No son sólo las condiciones económicas y la
naturaleza de la sociedad de clases un terreno inhóspito para la
igualdad, sino que también crean un conjunto de actitudes que son
apropiadas para las condiciones sociales y económicas particulares que
prevalecen. Es posible entonces que las actitudes sexistas persistan a
pesar de los esfuerzos de las feministas y otros por cambiarlas porque
esas actitudes se acomodan perfectamente al patrón de la sociedad
creada por el modo de producción capitalista.
Hay tres componentes esenciales en la noción
de liberación de las mujeres:
- Un redivisión del trabajo doméstico y el cuidado de los hijos de modo que estas tareas ya no se sigan viendo como terreno natural de las mujeres, sino que en lugar de ello sean realizadas voluntariamente por personas de cualquier sexo.
- Ponerle fin a la dependencia de las mujeres respecto de los hombres.
- Un cambio fundamental de las ideas relativas al género, la sexualidad y la familia.
Es
fácil ver que las probabilidades de que se efectúe esta clase de
cambios en la sociedad capitalista son ínfimas. Es difícil (aunque no
del todo imposible) imaginar la clase de revolución de gran
trascendencia en las relaciones sociales y sexuales que entrañan las
condiciones descritas sin una correspondiente revolución económica si
por no otra razón que requerirían una vasta reasignación de recursos y
revaluación de necesidades. En realidad, aun las limitadas ganancias
logradas por las mujeres en los últimos quince años están ahora bajo
una amenaza que desenmascara la falta de genuino compromiso político
con la idea de igualdad sexual.
No
puede subestimarse el grado en que las teorías feministas han aclarado
las formas en que la categoría de sometimiento de las mujeres es
reforzada y mantenida por las formas sociales y culturales. Pero
utilizar estas claves como base de argumentos para las organizaciones
políticas de todas las mujeres descansa en una premisa falsa y tiene
resultados políticamente desastrosos. La premisa es que de algún modo
la opresión de las mujeres en el capitalismo es fundamentalmente
diferente de la experimentada por los hombres de la clase laborante.
Aunque es indudable que las mujeres experimentan ciertas formas de
opresión cultural y social y discriminación por el mero hecho de ser
mujeres, la base económica de las relaciones sociales de explotación no
es específica de género. Al argumentar que la experiencia de las
mujeres dentro del capitalismo es decisivamente diferente de la de los
hombres se corre el riesgo de estereotipar el sexo. Esto significaría
que el papel de las mujeres como esposas y madres las define más
completamente que sus papeles como trabajadoras. Para que el socialismo
se desenvuelva con éxito, debemos tratar de buscar la manera de poner
de relieve las similitudes esenciales de las experiencias de los
miembros de la clase trabajadora, antes que las diferencias entre ellos.
La
lección que nos dejan las experiencias de las mujeres de Rusia y sus
satélites no es la de que el socialismo nada tiene que ofrecer a las
mujeres, sino que el particular sistema social y económico de esos
países no mejora gran cosa la situación de las mujeres. El mero
reemplazo de la propiedad privada por la propiedad estatal no es
socialismo y no puede resultar de ella la emancipación de las mujeres.
El socialismo es un sistema de sociedad basado en la propiedad común y
el control democrático de los medios y los instrumentos para producir y
distribuir la riqueza por toda la comunidad y en interés de esta misma.
Está completamente claro que Rusia no tiene socialismo.
El
socialismo será una sociedad tajantemente diferente del capitalismo.
Mientras que en el socialismo se producen mercancías para extraer
ganancia de ellas al venderlas en el mercado, lo cual significa que
mucha gente se queda sin las cosas que necesita porque no puede
comprarlas, en el socialismo se producen los bienes para que la gente
los utilice, sin necesidad de comprar ni vender. Y porque no hay ni
compra ni venta, tampoco habrá necesidad de dinero; en lugar de eso, la
gente tomará libremente lo que necesite de la tienda común.
El
trabajo dejará de implicar la explotación de que es objeto en el
capitalismo, donde la mayoría de nosotros—la clase trabajadora—vende su
fuerza de trabajo a un patrón, que es propietario de las máquinas, las
fábricas, las herramientas, la tierra, etc., a cambio de un salario. En
el socialismo, porque los bienes ya no se producen por el afán de
lucro, la sociedad ya no estará dividida en clases cuyos intereses
nunca pueden ser conciliados. El trabajo adoptará la forma de esfuerzo
cooperativo, que será realizado libremente por personas conscientes de
que toda la sociedad se está beneficiando y, como consecuencia, ellas
también se estarán beneficiando.
En
el capitalismo, por la necesidad de que la clase dominante proteja sus
intereses en contra de los intereses opuestos de los trabajadores, la
mayoría tiene muy poco que decir en el proceso de toma de decisiones
del gobierno central, a nivel local, o en el puesto de trabajo. En el
socialismo, sin embargo, cada individuo podrá participar íntegramente
en la toma de decisiones que afecten su vida. La democracia en el
socialismo no será la simulación que es en el capitalismo, sino un
proceso pleno de significado para toda la sociedad de acuerdo con sus
habilidades, conocimientos o experiencias particulares. Y en tales
condiciones los hombres y las mujeres serán reconocidos en plano de
igualdad.
En
el capitalismo el mundo se divide en estados-nación, reflejo de los
intereses territoriales de la clase capitalista. Esta es la causa del
patriotismo (patrioterismo), el nacionalismo y las guerras sin sentido,
en que la clase obrera es enviada a matar entre sus propios miembros o
a otros trabajadores para salvaguardar los intereses de sus amos. El
socialismo será un sistema mundial sin distinciones arbitrarias y
divisionistas entre una zona del mundo y otra.
El
socialismo incluirá la liberación de las mujeres como parte de su
proyecto de emancipación de la humanidad. Esto no ocurrirá de modo
automático o inevitable. Una organización política cuyo objetivo es el
socialismo no puede permitir el sexismo dentro de sus filas, fundándose
en que nada puede hacerse ahora y que el problema se resolverá “después
de la revolución”. Para que una organización tenga credibilidad, debe
incorporar las actitudes, valores y prácticas que trata de instituir en
la sociedad en su conjunto. Los socialistas creen que toda la gente,
hombres y mujeres, son dignos de respeto—y el Partido Socialista de la
Gran Bretaña incluye en su Declaración de principios, y lo ha hecho
desde 1904, la siguiente cláusula:
como
en el orden de la evolución social la clase trabajadora es la última
clase en alcanzar su liberación, la emancipación de la clase
trabajadora implicará la emancipación de toda la humanidad, sin
distinción de raza ni de sexo.
Fuente :http://www.worldsocialism.org/noneng/esp/Las_mujeres_el_socialismo.php#Cap%C3%ADtulo_4Las_mujeres_y_el_socialismo
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